¿Puede un católico participar
en cultos de exaltación de la Madre Tierra? Es la pregunta que se ha planteado
el portal católico Aleteia, y que ha contestado el experto
argentino Roberto A. Federigo,
miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES). En su
respuesta señala que “en estos cultos se
diviniza al planeta Tierra y a su naturaleza”. Por eso, “lejos de ser una
ceremonia festiva es un rito neopagano”.
En su artículo, Federigo
delimita la cuestión: se trata de ritos
realizados por los integrantes de las religiosidades telúrico-mistéricas y que
tienen su origen en el neolítico. En varias cuevas europeas se han encontrado
estatuillas de cerámica que representan, por ejemplo como en el caso de la “Diosa de Gavà”, la imagen de una mujer con una
espiga sobre su vientre. La mujer (que es preñada y da a luz), asociada con la
tierra (que da los vegetales) es fecundada al igual que la tierra (elemento
femenino) lo es por los rayos del sol (elemento masculino).
Además, clasifica los diversos
ritos de la siguiente manera: tradicionales
antiguos (ancestrales y practicados por quienes creen en la Madre Tierra
entre otras deidades. Son animistas y politeístas), ritos a la Madre Tierra sincréticos individuales (ceremonias
practicadas generalmente por tradicionalistas. Son sincréticos) y ritos a la Madre Tierra nuevaeristas
(ceremonias practicadas por personas que las adquieren no precisamente por
herencia cultural de sus ancestros. Pueden ser animistas-panteístas,
politeístas y sincréticos y se diferencian del resto por poseer componentes
ideológicos modernos como la ecología, el feminismo, el vegetarianismo, la
meditación, etc.).
Como explica el estudioso, no
todos dan a la Madre Tierra un mismo nombre o una misma interpretación y forma.
Se dan configuraciones antropomorfas (de forma humana) o teriomorfas (animal)
en los cultos tradicionales de Asia y Europa. Además, casi todas las antiguas civilizaciones adoraron algún tipo de diosa
relacionada con la tierra. También en la América precolombina, los
distintos pueblos adoraban a la Madre Tierra y después de la llegada del hombre
europeo y de la evangelización, a diferencia del viejo continente, en la nueva
tierra nunca fue abandonado en su totalidad. Más bien, algunos católicos lo mantuvieron como una tradición ancestral que en
algunos casos individuales forma un verdadero sincretismo.
En buena parte de Sudamérica existe el culto y la celebración de la Pachamama (del aimara y quechua “pacha”: tierra
y “mama”:
madre), que es practicado en agosto por personas mayormente cristianas
de manera paralela a su creencia base. En el ritual se le ofrenda a la
pachamama alimentos, bebidas, tabaco, hojas de coca, etc.
Así, personas que no tienen una tradición ancestral cercana con quienes rendían
culto a la Madre Tierra, participan en celebraciones
y cultos reactualizados por la Nueva Era. Desde esta nueva visión,
suelen llamar Gaia a la Madre Tierra y la
conciben como el cuerpo de un ser vivo, el más grande del sistema solar, que
influye en nuestras vidas porque estaríamos mentalmente interconectados con sus
centros de energía.
En Europa, como ya se ha
dicho, existen grupos que desde hace algunas décadas atrás reactivaron parte de
esos ritos y los fusionaron con una fuerte
carga nuevaerista neopagana. Mucho más lejanos que los americanos, esos
cultos desaparecieron alrededor del siglo III d.C. Se practican preferentemente
en bosques y se utilizan calderos, velas, cánticos, orientaciones astrológicas
y se ofrendan distintos vegetales. Otra diferencia
con los americanos es que en los europeos no se ofrenda carne de animales, por
la tendencia al vegetarianismo
impuesta por la Nueva Era.
¿QUÉ DICE LA IGLESIA CATÓLICA AL RESPECTO?
¿QUÉ DICE LA IGLESIA CATÓLICA AL RESPECTO?
Roberto A. Federigo cita
algunos documentos del Magisterio eclesiástico para presentar el discernimiento
de la fe católica. En el llamado Documento de Medellín (CELAM, 1968) se
lee que “al enjuiciar la religiosidad popular,
no podemos partir de una interpretación cultural occidentalizada, propia de las
clases media y alta urbanas, sino del significado que esa religiosidad tiene en
el contexto de la sub-cultura de los grupos rurales y urbanos marginados. Sus
expresiones pueden estar deformadas y mezcladas en cierta medida con un
patrimonio religioso ancestral donde la tradición ejerce un poder casi
tiránico; tienen el peligro de ser fácilmente influidas por prácticas mágicas y
supersticiones que revelan un carácter más bien utilitario y un cierto temor a
lo divino, que necesitan de la intercesión de seres más próximos al hombre y de
expresiones más plásticas y concretas. Esas manifestaciones religiosas pueden
ser, sin embargo, balbuceos de una auténtica religiosidad, expresada con los
elementos culturales de que se dispone”.
Dicho documento invita a distinguir
las motivaciones mixtas que pueden darse en este fenómeno, y que “pueden responder a deseos de seguridad, contingencia,
importancia y simultáneamente a necesidad de adoración, gratitud hacia el Ser
Supremo. Motivaciones que se plasman y expresan en símbolos diversos. La fe
llega al hombre envuelta siempre en un lenguaje cultural y por eso en la
religiosidad natural pueden encontrarse gérmenes de un llamado de Dios”.
Un texto posterior de los
obispos de aquella región, el Documento de Puebla (CELAM, 1979)
también habla de la religiosidad popular, señalando que “la religión del pueblo latinoamericano, en su forma
cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo
popular”. La crítica viene al
constatar sus aspectos negativos, que “son de
diverso origen. De tipo ancestral: superstición, magia, fatalismo, idolatría
del poder, fetichismo y ritualismo. Por deformación de la catequesis: arcaísmo
estático, falta de información e ignorancia, reinterpretación sincretista,
reduccionismo de la fe a un mero contrato en la relación con Dios. Amenazas:
secularismo difundido por los medios de comunicación social; consumismo;
sectas; religiones orientales y agnósticas; manipulaciones ideológicas,
económicas, sociales y políticas; mesianismos políticos secularizados;
desarraigo y proletarización urbana a consecuencia del cambio cultural”. Y el texto magisterial concluye: “podemos afirmar que muchos de estos fenómenos son
verdaderos obstáculos para la Evangelización”.
Secretaría RIES
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