Jesús,
como la Razón amorosa y eterna del Padre, desea que todas las creaturas
compartan de una armonía constante en el mundo, tal como fue establecida desde
la creación. Cristo, el Logos en el que todo fue creado, ama a todas las
creaturas y para los hombres es ejemplo del cuidado del mundo natural.
Cuando
Jesús fue cuestionado sobre la Providencia del Padre con las creaturas, se
valió de una comparación muy interesante, pues respondió que si hasta los
gorriones son cuidados por Dios, cuánto más por los hombres: “¿No se venden cinco gorriones por dos monedas? Sin
embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. : En cuanto a ustedes hasta
los pelos de su cabeza están todos contados. No tengan miedo, que ustedes valen
más que muchos gorriones.” (Lc 12, 6-7)
No hay
muchas referencias en las Escrituras de que Jesús fuera un ecologista en el
sentido que hoy entendemos. Sin embargo, sí encontramos referencias sobre su
respeto y su amor por las cosas creadas, ya sean en alabanzas a los animales de
las granjas, o las flores del campo. Podemos investigar desde dos perspectivas
si Cristo tuvo un espíritu ecologista en tanto sostuvo un respeto constante por
los elementos vivos que componen el medio ambiente. Por una parte partimos de
los testimonios del evangelio en que Cristo se nos muestra respetuoso de las
creaturas. Por otra tenemos la interpretación teológica en la que Cristo, como
Razón eterna y amorosa del Padre, se presenta como amante de todas las
creaturas, pues es el Logos en el que todo fue creado, ama a todas las
creaturas y para las hombres es ejemplo del cuidado del mundo natural.
JESÚS RESPETABA LA
CREACIÓN
Jesús
habló constantemente de las cosas creadas en su predicación, pero no como un
objeto central. En sus sermones se mencionan a los animales del campo como las
ovejas y los pájaros. También aparecen las flores del campo y los árboles, como
el de la mostaza. Casi siempre aparecen los elementos naturales en función de
un significado salvífico. Es decir, Jesús los usa como ejemplo para explicar el
amor de Dios por la creación. De este modo, por decir unos ejemplos, la oveja
perdida y el árbol de mostaza aparecen como un ejemplo del deseo y empeño que
Dios tiene para que todos se salven, y de la grandeza del Reino de Dios,
respectivamente.
En un
sermón, Jesús pone su atención en los pájaros y en las flores del campo e
invita a los discípulos a ser como ellos, pues reciben todo del Padre celestial
sin preocuparse demasiado por los bienes terrenales: “Miren
a los cuervos: no siembran ni cosechan, no tienen graneros ni despensas, y Dios
los alimenta. Cuánto más valen ustedes que las aves. Miren cómo crecen os
lirios, sin trabajar ni hilar. Les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de
su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo,
que hoy crece y mañana la echan al horno, Dios la viste así, ¡cuánto más a ustedes,
hombres de poca fe! (Lc 12, 24, 27-28)
Con estas
referencias al Evangelio podemos notar el respeto que Jesús tenía por los seres
vivos, pues los usaba como ejemplos de confianza, nobleza y virtud en sus
predicaciones. De este modo, la gente sencilla del campo podía comprender
fácilmente lo que Jesús enseñaba.
ANUNCIAR EL EVANGELIO A
TODA CREATURA
Antes de
su Ascensión, Jesús indicó a los discípulos que anunciaran el Evangelio a toda
creatura. Con esto hacía un especial énfasis en los hombres, pero no excluía a
los demás seres naturales. Claro está que un animal o una planta no puede
recibir la salvación, pues no ha cometido pecado por voluntad, sin embargo, los
seres vivos pueden participar de la gloria de Dios en su modo y según su
naturaleza.
Anunciar
el Evangelio a todas las creaturas puede significar que todas ellas tienen
cabida en el plan de Dios según una plenitud propia de la naturaleza de cada
una de ellas. Como los seres vivos, y el mundo como creación, tienen cabida
dentro del plan divino, el hombre debe considerarlos no sólo como instrumentos
para su bienestar, sino como creaturas salidas de las manos de Dios, que
merecen respeto según su dignidad y naturaleza.
EN JESÚS, EL LOGOS,
FUERON HECHAS TODAS LAS CREATURAS
El
Prólogo del Evangelio de Juan deja muy en claro que por medio de Jesús, el Logos, la Razón del Padre, todas las cosas
fueron hechas y nada fue hecho sin Él. (Jn 1,3)
Todo lo
creado tiene su plenitud en Cristo, porque en Él, divinamente, han sido
pensadas y proporcionadas todas las cosas según el razonamiento vivo del Padre.
En Cristo todos los seres vivos tienen cabida porque en Cristo, como Razón
amorosa del Padre, está la salvación de Dios.
En este
sentido, Cristo es un ecologista, pues ama y admira a los seres vivos, así como
exige un respeto para ellos por parte de los hombres según su naturaleza de
seres creados por Dios.
Gabriel González Nares
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