Las
homilías son el nexo que vincula nuestra vida y nuestra cultura de hoy, con las
enseñanzas del Evangelio. Deberían ser mini catequesis para evangelizar a los
fieles que están sentados en los bancos.
Pero muchas veces son más auto referenciadas al predicador que a las
enseñanzas de Nuestro Señor, y a las consecuencias que esas enseñanzas tienen
sobre nuestra vida actual.
Y otras
veces no pueden establecer el vínculo porque son demasiado largas, poco estudiadas, demasiado técnicas, aburridas. Un
tema importante que advertimos es que los
pecados concretos de nuestra época, referidos a nosotros mismos, han dejado de
ser centrales en la prédica. A pesar que sí leemos las prédicas de Jesús y sus seguidores veremos que eran la
parte central de sus alocuciones. Si no se habla de los pecados de
nuestra época en concreto, es difícil
entender y vivir el perdón de Dios. ¿De qué pecados nos va a perdonar Dios si no nos sentimos pecadores?
LO
QUE HA DICHO EL PAPA FRANCISCO SOBRE LAS HOMILÍAS
Recién
comenzado su pontificado el Papa Francisco publicó la exhortación
evangélica Evangelii Gaudium. Y allí dedicó 12 páginas a la
homilía y a la predicación.
Para Francisco la homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía
y la capacidad de encuentro de un pastor con su pueblo.
Y define la
homilía por la contraria para explicar su pensamiento,
“La homilía no es un discurso casual, ni una
conferencia ni una canción, sino una sesión de reanudar ese diálogo que ya ha
sido abierto entre el Señor y su pueblo”.
También dijo
frases como esta: “Quien quiera predicar,
primero debe estar dispuesto a dejarse
conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta”. Y el momento de la homilía lo describe de esta manera: “No es tanto un momento de meditación y de
catequesis, sino que es el diálogo de Dios con su pueblo”. “La homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a
la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a
la celebración” Y desde ese momento se refería a la necesidad de
brevedad: “Debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase, para
no dañar la armonía entre las
diferentes partes de la misa¨. Exhortó a los predicadores hablar como una madre le habla a su hijo
mediante una cercanía cordial, con calidez, en un tono de voz con mansedumbre.
Y agregó: “La predicación puramente moralista o
adoctrinadora, y también la que se convierte en una clase de exégesis, reducen esta comunicación entre corazones que
se da en la homilía”. Francisco
también se refirió al tiempo dedicado al estudio para preparar la homilía. Y pidió prestar atención al texto bíblico como fundamento la predicación.
Al punto que pide sentir un
santo temor de manipular la palabra. Y agregó que en homilía es necesario captar el mensaje central del
texto y ser consecuentes con él. “Si un texto fue escrito para consolar, no
debería ser utilizado para corregir errores; si fue escrito para
exhortar, no debería ser utilizado para adoctrinar; si fue escrito para enseñar
algo sobre Dios, no debería ser utilizado para explicar diversas opiniones
teológicas; si fue escrito para motivar la alabanza o la tarea misionera, no lo
utilicemos para informar acerca de las últimas noticias”. Y pidió
para que los sacerdotes se dejen como convertir por la palabra, haciéndola carne en su vida. Se
refirió también a la escucha de los
fieles para descubrir lo que necesitan escuchar. Y dijo que la prédica
debe conectar el mensaje bíblico con
una situación humana que vivan las personas. Y desde el punto de vista
del formato pide aprender a usar imágenes
en la predicación, hablar con imágenes. Evitar palabras demasiado técnicas que no comprende la asamblea. En
otras oportunidades también el Papa ha hablado sobre la calidad desigual de las homilías. Se ha referido a homilías demasiado largas que carecen de enfoques o
son incomprensibles. Y en los últimos tiempos, ha pedido homilías cortas de no más de 10 minutos. Pero
el mensaje comunicacional más insistente ha sido: “Que sus homilías no sean aburridas, que sus
homilías lleguen al corazón de la gente, porque salen de vuestro
corazón. Porque lo que les dices es lo que tienes en el corazón”. Las
recomendaciones sobre las homilías también es una preocupación de los obispos.
EL
FILIPINO, ARZOBISPO SÓCRATES VILLEGAS, ADVIERTE A SUS SACERDOTES SOBRE SUS HOMILÍAS
Villegas,
como Presidente de la Conferencia Episcopal de Filipinas, se refirió en tonos
duros respecto a las homilías de sus sacerdotes. Él ha dicho: Hemos visto muchos abusos en el
clero: abuso de alcohol, abuso sexual, abuso
infantil, abuso de los juegos de azar, el abuso de dinero, abuso de viajes,
abuso de vacaciones.
Hoy, les invito a volver sus corazones a otro abuso muy descontrolado y
generalizado entre los sacerdotes, abuso homilía.
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Sí, el abuso de la amabilidad de la gente que se ven obligados a escuchar homilías largas y sinuosas, repetitivas y aburridas, no organizadas y sin preparar, murmuradas entre dientes.
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Sí, el abuso de la amabilidad de la gente que se ven obligados a escuchar homilías largas y sinuosas, repetitivas y aburridas, no organizadas y sin preparar, murmuradas entre dientes.
Un poco en
broma, pero sin duda con algo de verdad, las personas dicen que nuestras
homilías son uno de los flagelos
obligatorios que deben pasar todos los domingos. Si ustedes escuchan con
más atención lo que nuestra gente dice sobre nuestras homilías, no se quejan de la profundidad del mensaje o
de la exégesis académica. Se les pide que soporten domingo tras domingo
nuestras homilías que no se pueden
entender porque nos tomamos tanto tiempo con la introducción, que no sabemos cómo ir directo al punto, y no
sabemos cómo terminarlas. Deben ser preparadas. Ser claras. Ser ubicadas. Todos
fuimos abusados por las homilías de nuestros sacerdotes mayores cuando
éramos seminaristas. Cuando llegó nuestro turno para dar nuestras homilías, el abusado se convirtió en el agresor. Si un
seminarista carece de castidad, no podemos recomendarlo para la
ordenación. Si un seminarista es terco y testarudo, no podemos respaldar su
ordenación. Si un seminarista no puede
hablar en público con claridad y eficacia, no lo deberíamos ordenar. Él
será un peligroso abusador en las homilías. El abuso de las homilías puede dañar a las almas. Homilías largas,
sinuosas, no preparadas, irrelevantes, repetitivas, son signos de una vida espiritual enferma del sacerdote. Y citó a San
José de Cupertino: “Un predicador es como una
trompeta que no produce tono a menos que uno sople en ella. Antes de predicar,
orar de esta manera: Señor, tú eres el espíritu, yo soy tu trompeta. Sin tu
aliento no puedo dar ningún sonido”. No es suficiente preparar
nuestras homilías; el buen sacerdote
debe prepararse él mismo. La predicación es un ministerio del alma y el corazón,
no sólo de las cuerdas vocales y las células del cerebro.
Nuestra vida espiritual es el verdadero fundamento de nuestras homilías.
La cuestión
no es lo que vamos a predicar, sino a quien vamos a predicar. Predicamos sólo a Jesucristo; siempre a
Jesucristo.
RECOMENDACIONES
PARA EVITAR EL ABUSO EN LAS HOMILÍAS
Y Villegas
da una serie de recomendaciones para
evitar lo que llama el abuso en las homilías. ¿Cómo vamos a solucionar
la cultura prevalente del abuso en las homilías? ¿Cuál es nuestro remedio?
El primer desafío de los tiempos es la sinceridad sacerdotal.
Nuestras homilías mejorarán si disminuimos nuestro amor por hablar y
aumentamos nuestro amor por escuchar. Cuando nuestra homilía es simplemente una charla, sólo repetimos lo que
sabemos, nos cansamos y nos sentimos vacíos. Cuando uno escucha y ora antes de hablar, aprende algo nuevo y su homilía
será fresca y estimulante. Vamos a ser mejores predicadores si nos
atrevemos a oler de nuevo como las ovejas.
El segundo desafío
de nuestro tiempo es la simplicidad, la simplicidad del mensaje y aún más, una
mayor simplicidad de vida.
La
simplicidad de vida también nos ayudará a dejar de hablar de dinero y
recaudación de fondos en la homilía; hablar de dinero nunca ha sido edificante.
Simplicidad significa resistirse a usar
el púlpito como un medio para vengarse de aquellos que se oponen a
nosotros. La simplicidad también exige que mantengamos las
políticas electorales divisivas lejos del ambón. Simplicidad en homilías
significa no desear hacer reír o llorar,
lo cual es para las telenovelas y los programas del mediodía. La simplicidad en
homilías hace que las personas inclinen
sus cabezas y golpeen sus pechos diciendo que quieren cambiar, buscando
la misericordia de Dios. Ser simple es ser grande en los ojos de Dios. El
estilo simple de vida de los sacerdotes es la homilía más fácil de entender.
El tercer y último reto es un llamado a estudiar. La lectura
y el estudio no deben parar después del seminario. Si nos detenemos de
leer y estudiar, ponemos en peligro las almas de nuestros feligreses.
Si nos
detenemos de estudiar, después comenzamos a obligar a nuestro pueblo a leer el
llamado libro abierto de nuestras vidas; el cómic de nuestras vidas, apenas inspirador, francamente ridículo y muy
escandaloso. La homilía se
convierte en nuestra historia y no la historia de Jesús. La lectura
de la libreta de ahorros en exceso no es una buena manera de preparar nuestras
homilías. Ten cuidado con sus vidas. Las personas nos ven más de lo que nos escuchan. Sé sincero y
verdadero. Una doble vida, una vida secreta y oscura es estresante. Ten
cuidado con cada homilía. Dios te juzgará por cada palabra que
pronuncias. Cree lo que
lees. Enseña lo que crees. Practica lo que enseñas. Se
cuidadoso en cada homilía. Ellos quieren escuchar a Jesús no a ti; sólo a
Jesús, siempre Jesús.
Ten cuidado con tu homilía. Compadécete con el pueblo de Dios. Detén el
abuso de las homilías. Deja que tu homilía inspire y deja los corazones en
llamas.
Quizás una
orientación importante es el estilo de prédica que usaron Jesús y sus
seguidores.
¿QUÉ
PODEMOS APRENDER DE LA PREDICACIÓN DE JESÚS Y SUS SEGUIDORES?
Cuando
leemos la Biblia nos damos cuenta que los
sermones dichos por Jesús y por sus seguidores no tienen el mismo estilo que se
pide a los sacerdotes actualmente.
La prédica de Jesús y sus seguidores, que leemos en la Biblia, era
directa y sin anestesia, y enfrentaba a la gente a sus pecados y debilidades,
en lugar de pasearse con la palabra alrededor de ellos sin decirlo claramente.
Por ejemplo
tomemos el caso de la predicación de
Pedro: “El Dios de Abraham, de Isaac y de
Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis
ante Pilato, cuando éste estaba resuelto a ponerle en libertad. Vosotros
renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis
que se os hiciera gracia de un asesino, y matasteis al Jefe que lleva a la
Vida. Pero Dios le resucitó de entre los muertos, y nosotros somos
testigos de ello. Y por la fe en su nombre, este mismo nombre ha restablecido a
éste que vosotros veis y conocéis; es,
pues, la fe dada por su medio la que le ha restablecido totalmente ante todos
vosotros. Ya sé yo, hermanos, que obrasteis por ignorancia, lo mismo que
vuestros jefes. Pero Dios dio
cumplimiento de este modo a lo que había anunciado por boca de todos los
profetas: que su Cristo padecería. Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados”
(Hechos 3: 13-19). Una prédica de un tenor como éste es inconcebible hoy, no solamente por la dureza, sino porque enfrenta a
la gente a un pecado en forma directa. Naturalmente hay diferencias culturales
y en estos tiempos se pone más énfasis en la sensibilidad, porque el público
está más reivindicativo. Y además el
lenguaje políticamente correcto está por todos lados, aún dentro de la Iglesia.
Pero también se puede notar cierto
exceso de corrección política en las homilías para no enfrentarse a los dolores
de los fieles. Y es por esto que muchas
veces se deja de predicar sobre aspectos conflictivos para la cultura de estos
tiempos, como por ejemplo sobre el divorcio, la sexualidad, la
anticoncepción, o incluso el aborto. Sin embargo el cristianismo ha tenido la misión de moldear la cultura y no de
adoptarla. Hay palabras que han desaparecido de las homilías y hay que volver a
reintroducirlas para re catequizar a la mayoría de los fieles, que están
mal catequizados y mal evangelizados.
Palabras como muerte, juicio de Dios, infierno, pecado, arrepentimiento,
suelen no mencionarse, pero deben re introducirse para advertir a los fieles.
Lo mismo que las enseñanzas bíblicas referidas a los problemas morales
de nuestro tiempo como el aborto, el suicidio, la fornicación y el adulterio,
los actos homosexuales, la pornografía.
Sobre estos
males no se habla en las homilías ni se
los vincula con la escritura. Entonces
¿cómo se puede pedir que la gente adopte una vida
cristiana si no le hablamos de los pecados que nos separan de la gracia de
Dios? Muchas personas no están avisadas de las consecuencias de
algunos pecados como el aborto, la fornicación, etc. No se les avisa que por pecar consuetudinariamente pueden perder la
vida eterna. Y en algunos casos esto puede suceder porque algunos de los
sacerdotes que no hablan de estos temas los omiten porque simplemente piensan que no hay nada que pueda
hacer perder la vida eterna, porque creen que el infierno no existe o
está vacío, que es lo mismo.
Sólo si la gente se siente que ha cometido un pecado o lo puede cometer,
o algún ser querido, va a sentir la necesidad de que alguien lo perdone del
pecado y lo encarrile.
O sea que sólo dando primero la mala noticia del pecado
se puede valorar la buena noticia que Jesús nos trajo al mundo. Él
perdonó todo nuestros pecados y los sigue perdonando. ¿Por qué una persona que no se siente pecadora va a
tomar a Nuestro señor como su Salvador?
Fuentes:
- http://www.romereports.com/pg161206-papa-a-nuevos-sacerdotes-que-vuestras-homilias-no-sean-aburridas-es
- http://www.rappler.com/nation/88758-bishop-warning-homily-abuse
- http://www.lastampa.it/2013/11/26/vaticaninsider/es/vaticano/el-vademcum-del-papa-as-se-hace-una-prdica-DayIT4AMDqEsJoIHdbKOOL/pagina.html
- http://blog.adw.org/2018/04/ancient-biblical-sermons-break-modern-rules-maybe-rules-reexamined/
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