lunes, 13 de agosto de 2018

ASOMBROSA APARICIÓN DE MARÍA A UN CONDENADO A MUERTE


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Aún en los casos más irremediables María nos viene a buscar para que no perdamos la vida. En el último minuto puede llegar la conversión de los peores de nosotros. 
Las pocas discrepancias recogidas entre las versiones de esta historia verdadera que relatamos nos persuaden que los asombrosos hechos sucedieron de esta manera que te contamos.
La Virgen María aparece en una serie de visiones a un condenado, a través de la intercesión de la Medalla Milagrosa.
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Y convierte a un condenado a muerte, y a través de él luego a un segundo condenado. 
El relato es del Padre O’Leary, un sacerdote de Mississippi involucrado directamente en los eventos, quien dejó una cinta grabada acerca de esto, para la posteridad.

EL ASESINATO, LA CONDENA Y LA MEDALLITA
Nacido en Stuttgart, Arkansas, Claude Newman (1923-1944) fue un aparcero analfabeto negro criado por su abuela, Ellen Newman, de Bovina, Mississippi. En 1939, la señora Newman se casó con un hombre llamado Sid Cook, que en repetidas ocasiones abusó de ella sexualmente y físicamente. Esto enfureció a Claude. En 1940, a la edad de 17 años, Claude encontró empleo como peón en Ceres Plantation en Bovina, Mississippi y se casó.
El 19 de diciembre de 1942, incitado por su amigo Elbert Harris, Claude estaba en espera en la casa de Sid Cook.
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En ese momento, Sid y la abuela de Claude se habían separado.
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Y Claude estaba enfurecido con Sid.
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Tan pronto como Sid entró en su casa, Claude disparó y lo mató, tomó su dinero y huyó a la casa de su madre en Arkansas dos días más tarde.
En enero de 1943, la policía capturó Claude y le devolvió a Vicksburg, Mississippi. Confesó el crimen, pero su abogado, Harry K. Murray, instó al tribunal a rechazar su confesión por ser forzada. A pesar de esto, Claude fue encontrado culpable y condenado a morir en la silla eléctrica. Una apelación para volver a abrir el caso fue rechazada y que estaba programado para ser ejecutado el 20 de enero 1944. Mientras estaba en la cárcel esperando su ejecución, Claude compartió un bloque de celdas con otros cuatro prisioneros. Una noche, los cinco hombres estaban pasando el tiempo hablando bobadas y se les había acabado la conversación. Claude se dio cuenta que un prisionero llevaba algo colgado del cuello. Él le preguntó qué era eso y el joven Católico le dijo que era una medalla. Claude le preguntó, ¿qué es una medalla? El joven no le supo responder que era o para que la llevaba. En ese momento y con ira, el muchacho se quitó la medalla de su cuello y la tiró al piso a los pies de Claude diciendo groserías y maldiciendo. Y le dijo que la agarrara.
Claude recogió la medalla, y con el permiso de los celadores de la cárcel la puso en una cuerdita y la llevó alrededor de su cuello.
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Para él era algo curioso, pero él se la quería poner.

APARECE MARÍA
Durante la noche, mientras dormía fue despertado por un toque sobre la muñeca. Y allí parada, como Claude le dijo al sacerdote después, estaba la mujer más hermosa que Dios hubiera creado.
Al principio el estaba lleno de miedo. La Señora calmó a Claude y le dijo,
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“Si tu quieres que yo sea tu Madre, y si te gustaría ser mi hijo, haz que te traigan un sacerdote de la Iglesia Católica.”
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Luego de esto, ella desapareció.
Claude inmediatamente se llenó de miedo, y empezó a gritar, “un fantasma, un fantasma”, y corrió a la celda de uno de los otros prisioneros. Empezó a gritar que él quería ver a un sacerdote Católico. El Padre O’Leary, el sacerdote que relata esta historia fue llamado a primera hora la mañana siguiente.
Él fue y encontró a Claude quien le contó lo que le había ocurrido la noche anterior.
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Entonces Claude junto con los otros cuatro hombres de su bloque de celdas pidieron que se les diera instrucción religiosa, y enseñanzas del Catecismo.
Inicialmente, el Padre O’Leary tenía dificultad para creer la historia. Los otros prisioneros le dijeron al sacerdote que todo en la historia era verdad, pero que por supuesto, ninguno de ellos vio o escuchó a la Señora.

MARÍA LE CATEQUIZA
El Padre O’Leary prometió enseñarles el Catecismo como lo habían pedido. Luego regresó a su parroquia y le dijo al rector lo que había sucedido, después volvió a la prisión el día siguiente para darles instrucción. Fue entonces cuando el sacerdote descubrió que Claude Newman no podía ni leer ni escribir. La única manera para él saber sin un libro estaba al derecho era si el libro tenía alguna imagen. Claude nunca había ido a la escuela.
Su ignorancia de Religión era aun más profunda.
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No sabía absolutamente nada de Religión.
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No sabía quién era Jesús.
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No sabía ninguna cosa, excepto de que existía un Dios.
Claude empezó a recibir instrucciones y los otros prisioneros le ayudaron en sus estudios. Después de unos pocos días dos de las Hermanas Religiosas de la escuela de la Parroquia del Padre O’Leary consiguieron permiso del jefe de la cárcel para visitar la prisión. Ellas querían conocer a Claude y también a las mujeres que estaban recluidas. Las hermanas empezaron entonces a enseñar el Catecismo a las mujeres también. Después de varias semanas llegó el momento en que el Padre O’Leary iba a dar instrucciones sobre el Sacramento de la Confesión. Las hermanas se sentaron también para participar en la clase. El sacerdote dijo a los prisioneros, “Bueno muchachos, hoy voy a enseñarles sobre el Sacramento de la ConfesiónClaude dijo, “O, yo ya sé sobre eso”.
La Señora me dijo,
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“Que cuando nosotros vamos a la confesión nosotros nos estamos arrodillando, no delante de un sacerdote, sino que nosotros nos estamos arrodillando ante la cruz de su hijo.
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Y que cuando nosotros sentimos realmente dolor por nuestros pecados, y los confesamos, la Sangre que el derramó fluye sobre nosotros y nos baña y libra de todos los pecados.”
El Padre O’Leary y las hermanas se quedaron totalmente sorprendidos con la boca abierta. Claude pensó que estaban enojados y les dijo “O, no se enojen, no se enojen. Yo no debí haberles revelado esto” El sacerdote dijo, “Nosotros no estamos enojados. Estamos sorprendidos. ¿Has vuelto a verla de nuevo?” Claude le respondió, “Venga padre conmigo, vamos allí alrededor del bloque de celdas, alejémonos de los demás”.
Cuando estaban solos, Claude le dijo al sacerdote,
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“Ella me dijo que si usted dudaba o me mostraba desconfianza, que Yo le recordara que cuando usted estaba caído en una zanja en Holanda, en 1940, usted le hizo una promesa a ella la cual Ella está todavía esperando que le cumpla.”
Y el Padre O’Leary recuerda, Claude le dijo exactamente cuál era la promesa que le había hecho. Esto convenció al Padre O’Leary de que Claude estaba diciendo la verdad acerca de las visiones de Nuestra Señora la Virgen María. Después regresaron a la clase del Catecismo sobre la Confesión. Y Claude le siguió diciendo a los otros prisioneros, “Ustedes no deberían de sentir miedo de ir a la confesión. Ustedes realmente le están diciendo los pecados a Dios, no a este sacerdote o a cualquier sacerdote. Le estamos diciendo los pecados es a Dios.” Después Claude les dijo, “Saben ustedes, la Señora dijo que la confesión es algo como un teléfono. Nosotros hablamos a Dios a través del sacerdote y Él nos habla también a través del sacerdote.” Una semana más tarde, el Padre O’Leary se estaba preparando para enseñarles la clase acerca del Santísimo Sacramento. Las hermanas se encontraban allí también para participar. Claude les dijo que la Señora también le había enseñado a él acerca de la Sagrada Comunión, y le pidió al padre que le dejara decirle lo que le había dicho ella. El sacerdote consintió inmediatamente. Claude les relató, la Señora me dijo que en la Comunión, yo solo puedo ver lo que parece un pedazo de pan. Pero Ella me dijo que ESO es realmente y verdaderamente Su Hijo. Y que Él estará conmigo tan solo por unos momentos como cuando Él estaba con ella antes de nacer en Belén. Y que yo debería de pasar mi tiempo como Ella lo hizo, en todo su tiempo con Él, amándole, adorándole, agradeciéndole, alabándole y pidiéndole sus bendiciones. No debería de molestarme por nadie ni por ninguna otra cosa. Pero tan solo debería de pasar esos pocos minutos con Él.”
Finalmente todos recibieron las instrucciones y Claude fue recibido en la Iglesia Católica.
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Y luego llegó también el tiempo para que él fuera ejecutado.
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Su ejecución iba a ocurrir a las doce y cinco minutos de la noche.

PREPARÁNDOSE PARA LA EJECUCIÓN
El Jefe de la Cárcel le preguntó, “Claude, tú tienes el privilegio de una última petición. ¿Que deseas?”
“Bueno”, dijo Claude, “ustedes están todos conmovidos.
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El carcelero lo está también.
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¿Pero acaso no entienden ustedes?
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Yo no voy a morir. Tan solo lo hará este cuerpo.
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Yo voy a estar con Ella.
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Entonces, ¿puedo tener una fiesta?”
“¿Qué quieres decir?”, preguntó el Jefe de la Cárcel. “¡Una fiesta!” dijo Claude. “Le pueden dar ustedes permiso al Padre para que traiga alguna torta y crema helada y le permite usted a los prisioneros del segundo piso estar libres en el salón principal para que podamos estar todos reunidos para tener una fiesta?” Alguien podría atacar al Padre, dijo el carcelero. Claude volteó hacia los hombres que estaban allí y dijo, “O no, ellos no lo harán, ¿cierto que no, compañeros?”. Así que el sacerdote visitó un benefactor rico de la parroquia y le suplicó la crema helada y torta. Ellos tuvieron su fiesta.
Después, porque Claude lo había pedido, hicieron una Hora Santa (Adoración al Santísimo Sacramento.)
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El sacerdote había traído libros de oración de la Iglesia y todos hicieron las Estaciones de la Cruz y tuvieron una Hora Santa con el Santísimo Sacramento.
Luego los hombres fueron puestos de nuevo en sus celdas. El sacerdote fue a la Capilla para sacar el Santísimo Sacramento y darle a Claude la Sagrada Comunión.
El Padre O’Leary regresó a la celda de Claude.
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Claude se arrodilló en un lado de las rejas, el sacerdote se arrodilló en el otro, y juntos rezaron mientras el reloj seguía marcando la hora hacia la ejecución de Claude.

DETIENEN LA EJECUCIÓN
Quince minutos antes de la ejecución, el Jefe de la Cárcel subió corriendo las escalas gritando,  “¡Perdón oficial, perdón oficial, el Gobernador ha dado un perdón por dos semanas!”. Claude no se había dado cuenta de que el Gobernador y el Abogado del distrito estaban tratando de parar la ejecución para salvarle su vida. Cuando Claude se dio cuenta, empezó a llorar.
El sacerdote y el Jefe de la Cárcel pensaron que esta era una reacción de alegría porque el ya no iba a ser ejecutado.
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Pero Claude dijo, “Hombres, ustedes no saben. Y padre, usted no sabe.
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Si ustedes alguna vez miraran en el rostro de Ella, y miraran en sus ojos, ustedes no quisieran vivir un día mas.”
Claude entonces preguntó, “¿Qué cosa he hecho errónea en estas últimas semanas que Dios no me permite ir a casa?” Y el sacerdote dijo que Claude sollozaba como alguien que está descorazonado. El sacerdote permaneció allí y le dio a Claude la Sagrada Comunión. Finalmente Claude se aquietó. Después Claude dijo, “¿Por qué? ¿Por qué todavía me tengo que quedar aquí por otras dos semanas?”

EL OFRECIMIENTO POR EL OTRO CRIMINAL
El sacerdote tuvo de repente una idea. Le recordó a Claude acerca de un prisionero de la cárcel quien odiaba a Claude intensamente. El prisionero había llevado una vida horriblemente inmoral, también iba a ser ejecutado a muerte.
El sacerdote dijo, “Quizás Nuestra Madre Santísima quiere que tu ofrezcas esta abnegación de estar con ella, para su conversión.”
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El sacerdote continuó, “¿Por qué no le ofreces a Dios cada momento que tú estás separado de Ella por este prisionero, para que de esta manera el no tenga que estar separado de Dios por toda una eternidad?”
Claude se puso de acuerdo, y le pidió al sacerdote que le enseñara las palabras para hacer ese ofrecimiento. El sacerdote lo hizo. En ese entonces los únicos que sabían sobre el ofrecimiento eran Claude y el Padre O’Leary.

CLAUDE ES EJECUTADO
Al día siguiente, Claude le dijo al sacerdote, “¡Ese prisionero que me odiaba antes, pero, Oh Padre, como me odia ahora!” El sacerdote le respondió, “Bueno, ese es un buen signo.” Dos semanas después, Claude fue ejecutado.
El Padre O’Leary cuenta, “Nunca he visto a alguien ir a su muerte con mas felicidad y gozo.
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Aun los testigos oficiales y los reporteros de los periódicos estaban asombrados.
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Decían que no podían entender como alguien se podía ir y sentarse en la silla eléctrica realmente radiante de felicidad.”
Sus últimas palabras para el Padre O’Leary fueron, “Padre, yo lo recordaré a usted. Y cuando usted tenga una petición, pídame, y yo le pido a Ella.”

LA CONVERSIÓN DEL OTRO REO
Dos meses después, llegó el momento para que el hombre de raza blanca quien había odiado a Claude fuera ejecutado.
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El Padre O’Leary dijo, “Este fue el hombre más sucio, la persona más inmoral que Yo haya conocido.
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Su odio por Dios, por todo lo espiritual desafiaba cualquier descripción.”
Justo antes de su ejecución, el doctor del condado le rogó a este hombre que por lo menos se arrodillara y dijera un Padre Nuestro antes de que el Jefe de la Cárcel viniera por él. El prisionero le escupió la cara al doctor. Cuando el había sido asegurado en la silla eléctrica, el Jefe de la Cárcel le dijo, “Si tienes algo que decir, dilo ahora.”
El hombre condenado empezó a blasfemar.
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De repente el condenado a muerte paró, y sus ojos se fijaron en la esquina del salón.
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Y su rostro se llenó de terror absoluto.
El gritó. Volviéndose hacia el Jefe de la Cárcel, entonces dijo, “¡Jefe, consígame un sacerdote!” El Padre O’Leary había estado en el salón puesto que la ley requería que un hombre del clero estuviese presente en las ejecuciones. El sacerdote sin embargo estaba escondido detrás de unos reporteros puesto que el hombre condenado había amenazado maldecir a Dios si veía cualquier sacerdote. El Padre O’Leary inmediatamente fue hacia el hombre condenado. El salón fue desocupado de todo el resto de gente y el sacerdote escuchó la confesión del hombre. El hombre dijo que había sido Católico, pero que se había salido de su religión cuando tenía dieciocho años debido a su vida inmoral. Cuando todo el mundo regresó al salón, el Jefe de la Cárcel le preguntó al sacerdote, ¿Que le hizo a este hombre cambiar de idea?” “Yo no sé” dijo el Padre O’Leary, “yo no le pregunté” El Jefe de la Cárcel dijo, “Bueno, yo no voy a poder dormir si no lo sé”. El Jefe de la Cárcel se acercó al hombre condenado y le preguntó, “¿Hijo, que te hizo cambiar de idea?”
El prisionero respondió, “¿Recuerda ese hombre de raza negra, Claude, a quien yo odiaba tanto?
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Pues bien, el está parado allá (el señalo), allá en la esquina.
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Y detrás de él con una mano sobre cada uno de sus hombros esta la Madre Santísima.
Y Claude me dijo, ‘Yo ofrecí mi muerte en unión con Cristo en la cruz por tu salvación.
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Ella ha obtenido este regalo para ti: el de que tú puedas ver tu lugar en el Infierno, si no te arrepientes’.
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Me fue mostrado mi lugar en el Infierno, y ahí fue cuando yo grité.”
Este, entonces es el poder de Nuestra Señora.

Fuentes:

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