En
la historia de Santo Domingo hay algo distintivo. Nunca hallamos un caso en el
que se le permitiera a satanás el menor poder de vejar o hacerle problemas de
consideración. Nunca le hizo daño corporal o le asaltó con tentaciones graves,
como sucedió a muchos otros santos.
El maligno se mostraba – ante su presencia – siempre desconcertado y
despreciable, como en poder total de aquel que es su amo.
Sin embargo, aun haciendo el ridículo, no cesó en sus esfuerzos para
frustrarlo y perturbarlo, principalmente dirigiendo su malicia contra los
frailes y las hermanas de San Sixto.
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Así los probó con distracción perpetua, como si esperara que con ello que al menos disminuyera algo del fervor de sus devociones.
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Así los probó con distracción perpetua, como si esperara que con ello que al menos disminuyera algo del fervor de sus devociones.
SU
MADRE SOÑÓ A DOMINGO COMO UN PERRO CON UNA ANTORCHA
El primer hecho de la vida de Domingo es fantástico: su madre tuvo un
sueño de dar a luz a un perro con una antorcha que puso al mundo en llamas.
En Calaruega, España, 1170, en realidad dio a luz a Domingo de Guzmán. Después de una carrera brillante estudiando en la Universidad de
Palencia, Domingo fue ordenado sacerdote y nombrado canónigo por el obispo de
Osma, para ayudar en la reforma del capítulo de la catedral. La piedad de Domingo y devoción a la Regla de
San Benito lo elevaron rápidamente a superior del capítulo. Y al
final fue llamado a salir de la soledad de su sala capitular para unirse al
obispo en hablar en contra de la
herejía albigense y la reforma de la Orden Cisterciense. Tras el asesinato del legado papal por
los albigenses en 1208, Inocencio III lanzó una cruzada contra los herejes. Domingo siguió la estela de las fuerzas del
Papa, predicando y enseñando con todo su corazón. En 1215, él estableció una orden dedicada a
la conversión de los albigenses y difundir la luz del Evangelio hasta los
confines de la tierra bajo la regla de la oración y la penitencia. Nació la Orden de Predicadores, la Orden
Dominicana. Tal era la fe de Santo Domingo, que le llevó a ser un humilde ayudante para los necesitados y un
terror para los que le querían aterrorizar su vocación a la alabanza,
para bendecir y predicar.
Domingo tenía el extraño poder de ordenar a las legiones del infierno.
Ahora veamos 6 historias que muestran el extraordinario poder de San Domingo con el diablo.
1 – SANTO DOMINGO ATERRORIZA A UN SIMIO DEMONÍACO
Una noche, Santo Domingo se sentó a escribir en lo profundo en el priorato
de San Sixto. Era una noche fétida,
con extrañas nubes y creciente sombras, pero aun así, Santo Domingo se sentó a
escribir. Una sola vela temblorosa alumbraba su página y su sobria vigilia. Ninguna
premonición helaba los huesos de Santo Domingo, pero aun así una figura salió trotando hacia la luz de la
vela.
Santo Domingo levantó los ojos para ver como un bulto peludo empujaba el
globo brillante de la vela.
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Una gran forma se alzaba, cubierta de pelo grueso, con dientes temibles y feroces ojos brillantes, mientras las extremidades desgarbadas colgaban debajo de una espalda encorvada.
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Era el diablo en forma de un mono.
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Una gran forma se alzaba, cubierta de pelo grueso, con dientes temibles y feroces ojos brillantes, mientras las extremidades desgarbadas colgaban debajo de una espalda encorvada.
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Era el diablo en forma de un mono.
Santo Domingo vio a este rival, tomó su pluma, y se sentó a escribir. El mono desató un grito salvaje y golpeó las patas sobre las losas,
batiendo su pecho, sacudiendo la celda con su rugido, mientras que una horrible
canción salía de su boca terrible: ¿Estás tú aquí escribiendo cuando todos duermen?, le dijo el mono.
O vanidad de vanidad, Para conducir a los hombres a la locura, con
enseñanzas idiotas.
¡Mucho mejor sería dormir!
¡Mucho mejor sería dormir!
Santo
Domingo no levantó la cabeza y le pidió
al diablo-simio, “Estad quieto”.
El mono rugía alrededor de la mesa, gruñendo y arañando, golpeando en la piedra, y
pronunció otro verso vil: ¿Eres tú aquí una musa cuando todos duermen? Oh, tú, de pocas luces Domingo, Tú haces abandono de los
pobres y de los enfermos, porque es tu propio gusto. ¡Mucho mejor sería dormir!
La meditación
de Santo Domingo se mantuvo intacta.
Levantó una mano y, regañando, dijo: “Estad
quieto”.
El mono se quedó boquiabierto y golpeó las paredes y el suelo, rompiendo el silencio con su parloteo
y su rima repugnante: ¿Estás
tú aquí rezando cuando todos duermen? O
escribiendo garabatos fariseos, ¿Son tus oraciones de tal calidad que merecen
la inmortalidad? ¡Mucho mejor sería dormir!
Santo
Domingo no tenía miedo.
En su lugar, puso su dedo en los labios y habló, “Estad quieto”.
El mono
entonces llenó esa celda monacal con gritos
que hacían estremecer cada piedra. Arriba y abajo de la habitación hacía
rechinar los dientes de oreja a oreja.
Y lamentándose en voz alta Santo Domingo dijo: “Basta”.
El mono se
congeló en su frenesí cuando Domingo lo
mandó a tomar la vela en su mano.
“Tu nombre”,
el prior pronunció con severidad, “era
Lucifer antes de tu caída, y tú ahora darás luz y al menos serás de alguna
utilidad”. El Simio tembló bajo esta frase, y tomó la vela en sus garras,
se puso de pie y se inclinó, como embrujado, dando luz sobre la obra de Santo
Domingo, que escribió a gusto.
El diablo estaba consternado; hora tras hora pasó sosteniendo en alto la
luz mientras el santo escribía.
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Pero a medida que avanzaba la noche, el mono observaba la llama de la mecha y la masa fundida avanzando por de cera.
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Maldijo su suerte y deseó que el fuego quemara todo.
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Pero no hizo sonido, no se atrevió a desafiar la palabra de Domingo.
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Pero a medida que avanzaba la noche, el mono observaba la llama de la mecha y la masa fundida avanzando por de cera.
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Maldijo su suerte y deseó que el fuego quemara todo.
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Pero no hizo sonido, no se atrevió a desafiar la palabra de Domingo.
Entonces el calor comenzó a picar sus dedos. La llama estaba lamiendo su
mano. Un aullido de dolor salió del
mono con un grito de odio cuando el fuego corría por su brazo peludo. Se
retorció y dio vuelta sus ojos para atrás, consumiéndose con el fuego del
infierno, de la cabeza a los pies. Pero
una vez más el mono demostró su ira.
El santo respondió entonces: “¡Vete!”.
Santo Domingo tomó un palo y golpeó al mono en su espalda.
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Con golpes que resonaban como sobre una vejiga hinchada, Santo Domingo reprendió al mono, y con cada palabra, el fuego y el humo se encendieron más.
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Y cayeron sobre el mono reduciéndolo a nada más que un montón de cenizas malolientes.
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Con golpes que resonaban como sobre una vejiga hinchada, Santo Domingo reprendió al mono, y con cada palabra, el fuego y el humo se encendieron más.
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Y cayeron sobre el mono reduciéndolo a nada más que un montón de cenizas malolientes.
Una campana saludó al sol, y el padre lo bendijo, cerró su libro y fue
para la capilla en seguida. Pero a medida que iba, su mente se volvió hacia una verdad maravillosa: el demonio caído siempre debe servir a los
siervos del Señor Dios de las Alturas.
2 – LE SACA AL DEMONIO UNA MUJER Y SE CONVIERTE EN
MONJA
En el segundo domingo de Cuaresma, Domingo predicaba en la iglesia las
monjas de San Sixto de pie “en la reja”. De manera que
su discurso fuera escuchado tanto por ellas y por la congregación reunida en
las partes públicas de la iglesia. Mientras lo hacía, una mujer poseída que estaba en el medio de la multitud interrumpió el
sermón: “¡Ah,
bandido!” – gritó el demonio, hablando a través
de su voz -, “estas monjas fueron una vez mías y
me las has robado a todas ellas. Esta
alma, al menos, es mía, y tú no la llevaras de mí, porque somos siete que la
tenemos a nuestro cuidado“.
Entonces Domingo le ordenó que le abrazara en señal de paz, e hiciera la
señal de la cruz, y eso la liberó de sus verdugos, en presencia de todos
los espectadores.
Pocos días después de esto, ella fue a él, y arrojándose a sus pies le
imploró que se le permitiera llevar a su hábito.
Él accedió a
su petición, y la colocó en el convento
de San Sixto, donde se le dio el nombre de Amata, o, como solían
llamarla, Amy; para significar el amor de Dios que se muestra en su relación. Ella
después retiró a Bolonia, donde murió
en olor de santidad, y está enterrada en la misma tumba con otras dos
hijas sagradas Dominicas, Cecilia y Diana, la última de las cuales fue
fundadora del convento de mujeres en ese lugar.
3 – EL DEMONIO LO ATACA CON UNA PIEDRA Y NI SE
INMUTA
Una vez hizo un intento grave contra la vida de Domingo. Una noche, mientras oraba en la iglesia de Santa Sabina,
una enorme piedra le fue arrojada por una mano invisible de la parte
superior del techo. Le rozó la cabeza,
e incluso arrancó la capucha, pero cayó sin más lesiones al santo, y
quedó enterrada profundamente en el suelo junto a él. El ruido fue tan fuerte que despertó a varios de los frailes, que
llegaron a toda prisa al lugar para investigar la causa. Y encontraron
fragmentos del pavimento roto, y la piedra partida donde cayó.
Pero Domingo estaba arrodillado en silencio en oración, y parecía como
inconsciente de lo que había sucedido.
4 – EL DEMONIO LE TIENDE UNA TRAMPA Y LE SALE MAL
En una
historia de un carácter similar, se dice que el siervo de Dios, que no tenía ni
cama ni celda de su propiedad, había ordenado públicamente a sus hijos en el
capítulo, que, a fin de que pudieran despertar a la mayor prontitud, y subir a
maitines, debían retirarse a la cama a
una hora determinada, estrictamente obedecida.
Ahora, cuando él mismo estaba ante el Señor en la iglesia, el diablo se
le apareció en forma de uno de los hermanos.
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Pero ya había comenzado el tiempo prohibido, y no podía permanecer en la iglesia a pesar de su aire de especial devoción y modestia.
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Entonces el santo, a juzgar que era uno de los frailes, que andaba humillado ante él, le pidió que fuera a su celda y durmiera con los demás.
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Pero ya había comenzado el tiempo prohibido, y no podía permanecer en la iglesia a pesar de su aire de especial devoción y modestia.
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Entonces el santo, a juzgar que era uno de los frailes, que andaba humillado ante él, le pidió que fuera a su celda y durmiera con los demás.
El
pretendido fraile inclinó la cabeza, en señal de obediencia humilde, e hizo lo que le ordenaban. Pero en cada una de las dos noches
siguientes, regresó a la misma hora y en la misma forma. La segunda vez el hombre de Dios se
dirigió a él con mucho cuidado, aunque, de hecho, tenía motivos para estar un
poco enojado, porque en la mesa durante el día había recordado a todos la
observancia de lo que había sido ordenado; y de nuevo le pidió desaparecer. Él se fue, pero como ya hemos
dicho, volvió por tercera vez. Entonces,
le pareció al santo que la desobediencia y la pertinacia de su hermano era
demasiado grande, y le reprendió con
cierta severidad. Entonces el
diablo (que deseaba nada más perturbar su oración, revolverle la ira, y
moverle a romper el silencio) dio una
carcajada, y, saltando en el aire, dijo: ‘Por lo menos te hice romper el silencio, y
darte ira’.
Pero él
respondió con calma:
‘No es así, porque yo tengo el poder para
dispensar, y tampoco soy culpable de ira cuando pronuncio reproches a los
malhechores’.
Y el
demonio, viendo esta contestación, se
vio obligado a salir volando.
5 – SANTO DOMINGO LIBERA A UN GLOTÓN POSEÍDO POR EL
DIABLO
Uno de los
hermanos en Bolonia, que tenía a su cuidado los enfermos, a veces, sin permiso,
comía algunos de los alimentos que se
dejaban para ellos. Mientras se ocupaba una noche de eso, el diablo entró en él, y él comenzó a
bramar horriblemente. El santo padre llegó al lugar con el resto de los
hermanos que se apresuraron a la ayuda, y tomando la palabra mandó al diablo hablar y decir por qué había entrado
en él.
Entonces el
demonio le respondió:
“Yo sostengo la posesión de él porque se lo merece,
por ser contrario a la letra de sus constituciones, él ha estado con el hábito
de comer la carne dada a los enfermos”.
Al oír esto
el padre respondió:
“Y yo, por la autoridad de nuestro Señor
Jesucristo, le eximo de su pecado, y mando en el nombre del mismo Jesús, que
salgas de él y ya no lo vejes más”.
Y en mismo
momento el hermano fue liberado de su
torturador.
6 – UN POSEÍDO ES LIBERADO EN LA TUMBA DE SANTO
DOMINGO
El Hermano Chabert de Saboya, una locuaz y agraciado predicador, y famoso por muchos milagros
después de su muerte, era un estudiante en Bolonia en ese momento y cuenta esta
historia. En el día después del entierro de Santo Domingo, estuvo presente con
muchos más espectadores, cuando un
hombre que estaba siendo poseído era llevado a la tumba del santo.
No bien entró en la iglesia el diablo comenzó a gritar: “¿Qué es lo que quieres de mí, Domingo?”
Y
repetidamente aulló el nombre de Domingo.
Los presentes llevaron al hombre a la tumba y el demonio salió de él.
Fuentes:
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