¿Sabías que la ansiedad lleva a la mayoría de las
personas a consumir comidas azucaradas y grasosas en abundancia? ¿O que el
problema psicológico de la nutrición más común no es la bulimia ni la anorexia,
sino el desorden compulsivo-alimentario que consiste en ingerir grandes
cantidades de comida en poco tiempo y sin control? La calma no es sólo una
aliada del equilibrio mental, sino también de la buena digestión y la salud.
LA CULPA ES DEL ESTRÉS
El estrés
afecta los hábitos alimenticios normales de la gente, haciendo que se inclinen
por refrigerios poco sanos con mucha grasa y azúcar, en lugar de opciones
alimenticias más sanas. Además, las personas estresadas comen menos de lo
habitual en sus comidas principales.
Lo ha
descubierto un estudio de la Universidad de Leeds, en el Reino Unido, en el que
se estudiaron los efectos del estrés laboral y no laboral sobre la alimentación
de 422 personas, hallando que la tensión nerviosa produce cambios perjudiciales
en la dieta y conduce a conductas alimenticias malsanas.
Las
personas que vivieron uno o más sucesos estresantes menores como discutir con
un compañero de trabajo o amigo, perder las llaves, no cumplir con un plazo, o
verse obligados a efectuar una presentación, comieron “entre
comidas” más de lo normal y tomaron menos porciones de verduras en sus
comidas principales, que también fueron menos abundantes.
“Las personas con más riesgo de comer refrigerios bajo situaciones de
estrés son comedores emocionales, que tienen una mayor vulnerabilidad y tienden
a recurrir a la comida como un escape a la conciencia de sí mismos. Cuando se
sienten ansiosos o emocionalmente activados o mal consigo mismos, tratan de evitar
estos sentimientos negativos enfocando su atención en la comida”, según el investigador Daryl O’Connor, participante
en el estudio.
Otras
investigaciones señalan que los atracones pueden convertirse en un trastorno
cuando una persona se refugia a menudo en la comida para aliviar sus problemas
psicológicos y pierde el control sobre sí misma.
COMPULSIÓN+NUTRICIÓN=FRUSTRACIÓN
Según un
estudio publicado en la revista Psiquiatría Biológica, en el que participaron
cerca de 3 mil estadounidenses, el desorden alimentario más común no es la
bulimia ni la anorexia, sino el menos conocido trastorno por atracón (TA) o
desorden compulsivo-alimentario, que afecta al 2,8 por ciento de la población.
Una
persona es diagnosticada de TA cuando al menos dos veces por semana y durante
seis meses ingiere grandes cantidades de comida en pocas horas o minutos, de
forma rápida, descontrolada y solitaria, y, después de satisfacerse, siente
culpa, disgusto y malestar.
Estos
atracones suelen acompañarse de sentimientos de incapacidad de controlar qué y
cuánto se come.
Según la
médica nutricionista Luz García Juan, de Madrid, “la
tensión nerviosa crónica y el hábito de vivir apresuradamente, induce a comer
alimentos no saludables y sumamente grasos y calóricos, de una forma descontrolada
e impulsiva, lo cual no sólo es un factor de riesgo para sufrir enfermedades
cardíacas, sino que favorece el sobrepeso corporal”.
Por ello,
“aunque la solución de fondo del problema consiste
resolver en los problemas y conflictos psicológicos que están en la raíz de
“comida emocional”, la experta en dietética y adelgazamiento aconseja seguir
una serie de consejos destinados a desacelerar la mesa y mantener a raya la
alimentación compulsiva estimulada por el estrés.
CÓMO DESACELERARSE
Mastica
en vez de tragar. Al comer deprisa no se deja tiempo suficiente para que la
sensación de saciedad llegue al estómago por lo que se tiende a ingerir grandes
cantidades de comida, y el proceso de digestión se ve dificultado. Mastica y
saliva muy bien los alimentos que te llevas a la boca en vez de tragarlos.
Frénate
un poquito. Comer en 5 minutos o devorar los platos sin saber siquiera qué se
ha comido, además de privarle del placer de paladear los alimentos, conduce a
largo plazo a sufrir trastornos digestivos y a ingerir más comida que lo
deseable.
Cultiva
la serenidad. Lo ideal es comer en un ambiente tranquilo, relajado, sin
tensiones y con el tiempo suficiente. Las famosas “comidas
de trabajo” rara vez proporcionan una buena digestión, sino un montón de
gases y cierto ardor. El tiempo que se “desperdicia”
en comer con tranquilidad, más adelante se gana en salud y bienestar.
La
regularidad es saludable. El orden es una de las cualidades que más agradece el
organismo: se recomienda que las comidas se hagan a
la misma hora y que, de ser posible, la cena no se tome demasiado tarde.
Los horarios regulares favorecen, entre otras cosas, un comportamiento
alimentario adecuado y una buena digestión.
Fuente: Asociación Nacional de Desórdenes AlimentariosMaría Jesús Ribas,
EFE
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