La cultura del sexo «casual» se ha introducido de
forma muy intensa en la sociedad contemporánea. La principal víctima de las
relaciones sin compromiso es la mujer, convertida en mero objeto de placer,
como anticipó Pablo VI.
La mercantilización de la mujer como objeto de
la pornografía está dando un paso más, según las más recientes
investigaciones sociológicas, al convertirse de forma creciente en sujeto
activo de ella: esto es, en consumidora,
algo hasta hace muy poco reservado casi en exclusividad a los hombres. Teresa Tomeo recuerda en Our Sunday Visitor
algunos datos al respecto, y también el anuncio profético del Beato Pablo VI en la encíclica Humanae Vitae,
que cumple justo ahora 50 años, de que eso ocurriría si se desligaba el acto
conyugal de la procreación:
Teresa Tomeo ha colaborado en muy distintos medios de comunicación
católicos norteamericanos, entre ellos Ave Maria Radio y EWTN, la televisión de
Madre Angélica.
Las repercusiones de la revolución sexual
son muy evidentes en nuestra cultura hipersexualizada, y no son una novedad: la
epidemia de las enfermedades de transmisión sexual, la crisis de la familia y
el rechazo mediático contra la cosificación y el abuso sexual de las mujeres a
través de las campañas #MeToo y #TimesUp.
Una vez
dicho esto, lo que es más preocupante es el actual fracaso en unir esos
diversos puntos. Esto reafirma aún más la verdad inherente en la encíclica del Beato Pablo VI, Humanae Vitae. Una verdad que, sin embargo, sigue siendo
ignorada por los cristianos y, concretamente, por las mujeres cristianas.
Un
alarmante ejemplo lo proporciona Patrina
Mosley, del Consejo para la Investigación sobre la Familia [Family
Research Council, FRC]. "Mujeres"
y "pornografía" no son
palabras que solamos leer en la misma frase, dado que la pornografía siempre ha
sido considerada una cuestión que atañe a los hombres, pero un reciente informe del FRC demuestra que esto ya no
es así: "Por desgracia, los tiempos
han cambiado. Hoy, cada vez más mujeres utilizan entretenimiento para
'adultos', inconscientes del daño devastador que esto provoca en sus mentes,
cuerpos y almas".
Como
explica Mosley, que dirige en el FRC la defensa de las mujeres, la cultura y la
vida, el número está aumentando en todos los grupos de edad y credos, con una
cada vez más frecuente presencia en las
estadísticas de las mujeres cristianas.
Estos son
algunos de los alarmantes hallazgos del informe Mujeres y pornografía realizado
por el FRC:
"Más de la mitad de las mujeres de hasta 25 años de edad ven
pornografía; un tercio de ellas lo hace mensualmente.
-Una de cada 5 mujeres utilizan internet habitualmente, cada semana, con
intenciones sexuales.
-El 25% de las mujeres casadas reconocen que ven pornografía al menos
una vez al mes.
-Una encuesta realizada en más de 11.000 mujeres en edad universitaria
reveló que más de la mitad habían estado expuestas a material sexualmente
explícito desde la edad de 14 años.
-Según un estudio, el 15% de las mujeres cristianas ven pornografía al
menos una vez al mes, lo que equivale a la mitad de la media nacional.
Esto no es coincidencia. Este mes se cumple el 50º aniversario de
la Humanae Vitae. Pero a pesar de que la evidencia es cada vez
mayor, siempre que se menciona la encíclica o la enseñanza de la Iglesia sobre
la sexualidad y la dignidad de las mujeres, muchos, también en la Iglesia, ya
no se limitan a alzar los ojos en señal de exasperación, sino que ofrecen una
feroz resistencia a esta enseñanza. La
revolución sexual nos ha fallado a todos. Y las mujeres, como subrayó Pablo VI,
son las que más sufren.
Recuerdo la primera vez que leí la Humanae Vitae.
Tenía poco más de 30 años y acababa de entrar en la Iglesia. Al haber sido
engañada por las mentiras del feminismo radical, estaba abierta a saber lo que
la Iglesia tenía que decir acerca de las cuestiones por las que había luchado.
Años más tarde, sigo leyéndola cada vez que leo historias sobre los Harvey
Weinsteins del mundo, o informes alarmantes de sólidas organizaciones
pro-familia como FRC. Con el último estudio en mente, una frase de la encíclica
sobresale: "Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de
las prácticas anticonceptivas, acabase
por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio
físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoísta y no como a compañera, respetada y
amada" (n. 17).
¿Qué
parte de "considerarla como simple
instrumento" no comprendemos como sociedad? Dado el estado de
nuestra cultura, seguramente tardaremos otros cincuenta años en tener la clave.
Traducción de Elena Faccia Serrano.
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