No sólo hay un riesgo
espiritual: también puede tener consecuencias psicológicas muy graves
Es un fenómeno cada vez más
creciente el aumento en el “mercado terapéutico” de las llamadas terapias
alternativas new age. Enumerarlas
todas sería imposible, porque literalmente cada día florecen nuevas ofertas
terapéuticas. Sin dudas en la mayoría de estas ofertas hay un contenido
espiritual propio de la New Age y que mis colegas de la Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas han abordado o pueden abordarle con un expertíz mayor al
mío, y que queda claro el peligro que entraña a nivel religioso.
En lo personal, y como
Psicólogo, me centraré en el peligro que representan para la salud de la
población.
Al frente de éstas “terapias” rara
vez hay un profesional idóneo, es decir rara vez el “terapeuta”
es psicólogo, psiquiatra o médico, con lo cual, si bien en algunos países el rol profesional del “terapeuta” no está correctamente legislado y
suele haber un vacío legal al respecto, lo cierto es que termina siendo un ejercicio
ilegal de un rol que, por general, se le atribuye al médico o al psicólogo.
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Esto ya de por sí significa un
gran peligro para la salud de la población, por lo general con una serie de
seminarios, aquél que fue iniciado en alguna de estas terapias, queda ya
formado y habilitado para entrar en el negocio terapéutico de la new age. La
gran mayoría de las personas que acuden a este tipo de terapias lo hacen
aquejadas de enfermedades del humor, trastornos depresivos, por ejemplo, pero
no todas las depresiones son iguales y éstos “terapeutas”
no cuentan con la formación que los habilite para hacer el diagnóstico
correspondiente.
Otro de los riesgos es que ninguna terapia alternativa new age (y me
animo a enfatizarlo) cuenta con el aval de la comunidad científica. Hoy en día incluso en mi
disciplina, los tratamientos son contrastados a partir de su aplicación al método
científico a fin de poder determinar su eficacia y por ende su aplicabilidad en
las personas. La new Age, empapada
del pensamiento mágico se da de bruces con la ciencia y al momento de hablar de
“terapias” que ponen en juego la salud y la
vida de las personas no podemos ir por otro camino que no se el de la
contrastación científica.
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Otro de los peligros que
encierran estas terapias es justamente el hecho de ser alternativas, muchas o
casi todas son presentadas como alternativas a los tratamientos convencionales,
este punto se toca con otro punto grave que es la deriva sectaria que suelen
tener.
No es poco frecuente que el
terapeuta a poco de serlo comience a autoimponerse títulos, “Maestro”, “Gurú”, “Apóstol”, etc. Esa acentuación
de la asimetría que ya de por sí se da en cualquier relación terapéutica,
inicia una espiral de manipulación psicológica que en poco tiempo llevará al “paciente” a una condición de “adepto”.
Tampoco pasará mucho tiempo
para que los “pacientes” formen en torno a
su “terapeuta” un grupo en dónde este pase a ser venerado desplegándose así la
dinámica vincular sectaria. Muchas veces me han preguntado, ¿cuántas personas
se necesitan para hablar de secta? Mi respuesta siempre es la misma, 2
personas, hay muchos ejemplos de relaciones sectarias diádicas, pero el de las
terapias alternativas es uno de ellos.
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La asimetría, así como la
idealización o el hecho de que los pacientes vengan al psicólogo en busca de respuestas
sobre qué hacer frente a tal o cual situación de la vida es algo común en
nuestra práctica profesional, pero cuando el tratamiento se mantiene dentro de
los carriles de la ética y de lo que llamamos “encuadre”
ese tipo de fenómenos se los toma como parte de un proceso en el cual lo
que se busca es que el paciente gane cada vez más en autonomía, en salud y se
ponga fin al tratamiento.
En las terapias alternativas
no hay tal encuadre desembocando todo en un descarrilamiento en el cual el “terapeuta” pone en acto las idealizaciones del
paciente y a través de un proceso manipulatorio se ubica en el rol del timonel
de la vida de su “paciente” en un
tratamiento que termina siendo interminable.
Se podrá decir que en muchos
casos estas terapias new age están conducidas por psicólogos o médicos. En mi
opinión, ese es el peor de los escenarios: el que a sabiendas del conocimiento
del funcionamiento psíquico y de la enfermedad, usa y abusa de ello en
beneficio propio es, en mi opinión, el peor de los monstruos. Muchas veces he
visto colegas que llevados por la marea de que hoy es “eso lo que la gente
busca” abandonan la práctica seria, ética y científicamente avalada por esta
avalancha de charlatanería sin sustento que nos ofrecen las terapias
alternativas new age.
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