¿Si Dios
ama tanto al mundo, cómo puede enviar personas al infierno? ¿Sí es un Padre
amoroso cómo puede permitir que la gente se pierda? Efectivamente Dios es un
Padre amoroso que para los hombres porque envío a Su único Hijo para que
muriera para rescatarnos. ¿Es razonable que alguien así confine almas en un
lugar donde reina el dolor y alejado por toda la eternidad de Él?
No sería razonable evidentemente, pero tampoco es así en la realidad.
Hay mucha confusión sobre cómo maneja Dios su gracia para rescatar a la gente de la
condenación eterna. Pero Él no prohíbe
que las almas se auto condenen, de lo contrario no tendríamos libre
albedrío. Es más, Él está en la puerta
del infierno tratando de convencer a los que quieren entrar para que no
lo hagan. Mientras que desde dentro del
infierno se oyen improperios e insultos contra Dios. Vociferando incluso que no deberían
permitirle que estuviera en la puerta haciendo proselitismo.
¿DIOS
ENVÍA AL INFIERNO?
La pregunta que muchos se hacen es como un Dios que amó tanto al mundo, que envió a Su Hijo para que
todos tengamos vida eterna, puede enviar a alguien al infierno. O si se quiere,
porque permite que alguien vaya a ser
condenado eternamente junto con el demonio. Primero, es un dogma de fe que el infierno existe.
Y sí existe es porque no se trata de
algo decorativo y por lo tanto está poblado. De modo que es una herejía afirmar que no existe el
infierno, tanto como afirmar que está vacío. ¿Pero es Dios el que envía a los pecadores consuetudinarios y sin
arrepentimiento al infierno?
La respuesta es que no se trata de Dios.
Lo que a su
vez nos lleva a una pregunta más de base. ¿Es Dios quien envía los males a la Tierra, como por ejemplo desastres
naturales, enfermedades, muertes? La respuesta también es que no es Dios. Sino que Dios es quien lo permite, en ambos
casos. ¿Y porque Dios permite que
sucedan estas cosas desagradables? Se trata de nuestro libre albedrío. Pero
conjuntamente, también Dios actúa previamente para prevenirnos de que esto
pueda suceder. Y eso es precisamente la base de su misericordia
infinita. Pongamos un ejemplo bíblico que documenta bien el accionar de Dios avisándonos y dirigiéndonos. En
el siglo sexto antes de Cristo, Nabucodonosor el rey babilonio, arrasó Jerusalén y cayó el fastuoso
templo del Rey Salomón. Muchos judíos fueron asesinados y los demás fueron
conducidos al exilio. Fue en la época
de los profetas Ezequiel y Jeremías. Pero por intermedio de ellos como
mensajeros, Dios había advertido al pueblo que se arrepintiera y que no
ofreciera resistencia a los invasores. El pueblo judío no aceptó el aviso e incluso encarceló a
Jeremías. De modo que Dios envió un aviso de cómo tenían que actuar ante el
peligro que se avecinaba, pero el pueblo respondió obstinadamente en contra de
ese aviso. Y esto mismo pasa con
el pecado mortal que lleva al castigo eterno.
Juan 3: 19
dice que “el juicio es éste: la luz vino al mundo pero los hombres amaron
la oscuridad en lugar de la luz”.
Esto indica que quienes van al infierno es porque ellos prefieren la
oscuridad en lugar de la luz, eligen separarse de Dios.
¿Y porque la gente querría decidir separarse de Dios? No es una respuesta fácil,
pero en principio quizás el tema pase por una disconformidad respecto a la propia vida de la persona y a lo que le ha
pasado en la Tierra. De modo que si
Dios existe habría sido el culpable de todos los males que le sucedieron,
inclusive de su propia personalidad y sus propios defectos. Y no quieren tener ningún trato con una
persona que califican negativamente. ¿Tú tienes una interpretación mejor? Si la
tienes, haznos un comentario y nos la dices.
DIOS
ESPERA QUE LO ELIJAMOS
No sólo espera, sino que milita para darnos una oportunidad tras otra,
por su inacabable misericordia.
Cuando
morimos, en el juicio personal, debemos
elegir un destino irrevocable: estar junto a Dios o estar separados de
Dios; ir al infierno o ir en última instancia al cielo, aunque pueda suponer
una parada intermedia en el purgatorio para purificarnos. En ese momento, y
antes durante toda nuestra vida, Dios
ha estado esperando que aceptemos su misericordia. Él nos ha dado la gracia de ver nuestros pecados
a la luz para que cambiemos. Y luego de eso debimos hacer la decisión de ver nuestra vida como Dios la ve,
aceptar su amor misericordioso y enfrentar la verdad sobre nuestros actos. Esto
vale tanto para conductas inmorales pequeñas, como para actos inmorales
detestable por toda la humanidad. Porque nuestro arrepentimiento lava todas las culpas, aunque a veces no
las consecuencias terrenales de nuestros pecados.
Lo único que podemos hacer nosotros es arrepentirnos y Él después nos
regalará inmerecidamente una vida eterna junto a Él.
Pero esta
misericordia final Él no la da si
nosotros no se lo pedimos con nuestra aceptación de vivir con Él. Para
entender más esto hablemos sobre lo que es el pecado y como Dios lo previene.
QUÉ
ES EL PECADO
Dios por naturaleza es bueno, perfecto e infinito. Y esa bondad es la
base de la moralidad.
Esta propia
naturaleza es la que determina si un
acto que elegimos es bueno o malo. Al elegir lo bueno estamos eligiendo a Dios,
y si elegimos lo malo lo estamos rechazando. De modo que es la propia
naturaleza de Dios lo que hace a un acto moral o inmoral. Y cómo Dios es eterno e inmutable, los
actos que en un momento son morales son siempre morales, y por el contrario los
actos inmorales son siempre inmorales. Pero además de ésta clasificación
objetiva hay una subjetiva.
Es nuestro propio libre albedrío es el que nos permite elegir a
sabiendas un acto moral o inmoral.
Al acto inmoral elegido con pleno conocimiento se le llama pecado. Pero entonces nos encontramos
con dos tipos de pecados: el pecado
venial y el pecado mortal. El
pecado venial no es tan gravemente inmoral como para ser totalmente
incompatible con el amor a Dios y al prójimo. Y por tanto no quita el estado de gracia del alma
ni merece la condenación eterna. Aunque siempre merece un cierto grado de
castigo. Mientras que el pecado mortal
es incompatible totalmente con el verdadero amor a Dios y al prójimo. Y es tan gravemente inmoral, que le quita al
alma el estado de gracia y merece la condenación eterna. Ahora, si un acto no fue elegido con conocimiento de
que es un acto inmoral, entonces no hay pecado actual, aunque
objetivamente sea un acto inmoral.
De modo que un pecado actual – como se le llama en teología – es un acto
que se sabe que es inmoral pero se elige libremente.
Y es esta
elección consuetudinaria la que lleva a
la gente al infierno por sí misma. Pero Dios no quiere esto. Y nos da sistemáticamente ayuda misericordiosa
para superar nuestra adicción a los actos inmorales.
CÓMO
ACTÚA LA MISERICORDIA DE DIOS
Pensemos en una persona que comete fuertes pecados
mortales, los llama santos y buenos y no se arrepiente. Y esto a través
de toda su vida. ¿Cómo actúa la
misericordia de Dios en este caso de pecadores consuetudinarios y
empedernidos? ¿Los abandona
hasta que se arrepientan?
Noooo.
Dios les da un primer influjo misericordioso a través de la gracia
preveniente.
Esta primera
gracia ilumina al alma para percibir lo
que es el bien y el mal, y las verdades trascendentes. Y además libera la voluntad del hombre para elegir
entre el bien y el mal. De modo que podemos estar seguros de que hasta los pecadores más abyectos recibieron
esta gracia, porque de lo contrario no serían culpables. Es la gracia
que les permite entender lo que
es bueno y lo que es malo, y su culpabilidad de haber elegido lo malo. Y además
le da la capacidad de elegir por lo bueno. Una vez que el individuo eligió la gracia preveniente Dios derrama sobre
el la gracia subsiguiente.
Que es una gracia presentada por Dios al libre albedrío del pecador,
para que coopere con Dios y con el prójimo.
Esto puede tener diversos niveles, porque el pecador no arrepentido puede cooperar con algunas gracias
subsiguientes y con otras no, o sea en forma parcial y vacilante. Esto es como
un aprendizaje o una carrera, que finalmente puede conducir a una cooperación completa y al arrepentimiento
total de los pecados.
Y la tercera gracia que da Dios a los grandes pecadores es la gracia
providente.
Aunque el
pecador odie a Dios y a su bondad y tenga su alma tan endurecida como para
continuar en pecado y rechazando la gracia subsiguiente, Él de cualquier manera le ayuda con su
providencia. Está constantemente mostrándole su amor y dándole esperanza;
trayéndole ejemplos de santidad, y produciendo en su vida situaciones para
conducirlo al arrepentimiento. En este caso, si el individuo comienza el proceso de arrepentimiento, Dios
profundiza su gracia providente. La gracia providente no necesita la cooperación del libre albedrío. Estos tres tipos de
gracia demuestran que la misericordia
de Dios no actúa solamente sobre el arrepentido. Porque ¿cómo podría
arrepentirse un pecador mortal si no recibiera primero la gracia de Dios
para inducirlo al arrepentimiento?
Pero aun
así, a pesar de estos esfuerzos misericordiosos de Dios, hay gente que corre expreso hacia el infierno.
Y quizás el caso más doloroso es el de
los padres que ven a sus hijos internarse en los pecados y se sienten
como impotentes.
¿QUÉ
PASA CON LAS PERSONAS QUE SE DIRIGEN EXPRESO AL INFIERNO?
Algunos
padres tienen miedo de que sus hijos vayan al infierno porque no responden a ningún llamado de arrepentimiento de sus conductas
pecaminosas, que les hacen. Esto se
ha multiplicado en los últimos tiempos, porque la oscuridad se ha
apoderado del mundo. Y hoy más que nunca se le está llamando bueno a las cosas
malas, y malo a las cosas buenas. Da la
sensación a los ojos humanos, que nada se puede hacer, que es
inevitable, porque se han hecho muchos esfuerzos y nada funciona.
Sin embargo no es cierto que no haya nada que pueda hacer Dios o alguna
otra persona.
Dios de hecho está actuando con las 3 gracias previas al arrepentimiento que hemos
mencionado. Pero también los padres
pueden cooperar con la gracia de Dios con su conducta y pidiendo un milagro. Los
evangelios nos avalan siempre ésta la esperanza. Y nos muestran cómo la fe de otras personas han salvado por
ejemplo a enfermos. En Mateo 9 hay varias curaciones de Jesús debido a la fe de amigos o parientes de la
persona enferma, quienes le piden un milagro a Jesús. En Mateo 9: 2-7, unos hombres le traen un paralítico en
una camilla y viendo la fe de estos hombres Jesús dice al enfermo “hijo ten ánimo, tus pecados te son perdonados”. Y
luego le ordena “levántate toma tu camilla y
vete a tu casa” y así fue como se
curó. Nótese aquí que Jesús perdonó los
pecados de la persona a partir de la fe de los amigos que le llevaron. En
Mateo 9: 18 se presenta una persona a Jesús que le dice “mi hija acaba de morir, ven y
pon tu mano sobre ella y vivirá”. El funcionario cree en el poder resucitador de Jesús, de lo
contrario no se habría apersonado a Él, ni dicho eso sobre una situación que
naturalmente no tiene solución, cómo es la muerte, donde uno diría es imposible
que se salga. Sin embargo se lo pide con fe a Jesús y éste responde
positivamente y cura a la hija. Un caso
similar es el del centurión que le pide a Jesús por la sanación de un
subalterno en Mateo 8: 5-13. De modo que no hay nada imposible para Dios. Y en segundo lugar, la fe de otra persona puede lograr el
milagro. Esto es especialmente importante para los padres. En caso que
sus hijos parezca que se dirigen expreso hacia el infierno, deben confiar plenamente en la gracia de
Dios. Y estar más atados a Dios aún, tratando de agradarle y obedecerle,
para pedirle constantemente por sus hijos con más legitimidad. “Señor yo estoy haciendo lo que
no hacen mis hijos, por favor míralos a ellos”.
La historia de Santa Mónica, la madre de San Agustín, es especialmente
didáctica para esto.
Mónica era una mujer y madre de profunda fe, que tenía un hijo pagano y
un marido, que además de ser pagano era violento y adúltero. Que la criticaba
va porque llevaba una vida de caridad limosna y piedad. Y también lo hacía su
suegra Pero durante 17 años Mónica rogó
por Agustín. Cuenta la tradición que una vez se topó con un Obispo y
llorando le dijo “que
el niño de estas lágrimas no se pierda”. Y Mónica vio antes de su muerte, que Agustín renunció a la herejía
maniquea, cesó su vida licenciosa, fue bautizado y hoy es el santo más
mencionado en el Catecismo de la Iglesia Católica. Y no sólo eso, también terminaron siendo bautizados su esposo y su
suegra. Por lo tanto la recomendación a
los padres es no bajar los brazos, orar constantemente por la conversión de los
hijos y mostrar la ferviente fe cristiana en su vida diaria. Naturalmente
que esto también vale para otras
personas, no solamente para los hijos, porque uno puede estar preocupado
por su esposa o esposo o familiares o amigos.
En resumen:
Primero, se condenan al infierno las almas mismas que no creen a Dios y
no es Dios el que las condena.
Segundo, Dios no quiere que alguien vaya al infierno y por lo tanto
derrama constantemente gracias a las personas para llevarlas al
arrepentimiento.
Hay que
tener la confianza que Dios está actuando permanentemente, tratando de mostrar
la inmoralidad de los pecados a quienes no los perciben así.
Tercero, nunca hay que bajar los brazos a pesar que el alma del otro
parezca que se dirige expreso al infierno.
Hay que orar
constantemente, pedirle a Dios insistentemente, aferrarse con la fe más
absoluta a lo que Dios quiere y mostrar esa fe a los demás en la vida diaria. Y los detalles hay que dejarlos en manos de
Dios.
Fuentes:
- http://www.integratedcatholiclife.org/2018/03/dambrosio-scripture-reflection-god-of-love-send-people-to-hell/
- https://ronconte.wordpress.com/2018/03/27/gods-mercy-toward-hardened-sinners/
- http://www.catholicstand.com/child-going-hell/
- https://ronconte.wordpress.com/2017/05/21/catholic-ethics-what-is-sin/
- http://www.infocatolica.com/blog/sapientia.php/1502140130-xi-primacia-y-soberania-de-la
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