A LOS MIL AÑOS DE LA MUERTE DEL PRÍNCIPE VLADIMIR
DE RUSIA
Con
ocasión del milenario de la muerte de San Vladimir, acaecida en 1015, volvemos
a proponer un viejo artículo sobre la historia de dicho príncipe, su abuela
santa Olga y la conversión de Rusia
Los orígenes de la actual
Rusia hunden sus raíces en la historia a través de un personaje poco conocido
para los occidentales y sobre el que realmente se sabe poco, el jefe Riurik
(Rodrigo, en castellano), nacido en 830. Probablemente danés de Jutlandia, de
la casa real de Haithabu, hay quien lo identifica con el príncipe Hrorek de
Dorestad, hijo del noveno monarca de este linaje. Hay debate sobre la forma en
la que Rurik llegó a controlar el Ladoga y Nóvgorod. La única información sobre
él se encuentra en la Crónica de Néstor del siglo XII, que afirma que chuds, eslavos,
merias, veses y krivichs “llevaron a los varegos
más allá del mar, rechazaron pagarles tributo, y se establecieron para
gobernarse a sí mismos”.
Después las tribus comenzaron
a pelear entre sí y en 862 decidieron invitar a Rurik para restablecer el orden.
Éste acepto la invitacion y, tras someter la zona del lago Ladoga, fundó en 859
la ciudad de Veliki Novgorod, que gobernó hasta su muerte en 879. De este modo
tuvo inicio el principado que, trasladada su capital a Kiev, en 882 por Oleg,
uno de sus descendientes, fue conocido como la Rus de Kiev, que perduró hasta
1240, la época de la invasión mongola. Una serie de familias principescas
supervivientes descienden por vía patrilineal de Rurik, hasta el último
pariente suyo que gobernó Rusia, Basilio IV, murió en 1612.
De modo independiente, cuenta
la tradición que poco tiempo de la fundación de Kiev, mucho antes que la
conquistase Oleg, llegó de Grecia a dicha ciudad un obispo que comenzó a
predicar a sus habitantes el Evangelio y a hablar de los milagros de Dios
relatados en el Antiguo y Nuevo Testamento. Sigue narrando la tradición que los
rusos -que así llamaremos a los varegos, según una etimología bastante posible-
al oír decir que los tres niños no se quemaron en el horno encendido de
Babilonia según el libro de Daniel, interrumpieron al predicador y dijeron: “Si no vemos algo parecido, no creeremos en tu
historia”. El obispo, después de rezar a Dios, se atrevió a poner el
Evangelio en el fuego y el libro sagrado permaneció intacto, hasta las cintas que
marcaban las hojas preparadas para la lectura, no se quemaron. Parece ser que
debido al impacto de este milagro, muchos de ellos se bautizaron.
Después de Riurik, fue su
pariente Oleg quien gobernó el país. Éste fue tomando el control de las
ciudades del Dniéper y capturó Kiev, controlada anteriormente por los varegos
Askold y Dir, a donde finalmente trasladó su capital desde Nóvgorod. La nueva
capital era un lugar idóneo para lanzar una incursión contra Constantinopla en
911. Según la Crónica de Néstor o Primera Crónica Rusa, los bizantinos
intentaron envenenar a Oleg, pero el líder varego demostró sus poderes
proféticos rechazando beber de la copa con vino envenenado. Tras haber clavado
su escudo en la puerta de la capital imperial, Oleg ganó un tratado comercial
favorable, que finalmente fue muy beneficioso para ambas naciones. Aunque las
fuentes bizantinas no registraron estas hostilidades, el texto del tratado ha
sobrevivido en la Crónica de Néstor. Lo que sí sabemos es que en Constantinopla
concertó Oleg un tratado muy ventajoso para Rusia, un contrato comercial con
los griegos.
Según la Crónica de Néstor, Oleg murió en 913 y su sucesor, Igor de
Kiev, gobernó desde entonces hasta su asesinato en 944. El nuevo príncipe sitió
dos veces Constantinopla, en 941 y 944, y, debido a que su escuadra había sido
destruida por el fuego griego, firmó un tratado con el emperador. Al relatar
este hecho, el cronista recuerda que la guardia de Igor juró en Kiev la
observancia de este tratado: los paganos delante del ídolo Perún, y los
cristianos en la catedral de San Elías, lo que indica que en Kiev, en aquel
tiempo, hasta en la guardia había cristianos y existía una catedral.
El joven príncipe Igor
contrajo matrimonio con Olga, de origen varego, probablemente nacida hacia el
890, quizás en Pskov. Aunque no tenemos muchas noticias sobre sus orígenes, si
se ha conservado la tradición sobre su gran belleza y gran inteligencia. El
matrimonio se debió realizar hacia el 903 y se sabe poco de la princesa hasta
la muerte de su marido, asesinado en 945. La crónica de Néstor asocia la muerte
del príncipe a sus excesivas ganancias, indicando que intentaba recolectar
tributos por segunda vez en el mismo mes. Como resultado de esto, Olga
modificará después el sistema de recolección de tributos
Al enviudar, debido a la corta
edad de su hijo Sviatoslav, la princesa viuda gobernó la tierra rusa. Mujer de
carácter, una de las primeras cosas que hizo fue vengar la muerte de su marido.
Cuenta la crónica que para los enemigos de su patria era temible pero el pueblo
ruso la amaba y la estimaba como a su propia madre por su misericordia, su
sabiduría y su sentido de justicia. Cuando Sviatoslav si hizo hombre, en 964,
la princesa Olga pudo dedicarse más a la beneficencia.
Predispuesta hacia el
cristianismo por sus conversaciones con los sacerdotes de Kiev, pudo conocer la
fe cristiana. En un viaje suyo a Constantinopla para tratar sobre la paz, en el
año 957, decidió bautizarse, con el nombre de Elena. La historia cuenta que el
sacramento lo celebró el patriarca Poliecto, en el trascurso de una magnífica
recepción que ofreció la corte a la princesa, siendo El emperador Constantino
VII su padrino. Y como nos movemos en el campo de las tradiciones, no está
demás citar una proveniente del mundo ortodoxo, según la cual el Emperador,
viendo su belleza exterior y la grandeza interior, le pidió que se casara con
él. Ella dijo que ella no podía hacerlo antes de que ella fuera bautizada; ella
le pidió además que fuera su padrino. Después de que ella fue bautizada, el
Emperador repitió su propuesta de matrimonio. Ella contestó que ahora él era su
padre espiritual, y que incluso entre paganos era nunca oyó hablar de un padre
que se casara a su hija. Constantino, aceptando ser burlado por ella
airosamente, él la envió a su tierra con sacerdotes y sagrados textos e iconos
como regalos
Como era de esperar, Olga, de
vuelta a su tierra y ya cristiana, trató de convencer a su hijo a hacerse
cristiano, pero con escaso resultado, pues su hijo el príncipe Sviatoslav, no
cedió a sus persuasiones. Sin embargo, por aquellas vueltas que da la vida, la
persuasiva viuda obtuvo resultados años después en su nieto Vladimir, el hijo
de Sviatoslav y la princesa Malusha, al que se preocupó de educar
cristianamente. Gran labor la de las abuelas en la transmisión de la fe, sobre
todo cuando los padres se despreocupan de esta importante misión.
No fue fácil la cosa y, de
hecho, siendo ya príncipe de Kiev todavía Vladimir permanecía como pagano a
pesar de que el cristianismo había ganado muchos adeptos. La citada Crónica de
Nestor afirma que “la lujuria de Vladimir era
insaciable”. Se cuenta, quizás con cierta exageración que llegó a
tener 800 concubinas y numerosas esposas, erigiendo además estatuas y templos
paganos por la Rus. Sin embargo, por consejo de sus allegados, envió a varios
emisarios a estudiar las religiones de varios de los países vecinos que le
habían pedido que se uniera a sus respectivas religiones. Finalmente,
recordando las enseñanzas de su abuela y movido por sus buenos ejemplos, se
convirtió al cristianismo, influyendo también en su decisión la maravilla de
sus emisarios al llegar a Constantinopla y ver las ceremonias que la Iglesia
Bizantina había preparado para ellos en la impresionante Santa Sofía.
En el año 988, negoció la mano
de la hermana del emperador Basilio II, Ana Porfirogeneta, segunda hija del
emperador de Oriente Romano II. Fue la primera boda realizada entre una
princesa griega y un bárbaro, para lo cual Vladimir fue bautizado antes de
poder formalizar el matrimonio. El bautizo y el matrimonio le hicieron a
Valdimir grandes cambios en su carácter. A su regreso a Kiev, derribó todos los
monumentos paganos y construyó numerosas iglesias, entre ellas la iglesia de la
Dormición de la Virgen, la primera iglesia de piedra de Kiev, y ordenó su
construcción entre 989 y 996 para conmemorar el bautismo de la Rus de Kiev.
No todas las fuentes coinciden
con esta versión de la conversión del príncipe Vladimir. Sin embargo, existe
otra versión sobre la conversión de Vladimiro al cristianismo. En el año 987,
Bardas Sclerus y Bardas Phocas se rebelaron contra el emperador Basilio II. Los
dos rebeldes unieron fuerzas por un tiempo, pero poco después Bardas Phocas se
autoproclamó emperador. Basilio pidió al Rus de Kiev ayuda, aunque en esa época
se consideraban enemigos. Vladimio accedió a cambio de la mano de su hermana, y
aceptó convertirse al cristianismo ortodoxo, que sin duda conocía por influjo
de su abuela, además de por la presencia creciente del cristianismo en la vida
pública de Kiev. Cuando los arreglos para la boda terminaron, Vladimiro envió
6000 tropas al imperio bizantino y pusieron fin a la revuelta.
Pero, sea cual sea la ocasión
próxima de esta especie de bautismo por la fuerza o por conveniencia, sin duda
fue el impulso que hizo que el cristianismo se llegase a extender por toda
Rusia, incluso a imponerse. Ciertamente no fue una cosa automática, ni siquiera
rápida. Durante la época de Vladimir la nueva religión no llegó probablemente
más que a los nobles y a los comerciantes ricos y tampoco el desarrollo
posterior del cristianismo fue tan rápido como se ha pretendido, ya que el
paganismo fue cediendo el terreno poco a poco. Sin embargo, tradicionalmente se
ha considerado la conversión de Vladimir el punto de inflexión, con el comienzo
del declinar del paganismo y el imponerse del cristianismo.
Vladimir fue considerado desde
antiguo un santo por los cristianos rusos. El culto que se tributó desde el
antiguo se debió no sólo a que había sido un pecador arrepentido, sino a que
había iniciado la reconciliación del pueblo ruso con Dios y había sido el
Apóstol de Rusia, elegido por el cielo. La Crónica de Néstor explica que San
Vladimiro recibió el perdón y la gracia de Dios, en tanto que “muchos otros hombres rectos y religiosos se apartaron
del camino de la verdad y perecieron“. A lo que parece, el
arrepentimiento y la fidelidad del príncipe fueron sinceros y, a este
propósito, un cronista afirma: “Cuando se dejaba
llevar de la pasión y había caído en pecado, trataba inmediatamente de
compensarlo con la penitencia y la limosna”.
Incluso hay quien afirma que
Vladimir, después de su conversión, se preguntaba si tenía derecho a castigar
con la pena de muerte a los bandoleros y a los asesinos. Tales escrúpulos
sorprendieron a los misioneros griegos, quienes apelaron al testimonio del
Antiguo Testamento y de la historia de Roma para probar que los príncipes
cristianos tenían el de deber de castigar a los malvados. Pero parece ser
que tales argumentos no convencieron del todo a Vladimiro. Aunque su pueblo
dependió en lo religioso del patriarcado Bizancio, envió embajadores a Roma,
ayudó al obispo alemán San Bonifacio durante su misión entre los paganos y aún
llegó a copiar ciertas costumbres canónicas del occidente, como la de los
diezmos, que no existía entre los bizantinos. En realidad, Rusia no interrumpió
sus relaciones con la Iglesia de occidente sino hasta la época de las
invasiones de los mongoles.
Vladimir murió en Berestovo,
en 1015, después de haber repartido todos sus bienes entre sus amigos y los
pobres, según se cuenta. Su cuerpo fue desmembrado y distribuido ente sus
numerosas fundaciones sagradas y venerado como reliquia. Los rusos, los
ucranios y otros pueblos, celebran solemnemente su fiesta.
Alberto Royo
Mejía
No hay comentarios:
Publicar un comentario