“Todo en honor de Jesús, pero por medio de María. Todo por María, para llevar hacia Jesús”, decía San Marcelino Champagnat, fundador de los Hermanos Maristas, cuya fiesta se celebra cada 6 de junio.
San Marcelino nació en 1789 en una familia francesa y muy cristiana que
pasó dificultades con la revolución. Su madre lo consagró a la Virgen y su tía
le leía la vida de los santos.
Creció sin asistir a la escuela, pero se formó con lecturas caseras en
el amor por la fe. En su infancia aprendió el oficio de albañil y su habilidad
en los negocios para la venta de corderillos le ayudó a ahorrar para costearse
después sus estudios.
Más adelante ingresó a un seminario menor cerca de su pueblo. Aunque
encontró dificultad para aprender las materias, a tal punto que casi fue echado
del lugar, su buena conducta y el apoyo de buenos amigos le permitieron
continuar.
Uno de sus compañeros, incluso con más problemas en el estudio, fue el
futuro San Juan María Vianney, también conocido como el Santo Cura de Ars.
San Marcelino fue ordenado sacerdote en 1816. Lo enviaron como vicario
de un sacerdote anciano en un pueblo donde la gente desperdiciaba su tiempo en
borracheras y fiestas; pero el santo animó tanto a los jóvenes a aprender las
cosas de Dios, que los muchachos llegaban antes de las seis de la mañana a la
iglesia para la catequesis.
En una de sus visitas al Santuario Mariano de la Fourviere, San
Marcelino recibió la inspiración de fundar una congregación religiosa dedicada
a enseñar catecismo. En aquel entonces se encontró con un joven enfermo carente
de preparación en la fe. Lo ayudó a morir en paz y buscó compañeros para
comenzar la obra educativa.
El 2 de enero de 1817 se dio inicio a la nueva comunidad de Hermanos
Maristas, a quienes el santo instruyó con mucha dedicación, enviándolos a
diversas parroquias como maestros de religión y catequistas, mientras llegaban
nuevos aspirantes.
Dentro del método que se empleaba en la formación estaban la caridad, el
canto y la participación activa de los alumnos. Estaba rotundamente prohibido
el trato humillante y los castigos físicos y deprimentes. Otra esencia de la
pedagogía era el amor a María.
“Nuestra Comunidad pertenece por completo a Nuestra
Señora la Madre de Dios. Nuestras actividades deben estar dirigidas a hacerla
amar, estimar y glorificar. Inculquemos su devoción a nuestros jóvenes, y así
los llevaremos más fácilmente hacia Jesucristo”, decía San Marcelino a sus religiosos.
El fundador de los Hermanos Maristas partió a la Casa del Padre el 6 de
junio de 1840 con tan sólo 51 años de edad, después de padecer una gastritis
aguda por mucho tiempo y un cáncer al estómago que le ocasionó la muerte. Su
obra educativa se ha expandido en muchos países.
Fue canonizado en 1999 por San Juan Pablo II, quien enfatizó que “San Marcelino anunció el Evangelio con un corazón
ardiente. Mostró sensibilidad a las necesidades espirituales y educativas de su
época, especialmente a la ignorancia religiosa y al abandono que experimentaba
particularmente la juventud”.
Redacción ACI
Prensa
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