Pretender el aborto
libre como un derecho de la mujer –negándole todo derecho al niño por nacer–
significa que será legal matar al hijo hasta el momento de su nacimiento e
incluso después de nacido. Es decir, llegará un momento en que se apruebe en
Chile el infanticidio.
Mons. Francisco Javier Stegmeier – 21/07/18 8:26
PM
Hermanos en Jesucristo:
En una reciente entrevista, en
relación al aborto, la ex-Presidenta
Bachelet dijo: «Yo soy una convencida de que ¿cómo
podría una mujer votar, ser electa y no poder decidir sobre su propio cuerpo? O sea, no puede haber doble estándar en esto». «Eres una
persona con la autonomía propia para tus decisiones».
Estas palabras sinceran la
verdadera intención al legalizar el aborto: que éste se practique por libre
decisión de la mujer. Con razón muchos plantearon que las tres causales eran una estrategia para llegar a una ley de aborto
libre. Ha sido una hipocresía decir que sólo se quería una ley muy
restrictiva, cuando en realidad sus promotores estaban pensando en otra cosa.
Al preguntarle cuándo empieza
la vida de un ser humano, la Sra. Bachelet respondió: «Hay preguntas
complicadas, pero nadie sabe cuándo empieza la vida». Precisamente porque ella no sabe cuando comienza la vida, nunca debió
propiciar una ley que, según su parecer, posiblemente permite matar a una
persona humana. Por ejemplo, un cazador que oye ruidos detrás de unos
matorrales y dispara sin verificar primero de qué se trata, está cometiendo un
acto inmoral, pues si en efecto resulta que mató a una persona, es culpable de
un homicidio. Es obligación moral abstenerse, si no se sabe qué efectos
producirá una acción, más aún en materia tan grave como es el derecho a vivir
de toda persona humana.
Al respecto, el Papa San Juan Pablo II escribió: «Por
lo demás, está en juego algo tan importante que, desde el punto de vista de la
obligación moral, bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona
para justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada
a eliminar un embrión humano. Precisamente por esto… la Iglesia siempre ha
enseñado, y sigue enseñando, que al fruto de la generación humana, desde el
primer momento de su existencia, se ha de garantizar el respeto incondicional
que moralmente se le debe al ser humano en su totalidad y unidad corporal y
espiritual».
Pretender el aborto libre como
un derecho de la mujer –negándole todo derecho al niño por nacer– significa que
será legal matar al hijo hasta el momento de su nacimiento e incluso después de
nacido. Es decir, llegará un momento en
que se apruebe en Chile el infanticidio.
Quienes estamos por la vida,
no sólo hemos de seguir rezando al Señor y seguir luchando para que se derogue
la actual ley de aborto, sino que, junto con propiciar una cultura de la vida,
tenemos que intensificar nuestra
oposición a las iniciativas legales que atenten contra la dignidad de la
persona humana.
+ Mons.
Francisco Javier Steigmeier,
Obispo de
Villarrica, Chile
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