Matteo Farina murió en 2009 con 18 años,
se estudia su beatificación.
Matteo supo enseguida que su misión era llevar a
los jóvenes a Dios.
Era un
simple niño que, de repente, cultiva la semilla del Amor de manera
extraordinaria. Después llegan la adolescencia y la enfermedad: un cáncer de
cerebro que durará seis largos años. Una cruz que Matteo Farina no sólo acepta, sino que llega a desear y amar con
todo su ser. Ofrece todo por la conversión y la salvación de los jóvenes,
dejando transformar su vida en una obra maestra de plenitud. Sube al Cielo en
2009, a los 18 años y desde allí, hoy, continúa su misión, como cuenta Costanza Signorelli en La Nuova Bussola Quotidiana: "Si has conseguido comprender que quien está sin pecado es feliz, debes hacer que los demás lo
comprendan, de manera que podamos entrar todos juntos, felices, en el reino de
los Cielos". Así, en
una fría noche entre el 2 y el 3 de enero del año 2000, Matteo ve en sueños al Padre Pío. Es sólo un niño de 9 años, pero
las palabras que el Santo de Pietrelcina le comunica le sacuden por dentro de
tal manera que, en un instante, tiene
clara su misión. Pero, ¿qué misión puede
tener un niño de la periferia de Brindisi? Será él mismo quien lo
explique en su diario: "Espero poder llevar a
cabo mi misión de 'infiltrado' entre
los jóvenes hablándoles de Dios (iluminado precisamente por Él): observo
a los que me rodean para entrar entre ellos silencioso como un virus y contagiarles
de una enfermedad que no necesita tratamiento, ¡el Amor!". Una
misión que Matteo ya no abandonará, ni siquiera cuando llegue el momento de dejar esta tierra, el 24 de abril
de 2009, con solo 18 años. Matteo está hoy vivo en Dios y, mucho más que
antes, obra por la conversión de todos los jóvenes al Amor de Dios, que hace
nuevas todas las cosas.
POR
LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS Y LA CONVERSIÓN DE LOS PECADORES
"Te gustaría gritarle al mundo que harías todo por tu Salvador, que
estás preparado para sufrir y morir por Él. Tendrás la posibilidad de
demostrarle tu amor…". Ese deseo
que el muchacho madura con pasión, día tras día, parece una verdadera profecía.
Sucederá realmente esto: paralizado y clavado al lecho del sufrimiento, igual
que Jesús en la cruz, Matteo ofrecerá
su larga enfermedad, hasta las últimas gotas de vida, "por
la salvación de las almas y la conversión de los pecadores". El Señor le compensó en la tierra con la Gracia
de una fe que mueve montañas. Y lo sostuvo en los momentos más oscuros, tan
pequeño y, a la vez, tan fuerte como una roca contra la que arremete el mar en
tempestad: "Acurrúcate humilde entre los
brazos de Dios -repite Matteo en los momentos de mayor prueba- y te
sentirás seguro. Déjate ir, abandónate,
porque Él te llevará dónde te quiera llevar".
Il sorriso della fede
[La sonrisa de la fe], de Antonella Caló, un perfil biográfico y espiritual
sobre Matteo Farina.
Es
verdad. Si se mira lo que tuvo que soportar y cómo lo soportó, es fácil ver en
Matteo virtudes heroicas, por
las cuales -esta ha sido la conclusión de la primera fase del proceso de
beatificación– el joven fue declarado Siervo de Dios el 24 de abril de 2017.
Matteo
Farina, nacido en Brindisi el 19 de septiembre de 1990, descubre con tan solo 13 años que tiene una grave forma de cáncer
cerebral. En septiembre de 2003, tras un verano feliz y despreocupado,
Matteo empieza su viaje por la enfermedad, con fuertes dolores de cabeza y
extraños problemas de vista. Comienza, acompañado por sus padres y su tío
Rosario, una serie de controles: primero en Italia, en los hospitales de
Avellino y de Verona y, después, en la clínica INI de Hannover, donde es
sometido a una operación de cerebro para hacerle una biopsia. El veredicto es
despiadado: tumor cerebral en grado III. Se suceden altibajos y, con la
esperanza concreta de una curación física, Matteo es operado tres veces en el
cerebro debido a la aparición de tres recidivas. Los ciclos de terapia son
innumerables. Son seis largos años
recorriendo el Via Crucis.
Dicho
todo esto, si uno se imagina a un niño angustiado y triste, comete un error
gravísimo. Matteo irradia luz,
las terribles fiebres que lo golpean no son nada con la fiebre de vida con la
que contagia a todos los que le rodean. Esto es lo que escribe en su diario
mientras la enfermedad afecta cada vez más a su vida cotidiana: "Estoy viviendo una de esas aventuras que cambian tu
vida y la de los demás. Te ayuda a ser
más fuerte y a crecer, sobre todo, en la fe (…). Este es el diario de un
niño de trece años con una experiencia espectacular (…). Y es realmente lo
hermoso de esta aventura: parece un sueño, pero todo es verdad".
Incluso
en los momentos más difíciles, el niño tiene la audacia de no verse como un
enfermo. Matteo vive, vive intensamente, disfruta, ama. Está siempre rodeado de
amigos, que se pegan a él como las abejas a la miel, adora la música, toca y
canta en un grupo. En la medida de sus posibilidades, va al colegio y se
presenta a los exámenes, consiguiendo óptimos resultados. Matteo es sonrisa,
alegría, vida que pulsa. Es capacidad de amar y de donarse a los otros sin
límites. Con solo mirarlo, no hay duda alguna: la luz que Matteo lleva dentro e irradia, es la luz de su amado Jesús.
Un Jesús que crece dentro de él, que de niño se hace adolescente, luego hombre.
Un Jesús Amigo, Compañero, Padre y Maestro. Un Jesús que sella su vida con su
Amor eterno y misteriosamente vivo en el presente.
JESÚS
Y MATTEO, UNA VIEJA AMISTAD
En el
marco excepcional de una enfermedad vivida de manera extraordinaria, asombra el
hecho de que la semilla de santidad hubiera sido plantada en los días de la "normalidad", como diciendo que Jesús y
Matteo ya se habían elegido mucho antes de la Cruz: desde el principio. Esta
preferencia de Dios se manifiesta en Matteo con la forma de una caridad que
pulsa: "la dulzura hecha persona", así lo describen en su
barrio, donde todos le conocen.
De hecho,
desde que era muy pequeño, Matteo desea llevar ese Amor que siente con fuerza
dentro de su corazón a todos: familiares, compañeros, amigos. "Espero poder conservar la alegría que siento ahora
y darla a quien tiene necesidad de ella –escribe en su diario–. Cuanta más alegría damos, más felices
son los demás. Cuanto más felices son los otros, más felices somos nosotros".
Es un camino que, en algunas ocasiones, es arduo: aún siendo muy amado, Matteo
es una persona bastante "incómoda", sobre
todo para sus coetáneos, con los que no le faltan pruebas. Sobre todo cuando
tiene que enfrentarse a la experiencia de quien quiere cambiar su profunda sed
de Verdad por los halagos del mundo. Como explica en su diario el 19 de
septiembre de 2005, día en que cumple 15 años: "Me
gustaría conseguir integrarme con mis coetáneos sin sentirme obligado a
imitarlos en las equivocaciones. Me
gustaría sentirme más partícipe en el grupo, sin tener que renunciar a mis
principios cristianos. Difícil, ¡pero no imposible!". Su
gran amor por la Vida y su indómito deseo de amar a todos le llevan a idear
caminos siempre nuevos, para recorrer la vía de la Verdad sin hacer
concesiones. Y todo lo que queda incompleto, Matteo lo ofrece con amor a su
Jesús que, con el tiempo, forma una unidad con su corazón.
MIRANDO
SIN MIEDO AL INSTANTE DE LA MUERTE
Precisamente
este deseo profundo y constitutivo de su alma será llevado a cumplimiento por
Dios Padre. En la Cruz, Matteo crecerá cada vez más en el Amor y en la Caridad:
al ritmo del Rosario a su "Virgencita", de la Palabra de Dios y de
la adorada Eucaristía, el joven ofrecerá todas sus penas y su cruz para
que "cada alma pueda convertirse al Amor del
Padre y cada pecador pueda encontrar la Salvación". En especial,
Matteo se preocupa por las almas de los jóvenes que lleva en su corazón. Es una
Cruz que Matteo no sólo acepta, sino que llega a amar con todo su ser. Cuando
su hermana Erika intenta
ayudarle y consolarle después de las agotadoras terapias, él siempre responde
seráfico: "Tanto es el bien que espero que
cualquier dolor aprecio".
En los
últimos tiempos, cuando está ya encamado porque los miembros y varios órganos
no responden, repite a su madre: "Debemos vivir cada instante como si fuera
siempre el último, pero no con la tristeza de la muerte. ¡No! Debemos
hacerlo en la alegría de estar siempre preparados al encuentro con el Señor
nuestro Dios". En las noches de enorme sufrimiento -cuando ya los
médicos anuncian la muerte cercana y, por lo tanto, informan de la suspensión
de cualquier tipo de tratamiento-, es la madre la que, conociendo bien el alma
de su hijo, habla por él: "No, lo seguís
tratando y hacéis lo posible hasta el último instante". Matteo, de
hecho, con gran firmeza, le repetía siempre: "¡La
vida hay que defenderla hasta el último instante!".
Giovanni Politi dirigió el documental Matteo: dono di Dio [Mateo: un don de
Dios]. La devoción al joven se extiende.
Matteo,
con su vida sencilla y extraordinaria, siempre ha querido testimoniar con
convicción que la santidad es un camino para todos, materializando las palabras que Juan Pablo II
deseó a todos los jóvenes: "En
realidad, es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os
espera cuando no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza que
tanto os atrae; es Él quien os provoca con esa sed de radicalidad que no os
permite dejaros llevar del conformismo; es Él quien os empuja a dejar las
máscaras que falsean la vida; es Él quien os lee en el corazón las decisiones
más auténticas que otros querrían sofocar. Es Jesús el que suscita en vosotros
el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, la voluntad de seguir un ideal,
el rechazo a dejaros atrapar por la mediocridad, la valentía de comprometeros
con humildad y perseverancia para mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad,
haciéndola más humana y fraterna".
Traducción de Helena Faccia Serrano.
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