Los cuentos de hadas
sirvieron a G.K. Chesterton como camino de conversión.
Por falta de
interés en la lectura, desde décadas atrás, muchos desconocen cuentos
maravillosos que podrían haber sido de apoyo no solo a su imaginación y
creatividad sino a su fe.
Es innegable que los
productores de cine y TV no ignoran el potencial de los cuentos ya que siguen
colocando a los súper-héroes y súper-villanos en los primeros lugares de
popularidad.
En la actualidad, los cuentos,
mueven a los cines y a la pantalla del televisor, a miles de millones que, a
sabiendas o no, con un clamor profundo y silencioso buscan ser liberados del
mal que los circunda e invade.
Es providencial que “Narnia” y “El Señor
de los Anillos” fueran popularizados previo a que la Cultura de la
Muerte y la Ideología de Género asestaran su más contunden golpe a la civilización
cristiana.
La Cultura de la Muerte e
Ideología de Género, dicho por quienes saben más que yo, son considerados como
la forma que el Mal ha tomado en nuestros días; lo que, trasladado al ámbito en
el que estamos hablando, resultan ser los “súper-villanos”
del día de hoy, los que - ciertamente- de ficción no tienen nada.
No hace falta haber leído
cuentos o haber visto películas para que el corazón aprenda a reconocer sus
necesidades. No hace falta porque la fe se hace cargo. Dios mismo, en su Divina
Providencia, se hace cargo.
Sin embargo, leer y mirar cine
con grandiosas historias, ayuda mucho. Yo, por ejemplo, no me canso de “El Señor de los Anillos” ni tampoco de ver una
producción norteamericana titulada “Los Guardianes
de la Galaxia I y II”
Anoche miré por segunda vez la
segunda película en la que confirmé que el personaje del padre, al que –no por
casualidad- llamaron Ego, representa al ser humano convencido de que es hechura
de su propia mano.
El súper-villano Ego, no lo
niega pero tampoco lo afirma, que debe su existencia a una mente superior y
que, su propósito en la vida, es más amplio que lo limitado de sus ideas.
“Ego” es el nombre del personaje y,
probablemente, Narcisista, su apellido.
El caso es que el súper-héroe
recibe la luz necesaria para descubrir el engaño de su padre.
Hecho que deja en evidencia
que la diferencia entre uno y otro es un acto de fe.
Un acto de fe en el Bien, el
del súper-héroe y, un acto de fe en sí mismo, el del súper-villano.
Como consecuencia lógica, el
acto de fe del súper-héroe le hace ver el resplandor de la verdad con la que
hunde al súper-villano en la destrucción.
Cuando el padre, como último
argumento le dice a su hijo el semi-dios, que su destrucción hará que sea como
todos los demás, el semi-dios, simplemente, responde: - “¿Tiene algo de malo?” ¿Puede existe mayor libertad?
En esta escena fue cuando me
dije que Alonso Gracián tenía razón cuando justo ayer dijo en su facebook: “Por la fe existimos en un plano de claridad
esplendorosa”
Es el acto de fe del súper-héroe
de Guardianes de la Galaxia.
Y es el nuestro. Nada de
ficción sino real como la realidad misma.
Un acto de fe cuya claridad
crea hombres libres capacitándolos en la batalla contra el Mal el que, desde
mucho tiempo atrás, ha conseguido saltar fuera de las pantallas.
A muchos, el camino trazado
por los cuentos, tal como a Chesterton, nos ayuda a dar pasos pequeños o
grandes en nuestro camino de conversión en el que, uno tras otro, vemos caer a
todos y cada uno de nuestros enemigos, principalmente, a aquellos con los
habíamos hecho amistad.
Tal como al súper-héroe de “Guardianes de la Galaxia”, la fe nos libera del
ego que nos impide ver el resplandor de la verdad sobre Dios, nosotros mismos y
nuestros semejantes.
Sea a Dios toda la gloria.
Sea a Dios toda la gloria.
Maricruz Tasies
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