Este
es un caso dramático. Debo confesar que cada día escucho historias, me siento
privilegiada de que la gente abra su corazón como lo han hecho esta madre y
esta hija. A continuación les redactaré la historia de estas dos mujeres.
F.F
abortó a los quince años. Cursaba el cuarto mes de gestación cuando su madre,
una católica prácticante, la llevo a una clínica especialista en abortos.
Ahora, F.F tiene 17 años y está destrozada. Culpa a su madre (vamos a llamarla
Juana) de haberla acompañado a abortar a su beba y no puede con los
sentimientos de culpa. Juana me ha llamado con urgencia, y gracias a que estoy
de vacaciones, he podido verlas el mismo día. Su madre expresa que en ese
momento ella consideraba que era lo mejor para su hija, pues era solo una niña
de 15 años. Ahora Juana siente que tampoco puede lidiar con los sentimientos de
culpa, de arrepentimiento y se pregunta a sí misma como pudo haber sido capaz
de ayudar a su hija a abortar a su propio nieto.
Estas dos
mujeres están sufriendo profundamente y tienen frente a si, un largo camino
hacia la sanación de las heridas. F.F entre lágrimas me narraba que en el mismo
momento en que salió de aquel lugar de muerte, ella sintió que algo cambio
dentro de ella y que se quedó vacía. Actualmente, sufre de una profunda
depresión y tiene un gran resentimiento hacia su madre, a medida en la que pasa
el tiempo se pregunta ¿cómo es posible que una mamá
acompañe a una hija a abortar? Además tiene unas explosiones de rabia
hacia su mamá a tal punto que la ha llevado a dejar la casa en la que
convivían. A su vez, Juana llora copiosamente, especialmente porque sabe que
esto es algo que es irreparable. F.F llora mucho conmigo, su rostro tiembla por
completo cuando recuerda que su hijo tenía cuatro meses… su padre no se involucró, no pareció importarle y además,
se sintió abandonada por su madre. Su novio estuvo de acuerdo.
Cuando
escribo estas líneas, con una fuerte congoja, recuerdo el caso de una mujer que
atendí hace unos años. María ya tenía cuatro hijos, pero decidió abortar el
quinto. Recuerdo cuando vino a verme, me impactó su imagen: era casi un
cadáver, no podía con la culpa. Este tipo de llanto no se parece a ninguno de
los que he visto entre las personas. Es un llanto agónico que desarma, un
llanto que sólo Dios puede ser capaz de consolar.
Muchas
mujeres alrededor del mundo se practican abortos (se calcula más de 1.500.000).
En ciertos países, el aborto es legal y en otros tantos, el aborto es ilegal.
Más allá de la legalidad o no, numerosos estudios científicos demuestran que
las mujeres que abortan suelen tener serias consecuencias psicológicas, físicas
y emocionales.
En base a
las consecuencias psicológicas, existe el llamado “Síndrome
post-aborto” que se produce luego de haber abortado y los efectos del
mismo incluyen sentimientos de culpa, angustia, ansiedad, depresión, baja
autoestima, insomnio, tendencia al suicidio, pesadillas en las que aparecen los
restos del bebé abortado, recuerdos dolorosos en la fecha en que hubiera
nacido, sentimiento de luto, etc. Incluso muchas mujeres sufren importantes
cambios en su comportamiento, mujeres tiernas mutan en una hacia conductas
hostiles, hacia los demás o hacia sí mismas (se cortan, comienzan a consumir
estupefacientes e incluso llegan al suicidio). Todo esto lo comprendí mejor
cuando estuve hace algunos años en Roma estudiando sobre las graves
consecuencias además de las mencionadas anteriormente, las profundas
consecuencias espirituales. Abortar es abortar-me.
Lo veo como un doble
asesinato y al mismo tiempo como un suicidio.
Es así.
Las
consecuencias físicas también son dignas de mencionar, según la WEBA (Women Exploited by Abortion/Mujeres
explotadas por el aborto) muchas mujeres creen que es una intervención
quirúrgica sencilla, pero no lo es, como toda intervención quirúrgica, hay un
riesgo: abortos espontáneos, embarazos ectópicos
(fuera del útero), esterilidad, trastornos menstruales, hemorragias, útero
perforado, fiebre, sudores fríos, intenso dolor, coma, incluso la muerte. Por
supuesto que todo esto empeora en los casos donde las mujeres abortan en
lugares que no son clínicas y en manos de personas que no son médicos. Por
ejemplo, en gran parte de Latinoamérica las mujeres abortan en manos de “comadronas”, mujeres que tienen experiencia en “abortos” y donde les introducen una aguja de
tejer para romper la bolsa y producir el aborto. De más está decir, las
consecuencias de éste procedimiento.
Según Kaunitz, en “Causas de mortandad maternal en los
Estados Unidos” en mayo de 1985 expresa que “Las primeras causas de muerte en relación con el aborto
son hemorragia, infección, embolia, anestesia, y embarazos ectópicos sin diagnosticar
[undiagnosed]. El aborto legal constituye la quinta causa de muerte de
gestantes en los EE. UU, aunque de hecho se sabe que la mayoría de muertes
relacionadas con el aborto no son registradas oficialmente como tales.”
Pocas
personas hablan de las malformaciones que sufren los hijos posteriores producto
del aborto previo que se han realizado las madres: niños
que no sobreviven, o que quedan en estado vegetativo por el resto de su vida.
Algunos
de los trastornos emocionales que pueden sufrir las mujeres que se han
practicado un aborto pueden ser: llanto, insomnio,
pérdida de apetito, pérdida de peso, nerviosismo, vómitos, agotamiento,
trastornos gastrointestinales, frigidez, etc. Además al convertirse en
madres, sufren de una desconexión emocional con sus hijos muy difícil de
explicar, aman a sus hijos pero emocionalmente viven ausentes.
Concluyendo
los argumentos científicos, según Ney, et.al., en “Los
efectos de la pérdida del embarazo en la salud de las mujeres” (1997) en
“un estudio realizado sobre 1.428 mujeres, los
investigadores descubrieron que los embarazos malogrados y en particular los
debidos a aborto provocado, se asociaban de manera significativa a una salud
general más deficiente. Los abortos múltiples correspondían a una valoración
todavía peor de la salud presente. Mientras que la interrupción del
embarazo por causas naturales iba en detrimento de la salud, el aborto
provocado resultó estar más estrechamente relacionado con una salud deficiente.
Tales hallazgos confirman investigaciones anteriores que arrojaban que durante
el año siguiente a un aborto las mujeres visitaban a su médico de cabecera un
80 % más por toda clase de razones y un 180 % más por razones psico-sociales.
Los autores también se encontraron con que si hay un compañero presente y que
no presta apoyo [not supportive], el porcentaje de aborto natural se eleva a
más del doble y el de aborto provocado es cuatro veces mayor que si él está
presente y apoyando. Si el compañero está ausente, el porcentaje de aborto
provocado es seis veces mayor.”
El aborto
es una realidad a la que las mujeres católicas deberíamos prestar mucha más
atención, así como oramos por el Santo Padre todos los días, así como oramos
por nuestras comunidades deberíamos orar todos los días por esas mujeres que
van abortar ese día, por aquellas madres que acompañan a sus hijas a cometer el
aborto, por las amigas que ayudan a las amigas a matar a su propia criatura. Sí.
Necesitamos incrementar nuestra oración. En este sentido, lo decía San
Josémaría Escrivá, “estas crisis mundiales, son
crisis de santos”, necesitamos ser santas. Necesitamos rezar cinco
rosarios todos los días rogando, suplicando a la Virgen Santísima que
transforme, que nos ayude a conocer la honda naturaleza del corazón en nosotras
las mujeres ya que somos las elegidas para portar la vida, para humanizar la
vida, para amar intensamente a Dios con nuestra apertura a la vida. Ante todo
sí a la vida.
Sheila Morataya
Austin, TX
sheilamorataya.co
Austin, TX
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