JUNIO 4, 2018
INFORME ESPECIAL
En todas
las partes del mundo donde se celebra la Misa y en todas las épocas, Jesús
Sacramentado se ha manifestado de formas extraordinarias. Y lo ha
hecho ante los ojos admirados de creyentes, descreídos y sacrílegos, para
el bien de todas las almas.
MILAGRO
EUCARISTICO DE BOLSENA
Lo ha hecho mediante los denominados Milagros Eucarísticos.
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Que nos ponen de manifiesto cuál es el inmenso valor de la Eucaristía.
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Porque en Ella se encarna y toma Cuerpo Jesucristo, cada vez que el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración.
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Que nos ponen de manifiesto cuál es el inmenso valor de la Eucaristía.
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Porque en Ella se encarna y toma Cuerpo Jesucristo, cada vez que el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración.
Y esto nos lo recuerda Dios de vez en cuando
permitiendo que hasta los incrédulos vean la transustanciación. Este Informe condensa la mayor parte de lo
que Foros de la Virgen María ha investigado sobre el tema, y sobre el final del
Informe se pueden ver los links para leer cada historia concreta. El trabajo
que ha hecho María Rosa Gutes ha sido impresionante, vale la pena leerlo.
MILAGROS
DE TRANSUSTANCIACIÓN VISIBLE
En la
categoría de la transustanciación sensible se cuentan numerosos milagros, ya
sea, en su mayor parte, para resolver
las dudas de fe de los sacerdotes, o bien para abrir los ojos a los sacrílegos,
sobre el alcance y la maldad de sus obras y esto último, en no pocos casos, con
el efecto de convertirlos, al manifestarse ante ellos nuestro Adorable Redentor
como un Dios que se deja torturar y martirizar en silencio, tantas veces como
los hombres se dejan vencer por el pecado. En otras pocas ocasiones, no existe más razón aparente para el
milagro, que una gracia de Nuestro Señor a determinadas personas, especialmente
devotas.
LA
TRANSUSTANCIACIÓN VISIBLE COMO UNA GRACIA ESPECIAL PARA LOS FIELES
Especialmente
destacable es el milagro ocurrido en
2013, y que está todavía siendo objeto de investigación, en el Templo
María Madre de la Iglesia, en la colonia Jardines de la Paz, en Guadalajara (México). Sucedió estando
el sacerdote en oración de adoración ante el Santísimo, solo, al mediodía. Tenía
los ojos cerrados y percibió un resplandor al mismo tiempo que oyó una voz que le anunciaba, que ese mismo
día se iba a manifestar en esa comunidad para bendecirla, pidiéndole que
repicaran las campanas para convocar a todos, y que dispusiera su pequeño
sagrario de adoración particular y la custodia en el altar, esperando hasta las
tres de la tarde para abrir el
sagrario, momento en que haría un
milagro en la Eucaristía, denominado, “Milagro
de la Eucaristía en la Encarnación del Amor junto con Nuestra Madre y Señora”. Pidió al
devoto sacerdote que lo transmitiera “a sus
apóstoles” (los sacerdotes) para que les sirviera en su conversión. En
la hora anunciada, al abrir el Sagrario, el Santísimo Sacramento estaba bañado
en sangre, brotando la sangre del centro de la Hostia. Tal como comunicó
el Arzobispado de Guadalajara, sujeto a la verificación oportuna, hay que ver
en el acontecimiento “la Providencia de Dios
para fortalecer nuestra fe y devoción para los que somos católicos, en Jesús
Eucaristía, que se hace presente en cada Misa, y valorar este prodigio
cotidiano…”. En 1171,
en Ferrara (Italia), en la
Basílica de Santa María de Vado y en la misa del día de Pascua, cuando el sacerdote fraccionó la Hostia, ésta
salpicó Sangre, que incluso manchó el techo de la bóveda situada encima
del altar. Algunos refirieron haber visto también a un Niño en la Hostia,
siendo Ésta de color sanguinolento. En 1330,
Walldürn (Alemania), otro
sacerdote derramó accidentalmente, durante la consagración, el vino del cáliz,
el cual, convertido en Sangre, formó
sobre el corporal la imagen de Cristo crucificado. De esta imagen
partían, además, varias ramificaciones, con la imagen del rostro de Cristo coronado de espinas. El sacerdote, algo asustado, lo mantuvo en
secreto hasta que lo confesó poco antes de morir. El Papa Eugenio IV
confirmó el milagro en 1445. Y
el corporal del milagro se ha conservado y venerado hasta hoy, en la Basílica
Menor de San Jorge de Walldürn.
MILAGRO
EUCARÍSTICO DE BUENOS AIRES
En el
milagro de Asti (Italia), 1535, cuando un sacerdote estaba partiendo la Hostia, al celebrar la
misa, vio que destilaba unas gotas de sangre, de las cuales tres cayeron
en el cáliz, y otra quedó pendiendo de la Hostia. Admirado, llamó a los que
asistían a la celebración a contemplar el prodigio, que quedaron igualmente
maravillados. En el momento de la santa comunión, la Hostia recuperó su
apariencia ordinaria. Se cuenta que el
milagro consiguió la fe y la subsiguiente conversión de unos soldados herejes.
También en Asti, 1718, otro sacerdote, en el momento de la elevación de la Hostia se dio cuenta de que estaba
partida por la mitad y ensangrentada en el borde fragmentado, del que
cayeron algunas gotas de Sangre, manchando los bordes y la base del cáliz (que
así se conserva en la Catedral de Asti), así como el corporal. En Florencia (Italia) 1230, en la Iglesia de San Ambrosio, un sacerdote dejó un poco de vino consagrado
en el cáliz y al día siguiente descubrió que se había convertido en sangre
coagulada. En 1595, se produjo
también en Florencia otro milagro, consistente en que un incendio
destruyó aquella iglesia, pero dejó a salvo las Hostias consagradas, las
cuales, tras caer al suelo mientras intentaban salvarlas, pudieron ser
recuperadas incólumes y unidas entre sí, sobre una alfombra que estaba
ardiendo. Estas Hostias y la Sangre
coagulada se conservan en sendos relicarios, para la adoración de los
fieles. En el milagro de Meerssen
(Holanda), 1222, un sacerdote
fue igualmente testigo de cómo la
Hostia que acababa de consagrar, destilaba gotas de sangre, que mancharon el
corporal. Aquella misma Hostia ensangrentada, se salvó en 1465 del incendio que
destruyó la iglesia, por la intervención un feligrés. Lo que demuestra
que la Hostia consagrada también siguió salvándose como testigo. En 1194, en Augsburg (Alemania), donde en aquella época todavía no se
facilitaba la adoración al Santísimo Sacramento, una mujer decidió no consumir la Hostia que había recibido en la
comunión y en su lugar la guardó en un pañuelo para su adoración particular. Sin
embargo, como tenía remordimientos, en
1199 lo confesó, teniendo que devolver en consecuencia la Hostia que
había retenido ilícitamente. Fue entonces cuando se constató, que ésta se había convertido en un trozo de Carne
sanguinolento, el cual, fue estudiado científicamente y visto que se trataba
realmente de Carne y Sangre humanas, y por tanto de nuestro Redentor, se
ha conservado en el Convento de Heikig Kreuz como el “Bien
Milagroso” (Wunbderbarlichen Gutes). Da que pensar este milagro, sobre
la gracia que supuso el que ocurriera, en
un momento en que no se tributaba a Jesús Sacramentado el honor que le es
debido, y que, sin embargo, aquella mujer le quiso tributar.
LA
TRANSUSTANCIACIÓN COMO SIGNO Y SÍMBOLO DE VICTORIA DEL CRISTIANO
Distinto
significado tiene el milagro de Daroca (España),
que data de 1239. Unos capitanes
de las tropas cristianas que se disponían a luchar contra los moros, pidieron
que antes se celebrara una misa en campaña. Durante la Consagración hubo que interrumpir la misa, por un ataque del
enemigo, de modo que las formas consagradas se ocultaron en el corporal
en un pedregal del monte. Combatido y vencido el moro, pidieron tomar la comunión en acción de gracias por la victoria. Fue
entonces que, no sabemos si por la fe de los combatientes cristianos, o por el
dolor que al Señor había de causar la propia situación del combate, las Hostias consagradas se encontraron
ensangrentadas y manchado el corporal que las envolvía. Con dicho corporal se
hicieron un estandarte y le atribuyeron después la victoria frente a los
moros en la reconquista del castillo de Chío.
DIOS
NO PERMITE A SUS SACERDOTES DUDAR DE LA TRANSUSTANCIACIÓN
En el
milagro de Lanciano (Italia),
que data del año 700, un Monje de la Orden de San Basilio dudaba
(influenciado por el ambiente de herejías que lo negaban) de la presencia de
Nuestro Señor en la Eucaristía. Combatía sus dudas con la oración cuando
un día, tras las Consagración, vio la
Hostia convertida en un círculo de carne y el vino en sangre. La Carne y la Sangre, conservadas y expuestas
públicamente en un altar monumental, se comprobó científicamente que procedían
de un ser humano y se conservan milagrosamente hasta hoy, en las condiciones
propias de un organismo vivo. Más concretamente, se trata de carne de un corazón y la sangre, aunque dividida en 5
porciones de distinto tamaño y forma, cada una y el conjunto de todas
ellas pesan lo mismo. Lo cual es perfectamente explicable, teniendo en cuenta
que el Señor está presente en cada partícula del Santísimo Sacramento del
Altar.
El
mismo Jesús le dijo a Santa Catalina:
“vosotros
recibís toda la esencia divina en aquel dulcísimo sacramento que está bajo la
blancura del pan. Y así como el sol no se puede dividir, así todo Dios y todo hombre no se puede
dividir en esta blancura de la Hostia. Supongamos que la Hostia se
divide y aún si fuese posible hacer miles
de migajas, en cada una está Cristo, todo Dios y todo hombre… dividiendo
esta Hostia no se divide ni Dios no el hombre, porque en cada parte está el
todo y no disminuye en sí mismo, como sucede con el fuego, según el siguiente
ejemplo: si tú tuvieses una llama, ella no disminuiría y tampoco cada uno
tendría el todo. Es verdad que hay quien participa más y quien menos de esta
llama porque cada uno recibe el fuego según la materia que lleva… El hombre
lleva su vela, que es el deseo santo con el cual se recibe y se toma este
sacramento, pero tal vela en sí misma
está apagada y se enciende cuando se recibe la Eucaristía”.
Ya en el año
1010, en Ivorra (España), otro sacerdote fue liberado de la misma duda
cuando, celebrando la Santa Misa y
durante la consagración, el vino vertido en el cáliz se trocó en Sangre
visible, que además se desbordó y derramó por el altar, llegando hasta el piso.
El entonces Obispo de Urgell, San Ermengol pudo constatarlo personalmente,
luego que supo de lo ocurrido y el Papa, Sergio IV certificó el milagro mediante una Bula pontificia, la
cual se conserva junto a las Reliquias del milagro en el mismo lugar donde
sucedió y en el Santuario que allí se edificó, en 1663, con el fin de poder dar
cabida a los innumerables peregrinos que acudían atraídos por la noticia y los
Signos sagrados del milagro. De 1263
es el llamado milagro de Bolsena (Italia), ocurrido un año
antes de la institución de la Fiesta del Corpus Christi por el Papa Urbano IV,
quien ya dos años antes, en 1261, había tenido noticia del Milagro de Daroca,
al que nos referiremos después. El sacerdote ante quien se produjo el milagro
de Bolsena, al igual que en el caso de Lanciano,
dudaba de la transustanciación y por
este motivo había peregrinado hasta la tumba de San Pedro en Roma, para pedir
la gracia de una fe fuerte. Mientras celebraba la Santa Misa en la
Iglesia de Santa Cristina de Bolsena, al
dividir la Sagrada Hostia, ésta sangró, manchando el corporal, que se conserva
y venera en la Catedral de Orvieto. En 1297, fue un sacerdote de Gerona
(España) el que dudando igualmente y durante la misa que estaba
celebrando en la Iglesia del entonces Monasterio de las monjas benedictinas, constató que la Sagrada Forma que acababa de
ingerir, se había convertido en un trozo de carne empapado de sangre y de tal
consistencia, que le era imposible consumirlo, de modo que tuvo que
sacárselo de la boca y envolverlo en el corporal. Allí lo encontró una de las
monjas, que había advertido el extraño comportamiento del sacerdote. Éste
reconoció lo que había ocurrido y tanto la Hostia del milagro como el corporal
manchado por ella, se veneraron hasta
que se dice fueron destruidos durante la guerra civil.
En 1310, Fiecht (Austria), a otro sacerdote le asaltó también, de pronto,
aquella duda, mientras consagraba el vino, en el Monasterio de San Georgenberg.
Tras la consagración, pudo constatar, con el abad, los restantes monjes del Monasterio y los peregrinos presentes,
que el vino era verdadera Sangre, que estaba como hirviendo y se derramó fuera
del cáliz. En 1480, a
instancia del Obispo, aquella Santa Sangre, conservada en el tabernáculo del altar mayor desde hacía 170 años,
y que atraía a tantos fieles, fue analizada para constatar que estaba fresca, como si hubiera acabado
de salir de una herida. Se custodia todavía en el mismo lugar para adoración de
los fieles. Posteriormente, está documentado que, cuando en el siglo XVI se imponían las tesis de Lutero, la Santa Sangre
ayudó, en la predicación de los monjes, a conservar el credo católico.
MILAGRO
EUCARISTICO DE PATIERNO
Otro caso de incredulidad, mezclado además con
irreverencia, es el del milagro de Casia (Italia), de 1330.
Un sacerdote había perdido su respeto
por la Eucaristía y ejercía su ministerio sin gusto y por rutina. Llamado
para llevar la comunión a un enfermo, en una época en que ello se hacía solemnemente y tocando la campanilla
por el camino, lejos de hacerlo así, colocó además la Hostia consagrada
dentro del Breviario para transportarla. Cuando llegó a casa del enfermo, al abrir el libro, se encontró con dos
manchas de sangre, una en cada página entre las que había depositado la
Sagrada Forma. Una de las páginas se conserva en Perugia (con un perfil del rostro de Cristo que se formó
después en la mancha) y la otra, con la Hostia adherida, en el
Monasterio Agustino de Casia, donde se venera. En Boxmeer (Holanda), 1400,
idéntica duda por parte de otro sacerdote, se resolvió igualmente, con la conversión del vino consagrado en Sangre
visible, que se derramó del cáliz como si estuviera hirviendo y cayó sobre el
corporal, formando un coágulo del tamaño de una nuez, que todavía se
conserva en un relicario, en la Iglesia de San Pedro y San Pablo, donde ocurrió
el milagro. También en Bagno di Romana
(Italia), 1412, el prior de la
basílica de esa localidad, que por un momento dudó de los efectos de la
consagración, asistió al mismo fenómeno
de la sangre hirviendo, que el sacerdote del milagro anterior, con la
diferencia de que aquí no se formó ningún coágulo, sino que quedó manchado de
sangre el corporal, el cual se conserva hasta hoy. La incredulidad se mezcló de
nuevo con la irreverencia en el milagro de Bergen (Holanda), 1421,
pues un sacerdote que no creía en la transubstanciación, terminada una misa, arrojó al río las Hostias consagradas que no
se habían consumido en aquella celebración. Algún tiempo más tarde, se
hizo pública la noticia del encuentro
de unas Hostias con sangre coagulada flotando en el río. El culto a
dicho milagro fue aprobado por el Obispo, y aunque luego prohibido por la reforma protestante, nunca se perdió, entre
los católicos, la memoria del milagro. En disposición de irreverencia, similar
al del sacerdote del milagro de Casia y de Bergen -y contemporáneamente al
primero de ellos, aunque aquí el año 1300
no es dato indubitado-, un sacerdote de O
Cebreiro (España) celebraba la Santa Misa en la inclemencia de un
riguroso día de invierno y sin la asistencia de ningún feligrés, cuando vio
llegar, exhausto y durante la Consagración, a un fiel asistente de una aldea
vecina. Y en pensando que la misa (para él una simple misa) no merecía el manifiesto
sacrificio que el humilde campesino había hecho para llegar, las especies consagradas se le mostraron como
Carne y Sangre verdaderas, manchando también los corporales, que se conservan y
veneran también hoy, junto a la Hostia del milagro. En Cimballa (España), 1370, se documenta otro milagro por el
cual, dudando también un sacerdote sobre la presencia real de Jesús en la
Eucaristía, sus dudas se despejaron de la misma forma, convirtiéndose la forma consagrada en un trozo de Carne, que
chorreaba Sangre. Esta Sangre manchó el corporal, el cual se conserva y
venera todavía hoy con el nombre de “Santísimo Misterio Dudado”, cada 12 de septiembre, con motivo
del aniversario del milagro.En Ludbreg
(Croacia), 1414, otro sacerdote
por un momento incrédulo al consagrar las especies, y mientras celebraba la
misa en la capilla del castillo de los condes de Batthyány, fue testigo de la real transubstanciación del
vino en Sangre, la cual ocultó, asustado tras un muro del altar principal. Antes
de morir lo confesó y la Santa Sangre atrajo desde entonces a la capilla a
numerosos peregrinos; documentándose,
además, que obró diversas curaciones. En el siglo XVIII detuvo una epidemia de peste. Y aunque después
fue trasladada a Roma durante un tiempo, fue devuelta a Croacia, donde
actualmente se la venera. En 1420,
en el Santuario de Guadalupe (España),
de nuevo un sacerdote pedía a Dios le liberara de la misma duda sobre la
transubstanciación y así, celebrando un día la santa misa y durante la
consagración, una gran nube descendió
sobre el altar, para abrir paso después a una visión en la cual la Hostia
estaba suspendida sobre el cáliz, derramando en él gotas de Sangre, que
mancharon el palio y el corporal. En Macerata
(Italia), 1356, en la Iglesia de
Santa Catalina, un sacerdote celebraba misa dudando también de la
transubstanciación al fraccionar el pan, cuando, antes de la comunión, vio con gran susto, cómo de la Hostia
consagrada brotaba un chorro de sangre, que manchó el corporal y el cáliz.
Estas reliquias se conservan en la
Catedral de Santa María Asunta y San Julián, donde fueron trasladadas
por orden del Obispo, al conocer lo ocurrido. En Roma (Italia), 1610,
en la antiquísima iglesia de Santa Pudenziana, ocurrió otro milagro con motivo
de un sacerdote que en determinado momento tuvo también serias dudas sobre la
presencia real de Jesús en la Eucaristía. La Hostia le resbaló de las manos y cayendo al suelo, dejó una huella
indeleble en las gradas del altar de la Capilla Caetani, consistente en una
mancha de sangre que todavía puede ser vista en la actualidad.
LA
TRANSUSTANCIACIÓN VISIBLE EN HOSTIAS PROFANADAS
Probablemente,
el milagro más antiguo de Hostia
sangrante sea el que tuvo lugar en Roma en el año 595, ante el mismo Papa, San
Gregorio Magno. En aquella época
los fieles llevaban a misa el pan para consagrar, el cual habían elaborado en
su casa. Y sucedió que una mujer, durante la misa, se burlaba de que el
pan que había preparado ella, por las palabras del sacerdote, pudiera
convertirse en Jesús sacramentado. El Papa, viendo la disposición de aquella
mujer le negó la comunión, y pidió a Dios que la iluminase, siendo a
continuación que las especies
consagradas que había preparado aquella mujer, se convirtieron en Carne y
Sangre. La mujer se arrodilló y lloró entonces con gran arrepentimiento.
En 1572, en Gorkum (Holanda), unos protestantes
invadieron y saquearon la ciudad, incluyendo la Catedral, donde violentaron el
tabernáculo y, extrayendo la Custodia
con el Santísimo Sacramento, uno de ellos lo pisoteó con sus botas de clavos,
haciéndole tres agujeros, por los cuales sangró. En vista de ello, uno de los profanadores se arrepintió. La
Hostia se venera desde entonces, y como en 1594 fue donada al Rey Felipe
II de España, por eso se custodia en el Monasterio de San Lorenzo de El
Escorial (España). En Herkenrode-Hasselt
(Bélgica), 1317, un
párroco fue llamado para administrar
los Santos Sacramentos a un fiel que estaba gravemente enfermo. Al
llegar a casa de éste, dejó la Hostia consagrada en la entrada, dentro de la
cajita donde la llevaba y metida ésta en una bolsa, y fue a confesar al
enfermo, mientras un familiar tuvo la curiosidad de ver qué había en la bolsa,
hasta el punto de meter los dedos para
tocar la Hostia, dejándolo todo, después, como lo había encontrado. Cuando el sacerdote fue a buscar la Hostia,
observó que había sangrado y aún, que estaba en ella impresa el rostro de
Cristo coronado de espinas. Hasta 1796 fue conservada en un relicario en
el monasterio de la localidad, al que se
dice libró de un incendio y donde se dice que obró muchas curaciones.
Luego se trasladó a la Iglesia de San Quintín, en Hasselt. En Bruselas (Bégica), 1370, se hurtaron unas Hostias consagradas, por encargo de un mercader
contrario al catolicismo, el cual murió asesinado en circunstancias no
aclaradas. La mujer temía que fuera una venganza de Dios y se deshizo de las
Hostias entregándolas a unos amigos de su marido, que acuchillaron las Hostias, las cuales sangraron para sorpresa de los
profanadores, que las vendieron a un mercader católico. Dicho mercader
contó la Historia al párroco de la Iglesia de Notre Dame de la Chapelle y las Hostias fueron trasladadas solemnemente a
la Catedral de Santa Gúdula, donde varios vitrales reproducen las
escenas del milagro. En Middleburg-Lovaina
(Bélgica), 1347, una
mujer de la nobleza muy devota, convocó a todos sus familiares y empleados a una misa, en su casa. Entre los
invitados había un joven que llevaba
una vida de pecado, pero que a pesar de ello se acercó a comulgar. Tras
ingerir la Hostia, sintió que tenía un trozo de carne ensangrentada,
sacándoselo de la boca, de forma que la Hostia manchó la tela que cubría el
comulgatorio. El sacerdote tomó la Hostia y la guardó en el tabernáculo,
al tiempo que el joven tomó conciencia
de su estado, se convirtió y desde entonces fue gran devoto del
Santísimo Sacramento.
MILAGRO
EUCARÍSTICO DE CASIA
En Poznan (Polonia), 1399, se sustrajeron tres Hostias consagradas para martirizar en ellas a
Nuestro Señor. Fue así cómo emanaron también sangre, la cual salpicó a
una de las chicas del grupo de profanadores, que siendo ciega, al instante
recuperó la vista. Asustados de lo que estaban presenciando, intentaron
destruir las Sagradas Hostias sin conseguirlo, para arrojarlas después a un
pantano, sobre el cual un pastor las
vio elevarse, inmersas en una potente luz. De allí descendieron a ruegos del
Obispo. En Dijon
(Francia), 1430, una mujer que
desconocía totalmente la religión católica, compró una custodia que había sido sustraída y contenía una Hostia consagrada.
Con un cuchillo intentó sacar la Hostia
de la custodia y en ese momento observó que empezaba a sangrar. Con la sangre
se formó una imagen del Señor, sentado y rodeado de varios instrumentos
de su pasión. La Hostia de aquel prodigio se veneró en Dijon hasta que, en
1794, la iglesia fue confiscada por el
poder municipal, como tributo a la “diosa” razón. Se dice que entonces
la Hostia fue quemada. La Catedral de Dijon reproduce en sus vitrales algunas
escenas del milagro. En Bois-Seigneur-Isaac
(Bélgica), 1415, donde en
1424 se erigió un Monasterio, un
feligrés tuvo tres apariciones del Señor cubierto de llagas, en la
tercera de las cuales le dijo “ve a la capilla
de Isaac. Allí me encontrarás”. Al
mismo tiempo, el párroco escuchó una
voz que le ordenó celebrar la misa en esa misma capilla. Al desplegar el
corporal, se dio cuenta de que se había pegado un trozo de Hostia de la misa
anterior y cuando fue a desprenderla de la tela para consumirla, sangró visiblemente y así durante cuatro
días, hasta el día de Pentecostés, en que se coaguló y secó, dejando
manchado el corporal, que se venera desde entonces en ese lugar. En 1996, el Papa Francisco, entonces Arzobispo de Buenos Aires, fue testigo directo del
milagro acaecido en una Iglesia de la capital bonaerense. Alguien había abandonado una Hostia
consagrada, dejándola en un candelabro. El sacerdote, en lugar de
consumirla, decidió colocarla en un
recipiente con agua en el Sagrario de la capilla del Santísimo
Sacramento, esperando que se disolviera. Pero pocos días después, la Hostia se había convertido en una
sustancia sanguinolenta. Examinada científicamente, resultó ser una muestra de
un corazón humano vivo, sometido a estrés severo (traumatizado o
golpeado), que era imposible, científicamente, que se hubiera mantenido en agua
conservando sus células con vida. Tras los pertinentes estudios, concluyeron que las características de la sangre del
milagro de Buenos Aires, resultaban coincidentes con las de la sangre de la
Sábana Santa de Turín, del Santo Sudario de Oviedo, y de la también Hostia
sangrante del milagro de Lanciano (Italia).
PRODIGIOS
OBRADOS POR HOSTIAS CONSAGRADAS
LOS
SERES IRRACIONALES SE POSTRAN ANTE JESÚS SACRAMENTADO
En algunas
ocasiones, el Señor ha manifestado también su presencia real en la Eucaristía,
aunque en otras diversas formas que ahora veremos, y no ya para despertar a los dormidos o tibios, sino para desterrar las
herejías en que había desembocado la falta de humildad de algunos cristianos.
Tal era el caso de los patarinos
(como se denominaba a los cátaros en el Norte de Italia), que consideraban a la Eucaristía una simple cena
conmemorativa y sólo salieron de su error, cayendo de rodillas y
adorando con fe y amor a Jesús Sacramentado, gracias al Milagro de San Antonio
y la Mula, ocurrido en Rímini (Italia),
el año 1227. Disputando San Antonio de Padua con un miembro de
aquella secta, éste le pidió un milagro para crean en la presencia de Jesús en
la Eucaristía. A lo que el Santo respondió que eligiera el milagro que
quisiera. Fue así como se tuvo a una
mula tres días sin comer ni beber, y al tercero se la llevó a la plaza, para
ponerle delante la Eucaristía y una ración de cebada, de forma que,
dejando esta última la mula, tras haberla olfateado, y en habiéndole mandado
San Antonio, en nombre del Señor, que fuera a hacer reverencia a su Creador, se
volvió hacia donde estaba la custodia, y en manifiesta señal de adoración, dobló las rodillas delanteras, e
inclinó la cabeza ante nuestro Redentor. Casi huelga decir que el
hereje, confundido y evidentemente convencido, se arrodilló reconociendo también a Jesús en el Santísimo Sacramento.
LAS
FUERZAS DE LA NATURALEZA Y TODA CLASE DE PELIGROS SE DETIENEN ANTE JESÚS
SACRAMENTADO
En el
milagro de Stiphout (Holanda), 1342, la iglesia parroquial fue presa
de un incendio, y cuando un grupo de valientes feligreses, alertados por el
párroco, trataban de acceder al interior de la iglesia, escalándola y
valiéndose de una ventana que se abría sobre al altar, observaron maravillados,
que las llamas se habían detenido ante
el tabernáculo, dejando a salvo al Santísimo Sacramento. El milagro de Morrovalle (Italia), de 1560, consistió asimismo, en la preservación del Santísimo Sacramento en
el incendio que se declaró en la Iglesia de los franciscanos, donde fue
rescatada incólume entre los escombros, tras las siete horas que costó atajar
el incendio. El Papa Pío IV reconoció
la autenticidad del milagro, una vez constatado que no existía causa
natural que de otro modo explicara que la Hostia Santa se salvara. Se conservó
hasta 1560, en que se pierde su rastro. También el fuego protagonizó otro
milagro Eucarístico, mostrando como toda la naturaleza se rinde ante su Amo y
Señor. Ocurrió en Faverney
(Francia), en 1608. Eso fue en época calvinista, por lo que de
nuevo la herejía quedó en evidencia ante la Presencia real del Señor. Con
motivo de la Fiesta de Pentecostés,
los Monjes de la Abadía de Nuestra Señora la Blanca prepararon un precioso
altar de madera, que adornaron con flores. Retirándose a descansar, dejaron expuesto el Santísimo con dos
lámparas de aceite para iluminarlo y las puertas de la Iglesia abiertas.
Al día siguiente, se había declarado un incendio que amenazaba con destruir el
templo, pero observaron que el
Ostensorio con el Santísimo Sacramento se encontraba elevado y suspenso en el
aire, las llamas no lo tocaban y se inclinaban como en señal de reverencia. El
fuego se pudo sofocar, pero el Ostensorio seguía suspendido en el aire. Estuvo
así, durante 33 horas, hasta el momento de la Consagración en la misa
que se celebró el martes, en que descendió suavemente. También se salvaron del fuego, dentro de un tubo de cristal fijado
al Ostensorio, una reliquia de Santa Ágata, un pedazo de seda que envolvía la
reliquia, una proclamación de indulgencias por el Papa y una carta episcopal en
que la cera de la estampa se fundió y corrió sobre el pergamino, sin alterar el
texto. El milagro fue reconocido por la
Iglesia, a partir de los testimonios y relatos que se hicieron y la
Hostia se conserva perfectamente hasta hoy. También sobrevivió a un incendio la
Hostia consagrada del Milagro de
Pressac (Francia), 1643,
que habiéndose fundido el cáliz donde
se encontraba, fue ello de tal manera, que en su base se formó una bola con el
metal fundido, debajo de la cual permaneció protegido el Santísimo Sacramento.
Aquella Hostia fue consumida al día
siguiente, pero el Obispo de Poitiers, oídos los testimonios, autorizó
el culto a aquel cáliz milagroso con palabras muy acertadas y que sirven para
todos los milagros eucarísticos: “Los Misterios sagrados son incomprensibles si
es que el esplendor de la gracia no ilumina a los espíritus con el fin
de elevarlos a los altos conocimientos de los admirables efectos de la potencia
de Dios y para obligar a los hombres a adorarlo como a Él debemos, la bondad
inefable se manifiesta a veces en modo extraordinario obrando Milagros es la
Iglesia con el propósito de confirmar la fe católica y confundir los errores de
los espíritus infieles”.
Para
confusión de la herejía denominada albigense,
que rechazaba los Sacramentos, e igualmente por el necesario sometimiento de
toda la creación a Nuestro Señor, se produjo el milagro de Aviñón (Francia) de 1433. En esa fecha el Santísimo se encontraba perpetuamente
expuesto desde 1226, en la capilla de la Santa Cruz, junto al río
Sorgue, por decisión del Rey Luis VIII, jefe de las cruzadas, en reparación por
los sacrilegios que se habían venido cometiendo contra la Eucaristía. Habiéndose
desbordado el río de resultas de
unas fuertes lluvias, en 1433,
se produjo una gran inundación, por lo que los miembros de la Cofradía de
Penitente Grises, que custodiaban la capilla, se dirigieron a ella a remo en un bote, para salvar a la Eucaristía.
Cuando llegaron, el agua cubría la mitad de la puerta de la Iglesia, pero
abierta la puerta, encontraron que el pasillo, desde la puerta hasta el altar,
estaba completamente seco. El agua se
había acumulado formando paredes de agua a derecha e izquierda del pasillo, a
unos cuatro pies de altura, de forma que el Santísimo Sacramento permanecía
completamente seco.
HOSTIA
SANGRANTE EN GUADALAJARA
No fue ése
el único caso en que las aguas se
detuvieron ante Nuestro Señor. El 31 de enero de 1906, en San Andrés de Tumaco
(Colombia), el Santísimo Sacramento se puso al frente de toda la población, que
atemorizada por los signos de un tsunami que se avecinaba, recurrió a la
Iglesia con el fin de organizarse en procesión,
en la cual llevaron también las imágenes de los santos, para detener el
desastre que se abalanzaba sobre la ciudad. Y cuando la ola gigantesca
que se había formado avanzaba hacia la playa donde se encontraban reunidos, el sacerdote que encabezaba la procesión se
puso al frente de las aguas, levantó la Sagrada Hostia y trazó con ella en el
espacio la señal de la Cruz. La ola avanzó para estrellarse contra el
sacerdote, pero alcanzándole sólo hasta la cintura, para continuar con
un movimiento de retroceso hacia el mar, que recuperó su nivel. El anterior
recuerda al milagro de Canosio
(Italia), 1630, coincidiendo con
el auge de la herejía calvinista. El río Maira se desbordó y arrastrando
grandes rocas, se dirigía con la fuerza
de las aguas hacia el pueblo. El párroco propuso a sus habitantes, rogar al Señor que les salvara de aquella
amenaza y hacer voto de agradecerlo cada año al Santísimo Sacramento. Así
lo cumplieron, mientras que el párroco, por su parte, llevó la custodia en procesión al torrente, donde impartió la bendición
con el Santísimo. Punto en que el nivel de las aguas recuperó la normalidad. En
1631, Dronero (Italia), un incendio avanzaba sobre la población, causado
por la imprudencia de una joven, que había
prendido fuego a unas pajas, y el viento lo había avivado, dirigiendo
hacia las casas de un barrio de la localidad. Como sea que el fuego no podía
ser controlado, pese a los vanos intentos que en ello se emplearon, un padre
capuchino tuvo la idea de recurrir al Santísimo
Sacramento, llevándolo en
procesión hasta donde las llamas seguían avanzando. Fue así como se las pudo
detener, ante la maravilla y el júbilo de todos. En 1656, Cava dei Tirreni (Italia), sus
habitantes fueron librados de la amenaza de la peste, que ya se había cobrado
numerosas víctimas entre la población, mediante la bendición impartida con el
Santísimo Sacramento desde la cima del monte Castillo, donde y a cuyo
efecto el párroco, movido por una gran fe, lo había conducido en procesión. También
Jesús Sacramentado salvó a los habitantes de Morne-Rouge (Isla Martinica), en mayo de 1902, de una erupción volcánica que amenazaba acabar en
catástrofe. Con este fin, se reunieron para orar en la iglesia parroquial,
donde el sacerdote expuso al Santísimo,
impartió la absolución general, pues muchos deseaban confesarse, y
distribuyó la Santa Comunión. Durante la adoración, una mujer alertó a los presentes de que la imagen del Sagrado Corazón de
Jesús, rodado de espinas, estaba en la Hostia consagrada expuesta y así
pudieron verlo todos, hasta su reserva. Aunque en agosto del mismo año,
otra erupción volcánica destruyó aquel pueblo, cobrándose a sus habitantes por
víctimas, se cree que murieron en
gracia de Dios, por haberse reconciliado con el Señor en el episodio
volcánico del mes de mayo referido. En el milagro de Asís (Italia), 1240,
Santa Clara, libró a las hermanas de su
comunidad, de la amenaza de lo soldados sarracenos que habían llegado
hasta el claustro del convento, y lo logró alzando frente a los soldados el Santísimo Sacramento, al tiempo
que imploraba de Éste el auxilio inminente que necesitaban. Desde el tabernáculo pudo oírse una voz que
decía “Yo te protegeré siempre”, y a la petición de la Santa, de que protegiera
también la ciudad, añadió, “tendrá que soportar
dificultades, pero será defendida por mi protección”. Fue así como los soldados retrocedieron,
abandonando el convento. En igual desafío
a la ley de la gravedad que hemos visto en el milagro de Faverney,
y demostrando nuevamente lo que ya sabíamos por las Escrituras y su
cumplimiento, de que Cristo no está sujeto a ley alguna, y para Dios no hay
nada imposible, se produjo el milagro
de la Beata Imelda, quien de muy corta edad, recibió la Comunión en el
monasterio de Val di Pietra
(Italia) mucho antes del tiempo establecido en aquella época por la Iglesia,
debido a que Jesús Sacramentado se
manifestó suspendido en el aire sobre la pequeña, en señal de querer unirse a
ella, como la niña deseaba y como así se cumplió, en el año 1333. La niña murió seguidamente, de amor a Jesús, como había presentido
y su cuerpo se venera, incorrupto, en la Iglesia de San Segismundo, en Bolonia.
En 1848, Italia, San Juan Bosco
estaba celebrando una misa a la que asistían 360 jóvenes, cuando se dio cuenta de que sólo tenía ocho Hostias.
Sin embargo, con ellas pudo dar la Comunión a todos, en una manifiesta y
bellísima multiplicación milagrosa en la que Jesús como en el Evangelio, quiere
que todos se sacien y en este caso no ya de simple pan, sino de Sí mismo. En el
milagro de Scala (Italia), 1732, numerosos testigos que los
jueves hacían adoración ante el Santísimo Sacramento, en el Monasterio del Santísimo
Redentor, contándose entre ellos a San
Alfonso María de Ligorio, cofundador del monasterio, pudieron ver en la Hostia expuesta, durante
tres meses, signos diversos de la Pasión de Nuestro Señor.
EL
PECADO EXPULSA A JESÚS SACRAMENTADO DE LOS CORAZONES ENDURECIDOS
En la
categoría de prodigio se incluye también el que sigue ahora, ocurrido con
motivo de sacrilegio. En Mogoro
(Italia) 1604, dos hombres que estaban en pecado mortal y
que eran conocidos públicamente por llevar una vida disoluta, fueron a misa el
lunes de Pascua y se dispusieron a recibir la comunión cuando se vieron forzados a escupir la Hostia, al
sentir que les quemaba. Las dos Hostias dejaron su huella impresa en el suelo,
sin que pudiera ser borrada, por lo que se optó por separar del suelo el trozo
de piedra que contenía las huellas y custodiarlo debidamente y de modo que
pudieran verlo los fieles. Dios antes ablanda una piedra, que el corazón
endurecido por el pecado.
EL
MILAGRO DE LA CONSERVACIÓN DE LAS HOSTIAS CONSAGRADAS
En casi
todos los casos que hemos recogido, de transustanciación visible, se habla también de milagro de conservación
de las Hostias que protagonizaron los milagros, pero ¿es acaso extraño o
sorprendente, que el Pan del Cielo, en que Jesucristo se hace presente para
llevarnos a la vida eterna, que nos da la vida eterna, se deteriore como
materia corruptible. Si creemos en las palabras de Jesús, que es la Verdad y la
Vida, el milagro no consiste pues en la conservación, que es la consecuencia
lógica y material de lo que nos ha dicho en el Evangelio, sino que debemos ver el milagro en la Eucaristía misma
y sus efectos en nosotros por la Sagrada Pasión de Nuestro Señor. Otro
milagro que sólo lo es de conservación, con las reservas que acabamos de
indicar nos merece el calificarlo de milagro por sí mismo, pues no hay en él
más ni mejor milagro, que el mismo Jesús Sacramentado, es el del Santísimo
Misterio del Monasterio de San Juan de
las Abadesas (España), donde la obra escultórica de “El descendimiento de la Cruz”, alberga desde el sigo XI, intacta la Hostia
consagrada en 1251, fecha en que se creó la obra, y que fue encontrada
casualmente en 1426, con motivo de unos trabajos de restauración, en la
cavidad de seis centímetros de diámetro que el escultor había abierto a tal
fin, en la frente de la estatua que representa a Jesús Crucificado. En 1597, en Alcalá de Henares (España), se registra otro milagro del mismo
tipo que el anterior y sin haber transcurrido tantos años desde la consagración
de las Hostias santas implicadas. Recuperadas
unas Hostias sustraídas por un sacrílego, que se arrepintió y confesó su
pecado, descartaron consumirlas por miedo a que pudieran estar envenenadas, dejándolas custodiadas a la espera de que se
disolvieran de manera natural. No lo consiguieron y además las
sometieron durante un tiempo a las mismas condiciones que unas hostias no
consagradas, observando que estas últimas sí se deterioraron. En 1936, el contexto socio-político motivó
que unos sacerdotes escondieron (se desconoce dónde) las Hostias
denominadas del prodigio, con el fin de protegerlas, sin que hayan aparecido
hasta la fecha. En 1907 en Silla (España), unas Hostias
consagradas fueron sustraídas y encontradas dos días después ocultas bajo unas
piedras. En 1934, se constató también
como milagro su perfecta conservación, cuyos documentos que lo
certificaban se destruyeron en un incendio del palacio arzobispal, provocado
dos años después por anarquistas o comunistas. En 1982 se inició un proceso canónico para decretar oficialmente y
mantener el culto a aquellas Hostias del milagro, que todavía se conservan.
MILAGRO
EUCARÍSTICO DE LANCIANO
LA
EUCARISTÍA SIRVE A LA SALUD DE ALMA Y CUERPO
Que el
Milagro está en la Eucaristía y no en las manifestaciones visibles y
extraordinarias de la misma, lo muestra si cabe más claramente el llamado
milagro de Montserrat (España)
de 1657, en que una niña encargó
en el Monasterio, tres misas para su padre, para liberarle del purgatorio. La niña tuvo visiones durante las tres
celebraciones eucarísticas, en las que su padre estaba presente, primero
envuelto en llamas (las cuales pudieron ver igualmente los monjes, cuando
mandaron a la niña que acercara a ellas un pañuelo), después liberado de ellas
pero todavía no plenamente purificado y finalmente vestido de blanco subiendo a
cielo tras la tercera misa. Los extraordinarios efectos de la Sagrada
Eucaristía, han podido ser constatados también entre los vivos, como es el caso
del milagro de La Rochelle
(Francia), 1461, ocurrido en
Iglesia de San Bartolomé, durante la Pascua. Una mujer se llevó a misa a su hijo de 12 años, mudo y paralítico desde
los 7, a causa de un grave accidente. El chico hacía señas para indicar
que deseaba comulgar, y al
principio el sacerdote se mostraba contrario porque al ser mudo el chico, no
podía recurrir a la confesión. Sin embargo, era tal la insistencia suplicante
de aquel pobre desgraciado, que el sacerdote accedió. Y fue entonces que,
sacudiendo al muchacho la fuerza del Señor, recuperó el movimiento y el habla, diciendo: “auditorium
nostrum in nomine Domini”. No es menos milagro, aunque simple
manifestación del milagro de la Eucaristía, el de las estigmatizadas Marthe Robin (francesa, 1902-1981) y Teresa
Newmann (alemana, 1898-1962), que habiéndose ofrecido al Señor para salvar a
los pecadores, se alimentaron exclusivamente con la Eucaristía durante varios y
largos decenios de su vida. La primera sin poder deglutir ningún otro alimento,
por una enfermedad neurológica, que aceptó como participación en la Pasión del
Señor, y la segunda en un ayuno voluntario. El Jesuita Carl Sträter, que por encargo del Obispo de Ratisbona
estudió la vida de Teresa Newmann,
declaró que el significado de su ayuno había sido el de “demostrar a los
hombres de todo el mundo, el valor de la Eucaristía, haciéndoles
entender que Cristo está verdaderamente presente bajo las especies del pan y
que a través de la Eucaristía se puede conservar la vida física”, cumpliéndose
de este modo, como ya observó el Padre que le daba la comunión todos los días,
lo que dice Jesús en el Evangelio: “mi Cuerpo es verdadera comida y mi Sangre, verdadera bebida”.
MILAGROS
DE VISIONES DEL NIÑO JESÚS Y DEL ROSTRO DEL REDENTOR EN LA EUCARISTÍA
En algunas
ocasiones, es el Niño Jesús el que se ha dejado ver en la Eucaristía. El primer
caso que se conoce data del siglo
III-IV y se sitúa en Scete
(Egipto). Uno de los padres del
desierto creía y sostenía que el pan de la Eucaristía era sólo un símbolo,
y cuando los restantes monjes trataron de corregirle, contestó que sólo les
creería si ocurriera algo que le convenciera. Sus compañeros monjes dijeron que
rezarían por esa intención y fue así cómo, durante una misa, todos pudieron presenciar que, durante la
consagración, un ángel del Señor inmolaba y partía al Niño Jesús. Además al
monje descreído se le dio, para comulgar, la carne empapada en sangre.
Al punto en que dijo, “creo Señor”, la carne volvió a tomar la apariencia de pan. El 3 de mayo (festividad de la Santa Cruz) de
1231, en Caravaca de la Cruz (España), el rey moro a quien un sacerdote
católico había ido a predicar el Evangelio, se interesó por conocer de primera
mano lo que era una Misa y encargó que se celebrara una en su presencia. Traído
todo a palacio para celebrar el Santo Misterio, el sacerdote echó en falta la
cruz en el Altar, y en habiéndoselo dicho al rey, éste le advirtió si no sería la que, de repente, dos ángeles trajeron ante la
presencia de todos. Además, el rey, premiado sin duda por buscar a Dios
de buena voluntad, tuvo el privilegio
de ver al Niño Jesús en el lugar de la Hostia durante la consagración,
de modo de que se convirtió al cristianismo, junto con toda su familia. En Dijon (Francia), el día de Pascua de 1254, mientras el sacerdote
estaba distribuyendo la comunión a los fieles en la Iglesia de San Amado, le cayó una Hostia y al ir a recogerla, vio
que se alzaba sola en el aire para posarse en el purificador, donde se
transformó en el bellísimo Niño Jesús. El Obispo de Cambrai, cuando supo lo
ocurrido, pidió que se le mostrara la Hostia, en la certeza y la fe
(incluso al percibir que se trataba a primera vista de una Hostia consagrada en
su apariencia habitual), de que, si otros habían podido ver el prodigio, él
había de poder también. Estaba en este pensamiento cuando pudo ver en la Hostia el rostro de Cristo
coronado de espinas, del cual caían dos gotas de sangre. En la
revolución francesa desapareció la Hostia, pero en octubre de 1854, el párroco de la Iglesia de San Pierre,
la encontró en una caja de madera, bajo el Cristo del altar de los difuntos,
con una carta, datada del 5 de enero de 1793, que decía: “Yo, el que escribe, canónigo de la insigne iglesia
colegial de San Amado, doy fe que ésta
es realmente la verdadera Hostia del Santo Milagro que yo he rescatado
ante del peligro inminente de la profanación y que felizmente la he conservado.
La he conservado en esta píxide y he dejado este testimonio escrito de mi
propio puño y letra para los fieles que la descubrirán en un futuro próximo”.
TAMBIÉN
APARECIÓ EL NIÑO JESÚS EN LA EUCARISTÍA, EN EL BELLÍSIMO MILAGRO DE MONCADA (ESPAÑA), EN 1392.
Un sacerdote se atormentaba con la duda de que hubiera sido válidamente
ordenado, y en
consecuencia, de que estuviera realmente administrando los sacramentos a los
fieles que tenía encomendados. Sus dudas eran más que razonables, porque el
Obispo que le consagró, había sido
ordenado por el antipapa Clemente VII, elegido por los cardenales
franceses para sustituir por la fuerza de las armas, aunque sin éxito, al Papa
auténtico, Urbano VI. El cisma se había producido con el fin de mantener la
sede papal en Aviñón. Pedía pues a Dios, el pobre sacerdote, que le diera algún
signo para sacarle de la duda. Esto sucedió el día de Navidad del expresado
año, en que una niña de cinco años, que sería después Santa Inés, refirió a su madre que quería quedarse a
jugar con el Niño que el sacerdote había tenido en sus manos durante la
elevación. Al día siguiente, la pequeña vio lo mismo, por lo que su
madre lo contó al sacerdote al terminar la misa. El sacerdote habló con la
niña, que se mantenía firme y clara en describir lo que había visto, pero aún
optó por una última prueba que le confirmara la señal. Se le ocurrió mostrar a la niña dos Hostias, primero una
consagrada y luego otra que no lo estaba, y elevando ambas, preguntó a
la niña lo que veía. La pequeña dijo
ver al Niño Jesús en la consagrada y en la otra un pequeño disco blanco.
No hace falta referir la alegría y emoción que tuvo aquel sacerdote. En Eten (Perú), 1649, se dejó ver
igualmente el rostro resplandeciente del Niño Jesús, mientras estaba expuesto
el Santísimo para la adoración, con motivo del Corpus, y cuando ya se
iba a proceder a la reserva. Algunos
días mas tarde, volvieron a ver al Divino Niño en la Hostia consagrada,
además de tres corazones blancos unidos entre sí, como símbolo de la Santísima
Trinidad. Se ha tenido noticia de la reciente aparición del rostro de Jesús en la Sagrada Forma durante la elevación,
en Kerala, India, lo cual la
Iglesia investiga por ahora con gran reserva. También en India, en Chirattakonam, en 2001 el sacerdote y los fieles que
estaban en adoración pudieron
contemplar el rostro de Jesús en la Hostia consagrada, expuesta en la custodia.
Cuentan que, precisamente, ese día tenían previsto leer en la adoración, el
capítulo 20 del Evangelio de San Juan, sobre el encuentro de Tomás con Jesús resucitado. En Burdeos (Francia), 1822, tras impartir el sacerdote la
bendición con el Santísimo a los fieles que estaban en adoración, todos pudieron ver al Señor durante veinte
minutos bendiciéndoles en la Hostia. El Arzobispo de Burdeos aprobó el
hecho tras oír a los testigos y hoy en
esa capilla, conocida como Capilla del Milagro, se venera como reliquia
la custodia de la aparición. En Les
Ulmes (Francia), 1688
ocurrió algo similar al caso anterior. Estando expuesto el Santísimo Sacramento
y en el momento en que el sacerdote incensaba la custodia y entonaba la estrofa
del Pange Lingua “Verbum caro Panem verum”, apareció Jesucristo en la Hostia, en la forma
de un joven con el rostro luminoso, el pelo castaño que le caía sobre
los hombros, con una mano sobre la otra y una túnica blanca. Se dejó ver así durante un cuarto de hora
ante todos los presentes. Temiendo y con el fin de evitar una
profanación de la Hostia durante la revolución francesa, el entonces vicario la
consumió. En Saint-André de la Réunion
(Isla de la Réunion), 1902, tras
la adoración de las cuarenta horas, el párroco celebraba misa, cuando en el
momento de la elevación, vio una aureola
luminosa alrededor de la custodia. Al tiempo de la comunión, pudo ver en la custodia el rostro de Jesús
coronado de espinas, con la mirada baja. Tras la celebración, el
sacerdote mandó a los chicos más mayores del coro, que fueran al altar a mirar
la custodia y volvieron corriendo, con la noticia de lo que también ellos
habían acabado de ver. La noticia se difundió y muchos otros fueron testigos de
la misma visión. La cual, después, se
mudó en un rostro de Jesús ya no coronado de espinas, y posteriormente en un
crucifijo. Tras la bendición eucarística, las visiones desaparecieron.
MILAGRO
EUCARÍSTICO DE VILAKKANNOOR
EL
PODER Y LA INDELEBLE PRESENCIA DE JESÚS EN LAS HOSTIAS CONSAGRADAS
EL
SANTÍSIMO SACRAMENTO SE CONDUCE A BORDO DE UNOS PECES
A veces, el
milagro eucarístico ha consistido en que, sacada la Eucaristía de su lugar y
destino natural, ya fuera por accidente, o profanada por la maldad e ignorancia
de algunos hombres, se ha revelado de
forma extraordinaria en lugares inhóspitos, o indignos de albergar al Señor,
para ser devuelta al lugar y culto que le es debido. Y es que Dios no puede permanecer oculto en el mar, o
bajo la tierra, o escondido en cualquier rincón. Como dice el Evangelio,
“¿acaso se trae la luz para ponerla debajo del
celemín o debajo de la cama? ¿No es acaso para ponerla en el candelero?” (Marcos 4, 21-25). Así lo muestra el Milagro de los Peces de Alboraya (España), datado de 1348, en que, por un accidente, las
aguas crecidas de un barranco arrebataron a un sacerdote las Hostias consagradas que llevaba a Almácera,
donde se le había requerido su presencia. Tras larga y afanosa búsqueda, fueron
halladas las Sagradas Formas en el punto en que el barranco desembocaba en el
mar, en la boca de tres grandes peces
que las mostraban, poniéndolas a disposición de quienes las buscaban.
EL
SANTÍSIMO SACRAMENTO SE HACE PRESENTE CON LA LUZ DE DIOS
Dentro de la
misma categoría de milagro que el anterior, se cuenta el de Patierno (Nápoles), de 1772. Un copón fue sustraído de la
Iglesia de San Pedro Apóstol y las Hostias consagradas que contenía fueron
enterradas bajo estiércol, en unos terrenos del Duque de Grottolelle. Fueron encontradas un mes más tarde, por el
resplandor que emitían, que intrigó a su casual descubridor. Estaban
intactas, lo cual se constató que era científicamente
inexplicable en esas circunstancias. San Alfonso María de Ligorio, entonces obispo, certificó la
autenticidad del milagro. Por lo mismo, aunque se dice que en 1978 fue robado
el relicario del milagro de Patierno, y ya
no se recuperaron las Sagradas Formas, no se debería descartar y sobre
esto abundamos más adelante, que hubieran desaparecido de manera sobrenatural.
EL SANTÍSIMO SACRAMENTO SE
HACE PRESENTE DONDE SEA QUE LE QUIERAN, SIN QUE NADA PUEDA IMPEDIRLO NI
DESTRUIRLO
En 1125, en Bettbrunn (Alemania), un piadoso campesino muy devoto del
Santísimo Sacramento, se encontraba con el inconveniente de tener que
desplazarse una larga distancia para asistir a la Iglesia parroquial, en
Thollig. Por ello, resolvió sustraer
una Hostia consagrada y le hizo una pequeña cavidad en su bastón de pastoreo,
donde la adoraba arrodillado largas horas, clavado el bastón en tierra, en su
granja. Un día, le cayó accidentalmente
la Hostia en tierra y de allí no la pudo mover, de lo mucho que pesaba.
Recurrió a un sacerdote de la parroquia, que tampoco consiguió levantarla y así
fue cómo se llamó al Obispo de Regensburg, que sólo pudo recoger la Hostia después de prometer que se construiría una
capilla en ese lugar, que es la Iglesia de San Salvador. En 1333 se declaró un incendio en el que la
Hostia del milagro se dice fue destruida. Se dice esto y podemos
dudarlo, no sólo por los casos documentados en que el Santísimo Sacramento ha
sido milagrosamente preservado del fuego, sino por la realidad misma de que
Dios no puede ser destruido por nada, aunque sí puede aparecer y desaparecer
donde sea y de la forma que sea. Idénticas reflexiones nos merece el milagro de
Milsnack (Alemania), en 1383, donde precisamente tres Hostias consagradas, de las que emanaba
sangre, fueron lo único que quedó del saqueo e incendio de la ciudad por
Von Bülow. Hostias que, sin embargo, fueron supuestamente destruidas en otro
incendio en 1522. Que difícilmente se puede creer que unas Hostias consagradas
hayan podido destruirse en un incendio, y que en su lugar es más razonable y
lógico pensar que desaparecieron por obra de Dios, volviendo al seno de Dios,
lo corrobora, además, lo sucedido en el milagro de Erding, (Alemania), en 1417.
Un campesino que no lograba salir de la pobreza pese al esfuerzo con que
trabajaba, contemplaba la riqueza de su vecino, que se dedicaba a lo mismo. Le
preguntó un día que hacía para ganarse tan bien la vida y contestó que la razón
estaba en tener al Santísimo Sacramento
en su casa. Con la idea de imitarle, el campesino pobre fue a comulgar
un Jueves Santo y en lugar de consumir la
Hostia la guardó para llevarla a su casa. Parece ser que durante el
camino ya se había arrepentido, pero la
Hostia le resbaló de las manos y se elevó en el aire sin que pudiera volver a
sujetarla. Avisó de lo ocurrido
al párroco, que intentó también recuperar la Hostia, cogiéndola de donde
se había apoyado momentáneamente, emitiendo una intensa luz, pero la Hostia
volvió a elevarse en el aire y desapareció. Tampoco el Obispo tuvo mejor
suerte, por lo que finalmente resolvieron construir en ese lugar una capilla
que luego fue un Santuario, denominado de la Preciosísima Sangre.
EL
SANTÍSIMO SACRAMENTO SE DEJA MALTRATAR, PERO NO DOMEÑAR, PARA LA CONFUSIÓN Y
CONVERSIÓN DE LOS PROFANADORES
También se
elevó por sí sola la Hostia consagrada del milagro de París (Francia), de 1290.
Un descreído que demás tenía gran odio a la religión católica, hurtó el Domingo
de Pascua una Hostia consagrada y con la intención de profanarla, la apuñaló
primero, brotando de ella la Sangre del Redentor en abundancia, Produjo espanto
del profanador, que intentó echarla al
fuego, sin éxito, porque la Hostia se elevó, y luego quiso echarla en agua
hirviendo, sin conseguirlo tampoco, quedando suspendida la Hostia en el aire en
forma de crucifijo. Finalmente,
la Hostia quiso posarse en la olla de una devota parroquiana de
Saint-Jeane en Grève, que la llevó a la iglesia de esa localidad. Allí se
conservó en un relicario, hasta que se perdió su rastro durante la revolución
francesa. La casa del profanador se convirtió en oratorio por una Bula de
Bonifacio VIII. Más imponente, si cabe, fue el milagro de Turín (Italia) de 1453, en que un soldado robó la custodia, con la Hostia consagrada de una Iglesia en
Eixelles, y se llevó ambas en un saco, el cual cargó en un mulo. Llegando
a la Plaza Mayor de Turín, cerca de la entonces Iglesia del Espíritu Santo, el
mulo cayó al suelo, de forma que el saco quedó abierto, abriéndose paso por la abertura la custodia con la Hostia, para elevarse
más allá de la altura de los edificios donde quedó suspendida. Convocado
el Obispo para verlo, se postró en actitud de adoración y oró diciendo “quédate con nosotros Señor”, momento en que la custodia cayó al suelo, liberando la Hostia, que
resplandecía entonces en el aire. Alzó
el Obispo un cáliz y la Hostia se posó graciosamente en él. La Hostia de
dicho milagro se conservó hasta el siglo XVI, en que la Santa Sede ordenó
consumirla, con el argumento de no tener que obligar a Dios a seguir
conservándola. También se elevaron y quedaron
suspendidas en el aire, las Hostias del Milagro de Volterra (Italia), 1472, cuando un soldado florentino, se
llevó varios objetos sagrados de la Catedral, incluyendo el recipiente donde se
guardaban las Hostias consagradas. Al salir del templo, lo arrojó con las
Hostias, contra una pared. Fue en ese momento que las Hostias se alzaron, emitiendo una fuerte luz, para la sorpresa
del soldado, que se arrepintió sinceramente. En el milagro de Amsterdam (Holanda), 1345, un feligrés
gravemente enfermo recibió la comunión en su casa y poco después tuvo un acceso de vómito. La mujer que
lo atendía, tiró todo lo que el enfermo había expulsado al fuego de la chimenea
y al día siguiente observó, para su asombro y el de los testigos convocados
para verlo, primero, que de la chimenea
emanaba una luz, y después, que una Hostia estaba suspendida en su interior.
Llevada a la iglesia la Hostia para darle el culto debido, la Hostia se empeñaba en hacerse presente
nuevamente en aquella chimenea, por lo que optaron por construir allí
una capilla. Esto nos hace pensar que todo lo que ha estado en contacto con
Nuestro Salvador, queda santificado por dicha maravillosa Presencia, de forma
que no puede dejar de recibir también el culto que por eso le es debido. En
1452, un incendio destruyó aquella capilla, quedando intacta sin embargo la custodia con la Hostia consagrada. Fue
cuando la trasladaron a otra capilla, que desapareció, creyéndose que fue
robada.
MILAGRO
DE LOS PECES DE ALBORAYA
LA
PRESENCIA DEL SEÑOR PERDURA EN LAS ESPECIES CONSAGRADAS, CUALQUIERA QUE SEA LA
SUERTE DE ÉSTAS, SIN QUE PUEDA PERMANECER IGNORADA
También tuvo
que ver con el fuego y con la presencia indestructible del Señor en el
Santísimo Sacramento, que es lo que a su vez explica los denominados milagros
de conservación a que nos hemos referido anteriormente, el milagro de Alkmaar (Holanda), 1429. Un sacerdote optó por quemar un trozo de la casulla que se le había
manchado con la Sangre del Redentor, al derramar sin querer el vino ya
consagrado en la que fue su primera misa. Sin embargo, para su sorpresa,
observó que la casulla, remendada en el
trozo que se había manchado, apareció nuevamente con la mancha. Parece,
pues, una clara llamada de atención del
Señor sobre la reverencia y adoración que debe observarse ante su
Presencia en las especies consagradas, de forma que, aun tratándose de un
accidente el vertido del vino consagrado, no es posible ni cabe pretender “borrar” o “eliminar” la
Sangre, sino el venerarla adorando en Ella al mismo Señor. El sacerdote y el
párroco de la Catedral fueron a contarlo al Obispo de Utrech, llevándole la
casulla. En 1433, tras las investigaciones pertinentes, se autorizó el culto a
aquel milagro y la casulla se conserva
en la Catedral de San Lorenzo, en un relicario con la forma de un ángel.
Al igual que en el milagro anterior, en el de Boxtel-Hoogstraten (Holanda), 1380, un sacerdote que derramó accidentalmente el vino consagrado,
manchando el corporal y el mantel del altar, quiso “eliminar” en vano la Sangre de
nuestro Señor esta vez lavando las telas manchadas. Viendo que no lo
conseguía, las escondió en una maleta, debajo de su cama, hasta que lo confesó
poco antes de morir. En 1652, aquellas sagradas reliquias fueron llevadas a
Hoogstraten, en la frontera con Bélgica, para protegerlas de las luchas
religiosas, pero en 1924, el corporal
regresó a Boxtel, donde actualmente se venera. Relacionado con la misma
idea de los dos milagros anteriores, está del milagro de Gruaro –Valvasone, (Italia), de 1294, pues una mujer se disponía a lavar el mantel del altar de la
Iglesia de San Justo, cuando vio que se
manchaba todo de Sangre y que Ésta procedía de una Hostia,
(evidentemente consagrada), que había quedado inadvertida en el mantel. Este
mantel se conserva en un relicario en la Iglesia del Santísimo Cuerpo de Cristo
en Valvasone. Que Dios, aunque siempre presente, puede aparecer y desaparecer
como quiere y donde quiere, sin quedar sujeto a nada ni a nadie, haciendo
cualquier prodigio donde se encuentra, sin que su Presencia pueda pasar
desapercibida, lo muestra el curioso y también precioso milagro de Kranneburg bei Kleve (Alemania),
ocurrido en 1284. Un aldeano que
había ido a comulgar, no pudo deglutir
la Hostia consagrada, según parece por alguna enfermedad. De forma que
se le ocurrió nada mejor que arrojar la Hostia a un árbol. Arrepentido después,
lo confesó al párroco y se buscó la Hostia sin encontrarla. Cuando algunos años más tarde se cortó el
árbol, al hacerlo cayó al suelo un crucifijo de madera que se conserva y
venera en la Iglesia de San Pedro y San Pablo. En Weiten-Raxendorf (Austria, 1411),
un ladrón se llevó una Hostia
consagrada, pero mientras se alejaba a caballo, en determinado momento,
el animal se detuvo sin querer avanzar y distraído el ladrón en hacerlo
galopar, lo cual hizo el animal repentinamente, no advirtió que la Hostia le cayó al suelo. Allí la
encontró una vecina de la zona, entre unas matas y en el centro de una potente
luz. La Hostia estaba partida en dos
fragmentos, unidos sólo por unos filamentos de carne ensangrentada. En
ese lugar se erigió una capilla y más tarde una iglesia, que todavía custodia
la Santa Reliquia. En 1533, Ponferrada (España), un feligrés tuvo
y cayó en la tentación de llevarse un tabernáculo de su parroquia, porque deseaba quedarse con la cajita de plata que
contenía y en la cual se guardaban las Hostias consagradas. Como el
tabernáculo, de madera, le pareció sin ningún valor, pensó arrojarlo al río,
pero cuando fue a hacerlo no pudo, ya que en ese momento se le hizo extrañamente pesado. Lo llevó pues a su
casa, donde durante la noche, su mujer
vio que salían unos rayos de luz. Con el fin de no ser descubierto, el
autor del robo decidió deshacerse del tabernáculo y las Hostias, abandonándolos
entre unas ruinas, en un campo denominado del Arenal. Allí fueron encontrados debido a las luces que emitían las Hostia y a
unas palomas que sobrevolaban el lugar. El autor del sacrilegio lo
confesó finalmente, al no poder soportar los remordimientos. Algo parecido
ocurrió en el milagro de Siena (Italia),
en cuya Iglesia de San Francisco, en el año 1730, unos ladrones se llevaron un copón con más de tres centenares de Hostias consagradas preparadas para
la Misa de la Asunción, las cuales se encontraron tres días más tarde en
otra iglesia vecina, Santa María de Provenzano, en la caja de los pobres, donde un feligrés había visto algo blanco que
brillaba. Se han conservado
intactas hasta hoy, habiéndose ello verificado a través de estudios
científicos, el penúltimo de ellos en 1914, por encargo del Papa Pío X, y en
los que se han comparado sus condiciones de preservación con hostias no
consagradas, que sí sufrieron deterioro, por lo que se habla nuevamente, y como
no podría ser de otra manera, de un milagro continuo de preservación. Las Hostias
del milagro se exponen públicamente, entre otras ocasiones, el 17 de cada mes, para conmemorar el
día de 1730 en que se encontraron. El día de Corpus Christi son llevadas en
procesión por las calles de Siena. En 1824,
Onil (España), otro ladrón se llevó varios objetos
sagrados de la Iglesia, donde había sido monaguillo, y cuando intentó venderlos
fue descubierto, pero no consiguieron que revelara qué había hecho con la
Custodia y el Santísimo Sacramento. Éstos fueron encontrados casualmente
algunos días más tarde, abandonados en un campo de cultivo del pueblo vecino,
Tibi, desde donde fueron devueltos a Onil, para recibir allí el culto y la
veneración debidos. Más de cien años
más tarde, en 1843, la Iglesia, verificando la incorruptibilidad de aquella
Santa Hostia profanada, confirmó la autenticidad del milagro. La Hostia
declarada milagrosa se conserva todavía hoy y venera en la Iglesia de Santiago
Apóstol de Onil.
JESÚS
SACRAMENTADO SE ZAFA DE SUS PROFANADORES
Otro milagro
derivado de haber sido profanado Jesús Sacramentado, fue el de Santarém (Portugal), 1247, reconocido por la Iglesia tras
varios estudios e investigaciones canónicas. Una mujer recurrió a una hechicera
para recuperar a su marido, que la engañaba, y a tal efecto, se le mandó que llevara a la hechicera una
Hostia consagrada. Habiendo obtenido ésta tras sacársela de la boca al
recibir la comunión y habiéndola
ocultado en el pañuelo de su cabeza, la Hostia sangró por el camino.
Asustada la mujer, escondió la Hostia en un baúl de su habitación. Pero estando
acostada con su marido, y en plena oscuridad, salieron brillantes rayos haciendo que la pareja se despertase. Al
parecer, vieron también ángeles
adorando la Hostia sangrante. La mujer confesó su pecado a su esposo y
arrepentidos los dos, se pasaron el resto de la noche arrodillados en adoración
y reparación ante la Hostia Santa. Al día siguiente, se lo contaron al
sacerdote de la parroquia, donde regresó la Hostia en solemne procesión. La Hostia continuó sangrando durante tres
días y todavía sangrando se colocó en un relicario de cera de abeja dentro del
tabernáculo. Allí permaneció
hasta que en 1340 se produjo un segundo milagro. El envase de cera se
había roto en pedazos y en su lugar había
un envase de cristal que contenía la sangre de la Hostia mezclada con la cera,
en signo que se atribuye a manifestación de la indisolubilidad del matrimonio.
Se ha conservado hasta hoy, con la sangre en estado líquido, en un trono
eucarístico en el altar mayor. El milagro de Alatri (Italia), 1228
fue como el de Santarén en sus circunstancias esenciales y consta que tanto la joven que trataba de recuperar el
amor de su novio, como la hechicera que le pidió una Hostia consagrada, se
arrepintieron de su fechoría. El
Papa Gregorio IX, en respuesta al Obispo de Alatri, otorgó el perdón a ambas
mujeres, considerando que el episodio había redundado en desmentir las
herejías que negaban la transustanciación.
MILAGRO
DE SAN ANTONIO Y LA MULA
Parecido a
los anteriores es el Milagro de Offida
(Italia), 1273, pues una mujer,
para recuperar el afecto de su marido recurrió
también a una hechicera, de forma que, siguiendo las indicaciones de
ésta, tras sustraer una Hostia consagrada, la puso al fuego sobre una teja con
la intención de pulverizarla y así servirla a su marido, mezclada con la
comida. Pero advirtió que la Hostia se
convertía en carne que sangraba y asustada, envolvió la teja con la
Hostia en una tela de lino, para enterrarla después en el establo, bajo el
estiércol. Cada vez que la mula del
marido entraba allí, se postraba de rodillas, mirando hacia el lugar donde
estaba escondida la Hostia, en un nuevo milagro de sometimiento de toda
la creación al Redentor. Al cabo de
siete años, la mujer no pudo más con el remordimiento y confesó,
desesperada, “que había matado a Dios”. Fue así como se recuperó aquella Sagrada Hostia,
que con la tela y la teja se conservan en la Iglesia de San Agustín, en Offida,
en un bellísimo relicario en forma de cruz, obra de un orfebre veneciano. La
actitud de la mula del milagro de Offida, recuerda la de los bueyes del milagro
de Glotowo (Polonia), 1290. Sucedió en este caso que, con
motivo de una invasión lituana, que destruyó aquel pueblo, un sacerdote escondió en pleno campo, una
cajita de plata que contenía una Hostia. Al cabo de muchos años, un
campesino la encontró arando la tierra, al extrañarle que sus bueyes se hubieran detenido, inclinados
hacia ese lugar, del que además irradiaba una luz muy potente. Se cuenta
que la Hostia fue hallada de nuevo en el mismo lugar, donde todavía se
conserva, en señal de que Dios quería que se construyera allí una iglesia. Lo
cual nos remite a la misma idea, expresada anteriormente, de que Santo es todo lo que Dios toca, y presente
está siempre Dios, allí donde se hace presente, sin que pueda dejar de
estarlo. Otra perversa mujer, en el milagro de Trani (Italia), el cual tuvo lugar por el año 1000, también puso al fuego una Hostia
(de la que se había apoderado fingiendo comulgar) con la intención de freírla. Cuando
la puso en el aceite hirviendo, observó
como se convertía en Carne sangrante, derramándose la Sangre de la sartén, que
luego se vertió hacia el suelo. Llena de espanto, la mujer gritó,
alertando así a los vecinos, de modo que se supo lo ocurrido y pudo recuperarse
la Sagrada Hostia para devolverla a la Iglesia de donde la mujer la había
sustraído. Algunas similitudes con los milagros de Santarén, Alatri y Offida,
presenta el milagro de Zaragoza
(España) de 1427. Una mujer
recurrió a un mago moro para conseguir que su marido no la maltratara, y para
ello, fue requerida también para llevarle una Hostia consagrada. Así lo hizo,
evitando a tal fin, consumir la Hostia que había recibido en la santa comunión.
La llevó a casa del mago en un pequeño cofre y cuando lo abrieron encontraron dentro a un Niño rodeado de luz. El mago ordenó entonces a la mujer que
quemara al Niño y le llevara las cenizas, pero aunque prendió fuego al
cofre, que se quemó, el Niño se mantuvo intacto. Asustados el moro y la mujer,
fueron a confesarlo al Obispo. El moro
se convirtió y el Niño fue llevado en procesión hasta un Altar de la Catedral,
donde fue venerado por todos hasta que al día siguiente, durante la celebración
que la Misa, cuando adoptó nuevamente la forma de Sagrada Hostia, que el
sacerdote consumió. San Pedro Damián
cuenta que en el año 1050, en Italia, una mujer fue descubierta por el
sacerdote, pues inmediatamente sospechó de ella y la siguió, cuando se llevaba
una Hostia envuelta en un pañuelo para fines sacrílegos. Al desenvolver el
sacerdote el pañuelo, la mitad de la
Hostia apareció en forma de Carne ensangrentada. Todavía podemos
mencionar el milagro de Alcoy
(España) de 1568. Sucedió en
este caso, que un vecino de esa localidad, sustrajo de la Iglesia varios
objetos sagrados, incluyendo un cofre de plata que contenía tres Hostias consagradas. Éstas las consumió y después
escondió el botín en el establo de su vivienda, debajo de unos troncos. Advertida
toda la población de lo ocurrido, una piadosa mujer, que vivía al lado de la
casa del ladrón, le rezó a una imagen
que tenía, del Niño Jesús, con el fin de que se encontraran las Hostias.
Cuando llevaba un tiempo rezando observó para su sorpresa, que la mano del Niño se movía, apuntando con un
dedo a la casa vecina. El
Párroco también había sentido el extraño impulso de dirigirse hacia ese lugar
y accediendo al establo del ladrón por el jardín, encontró el cofre conteniendo
nuevamente las tres Hostias consagradas que el ladrón había consumido, lo cual,
no pudiendo ser entendido por el culpable, sino como cosa ciertamente de Dios,
le condujo al arrepentimiento. En Poederlee
(Bélgica), 1412, un hombre que
se dedicaba a hurtar objetos sagrados para su reventa, sustrajo también unas Hostias consagradas, que fueron encontradas
una semana más tarde, al aire libre, en la localidad vecina de Herentals, cerca de una madriguera de
conejos, donde habían quedado expuestas a la lluvia sin alterarse. Estaban dispuestas en forma de cruz y
rodeadas de una luz intensa. El ladrón confesó que las había dejado
allí, cuando de pronto se sintió extrañamente impedido para continuar su camino
con ellas. En ese lugar, conocido como “el cercado”
(De Hegge), se construyó el Santuario De Hegge. En Marseille-en-Beauvais (Francia), 1533, a finales de diciembre, unos ladrones
se llevaron el tabernáculo de plata de la catedral, con las Hostias consagradas
que contenía, las cuales abandonaron en un campo, debajo de una piedra. El 1 de
enero, a un sacerdote que pasaba por ese lugar, le llamó la atención
precisamente que esa piedra era lo
único que no había quedado cubierto por la nieve, tras la fuerte nevada
que acababa de caer. El caso es que levantó
la piedra y encontró las Hostias en perfecto estado. En ese lugar se
clavó una cruz y luego se erigió una capilla, llamada de las Santas Hostias, en
la cual se obraron muchas curaciones, que se documentan en un libro del
historiador Pierre Louvet. En 1561, el Obispo-conde de Beauvais, convertido al
calvinismo, ordenó que las Santas Hostias fueran consumidas. Muy parecido al anterior
es el milagro de Breda-Niervaart (Holanda),
ocurrido en 1300. Un campesino encontró una Hostia consagrada
que había sido robada, intacta debajo de un bloque de tierra. No fue consumida,
sino puesta en una custodia para adoración de los fieles. En 1449 la
llevaron a la Iglesia de Nuestra Señora de Breda y en la época de las luchas
religiosas se perdió su rastro.Es también similar, el milagro de Cracovia (Polonia), de 1345. Unos ladrones sustrajeron del tabernáculo, el recipiente con las
Hostias consagradas, y al descubrir después que no era de oro, lo arrojaron a
un pantano. De allí, emanaba una luz
tan intensa y visible, incluso muy a lo lejos y durante todo el día, que
se acabó descubriendo y recuperando de allí las Hostias, intactas.
CONCLUSIONES
A EXTRAER DE LOS MILAGROS EUCARÍSTICOS
1 – Dios no permite a sus Ministros del Altar la
mínima duda sobre el Misterio Central de Nuestra Fe.
.
2 – Dios está siempre presente en el Santísimo Sacramento y sólo para ser adorado y para la vida y la salud de las almas.
.
3 – Dios está en el Santísimo Sacramento donde quiera que Éste se encuentre, sin poder dejar de estar presente.
.
4 – Dios se manifiesta en el Santísimo Sacramento a la vez indefenso y con todo su poder.
.
5 – Toda la creación se rinde ante su Creador y Redentor.
.
6 – Dios se deja martirizar en el Santísimo Sacramento, con la mansedumbre y la bondad que le son propias, para la conversión de sacrílegos y profanadores.
.
7 – Dios muestra su rostro y naturaleza en el Santísimo Sacramento.
.
8 – Dios se manifiesta en el Santísimo Sacramento a todos los hombres de todo el mundo y de todas las épocas.
.
2 – Dios está siempre presente en el Santísimo Sacramento y sólo para ser adorado y para la vida y la salud de las almas.
.
3 – Dios está en el Santísimo Sacramento donde quiera que Éste se encuentre, sin poder dejar de estar presente.
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4 – Dios se manifiesta en el Santísimo Sacramento a la vez indefenso y con todo su poder.
.
5 – Toda la creación se rinde ante su Creador y Redentor.
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6 – Dios se deja martirizar en el Santísimo Sacramento, con la mansedumbre y la bondad que le son propias, para la conversión de sacrílegos y profanadores.
.
7 – Dios muestra su rostro y naturaleza en el Santísimo Sacramento.
.
8 – Dios se manifiesta en el Santísimo Sacramento a todos los hombres de todo el mundo y de todas las épocas.
Está claro,
en todo caso, que Jesucristo está
presente, vivo y entero, en la Eucaristía. Nos lo dicen las Escrituras y
los milagros lo atestiguan. De ahí también el poder de la coronilla de la
Divina Misericordia y de las palabras: “Padre
eterno, yo te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro
Señor el Jesucristo, en propiciación de nuestros pecados y los del mundo
entero”, las cuales cobran toda su fuerza de la Eucaristía. Que
sepamos postrarnos, pues, ante la Eucaristía, para adorarla debidamente, aun
sin ver más que el pan y el vino, como todos los testigos de los milagros que
hemos recordado aquí ante la percepción de la presencia real de Cristo.
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Informe Redactado por María Rosa Gutes
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