A lo largo de la existencia humana, todas las personas pasamos por momentos alegres, tristes, esperanzadores, de frustración, tristeza, soledad, ilusión, acompañamiento, etc. Una palabra clave en el caminar de la vida es la adaptación, pero una adaptación motivada por el amor a la existencia que nos ha sido dada con un propósito específico y que además ha sido redimida. La palabra adaptación nos remite a pensar que hay algo que ha cambiado, nos guste o no, nos alegre o no, lo importante será transformarse a partir de esto. La motivación para adaptarnos proviene de aferrarnos a la vida, a no conformarnos con sobrevivir, sino querer y buscar seguir viviendo con la mayor y más plena dignidad y en respuesta al amor de Dios, a uno mismo, a la vida y a los demás, sabiendo que tenemos una historia que construir a base de las mejores decisiones haciendo uso de nuestras facultades del alma, que son la inteligencia y la voluntad, que finalmente se manifiestan en la expresión de la libertad. Y es que la vida no nos determina, pase lo que pase somos seres dotados de dones maravillosos que nos permiten salir delante de cualquier situación y todavía más, no solo enfrentar la situación sino que mejorar como personas a partir de ello y asumir nuestra existencia como un regalo infinito capaz de trascender y sacar de los males cotidianos, el mayor bien y transformarnos, como si resucitáramos en vida a una vida mejor, después de una muerte emocional, un dolor físico o espiritual, es decir, con una existencia plena, renovada, mucho más humana.
Después
de conocer el dolor no somos ya los mismos. Hay experiencias de vida que nos
marcan profundamente y que incluso físicamente nos sentimos morir, en donde una
respuesta realmente humana para continuar adelante no se encuentra, un motivo
real para seguir viviendo cuesta trabajo encontrar… Pensemos en eventos
terribles como las guerras, el terrorismo, los secuestros, la muerte de un ser
querido, una enfermedad, la pérdida del trabajo, alguna ruptura sentimental, un
divorcio, un accidente, etc. Todos estos, entre muchos, muchísimos más, son
eventos desafortunados, indeseables, los cuales generan gran estrés post
traumático.
En
momentos así, vienen muchos cuestionamientos, son experiencias límite, que nos
confrontan con nuestra realidad terrenal finita, pero que a la vez nos desvelan
nuestra naturaleza eterna e infinita si encontramos el sentido de
trascendencia. Y es así como encontramos la virtud de la resiliencia que es
necesaria para enfrentar las adversidades en la vida, manteniendo la motivación
de vivir y además hacerlo con mayor intensidad y amor cada día.
LA RESILIENCIA
La
Resiliencia es un concepto que proviene de la palabra “resilio”
que significa rebote, esto me llama mucho la atención, porque para rebotar uno
tiene que ir hacia abajo lo más posible con mucha fuerza, impulsados de una
manera intempestiva, impactante, casi como un choque estruendoso, inesperado y
entonces al tocar el suelo aunque duela mucho el golpe… Rebotar y lograr
alcanzar una altura mucho mayor a la que teníamos para salir del hoyo obscuro,
negro y vacío del dolor y de la tristeza…Renovados; encontrando incluso a ese
mismo dolor como aliado en el camino personal de crecimiento y de santidad para
quienes tenemos fe, sabiendo que ese dolor puede tener un sentido profundo, que
con ojos de trascendencia, nos infunde de una santa esperanza para seguir
adelante con optimismo, fortaleza y magnanimidad. La fuerza que nos empujó
hacia abajo, detona la fuerza para llegar lo más arriba posible.
No es tan
fácil aceptar que la vida es como es, con claroscuros, como las estaciones en
el clima las personas pasamos por muchos ciclos de estaciones a nivel físico,
psicológico y espiritual; lo importante es tener en claro quiénes somos, de
dónde venimos y a dónde vamos para encontrar un sentido en cada uno de los
sucesos que vivimos a lo largo de la vida y no perder dirección.
La
Resiliencia consiste en esta actitud resistente hacia las adversidades que se
presentan en la vida. Pero no solo eso, sino que lleva de la mano la habilidad
de poder rearmarse extrayendo lo mejor de las situaciones y crisis, y así
fortalecerse para continuar.
Es una
forma de respuesta sana tanto a los conflictos como a las experiencias
difíciles, incluso catastróficas, no es fácil y no todas las personas la
tienen, aunque pueden desarrollarla, a base de repetición de actos, como un
hábito, hasta adquirir la virtud, así al ponerla en práctica, supone visualizar
siempre nuevas oportunidades o simplemente generarlas.
Algunas
consideraciones importantes para ser resiliente son: Aceptar
la realidad, reorganizar y reformular la vida luego del hecho traumático
(adaptación), acercarse a redes de apoyo como la familia, los amigos, algún
especialista y buscar en el interior del alma un renovado sentido a la vida.
Para ser
más resilientes podemos reflexionar sobre los 6 resortes de la resiliencia y
ponerlos en práctica ¡Cuánto antes mejor! Estos son: Un
profundo autoconocimiento, una gran autodeterminación (Decido), una actitud
positiva (Pienso y actúo constructivamente), un real autocontrol (Tengo control
de mis emociones), la apertura a los demás (Interactúo solidariamente) y una
profunda autenticidad (busco dar sentido a mi vida).
TODOS QUEREMOS SER
FELICES
El ser
humano ha sido creado por amor y para el amor, anhelamos la felicidad y
rechazamos aquello que amenaza nuestro bien ser y nuestro bienestar, nos
alejamos de todo lo que nos causa daño por naturaleza. Sin embargo, por ser
personas, por nuestro ser espiritual, somos capaces de descubrir que la vida
incluye momentos alegres, otros tristes, que hay bonanza y adversidad; y que el
verdadero camino para la felicidad es dar un sentido a todo lo que nos pasa,
construyendo nuestra propia vida sobre las experiencias que cada día experimentamos,
decidiendo el mayor bien posible y asumiendo y haciendo nuestras cada una de
ellas y abrazándolas como parte de nuestra biografía.
COMO UN DIAMANTE
El
diamante, uno de los minerales más preciados del mundo por su belleza
cristalina, es conocido por su extrema resistencia, misma a la cual se le
conoce como tenacidad del mineral, que se define como la habilidad del material
de resistir la ruptura a un impacto fuerte. De hecho, la palabra diamante
proviene del griego antiguo αδάμας, adámas,
que significa invencible o inalterable.
El
diamante tiene renombre específicamente como un material con características
físicas superlativas. Su proceso de formación, es espectacular y muy complejo,
es increíble pensar que proviene de un carbón que se cristaliza y su transformación
puede llegar a demorar millones y hasta billones de años. Es impactante que
este proceso puede ocurrir solo bajo la llamada capa litosférica, que se ubica
entre 150 a 200 kilómetros bajo la superficie y en donde se dan condiciones
extremas: Temperaturas de entre 900 °C y 1300 °C y un nivel de presión de 30
kilobars. Allí, el carbón se mineraliza transformándose en un diamante.
Pero…
¿Qué tiene que ver un diamante con nuestro tema? Pues que estas propiedades del
diamante y su proceso de formación nos llevan a pensar forzosamente en la
belleza incomparable de la persona humana que, valiosas ontológicamente por el
solo hecho de existir, nos volvemos más valiosos moralmente y humanamente
hablando, de acuerdo a nuestra respuesta y forma de vivir lo que se nos
presenta cotidianamente y las pruebas, las circunstancias de la vida, nos
transforman en seres humanos más bellos si sabemos enfrentarlas con dignidad
resistiendo de forma invencible las adversidades. Para el carbón las
temperaturas extremas y la presión tan alta son condiciones muy agresivas, sin
embargo, necesarias para su transformación para volverse invencible,
inalterable y bellísimamente cristalino. Así nosotros, si sabemos ser
resistentes y resilientes ante las adversidades con un corazón lleno de fe y
esperanza podremos tener un brillo que, sin tales condiciones estresantes,
tristes, dolorosas, jamás habríamos tenido.
Recordemos
que donde Dios nos sembró es preciso florecer, no escapemos de la realidad, no
la evadamos, más bien abracémosla y con toda dignidad florezcamos en medio de
la adversidad, no olvidemos que la flor que crece en la adversidad es la más
bella de todas.
Por MTF Rosario Prieto
Psicología Clínica
Persona y Familia
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