Durante el rezo del Ángelus este domingo 10 de junio en la Plaza de San
Pedro del Vaticano, el Papa Francisco señaló que es fundamental acoger la
palabra de Jesús y no entregarse a la tentación de la calumnia: “Acoger la palabra de Jesús nos hace hermanos entre
nosotros, nos hace familia de Jesús. La calumnia destruye la fama de los demás
y nos hace familia del diablo”.
El Pontífice, además, exhortó a estar atentos a las “malas hierbas” de
la envidia que puedan surgir en el interior de la persona. “Si examinando nuestra conciencia descubrimos que esta
mala hierba ha germinado dentro de nosotros, debemos ir rápidamente a
confesarlo en el sacramento de la Penitencia, antes de que se desarrolle y
produzca sus efectos malignos”.
“Estad atentos, porque esta actitud destruye las
familias, las amistades, la comunidad y, por último, la sociedad”.
El Papa recordó que los ataques de los escribas a Jesús, que lo acusaban
de endemoniado, se debían a la envidia: “Puede
suceder que una envidia fuerte por la bondad y por las buenas obras de una
persona pueda llevar a acusarlo falsamente. Aquí hay un veneno mortal: la
maldad con la que, de forma premeditada, se quiere destruir la buena fama de
otro. ¡Dios nos libre de esta terrible tentación!”.
En este sentido, explicó que “los escribas
eran hombres instruidos en las Sagradas Escrituras y encargados de explicarlas
al pueblo. A algunos de ellos los enviaban desde Jerusalén a Galilea, donde la
fama de Jesús comenzaba a difundirse, para desacreditar al Señor ante los ojos
de la gente”.
“Estos escribas llegaban con una acusación concreta
y terrible: ‘Está poseído por Belcebú y por el príncipe de los demonios expulsa
los demonios’. De hecho, Jesús curaba a muchos enfermos, y ellos querían hacer
creer que lo hacía no con el Espíritu de Dios, sino con el del Maligno. Con la
fuerza del diablo”.
Ante estas acusaciones de los escribas “Jesús
reacciona con palabras fuertes y claras. No tolera esto porque aquellos
escribas, quizás sin saberlo, estaban cayendo en el pecado más grave: negar y
blasfemar contra el Amor de Dios que está presente en la obra de Jesús. Es el
pecado contra el Espíritu Santo, único pecado imperdonable porque parte de una
cerrazón del corazón a la misericordia de Dios que actúa en Jesús”.
Por otro lado, el Evangelio de este domingo presenta también la
incomprensión de los familiares de Jesús, que “estaban
preocupados porque su nueva vida itinerante les parecía una locura. De hecho,
Él se mostraba tan disponible con la gente, sobre todo con los enfermos y los
pecadores, que ni siquiera tenía tiempo para comer”.
“Jesús era así: primero, la gente; servir a la
gente, curar a la gente, ayudar a la gente, enseñar a la gente y no tenía
tiempo ni para comer”.
Entonces, los familiares de Jesús “habían
decidido llevarlo a Nazareth. Llegaron al lugar donde Jesús se encontraba
predicando y lo llamaron. Entonces le dijeron: ‘Tu madre, tus hermanos y tus
hermanas están fuera y te buscan’. Él les responde: ‘¿Quién es mi madre y mis
hermanos?’, y mirando a las personas que estaban a su alrededor para
escucharlo, añadió: ‘Estos son mi madre y mis hermanos’”.
“Jesús –explicó–
Francisco ha formado una nueva familia, no basada
en los vínculos naturales, sino en la fe en Él, en su amor que acoge y que nos
une entre nosotros en el Espíritu Santo. Todos aquellos que acojan la palabra
de Jesús son hijos de Dios y hermanos entre ellos”.
Aquella respuesta de Jesús “no es una falta
de respeto hacia su madre y sus familiares. De hecho, para María es el
reconocimiento más grande, porque precisamente ella es la perfecta discípula
que ha obedecido en todo a la voluntad de Dios. Que la Virgen Madre nos ayude a
vivir siempre en comunión con Jesús, reconociendo la obra del Espíritu Santo
que actúa en Él y en la Iglesia, regenerando el mundo a una nueva vida”.
Redacción ACI
Prensa
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