Las consecuencias son terribles: el alejamiento de Dios y la pérdida de los valores
morales son causa de infelicidad en las personas. Y los mayores perjudicados
son los niños.
El jueves
24 de mayo, al recoger el periódico del buzón, me he encontrado con un cuento
infantil que venía con el periódico ABC, titulado No
te calles, cuyos autores son Arturo Cavanna y Menchu Cuesta y está
publicado por la Fundación Edelvives. La idea del cuento es ayudar a los niños para
evitar que caigan en la pornografía infantil, dándoles una serie de consejos
entre los que están: “No entres en páginas que no
son de tu edad, consulta antes a tus padres. No chatees con personas que no
conoces, pueden engañarte. Tu cuerpo te pertenece y nadie puede tocarte sin tu
permiso. Existen partes íntimas que nadie debe mirar o tocar. Si guardas un
secreto que te hace sentir mal, debes contarlo. Si un adulto hace algo que te
resulta incómodo, recuerda siempre que no tienes la culpa”. En pocas palabras,
me parece una iniciativa excelente y felicito a sus autores por ella.
Pero desgraciadamente la línea que intenta seguir este cuento no es la habitual. En España la Ley Orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo nos dice en su artículo 5. 1 e) que los poderes públicos garantizarán “la educación sanitaria integral y con perspectiva de género sobre salud sexual y salud reproductiva”, así como en el artículo 8: “La formación de profesionales de la salud se abordará con perspectiva de género”, lo cual significa la imposición concreta de la ideología de género y el adoctrinamiento de los niños en ella.
Lo que nuestras autoridades políticas pretenden aprobando, incluso por unanimidad, como en Madrid y Andalucía, las leyes de ideología de género es que los programas educativos y la formación de maestros y profesores deben centrarse en el cambio del modo de pensar de los niños y adolescentes de manera que perciban cualquier forma de comportamiento no heterosexual como “normal” e igual y puedan “escoger” entre las diversas orientaciones sexuales e identidades de género.
Para ello hay que destruir los sistemas de valores heredados de las diversas culturas y religiones, y muy especialmente los procedentes del cristianismo y de la moral católica, concebida con razón como el mayor obstáculo para el triunfo de esta ideología. Se trata de destruir la estructura moral íntima de la persona, aquello que la capacita para ser libre y responsable, aunque para ello haya que eliminar derechos humanos fundamentales, como el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones. Y es que para estos seudodemócratas (en realidad totalitarios, pues no respetan los derechos humanos), como los padres no saben educar, de la educación se tiene que encargar el Estado, es decir, nosotros los laicistas y nuestras ideas al servicio de Satanás.
La manipulación es una forma refinada de mentira. La perspectiva de género pretende la absoluta libertad individual sin límites ni obligaciones. La libertad se desvincula de la verdad e incluso del bien y del mal, aunque para ello sea necesario decir que no existe la Ley Natural, como declaró el inefable Rodríguez Zapatero, para quien la Ley Natural es sólo una reliquia ideológica y un vestigio del pasado. Lo curioso del caso es que la ideología de género, con su pretensión de que el género se elige, ignora la naturaleza biológica del ser humano hasta el punto de que alguien puede dar a luz y tiene derecho a no considerarse mujer, como afirma la Asociación Médica Británica, o que yo, operado como estoy de próstata, puedo ir al juzgado y salir de él con documentación femenina, lo que indica el nulo respeto por la ciencia que tiene esta ideología. Como leí en cierta ocasión: “Desgraciados los países donde se discute lo evidente”.
Las consecuencias de este desprecio por la moral, la ética y la ciencia son gravísimas. En el campo sexual, lo único importante es el placer y no el amor. Estamos ante el egoísmo en estado puro. Las consecuencias son terribles: el alejamiento de Dios y la pérdida de los valores morales son causa de infelicidad en las personas. Y los mayores perjudicados son los niños: cuando el niño se encuentra con unos padres que se quieren y le quieren, aunque cometa errores le será fácil refugiarse en ellos y encontrar solución a sus problemas, como le sucede al niño del cuento inicial; pero si por el contrario está en una familia desestructurada, es fácil que se encuentre sin un punto de apoyo en el momento que más lo necesita y fácilmente, entonces, puede despeñarse.
Pero desgraciadamente la línea que intenta seguir este cuento no es la habitual. En España la Ley Orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo nos dice en su artículo 5. 1 e) que los poderes públicos garantizarán “la educación sanitaria integral y con perspectiva de género sobre salud sexual y salud reproductiva”, así como en el artículo 8: “La formación de profesionales de la salud se abordará con perspectiva de género”, lo cual significa la imposición concreta de la ideología de género y el adoctrinamiento de los niños en ella.
Lo que nuestras autoridades políticas pretenden aprobando, incluso por unanimidad, como en Madrid y Andalucía, las leyes de ideología de género es que los programas educativos y la formación de maestros y profesores deben centrarse en el cambio del modo de pensar de los niños y adolescentes de manera que perciban cualquier forma de comportamiento no heterosexual como “normal” e igual y puedan “escoger” entre las diversas orientaciones sexuales e identidades de género.
Para ello hay que destruir los sistemas de valores heredados de las diversas culturas y religiones, y muy especialmente los procedentes del cristianismo y de la moral católica, concebida con razón como el mayor obstáculo para el triunfo de esta ideología. Se trata de destruir la estructura moral íntima de la persona, aquello que la capacita para ser libre y responsable, aunque para ello haya que eliminar derechos humanos fundamentales, como el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones. Y es que para estos seudodemócratas (en realidad totalitarios, pues no respetan los derechos humanos), como los padres no saben educar, de la educación se tiene que encargar el Estado, es decir, nosotros los laicistas y nuestras ideas al servicio de Satanás.
La manipulación es una forma refinada de mentira. La perspectiva de género pretende la absoluta libertad individual sin límites ni obligaciones. La libertad se desvincula de la verdad e incluso del bien y del mal, aunque para ello sea necesario decir que no existe la Ley Natural, como declaró el inefable Rodríguez Zapatero, para quien la Ley Natural es sólo una reliquia ideológica y un vestigio del pasado. Lo curioso del caso es que la ideología de género, con su pretensión de que el género se elige, ignora la naturaleza biológica del ser humano hasta el punto de que alguien puede dar a luz y tiene derecho a no considerarse mujer, como afirma la Asociación Médica Británica, o que yo, operado como estoy de próstata, puedo ir al juzgado y salir de él con documentación femenina, lo que indica el nulo respeto por la ciencia que tiene esta ideología. Como leí en cierta ocasión: “Desgraciados los países donde se discute lo evidente”.
Las consecuencias de este desprecio por la moral, la ética y la ciencia son gravísimas. En el campo sexual, lo único importante es el placer y no el amor. Estamos ante el egoísmo en estado puro. Las consecuencias son terribles: el alejamiento de Dios y la pérdida de los valores morales son causa de infelicidad en las personas. Y los mayores perjudicados son los niños: cuando el niño se encuentra con unos padres que se quieren y le quieren, aunque cometa errores le será fácil refugiarse en ellos y encontrar solución a sus problemas, como le sucede al niño del cuento inicial; pero si por el contrario está en una familia desestructurada, es fácil que se encuentre sin un punto de apoyo en el momento que más lo necesita y fácilmente, entonces, puede despeñarse.
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