Se
dice que San Francisco Javier enseñó a los niños en India a orar y sanar a los
enfermos. Después de haber sido sanados, eran traídos ante él y éste les
explicaba lo que había ocurrido. Se dice también que Vicente Ferrer, el
dominico, resucitó más gente de la tumba que Jesús. Estas personas no fueron
más perfectas de lo que somos nosotros y todos estamos habilitados por el mismo
Espíritu Santo que reside dentro de cada uno de nosotros. Se supone que podemos
hacer obras más grandes que Jesús, “…pero les digo:
el que cree en mí hará las mismas cosas que yo hago y aún hará cosas mayores” (Jn.
14:12). “Yo soy la vid, ustedes las ramas. Si
alguien permanece en mí, y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden
hacer nada” (Jn. 15:5). El padre Robert de Grandis, autor de este
artículo, dice: las siguientes son unas guías que a veces denomino “mandamientos”. Pueden ser de utilidad en tus
esfuerzos por la sanación de las demás. 1. Cree que Dios, por lo general,
quiere que todos los hombres estén sanos, saludables, íntegros en cuerpo, mente
y espíritu. “Cuando Jesús bajó del monte, lo siguió
mucha gente. Un leproso vino a arrodillarse delante de él y le dijo: Señor, si
quieres, tú puedes limpiarme. Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: ¡Lo
quiero, queda limpio! (Mt. 8:1-3). En este pasaje bíblico tomado de la Biblia
de Jerusalén hay admiración al final de la contestación dada por Jesús. Por un
momento, imagínense el tono de la voz de Jesús diciendo: “Por supuesto, ¿no se
fijaron en lo que les estaba diciendo a las personas allí en el camino? No se
fijaron en lo que hice ayer y ahora me preguntan: ¿Quiero sanarlos? Por
supuesto que sí. ¡Sanaos!” Esta historia, tomada del Evangelio, ilustra
convincentemente el deseo de Jesús de sanar a todo aquel que viniera a Él. Está
escrita cuatro veces en los Evangelios: Jesús quería que todo aquel que viniera
a Él fuera sanado; Mateo 8:16, Mateo 12:15, Lucas 4:40, Lucas 6:19. Las mismas
obras que Jesús realizó, las comisionó a sus apóstoles y discípulos. Nunca los
envió únicamente a predicar, todo lo contrario. Siempre dijo: “Prediquen la Palabra y sanen al enfermo”. En mi opinión, la predicación y la sanación son
inseparables. Jesús dio a sus apóstoles las siguientes instrucciones: No vayan
a tierras extranjeras ni entren en ciudades de los samaritanos, sino que
primero vayan en busca de las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Mientras
vayan caminando, proclamen que el Reino de Dios se ha acercado. Sanen enfermos,
resuciten muertos, limpien leprosos, echen demonios. Den gratuitamente, puesto
que recibieron gratuitamente” (Mt 10:5-8). Nuestra misión, hoy día, es
como fue la de los apóstoles en su época, convertirnos en seguidores de Jesús.
Como católicos hemos aceptado abiertamente la invitación de ser testigos de
Jesús, hacer sus obras ahora como Él las hubiera hecho, a través del poder del
sacramento de la confirmación. Por lo tanto, ahora que tú empiezas a orar por
los enfermos y a leer el Nuevo Testamento prestando especial atención a la
sanación, puedes Página 2 preguntarte: ¿Dónde he estado todos estos años? Los
Evangelios claramente expresan lo que Jesús dijo: “Prediquen
el Evangelio y sanen a los enfermos”. En el libro Sanación de Francis
MacNutt hay un capítulo sobre sanación que recomiendo leer a todos. “El mensaje fundamental de la cristiandad: Jesús salva”.
MacNutt dice que el mensaje del Evangelio es que Jesús salva y los domingos
cuando el sacerdote o predicador está en el púlpito, debe predicar precisamente
esto. Este simple mensaje puede ser enseñado, bien sea por la palabra hablada o
dada, o por la comprensión que la gente derive a través de la sanación. Creo
que Jesús concibió ambas cosas. Cuando Kathryn Kuhlman vino a Mobile, Alabama
en 1975, las entradas se agotaron. De hecho, hubo mucha gente que se quedó sin
entrar. Por la misma época se presentó también en Mobile otro evangelista, un
excelente orador y quien contaba con una enorme campaña publicitaria, pero que
no contó con la cantidad de público que fue a escuchar a Kathryn Kuhlman. El
único método que utilizó fue el de la predicación mientras que Kathryn usó la
predicación y la sanación. Siempre que se han utilizado la predicación y la
sanación, los ofrecimientos de Jesús, los auditorios donde se han llevado a
cabo las presentaciones no han tenido la capacidad suficiente para albergar a
toda la gente que ha querido acudir. Esto ha ocurrido en muchas ocasiones. En
mi propio ministerio tuve la misma experiencia recientemente cuando estaba en
unos retiros espirituales en Brasil con sacerdotes, religiosas y laicos. La
noticia de que se estaban llevando a cabo unos retiros espirituales de sanación
se esparció por todos los vecindarios. Las puertas del lugar donde se
desarrollaban los retiros fueron colmadas por personas provenientes de toda la
región que querían asistir. ¿Por qué? Porque hay una atracción natural hacia la
sanación. Esta atracción fue evidente también en la época de Jesús, cuando
leemos que era seguido por multitudes. Todos necesitamos sanación, de una forma
o de otra, porque seguimos siendo personas con necesidades. Algunos teólogos
afirman que el Señor no sana a la gente enferma de hoy porque esto era
solamente para las personas del siglo primero. Sin embargo, en estas épocas
modernas podemos ver claramente como la gente común y corriente tiene, en
cierto sentido, un entendimiento más profundo del Señor, y visitan santuarios
para hallar sanación, o siguen a predicadores, o acuden a la última aparición
de Nuestra Santísima Madre para ser sanados. Personalmente, no tengo nada en
contra de tomar un avión para ir a Lourdes, claro que el ochenta por ciento de
los cristianos hoy en día no puede costearse este lujo, y la cristiandad no es
sólo ese veinte por ciento que puede saltar a un avión e ir a santuarios o a lugares
santos. La cristiandad está siempre a disposición de todos los hombres sin
importar su raza, y el poder de sanación de Jesucristo está donde haya un
cristiano, donde haya una apertura al poder sanador del Señor Jesucristo. Mi
método total de sanación se basa en la idea de que la sanación es “una respuesta a la oración”, opinión que ha sido
objetada por algunas personas. Otros la ubican en la comunidad. Esto está bien
ya que queremos darle importancia a la comunidad. Si podemos creer en el amor
que el Señor nos tiene, Página 3 entonces, Él va a actuar a través de nosotros,
que somos sus instrumentos, para darnos la respuesta a nuestra oración. Yo creo
que Jesús, por lo general, quiere que todos los hombres sean sanados, porque El
prometió darnos signos. “Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi
nombre (…) pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán (Mc 16:17-18).
Este relato bíblico refleja la actitud de Jesús sobre la sanación, fue
resaltado, utilizado y vivido entre los primeros cristianos y cuyo poder nos
fue dado a nosotros por el Evangelio según San Marcos. En cada sanación existen
cuatro factores: la persona que ora, la persona por la que se ora, la oración
que se dice y la fe de la comunidad. Mencionaré aquí brevemente el cuarto factor.
¿Cuánta fe tenemos dentro de la comunidad católica para alcanzar la sanación?
Hago siempre énfasis en la fe de la comunidad porque la experiencia me ha
mostrado lo importante que es. Por ejemplo, estando en Birmingham, Alabama, una
mujer que había pertenecido a la iglesia pentecostal antes de ser católica, me
dijo un día algo con respecto a sus experiencias de sanación: “Padre, cada vez que nos enfermábamos, como miembros de
la Iglesia pentecostal, acudían los ancianos y el ministro, nos ungían y nos sanaban
en cada oportunidad. Nunca supe lo que era ir a donde el doctor. Hacíamos lo
que la Biblia indica: El que esté enfermo, que llame a los presbíteros de la
Iglesia para que rueguen por él, ungiéndolo con aceite en el Nombre del Señor (Stgo.
5:14). Esta mujer me hizo reflexionar sobre la fe de la comunidad que oró por
ella. Concluí lo siguiente: Empezamos a orar por sanación y no nos sorprendamos
si nuestras oraciones son contestadas. La comunidad entera, a diario, crece en
afirmación y experiencia a medida que extiende la mano y ora por la sanación de
los enfermos. La experiencia es supremamente importante ya que la mayoría de
nosotros duda como Santo Tomás, y necesitamos ver la sanación para creer. Es
triste decirlo, pero no espero que la mayoría de los católicos crean en la
sanación sino hasta que la vean debido a la fuerte resistencia que tienen.
Ellos la buscan en santuarios, lugares santos, y rezando novenas. Una de las
mejores experiencias de fe en mi vida ha sido la cruzada de Kathryn Kuhlman, en
la que fui testigo de 100 sanaciones en Pittsburg. Mi experiencia personal hizo
crecer mi fe. Algunas personas están haciendo un seguimiento a estas cruzadas
de sanación argumentando que la gente no es en realidad sanada, sino solo
aparentemente. A mi modo de ver lo que pasa es que cuando las personas salen de
las sesiones de sanación, la fe y el amor retornan a sus comunidades negativas
en donde no hay amor, paz o alegría, sino solo rabia, frustración y culpa.
Estos últimos síntomas empiezan a aflorar de nuevo y los que habían sanado se
enferman de nuevo porque el ambiente donde viven no cambia. En la cátedra de “oración de sanación”, llevada a cabo en Mobile,
Alabama, la gente entraba a la cafetería donde se estaban dando las clases, y
los que tenían un dolor físico dejaban de sentirlo. Podían sentarse por dos
horas en la clase sin experimentar ningún tipo de dolor, sintiéndose
maravillosamente, pero cuando abandonaban la cafetería, el dolor regresaba.
¿Por qué? La fe de la comunidad es muy importante en toda el área de sanación y
ciertamente uno de los factores primordiales. Página 4 “Señor
Jesús, sé que deseas que todos te amemos en forma completa y que estemos
totalmente bien para que podamos orar y alabar. Permite que el Espíritu Santo
se manifieste hoy y que nos enseñe la verdad de que Tú realmente nos quieres
saludables en cuerpo, mente y espíritu. Aumenta hoy nuestra fe como comunidad
para creer en tu amor sanador”. 2. Recibe los sacramentos tan
frecuentemente como te sea posible para lograr la sanación. Nuestro Señor Jesús
dio su vida por los hombres de todas las épocas. Para continuar con su trabajo
de redención y de santificación a través de los tiempos, dio a la Iglesia los
siete sacramentos con el fin de moldearnos, llenarnos, usarnos y fundirnos.
Básicamente, gracias a los sacramentos, el hombre se sana. El teólogo Donald
Gelpi S.J., escribió lo siguiente en su libro La piedad pentecostal: “Pero los católicos no pueden redescubrir el propósito de
estos sacramentos de manera significativa a menos que estén plenamente
convencidos de que estos poseen un don efectivo de sanación. Esto, simplemente,
significa que no podemos desechar o desdeñar más la sanación por la fe
practicada por muchos de nuestros hermanos no católicos”. Por el
contrario, debemos entender su verdadero significado y lugar en la vida de cada
comunidad cristiana. Debemos también contemplar el ministerio sacramental de la
sanación como una parte integrante de las vocaciones sacerdotales. Y debemos
llegar a un entendimiento teológico sólido de la relación entre un ministerio
sacramental y un ministerio carismático de la sanación. Como católicos, el
centro de nuestra vida espiritual es la misa, la Eucaristía. Durante la
celebración de la misa encontramos oraciones maravillosas para curar la mente,
el cuerpo y el espíritu. En la plegaria del Padre Nuestro encontramos una
súplica: “Líbranos de todo mal”. Ya que el
hombre es un todo – cuerpo, mente y espíritu – no susceptible de separación,
entiendo que ésta es una solicitud de protección contra el mal físico,
psicológico y espiritual. En la oración que el sacerdote dice a la
congregación: “La paz del Señor esté siempre con
vosotros”, Cristo está presente en su gente. Esto significa
repetidamente la paz total del hombre: cuerpo, mente y espíritu. Si alguien
tiene un dolor intenso durante la Eucaristía, es difícil entender cómo puede
estar en paz y permanecer dispuesto a recibir lo que Jesús le está ofreciendo.
La paz es armonía de mente, cuerpo y espíritu que se traduce en tranquilidad.
Ciertamente, las personas que se aproximaron a Jesús para ser curados sintieron
esta paz dentro de ellas, y las experiencias de los que hoy se encuentran en el
ministerio de la sanación tienden a estar de acuerdo con que la sanación le
brinda al hombre una sensación de paz no conocida anteriormente. Por
consiguiente, la misa es la oportunidad perfecta y natural de acercarse al
Señor si se está sufriendo de falta de arreglo interior y se busca la paz del
Señor. La segunda oración antes de la comunión: “Señor
Jesucristo, con fe en tu amor y en tu misericordia, como de tu cuerpo y bebo de
tu sangre, no me condenes sino dame salud en mente y cuerpo”, es una
referencia directa a la sanación sin Página 5 requisitos. Los sacerdotes harían
bien en llamar la atención de los fieles. Ciertamente se ayudaría a muchas más
personas si llegaran a la Eucaristía con la gran convicción de fe que el Señor
Jesucristo los sanará. Si no decimos estas oraciones con un gran
convencimiento, perdemos mucho del poder de sanación que nos brinda la misa.
Todos hemos repetido esta oración antes de la sagrada comunión: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una
palabra tuya bastará para sanarme”. Pero ¿cuántos han reflexionado
realmente sobre esta súplica? Esta es una magnífica oportunidad de mostrar al
Señor nuestra necesidad de sanación y de esperar que, así como Él se entregó
por nosotros, nos dé un don menor, como es la sanación total del hombre. El
Reino de Dios está sobre nosotros y en la misa nos damos cuenta de su presencia
en forma muy profunda. Este es el momento para los frutos del Reino, uno de
ellos es la integridad, la cual debe ser hecha y recibida por el creyente.
Hemos recibido los sacramentos como ayuda para lograr la sanación, Dios tocando
al hombre, el hombre tocando a Dios. “Extiende la
mano y toca a Dios cuando El pasa”, como dice la canción. Esto es lo que
ocurre en los sacramentos: Jesús desciende y nos toca. Recíbelos con la
confianza de recibir la sanación. “Señor Jesús,
tócanos y sánanos hoy. Renueva dentro de cada uno de nosotros nuestro
compromiso de recibir tu amor sanador que nos es dado en los sacramentos”. 3.
Ora por el enfermo tantas veces como te sea posible. Aparentemente, entre más
oremos con el enfermo, más relajada y profunda se vuelve la oración. Si éste es
el caso, es valioso orar por él tantas veces como sea posible. Así como existen
barreras a la sanación, el enfermo tiene barreras también y entre más se ore
por él, más receptivo se volverá y más barreras se removerán, permitiendo que
el amor de Dios fluya libremente. Generalmente, cuando las familias me traen a
sus enfermos, les digo: “Oren por ellos tres veces
al día: en la mañana, al mediodía y en la noche. Impongan las manos sobre ellos
por lo menos tres veces al día. Oren tantas veces como les sea posible,
especialmente por los enfermos que hay en casa ya que se consiguen muchas más
cosas de las que se creen mediante la oración”. Raras veces oramos
demasiado por los enfermos. El peligro está en que oramos muy poco, no lo
contrario. Es imperativo que nunca dejemos de orar, sin importar que tanto lo
hayamos hecho con nuestros enfermos antes. Jesús es el modelo que debemos
seguir ya que El dedicó mucho tiempo de su vida a la oración. Nosotros mismos
estamos recibiendo la sanación cuando oramos por los enfermos. Estamos
creciendo en amor, fe y confianza. Este crecimiento, además de justificar
nuestra preocupación por la sanación de los enfermos, debe justificar una
frecuente oración. Por lo tanto, sea constante y ore por los enfermos tantas
veces como le sea posible. Página 6 “Señor Jesús,
fortalécenos y haznos alcanzar la fe. Pon tus manos sobre los enfermos sabiendo
que tu deseo de sanación es más fuerte que el nuestro. Al seguir tu ejemplo,
Jesús, ayúdanos a percibir las necesidades de tu pueblo y a ayudar con
compasión. Gracias, Jesús”. 4. Ten confianza en el amor de Jesús para la
sanación del enfermo. Cuando la mayoría de los laicos se ve ante la posibilidad
de orar por otras personas para pedir sanación, se sienten temerosas porque se
creen carentes de la suficiente fe. La fe personal de la mayoría se vuelve un
nudo, incluso la de aquellas personas que han estado orando durante muchos años
por los enfermos. El Señor sólo nos pide que tengamos fe como un grano de
mostaza. Es aconsejable poner toda nuestra atención en Jesús, haciendo énfasis
en el Señor y no en nuestra propia fe. Al poner nuestra fe en el amor de Jesús
durante la oración, podemos orar de la siguiente manera: “Señor, tú amas a esta persona. Yo estoy aquí para
canalizar tu amor y creo y confío en tu amor”. Luego, si es posible,
visualice a Jesús allí de pie con sus manos sobre la persona por la que se está
orando; pídale a ella que haga también esta visualización. La visualización es
muy importante en el ministerio de la sanación porque ayuda a enfocarnos en
Jesús y no en la fe suya o en la de la persona por la que se está orando. El
don carismático de la sanación, como yo lo entiendo, es una apertura, una
“pasividad” hacia el Señor. No lo puede encender y apagar. Inclusive si usted
se siente como un tubo oxidado, el amor del Señor puede fluir a través suyo. El
agua cristalina corre por tubos oxidados. Por esto, cuando se les enseña a los
niños a orar, ocurren milagros. Los niños no tienen los complejos de los
adultos. Hace algunos años, un grupo de misioneros en el África tradujo el
Evangelio de San Juan a la lengua nativa del lugar antes de que fueran
expulsados por el gobierno. Al regreso de los misioneros años más tarde, estos
se quedaron atónitos al ver que los enfermos de las diversas poblaciones
estaban sanos. Atribuyeron esto al hecho de que la gente estaba leyendo el
Evangelio de San Juan, a que creían de todo corazón en lo que leían y a que
vivían la vida cristiana escrita en el Evangelio. Esto dice mucho de cómo obra
la fe en los niños y en las personas simples: sencillamente creen. Niños de
tres, cuatro, cinco años de edad han dicho: “Déjame
orar por tí” Los niños oran y después corren a jugar. Poco después la
mamá está sorprendida porque se sanó. En repetidas ocasiones he escuchado esta
historia. Los chicos no han sido educados en teología. El Evangelio de Jesús
siempre ha sido para todos los hombres sin distingo de raza, y es relativamente
fácil de seguir. No es sólo para los intelectuales o los teólogos, es para todo
aquel que esté abierto a Él. Hoy en día, muchos jóvenes se están adhiriendo a
sectas religiosas orientales, situación que nos preocupa. Para sus seguidores,
el atractivo de estas sectas religiosas parece radicar en que éstas profesan la
garantía de un conocimiento profundo que conlleva a la felicidad. Puedes ir a
la cima de una montaña y sentarte con un gurú y aprender los secretos de todos
los tiempos, así dicen. Sin embargo, ¿no tiene sentido que tú tengas el
Evangelio de Jesús que enseña a entregarse y a enlodarse los pies y ayudar al
pobre, o te permite encerrarte en un armario y alcanzar la más alta
contemplación? La cristiandad es, ciertamente, la Página 7 religión más
realista. Jesús tenía los pies en la tierra aunque pasó noches enteras orando
en las montañas. Ya que profesamos la fe cristiana, sea en lo más alto de una
montaña o en las calles de Calcuta o en las ciudades donde vivimos, cree en el
amor de Jesús acompañándolo, confía en el amor del Señor para sanar. “No se turben; ustedes creen en Dios, crean también en
mí” (Jn. 14:1). “Señor Jesús, creemos en tu
amor y creemos en tí, pero existen momentos en que estamos pensando sólo en
nosotros. En estos momentos, cuando nuestra fe se tambalea, ayúdanos a centrar
de nuevo nuestra atención en tí y en tu amor. Quédate con nosotros, Jesús,
dondequiera que estemos, para traernos de regreso a tu luz sanadora”. 5.
Pon tus manos sobre la persona cuando sea razonablemente posible. Existe una
comunicación especial cuando tocamos a alguien con amor. Si no lo crees,
pregunta a una joven pareja de enamorados que van por la calle con las manos
entrelazadas y diles que no es necesario que se tomen de las manos. Ellos te
contestarán: “Usted no sabe lo que se siente”. Existe,
definitivamente, una comunicación por el tacto, porque es una manera no verbal
de transmitir amor. Aquellas personas, en el ministerio de la sanación, que han
orado imponiendo sus manos, pueden dar fe de su poder. Muchos han sentido calor
o alguna otra sensación como vibraciones cuando lo hacen. Es natural que cuando
nos encontramos con alguien le estrechamos la mano. Ya que el tacto es un gesto
natural de comunicación para transmitir nuestro amor y nuestra preocupación,
grandes cosas parecen ocurrir cuando combinamos oración e imposición de manos.
El Nuevo Testamento cita muchos ejemplos de imposición de manos hecha por Jesús
y por sus discípulos. Jesús sabía del valor de la imposición de manos. “Entonces trajeron a Jesús algunos niños, para que les
impusiera las manos y rezara por ellos” (Mt. 19:13). “Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: Lo quiero,
quedas limpio” (Mt. 8:3). “Había ido Jesús a
la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama, con fiebre. Jesús la
tomó de la mano y le pasó la fiebre” (Mt. 8:15). “Le rogaba: Mi hija está agonizando; ven, pon tus manos sobre ella
para que sane y viva” (Mc 5:23). “Tomando la
mano de la niña, le dijo: Talita Kum, que quiere decir: Niña, a tí te lo digo:
levántate. Y ella se levantó al instante y empezó a corretear” (Mc.
5:41-42). “Al verla Jesús, la llamó. Luego le dijo:
Mujer, quedas libre de tu mal. Y le impuso las manos. Y ese mismo momento ella
se enderezó, alabando a Dios” (Lc. 13:12-13). “Fue
Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: Hermano Saulo, el
Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado
para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo. Al instante fue
como si le cayeran escamas de los ojos y pudo ver (Hechos 9:17).
Nosotros, como discípulos de Jesús, también somos enviados por El para comunicar
su amor a través de la imposición de manos en la búsqueda de la sanación. “Y estas señales acompañarán a los que crean: en mi
nombre (…) impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán” (Mc.
16:17). Página 8 “Jesús, cuando oramos por otros en
tu Nombre te pedimos que uses nuestras manos como si fueran las tuyas para
alcanzar y tocar a aquellos por quienes oramos. Permite que el Espíritu Santo
actúe a través de nosotros hoy, especialmente cuando oramos por los miembros de
nuestras familias o comunidad. Gracias Jesús por tu amor sanador que fluye a
través de mí en este momento”. 6. Pongamos nuestras vidas en las manos
de Jesús. En la medida en que nos entreguemos más a Jesús, El vivirá más dentro
de nosotros y más podrá actuar a través de nosotros. ¿No es acaso esto lo que
es la vida cristiana, un total abandono en las manos del Señor? Nosotros
cantamos, “A donde me lleves te seguiré”, y
esto es tan cierto como que tenemos que seguir a Jesús tan cerca y sinceramente
como podamos. Debemos recordar siempre que somos “sanadores
divididos”. No existe nadie que sea verdaderamente completo en todos los
sentidos, es decir, en mente, cuerpo y espíritu. Algunos se excusan: Bien, no
puedo orar por los demás porque yo mismo tengo demasiados problemas… Recuerde
que somos sanadores divididos y cuanto más sirvamos de canal al Espíritu Santo,
más sanación tendremos y más efectiva será nuestra intermediación. El don del
Espíritu Santo dentro de nosotros parece ser una apertura continua, de manera
que cuando Él quiera actuar a través de nosotros lo pueda hacer. De esto se
trata. “Y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en
mí” (Gál. 2:20). Se trata de estar en total unión con Cristo en su
Espíritu Santo. Esta es la luz de Cristo que brilla a través de nosotros. Una de
las formas en que más podemos ponernos en las manos del Señor es por medio de
la alabanza. Podemos entregarnos más a Dios si lo alabamos en este momento, sin
importar nuestra situación. Si pierde el camino de regreso a casa una noche
cualquiera, debe orar y alabar a Dios. Si al salir de una reunión de sanación
se da cuenta que su grabadora portátil no está funcionando, alabe a Dios. La
alabanza es una hermosa forma de espiritualidad porque se mezcla de manera
perfecta con lo que hemos aprendido, que es el don de ser capaces de vivir en
el momento presente. Debemos recordar siempre que Jesús es el sanador y que “…sin mí no pueden hacer nada” (Jn. 15:5). Somos
únicamente el canal que El escoge. Su Espíritu actuará con mayor libertad a
través de una oración profunda a la vida, una alabanza y una constante
dependencia de Él. “Jesús, aumenta mi dependencia
en ti a medida que mi entrega se hacer mayor por el poder de la oración y de la
alabanza en mi vida diaria. Me entrego a ti en forma completa y te pido que tu
Espíritu me llene de luz y permita que cada parte de mi mente sea iluminada. A
ti Señor Jesús, el poder y la gloria por siempre jamás”. 7. Perdona a
todos los que te han ofendido o herido. Página 9 La falta de perdón es una de
las pocas cosas que son una verdadera barrera para lograr la sanación. Algunos
dirían que la falta de fe es lo más, pero la experiencia que tengo en mi propio
ministerio me ha demostrado que la falta de perdón es el obstáculo más común.
Muchas, veces, personas de poca fe son sanadas por la inmensa fe de la
comunidad, pero si la persona por la que se está orando alberga falta de
perdón, no se sanará hasta que haya perdonado del todo. El poder sanador del
Señor Jesucristo no puede penetrar debido a la falta de perdón. “Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de
los hombres, también el Padre celestial los perdonará. En cambio si no perdonan
las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes”
(Mt. 6:14-15). La gente nunca está segura de haber perdonado. Frecuentemente me
preguntan: ¿cómo se sabe que uno perdonó del todo? Siempre respondo: Cuando ore
por la persona que lo ofendió o hirió, puede estar absolutamente seguro de que
fue perdonado porque al orar por ella, se está pidiendo al Señor que le brinde
a esta persona bondad y cosas buenas. Amar es desear lo que más le convenga al
otro y hacer lo que razonablemente se puede para brindarle felicidad y cosas
buenas. Las definiciones de amor y oración en estas circunstancias son
paralelas: en la oración se pide lo que más convenga y en el amor se desea lo
mejor. Por lo tanto, cuando oramos por una persona, nuestra oración se
convierte en manifestación de amor en acción. Lo repito una vez más, una vez
que hayamos orado por alguien sinceramente, podemos estar seguros de que la
hemos perdonado en un acto de voluntad. ¡El perdón es decisión, no sentimiento!
Es la decisión de perdonar la que te libera y te redime, y esto es todo lo que
el Señor te pide. “Jesús, ayúdame a amar y a orar
por aquellos que me han herido porque conozco tu amor y los perdono
incondicionalmente así como tú me has perdonado. Dejo bajo tu luz sanadora
cualquier resentimiento o falta de perdón que albergue hacia ellos. Elevo una
oración en este momento por la persona que más me haya ofendido en la vida y te
pido que colmes de bendiciones su vida. Te agradezco el haberme liberado del
mal de la falta de perdón”. 8. Ora por quienes te han herido. Cree en las
palabras de Jesús, “Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen a la puerta
y les abrirán” (Mt. 7:7). La sanación no es otra cosa que un ministerio
de oración y fe, y el Señor lo dice claramente en las Escrituras. Como dije con
anterioridad, cuando oramos por una persona se puede estar razonablemente
seguro de que estamos amando y haciendo lo mejor que podemos. Le pedimos al
Señor que le brinde bienestar en su vida. Si después de haber orado por alguien
todavía sentimos dolor, podemos pedirle al Señor que sane este sentimiento. Un
método para eliminar los sentimientos negativos es visualizar a la persona en
nuestra mente y verla como Dios la ve. Decimos: “Te perdono y te amo porque
Jesús te ama”. Podemos repetir esto cuantas veces sea necesario y tan despacio
como sea posible para permitir que el amor de Nuestro Señor Jesús se haga
presente y sature a esta persona. Eventualmente, Página 10 se producirá un
verdadero cambio en nuestros sentimientos y actitudes hacia la persona por
quien estamos orando. Durante mis clases de oración de sanación en la Diócesis
de Mobile, Alabama, iniciada hace muchos años, la gente me pedía que continuara
después del curso de seis semanas porque apenas empezaban a entender el Nuevo
Testamento bajo una nueva perspectiva. Sus mentes habían sido iluminadas por
medio del ministerio de la oración de sanación. Esto ocurrió en 1974 y el curso
todavía existe. Había un promedio de 250 personas por curso; mitad católicos,
mitad no católicos. A los tímidos católicos se les enseñó la oración de
sanación y contaron después como no salían de su asombro al ver las sanaciones
que estaban ocurriendo, en la medida que ampliaba su oración pidiendo por su
familia y otras personas. La sanación ocurrirá durante la oración porque ésta
es la voluntad del Señor Jesucristo. “La súplica
del justo tiene mucho poder…” (Stgo. 5:16). “Pero
yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los
que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los
maltratan” (Lc. 6:27-28) “Jesús, a veces,
mes es difícil orar por aquellos que me han herido o han abusado de mí ya que
estoy concentrado en mi dolor y no en tí ni en el amor que prodigas tanto a mí,
como a ellos. Ayúdame, Jesús, en la ardua lucha que libro en estos momentos y
libera dentro de mí, por el poder de tu Espíritu Santo, la gracia de orar por
ellos como tú lo harías. Gracias por tu luz y tu amor en este momento”. 9.
Cree en las palabras de Jesús sin poner atención a lo que parece estar
sucediendo. “Jesús le contestó: En verdad les digo:
si tienen realmente fe y no vacilan, no solamente harán lo que acabo de hacer
con la higuera, sino que dirán a ese cerro: Quítate de ahí y échate al mar, y
así sucederá. Todo lo que pidan con una oración llena de fe, lo conseguirán”. (Mt.
21:21-22) Desde la montaña estamos haciendo que sucedan cosas. ¿significa esto,
literalmente que debemos mover montañas, o podría significar mover las montañas
de maldad, falta de amor, falta de fe, ansiedad, miedo, frustración,
bronquitis, artritis, pies y espaldas doloridos? Estas son las montañas de mal
que tenemos en nuestras vidas por las que podemos orar y decir: ¡Desaparezcan
en el Nombre del Señor! ¡Láncense al mar! Es cierto, el Señor ha prometido
honrar las plegarias de los fieles. Cuando oremos, depositemos toda nuestra
confianza en la Palabra del Señor. Inclusive si aún después de haber orado no
vemos un cambio inmediato, debemos aferrarnos a las promesas de Cristo.
Mientras más nos saturemos con las palabras de Jesús en las Escrituras, más fe
tendremos dentro de nosotros y más capaces seremos de pedir sanación. “Jesús, me aferro y confío en tí y en tus palabras como
aparecen en las Escrituras. Que tu amor sanador fluya de mí hacia los demás así
como creo en tu deseo de que todos disfrutemos de tu vida en abundancia. Te
pido que me uses como instrumento de tu amor sanador, hoy”. 10. Alaba y
da gracias a Jesús por su amor tantas veces como te sea posible. Página 11 Es
imperativo que alabemos y demos gracias al Señor por todas las cosas: por la
oración contestada y por la que no. Más alabemos y demos gracias al Señor, con
mayor perfección pondremos en práctica el primer gran mandamiento: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda
tu alma, con toda tu fuerza…” (Lc. 10:27). A medida que abrimos nuestros
corazones y mentes en alabanza al Señor, nos estamos abriendo a su poder sanador.
La mayoría de estas personas gasta su vida lamentándose de sus problemas,
dolores y sufrimientos. Están tan absortas en sus dificultades que éstas se
convierten en el centro de su oración cuando este lugar debe ser ocupado por el
Señor. Cuando alabamos y damos gracias a Dios, hacemos de Jesús el centro de
nuestra oración y nos apartamos de nuestro centro. A medida que apartamos la
vista de nosotros y la volvemos hacia el Señor, Él se manifiesta de manera
extraordinaria. Cuando alabamos al Señor, le estamos dedicando nuestra atención
y, olvidándonos de nosotros, nos volvemos más receptivos a lo que Él tiene para
darnos. Cuando una persona recibe oraciones de sanación, la podemos invitar a
una reunión y pedirle que de gracias y alabe al Señor por el trabajo que el
Espíritu Santo está haciendo dentro de ella. De esta manera, la persona se
apresta a recibir la sanación que probablemente ya se está llevando a cabo.
Recomiendo los libros escritos por Merlín Carothers, Campo de Alabanza, El
poder de la Alabanza y Respuestas a la Alabanza, con el fin de llevar a cabo un
excelente estudio sobre la alabanza en nuestras vidas. Estos libros son lectura
obligatoria para todo cristiano, especialmente para quienes están en el
ministerio de la sanación. Ha sido una herramienta invaluable en mi propio
ministerio. “Padre celestial, te damos gracias y te
alabamos por el hermoso don que nos has dado en Jesús y por el maravilloso
poder que existe cuando abrimos nuestros corazones en la oración. Señor, te
pido que todos te alabemos y te demos gracias siempre y en todo lugar. Te pido
que te alabemos y te demos gracias sin importar las circunstancias por las que
estemos pasando, y que tu amor nos llene en abundancia. Que cuando estemos
sufriendo alguna pena o apretando los dientes, podamos ser capaces de alabarte
sabiendo que todas las cosas funcionan para aquellos que amas. Pido que tu amor
sanador fluya en nosotros y que las áreas difíciles de nuestra existencia sean
sanadas, especialmente la de la autoestima. Que podamos aprender a amarnos para
poder amarte y amar a los demás. Te damos gracias y te alabamos, Jesús, por el
trabajo que estás realizando dentro de nosotros en este momento. Amén”.
Padre
Robert de Grandis.
Fuente:
Extraído del Libro “Manual del Laico para el Ministerio de Sanación” del autor
Rev. Robert De Grandis
No hay comentarios:
Publicar un comentario