miércoles, 15 de agosto de 2018

CUANDO MAMÁ ME ACOMPAÑO A ABORTAR


Este es un caso dramático. Debo confesar que cada día escucho historias, me siento privilegiada de que la gente abra su corazón como lo han hecho esta madre y esta hija. A continuación les redactaré la historia de estas dos mujeres.

F.F abortó a los quince años. Cursaba el cuarto mes de gestación cuando su madre, una católica prácticante, la llevo a una clínica especialista en abortos. Ahora, F.F tiene 17 años y está destrozada. Culpa a su madre (vamos a llamarla Juana) de haberla acompañado a abortar a su beba y no puede con los sentimientos de culpa. Juana me ha llamado con urgencia, y gracias a que estoy de vacaciones, he podido verlas el mismo día. Su madre expresa que en ese momento ella consideraba que era lo mejor para su hija, pues era solo una niña de 15 años. Ahora Juana siente que tampoco puede lidiar con los sentimientos de culpa, de arrepentimiento y se pregunta a sí misma como pudo haber sido capaz de ayudar a su hija a abortar a su propio nieto.

Estas dos mujeres están sufriendo profundamente y tienen frente a si, un largo camino hacia la sanación de las heridas. F.F entre lágrimas me narraba que en el mismo momento en que salió de aquel lugar de muerte, ella sintió que algo cambio dentro de ella y que se quedó vacía. Actualmente, sufre de una profunda depresión y tiene un gran resentimiento hacia su madre, a medida en la que pasa el tiempo se pregunta ¿cómo es posible que una mamá acompañe a una hija a abortar? Además tiene unas explosiones de rabia hacia su mamá a tal punto que la ha llevado a dejar la casa en la que convivían. A su vez, Juana llora copiosamente, especialmente porque sabe que esto es algo que es irreparable. F.F llora mucho conmigo, su rostro tiembla por completo cuando recuerda que su hijo tenía cuatro meses… su padre no se involucró, no pareció importarle y además, se sintió abandonada por su madre. Su novio estuvo de acuerdo.
Cuando escribo estas líneas, con una fuerte congoja, recuerdo el caso de una mujer que atendí hace unos años. María ya tenía cuatro hijos, pero decidió abortar el quinto. Recuerdo cuando vino a verme, me impactó su imagen: era casi un cadáver, no podía con la culpa. Este tipo de llanto no se parece a ninguno de los que he visto entre las personas. Es un llanto agónico que desarma, un llanto que sólo Dios puede ser capaz de consolar.

Muchas mujeres alrededor del mundo se practican abortos (se calcula más de 1.500.000). En ciertos países, el aborto es legal y en otros tantos, el aborto es ilegal. Más allá de la legalidad o no, numerosos estudios científicos demuestran que las mujeres que abortan suelen tener serias consecuencias psicológicas, físicas y emocionales.

En base a las consecuencias psicológicas, existe el llamado “Síndrome post-aborto” que se produce luego de haber abortado y los efectos del mismo incluyen sentimientos de culpa, angustia, ansiedad, depresión, baja autoestima, insomnio, tendencia al suicidio, pesadillas en las que aparecen los restos del bebé abortado, recuerdos dolorosos en la fecha en que hubiera nacido, sentimiento de luto, etc. Incluso muchas mujeres sufren importantes cambios en su comportamiento, mujeres tiernas mutan en una hacia conductas hostiles, hacia los demás o hacia sí mismas (se cortan, comienzan a consumir estupefacientes e incluso llegan al suicidio). Todo esto lo comprendí mejor cuando estuve hace algunos años en Roma estudiando sobre las graves consecuencias además de las mencionadas anteriormente, las profundas consecuencias espirituales. Abortar es abortar-me. Lo veo como un doble asesinato y al mismo tiempo como un suicidio. Es así.

Las consecuencias físicas también son dignas de mencionar, según la WEBA (Women Exploited by Abortion/Mujeres explotadas por el aborto) muchas mujeres creen que es una intervención quirúrgica sencilla, pero no lo es, como toda intervención quirúrgica, hay un riesgo: abortos espontáneos, embarazos ectópicos (fuera del útero), esterilidad, trastornos menstruales, hemorragias, útero perforado, fiebre, sudores fríos, intenso dolor, coma, incluso la muerte. Por supuesto que todo esto empeora en los casos donde las mujeres abortan en lugares que no son clínicas y en manos de personas que no son médicos. Por ejemplo, en gran parte de Latinoamérica las mujeres abortan en manos de “comadronas”, mujeres que tienen experiencia en “abortos” y donde les introducen una aguja de tejer para romper la bolsa y producir el aborto. De más está decir, las consecuencias de éste procedimiento.

Según Kaunitz, en “Causas de mortandad maternal en los Estados Unidos” en mayo de 1985 expresa que Las primeras causas de muerte en relación con el aborto son hemorragia, infección, embolia, anestesia, y embarazos ectópicos sin diagnosticar [undiagnosed]. El aborto legal constituye la quinta causa de muerte de gestantes en los EE. UU, aunque de hecho se sabe que la mayoría de muertes relacionadas con el aborto no son registradas oficialmente como tales.”

Pocas personas hablan de las malformaciones que sufren los hijos posteriores producto del aborto previo que se han realizado las madres: niños que no sobreviven, o que quedan en estado vegetativo por el resto de su vida.

Algunos de los trastornos emocionales que pueden sufrir las mujeres que se han practicado un aborto pueden ser: llanto, insomnio, pérdida de apetito, pérdida de peso, nerviosismo, vómitos, agotamiento, trastornos gastrointestinales, frigidez, etc. Además al convertirse en madres, sufren de una desconexión emocional con sus hijos muy difícil de explicar, aman a sus hijos pero emocionalmente viven ausentes.

Concluyendo los argumentos científicos, según Ney, et.al., en “Los efectos de la pérdida del embarazo en la salud de las mujeres” (1997) en un estudio realizado sobre 1.428 mujeres, los investigadores descubrieron que los embarazos malogrados y en particular los debidos a aborto provocado, se asociaban de manera significativa a una salud general más deficiente. Los abortos múltiples correspondían a una valoración todavía peor de la salud presente. Mientras que la interrupción del embarazo por causas naturales iba en detrimento de la salud, el aborto provocado resultó estar más estrechamente relacionado con una salud deficiente. Tales hallazgos confirman investigaciones anteriores que arrojaban que durante el año siguiente a un aborto las mujeres visitaban a su médico de cabecera un 80 % más por toda clase de razones y un 180 % más por razones psico-sociales. Los autores también se encontraron con que si hay un compañero presente y que no presta apoyo [not supportive], el porcentaje de aborto natural se eleva a más del doble y el de aborto provocado es cuatro veces mayor que si él está presente y apoyando. Si el compañero está ausente, el porcentaje de aborto provocado es seis veces mayor.”

El aborto es una realidad a la que las mujeres católicas deberíamos prestar mucha más atención, así como oramos por el Santo Padre todos los días, así como oramos por nuestras comunidades deberíamos orar todos los días por esas mujeres que van abortar ese día, por aquellas madres que acompañan a sus hijas a cometer el aborto, por las amigas que ayudan a las amigas a matar a su propia criatura. Sí. Necesitamos incrementar nuestra oración. En este sentido, lo decía San Josémaría Escrivá, “estas crisis mundiales, son crisis de santos”, necesitamos ser santas. Necesitamos rezar cinco rosarios todos los días rogando, suplicando a la Virgen Santísima que transforme, que nos ayude a conocer la honda naturaleza del corazón en nosotras las mujeres ya que somos las elegidas para portar la vida, para humanizar la vida, para amar intensamente a Dios con nuestra apertura a la vida. Ante todo sí a la vida.

Sheila Morataya
Austin, TX
sheilamorataya.co

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