Durante el rezo del Ángelus este domingo 11 de marzo en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco advirtió contra los atajos ante situaciones desesperadas que llevan a caer en la droga, las supersticiones o la magia.
Ante ello, propuso dejarse llevar por el amor de Dios y la alegría cristiana,
que “requiere fe y una vida moral sana”.
En sus palabras previas al rezo del Ángelus, el Santo Padre reflexionó
sobre la alegría, destacando que este domingo 11 de marzo es el domingo de la
alegría. “La antífona de ingreso de la liturgia
eucarística nos invita a la alegría: ‘Alégrate Jerusalén’”.
“¿Cuál es el motivo de esta alegría?”, se preguntó el Papa. “Es el gran amor de
Dios hacia la humanidad, como nos indica el Evangelio de hoy: ‘Porque tanto amó
Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no
perezca, sino que tenga vida eterna’”.
Francisco explicó que “estas palabras,
pronunciadas por Jesús durante el diálogo con Nicodemo, sintetizan un tema que
se encuentra en el centro del anuncio cristiano: incluso cuando la situación
parece desesperada, Dios interviene, ofreciendo al hombre la salvación y la
alegría”.
“De hecho, Dios no se aparta, sino que entra en la
historia de la humanidad para animarla con su gracia y salvarla”.
En sus palabras, el Pontífice concretó que “estamos
llamados a escuchar este anuncio, rechazando la tentación de considerarnos
seguros de nosotros mismos, de querer hacer a Dios de menos, recibiendo una
absoluta libertad de Él y de su Palabra”.
“Cuando encontramos la valentía de reconocernos lo
que somos, nos damos cuenta de que somos personas llamadas a lidiar con nuestra
fragilidad y con nuestros límites. Entonces se puede padecer angustia, ansiedad
por el mañana, miedo por la enfermedad o por la muerte”.
Según indicó, “esto explica por qué tantas
perdonas, buscando una vía de salida, invocan en ocasiones peligrosos atajos
como, por ejemplo, el túnel de la droga, o las supersticiones, o los ruinosos
rituales de magia”.
“El cristianismo no ofrece fáciles consuelos, no es
un atajo, sino que requiere fe y vida moral sana, que rechace el mal, el
egoísmo y la corrupción. Pero nos da también la verdadera y gran esperanza de
Dios Padre, rico de misericordia, que nos ha dado a su Hijo revelándonos así su
inmenso amor”.
Afirmó que “la Cruz de Jesús es la manifestación
más grande del amor de Dios: un amor que proviene del corazón del Padre y que
es acogido y entregado con generosidad por el corazón del Hijo”.
“Se trata de abrir el corazón a estos dones –continuó–, y, en el tiempo de Cuaresma,
nuestra alegría consiste en acoger siempre mejor la misericordia de Dios. Sólo
así podremos vivir una vida animada por la justicia y la caridad, y nos
convertiremos en testimonios de este amor divino, un amor que no se entre
únicamente a quien lo merece, no requiere recompensa, sino que se ofrece
gratuitamente, sin condiciones”.
Por último, finalizó pidiendo la intercesión de la Virgen María para que
“nos meta en el corazón la certeza de que somos
amados por Dios”.
Redacción ACI
Prensa
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