(ECOS de la CAVERNA) “Todos
mis colegas odian a la Iglesia, pero yo no”, declaró ayer en una rueda
de prensa don Juan Rarito, político de
profesión y candidato al Congreso de los Diputados por la demarcación de
Navarredonda del Cuadrado (Murcia). Sus declaraciones, como no podía ser menos,
han provocado un gran revuelo.
“Bueno, por
supuesto, lo que dicen los católicos
me parece trasnochado, medieval, un atraso y antidemocrático, valga la
redundancia”, indicó, “pero no los
odio. Simplemente me dan pena. Ellos no tienen la culpa de haber nacido
así”.
A las preguntas de si también
los demócrata-cristianos odiaban
a la Iglesia, el político respondió: “Especialmente
los demócrata-cristianos. Para ellos es algo personal. Además, tienen que dejar
más claro que la democracia les parece más importante que Dios. A los demás eso
ya se nos supone”.
Al Sr. Rarito no parece
preocuparle la polémica que han causado sus declaraciones. Como él mismo dice,
quitándole hierro al asunto, “esos son mis
principios, pero si no le gustan a la gente puedo cambiarlos”. Su
existencia misma como político, sin embargo, es un enigma que los científicos no consiguen explicarse.
“¡Es
imposible!”, se pronunció
categóricamente Jean-Marie Gabrielou, catedrático de Cardos, Cactus, Políticos
y Otras Malas Hierbas de la Universidad Papal de Aviñón. “Si aceptamos la posibilidad de que haya un político que
no odie a la Iglesia, se derrumbaría
toda la clasificación de especies de Linneo. ¡Sería el caos!”.
“En mi opinión, no se trata de un verdadero político,
u homo sinvergüencensis”, indicó el Profesor Finkelstein-Strassenbahn, de la Universidad Imperial
de Estrasburgo (Alemania). “Probablemente sea un
individuo de otra especie, con un fenotipo similar, quizá un h. camaleonensis
o un infiltrado del Vaticano, pero no un político”.
Un alto funcionario
eclesiástico, que no quiso dar su nombre, explicó que los obispos estaban muy enfadados. “¡No
nos gusta nada lo que está pasando! Las consecuencias pueden ser funestas. Se empieza
por no odiar a la Iglesia y se termina creando un partido católico… ¡Y ya
sabemos que no hay nada peor que eso!”.
Cavernicola
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