“María, elevada por la gracia de Dios por encima de
todos los ángeles y de todos los hombres, como Madre de Dios Santísima, es
honrada por la Iglesia con un culto especial, que difiere esencialmente del
culto de adoración que se rinde al Verbo Encarnado, así como al Padre y al
Espíritu Santo… Ese culto enteramente singular la Iglesia lo aprueba y
favorece.” (Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, nn.66 y 67).
EL CULTO EN GENERAL
Se llama
culto a la reverencia que damos a Dios y a los santos por el honor que merecen.
El culto -debido a nuestra condición humana corporal-, lleva al hombre a
exteriorizar esa reverencia, que se manifiesta no sólo en actos interiores sino
también en prácticas externas. La Iglesia señala oficialmente muchas prácticas
de culto debido a Dios y a los santos, aunque cada cristiano movido por su
piedad, pueda realizar algunos otros libre y espontáneamente.
CLASES DE CULTO
Hay
tres clases de culto, por razón de la distinta dignidad de aquellos a quienes
se ordena nuestra reverencia:
a) De latría o de adoración, que es debido sólo a
Dios, como soberano Señor y por su infinita excelencia.
b) De dulía o de veneración, que es debido a los
ángeles y a los santos por la excelencia de sus virtudes. Al honrar a los
santos estamos honrando a Dios, puesto que Él se manifiesta en ellos y por
ellos somos atraídos hacia Él.
El
Concilio de Trento enseña la legitimidad de este culto, en contra de los
protestantes que han querido ver en ello un modo de superstición (cfr. Conc. de
Trento, DZ. 941, 952 y 984).
c) Por último, el culto de hiperdulía o de veneración
suprema, que es el culto debido a la Santísima Virgen en razón de su eminente
dignidad de ser la Madre de Dios.
La
Sagrada Congregación de Ritos, Decreto del 1?VI?1884, di ce: “Se debe a María un culto superior y eminente sobre los
santos, en cuanto que es la Madre de Dios”; (cfr. Conc. Vat. II,
Const. dogin. Lumenn gentiumi, n.66 y, S.Th., II?II, q.103, a.4.).
EL CULTO A SANTA MARÍA
Si la
Virgen María es la Madre de Dios y Madre nuestra, si es nuestra intercesora y
mediadora ante la Trinidad Beatísima, es muy justo y propio de hijos
agradecidos que le correspondamos con un entrañable amor, que se manifestará en
un culto de especial veneración como merece la Reina del cielo.
Elementos
integrantes del culto mariano.
Se
consideran elementos integrantes del culto a María los siguientes:
a)
Veneración. Es el
reconocimiento de la excelencia de la Madre de Dios, fundamento del culto
mariano, que lleva a la piedad filial como Madre nuestra que es.
b)
Amor. Que se desprende del conocimiento
íntimo de lo que es María y de lo que Ella supone en la vida cristiana de cada
hombre. Ella es la Madre amable, la Madre del Amor Hermoso. No se puede amar a
Cristo sin amar, en Él y por Él, a quien lo hizo nuestro hermano.
c)
Invocación. Como es
Ella la Madre de misericordia, el pueblo cristiano ha tenido siempre la firme y
fundada persuasión del valimiento universal como celestial intercesora.
d)
Imitación. Imitar a
María lleva consigo, por su influjo maternal, una configuración con su Hijo
Jesucristo (cfr. Cone. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n.66).
Lo
anterior se puede resumir en las palabras que nos recoge el Concilio Vaticano
II: “Recuerden los
fieles que la verdadera devoción no consiste ni en un sentimentalismo estéril y
transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe auténtica, que
nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un
amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes” (Ibidem, n.67).
BREVE EXPOSICIÓN
HISTÓRICA DEL CULTO A MARÍA
Una breve
exposición histórica del culto a María dará una mayor visión de la gran
incidencia que la veneración a María ha tenido en el Pueblo cristiano.
EN LA SAGRADA
ESCRITURA
a)
El primer momento de veneración a
María lo registra San Lucas. Es del Arcángel Gabriel cuando la saluda con
reverencia diciéndole: “Dios te salve, María, llena
eres de gracia” (Lc. 1,28).
b) Más adelante, Santa Isabel alaba a María cuando
exclama: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el
fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí que la Madre de mi señor venga a visitarme?“
(Lc. 1,42 ss).
c) La misma virgen María profetiza, llena de humildad
y de gozo: “He aquí que me llamarán bienaventurada
todas las generaciones, porque el Todopoderoso ha hecho maravillas en mí” (Lc.
1,47).
d) Luego, años más tarde, cuando Jesús hablaba,
inesperadamente una mujer del pueblo grita con toda su alma: ¡Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que
te alimentaron!” (Lc. 11,27).
e) Después de la Ascensión del Señor a los cielos,
los Apóstoles perseveraban en unión con María, la Madre de Jesús (cfr. Hechos
1,4).
EN EL CULTO DE LA
IGLESIA
a) Durante los tres primeros siglos, ante la
imposibilidad de un culto externo y público debido a las persecuciones, los
cristianos veneran a María en las pinturas que se plasman en los murales de las
catacumbas. Con la paz constantiniana (en el siglo IV), que permite el culto
público, y con el Concilio de Efeso (en el siglo V), que define la divina
Maternidad, el culto mariano se extiende y propaga por todas partes.
b) Desde el siglo IV y hasta nuestros días se
construye Iglesias dedicadas a la Santísima Virgen, Basílicas, Santuario y
ermitas esparcidos por toda la tierra, como lugares de especial encuentro con
María, la Señora del dulce Nombre.
c) Hace muchos siglos en la Iglesia se reza o se
canta el Oficio divino en honor a María y, en todo el mundo, se celebran Misas
propias para honrarla.
d) De las oraciones litúrgicas que existen para
alabarla e invocar su protección y auxilio maternales son tan, abundantes que,
sería interminable su enumeración (cfr. Apéndice l).
e)
En el Calendario litúrgico, tanto
universal como particular de países o regiones, existen muchas celebraciones de
fiestas marianas, tales como la de la Maternidad, la Anunciación, la Asunción,
la Natividad, la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de Fátima, de Lourdes,
del Carmen y la solemnidad de Santa María de Guadalupe, etcétera.
PLEGARIAS MARIANAS
a) La más antigua de las oraciones marianas es la
siguiente: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa
Madre de Dios; no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras
necesidades, antes bien, líbranos de todos los peligros, oh Virgen gloriosa y
bendita”.
b)
La plegaria más universal y
conocida en todo el mundo es, sin lugar a dudas, el Avemaría, iniciada en la
liturgia oriental hacia el siglo V y definitivamente fijada, como la conocemos
hoy, en el siglo XVI. El Acordaos, cuya inspiración se atribuye a San Bernardo.
La Salve, que proviene del siglo XI. El Ángelus, que surge hacia el siglo XIII
y en el XVI ad quiere su forma definitiva etc.
c)
Los Himnos en honor de María,
como el “Stabat Mater”, “Ave Maris Stella”,
“Alma Redemptoris Mater”, etc.
d) La oración más difundida y más recomendada por los
Sumos Pontífices es el Santo Rosario. Su origen y estructura se remonta a las
150 Avemarías que los fieles decían a imitación de los 150 salmos que los
monjes y clérigos recitaban en el Oficio divino. Más tarde Santo Domingo de Guzmán,
por especial revelación en el siglo XIII?, le dio un notable impulso y
difusión. Desde entonces la Iglesia no ha dejado de recomendarlo
encarecidamente a todos sus hijos.
En el
rezo del Rosario se incluyen las Letanías Lauretanas, cuya composición fue
progresiva. Se iniciaron desde los primeros siglos, y se cantaban en el
Santuario de N.S. de Loreto: de ahí su nombre. El Papa Clemente VIII (año de
1601) decretó que se incluyeran en el rezo del Santo Rosario.
e)
Las prácticas de piedad.
Finalmente,
las prácticas de piedad surgidas en la Iglesia de todo el Pueblo de Dios? como
manifestación espontánea del culto a la Santísima Virgen, son innumerables.
Estas, por lo extenso y detallado de cada una de ellas merecen ser tratadas en
capítulo aparte (cfr. Capítulo 14).
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