Bien claramente podemos ver un simbolismo en el hecho de que después de los días de carnaval, aparece el miércoles de ceniza.
El cristiano puede
poseer la alegría más profunda y verdadera, la que jamás termina, porque cree
en Dios, ama a Dios y espera en Dios.
Por: María Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
Por: María Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
El carnaval, como todos sabemos, es una fiesta
popular que consiste en mascaradas, comparsas, bailes y regocijos bulliciosos.
Son
tres días que preceden al miércoles de ceniza y que en muchos lugares ya son de
ocho días, toda una semana y hasta diez y doce días. Es una expansión que nos
atrae y nos envuelve en su loca alegría, un tanto disparatada y desbordante,
quizá por el hecho de vivirla en la incógnita de un disfraz y un antifaz
enigmático... Esta especie de
desbordamiento festivalero nos trae a la mente el deseo de todo ser
humano de desembarazarnos de las preocupaciones, de aligerar nuestros hombros
de la carga de obligaciones cotidianas y de dar "rienda
suelta" al placer y a la alegría. Pero … ¡cuidado ! pues
pudiéramos caer en la inmadurez de llegar a creer que la vida es semejante a
un carnaval... Y así vamos por el
mundo tratando de mostrar un rostro y un ropaje que no son los verdaderos.
Parece que somos una cosa y somos otra en realidad.
Cómo
nos cuesta llevar el rostro descubierto y mirar a los ojos a nuestros
semejantes!. Nos vamos dejando arrastrar por el torbellino de las comparsas,
por la inconsciencia, un poco infantil del que baila, ríe y canta y no sabe ni
por qué, pero ahí vamos... y de repente al doblar una esquina nos encontramos
cara a cara con la enfermedad, con el dolor, quizá con la muerte.
Debemos ser alegres, optimistas, cantar, bailar
y reír pero sin olvidar lo trascendental que es nuestra existencia aquí
en la Tierra. Bien claramente podemos ver un simbolismo en
el hecho de que después de los días de carnaval, aparece el miércoles de
ceniza.
Para
los católicos es el Día, es la puerta que se nos abre para que durante cuarenta
días hagamos penitencia y oración. Esta penitencia y oración no es para que
aparezcamos ante los ojos de los demás con caras largas y tristes. "Cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para
que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre que ve en lo secreto; y tu
Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" ( Mt.6 16-18 ).
La
Cuaresma tiene que ser un tiempo de sacrificio y de entrega como preparación
para la gran fiesta de la Pascua. El cristiano puede poseer la alegría más
profunda y verdadera, la que jamás termina, porque cree en Dios, ama a Dios y
espera en Dios.
Empecemos pues, con el mejor de los ánimos,
alegres y comprometidos, una cuaresma de más intimidad con Dios, por el cauce
de la oración y el sacrificio que desembocará en la Pascua o Resurrección de
Jesucristo y que nos llenará de una gloriosa alegría.
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