El
día de las grandes controversias.
La noche
del lunes fue como la del domingo: enseñanzas a los discípulos y mucha oración.
Jesús está en máxima tensión. El ambiente de paz de Betania ayuda a relajar los
espíritus, pero Jesús no cede en su lucha y necesita rezar.
El martes
acude al Templo por el camino tantas veces recorrido. Los rostros de los que le
acompañan están serios; ya no hay vítores de los acampados alrededor de
Jerusalén, ni en la misma ciudad. Pero muchos quieren oír y ver al Maestro, al
Hijo de David, al que resucitó a Lázaro, al que se ha proclamado Hijo del Padre
eterno. Este día todos los grupos que se oponen a Jesús se van a unir y emplear
sus armas dialécticas para destruirle. "Siguieron
observando y le enviaron espías que simulaban ser justos para cogerle en alguna
palabra y entregarlo al poder y jurisdicción del gobernador"(Lc).
Muchas cosas van a quedar claras en este día y mucha va a ser la luz para los
de mente y corazón abiertos.
Reproducido con permiso del Autor,
Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales
universitarias - pedidos a eunsa@cin.es
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