Entérate de lo que dicen las Sagradas Escrituras y los Padres de la Iglesia sobre el ayuno, la penitencia y la abstinencia.
Citas de la Sagrada Escritura
En señal
de luto y de tristeza: Jue 20,26; I Sam31, 13;Jer41,2;52, 12; Zac 7, 2-5; 8, 9.
Penitencia
unida a la oración para obtener la misericordia de Dios: Lev 19, 29; Num 30, 14-26;
Tob 12, 8; 1 Mac 2, 47; 2 Mac 13, 12.
Día del
ayuno: Lev 16, 29.
Cómo se
ha de ayunar: Is 58, 3-7; Jer 14, 12.
De
Nuestro Señor en el desierto: Mt 4, 1-2; Mc 1, 12-13; Lc 4, 1-13.
Nuestro
ayuno debe ser humilde; si no, pierde todo el mérito: Mt 6, 16-18; Lc 18,
11-14.
Ayuno y
oración para obtener de Dios el poder de arrojar a los demonios: Mt 17, 20; Mc
9, 28.
El ayuno
de los hipócritas: Mt 6, 16-18; Lc 18, 9-14.
Ayuno de
Saulo después de su conversión: Hech 9, 9-19.
BIENES ESPIRITUALES DEL
AYUNO
Antes de
la imposición de las manos a Saulo y Bernabé: Hech 13, 2-3.
De Pablo
y Bernabe antes de la ordenación de los sacerdotes: Hech 16, 22.
Los
ayunos frecuentes de San Pablo: 2 Cor 11, 27.
San Pablo
recomienda a todos la templanza, en especial a los que habían de ser ordenados
ministros: 1 Tes 5,6;2Tim4,5; Tit1,7;2, 2-3.
Nuestro
Señor defiende a sus discípulos de las acusaciones que les hacían porque no
ayunaban: Mt 9, 14-15; Mc 2, 18-20; Lc 5, 3335.
Dispone
para recibir las gracias del Señor: Lc 2, 37-38.
Los
ministros de Dios y el ayuno: 2 Cor 6, 4-8.
Para
someter nuestro cuerpo: I Cor 9, 27.
BIENES ESPIRITUALES DEL
AYUNO
El ayuno
fortifica el espíritu, mortificando la carne y su sensualidad; eleva el alma a
Dios; abate la concupiscencia, dando fuerzas para vencer y amortiguar sus
pasiones, y dispone el corazón para que no busque otra cosa distinta de agradar
a Dios en todo (SAN FRANCISCO DE SALES, Sermón sobre el ayuno).
El ayuno
purifica el alma, eleva el espíritu, sujeta la carne al espíritu, da al corazón
contrición y humildad, disipa las tinieblas de la concupiscencia, aplaca los
ardores del placer y enciende la luz de la castidad (SAN AGUSTIN, Sermón 73).
El
cristiano tiene libertad para ayunar en cualquier tiempo, no por superstición,
sino por virtud. ¿De qué modo, sin embargo, pueden guardar los cristianos la
castidad si no cuidan la continencia en estas cosas? ¿Cómo pueden estudiar las
Escrituras y buscar la ciencia y la sabiduría? ¿No es, acaso, gracias a la
continencia del vientre y de la boca, regulando la comida y la bebida por la
abstinencia y el ayuno? Esta es la razón del ayuno cristiano. Hay también otra
razón de carácter religioso, muy alabada desde el tiempo de los Apóstoles:
«Bienaventurado quien ayuna para ayudar a los pobres». Este ayuno es verdadero,
digno y grato a los ojos de Dios (ORIGENES, Homilía 10).
Tres
cosas hay, hermanos, por las que se mantiene la fe, se conserva firme la
devoción, persevera la virtud. Estas tres cosas son la oración, el ayuno y la
misericordia. Lo que pide la oración, lo alcanza el ayuno y lo recibe la
misericordia. Oración, misericordia y ayuno: tres cosas que son una sola, que
se vivifican una a otra (SAN PEDRO CRISÓLOGO, Sermón 43).
AYUNO Y CARIDAD
El ayuno
no da fruto si no es regado por la misericordia, se 468 seca sin este riego; lo
que es la lluvia para la tierra, esto es la misericordia para el ayuno (SAN
PEDRO CRISÓLOGO, Sermón, 43).
AYUNO, SOPORTE DE LA
ORACIÓN
Todos los
que han querido rogar por alguna necesidad, 469 han unido siempre el ayuno (la
penitencia) a la oración, porque el ayuno es el soporte de la oración (SAN JUAN
CRISOSTOMO, en Catena Aurea, val. I, p. 377).
CUALIDADES
La
penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino
también externa y social. Foméntese la práctica penitencial de acuerdo con las
posibilidades de nuestro tiempo y de los diversos países y condiciones de los
fieles […].
Sin
embargo, téngase como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas
partes el viernes de la pasión y muerte del Señor y ano extenderse, según las
circunstancias, al sábado santo, para que de este modo se llegue al gozo del
domingo de Resurrección con elevación y apertura de espíritu (CONC. VAT. 11,
Const. Sacrosanctum Concilium, 110).
Decía (un
santo varón a quien él conoció) que et monje debería darse al ayuno como si
tuviera que vivir cien años. Que debería frenar las pasiones de su alma,
olvidar las injurias, ahuyentar la tristeza y menospreciar el dolor y la
desazón, como si tuviera que morir cada día (CASIANO, Instituciones, 5, 41)
(Cuando
ayunes, unge tu cabeza y lava tu cara…). Aquí se habla de la costumbre que
existía en Palestina de ungirse la cabeza los días de fiesta, y mandó el Señor
que cuando ayunemos nos manifestemos contentos y alegres (SAN JERÓNIMO, en
Catena Aurea, val 1, p. 380).
Los
ayunos agradables a Dios son: no hagas mal y sirve al Señor con corazón limpio;
guarda sus mandamientos siguiendo sus preceptos y no permitas que ninguna
concupiscencia del mal penetre en tu corazón […]. Si esto haces, tu ayuno será
grato en la presencia de Dios (Pastor de Hermas)
Ayunen
los ojos de toda mirada curiosa… Ayunen los oídos, no atendiendo a las palabras
vanas y a cuanto no sea necesario para la salud del alma… Ayune la lengua de la
difamación y la murmuración, de las palabras vanas, inútiles… Ayune la mano de
estar ociosa y de todas las obras que no sean mandadas. Pero ayune mucho más el
alma misma de los vicios y pecados, y de imponer la propia voluntad y juicio.
Pues, sin este ayuno, todos los demás son reprobados por Dios (SAN BERNARDO,
Sermón en el comienzo del ayuno).
Ha de
consistir mucho más en la privación de nuestros vicios que en la de los
alimentos (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 6 sobre la Cuaresma, 1).
El ayuno
significa un dominio sobre nosotros mismos; significa ser exigentes en las
relaciones con nosotros mismos; estar prontos a renunciar a las cosas, y no
sólo a los manjares, sino también a goces y placeres diversos (JUAN PABLO 11,
Hom. 28-11-1979).
PENITENCIA MUY GRATA AL
SEÑOR
El ayuno
riguroso es penitencia gratísima a Dios.—Pero, entre unos y otros, hemos
abierto la mano. No importa—al contrario—que tú, con la aprobación de tu
Director, lo practiques frecuentemente (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, n.
231).
Ayuno:
abstinencia.- "El ayuno cura nuestras
enfermedades, deseca los humores superfluos de nuestros cuerpos, pone en fuga
los demonios, arroja los malos pensamientos, purifica el espíritu, limpia el
corazón, santifica el cuerpo, eleva los hombres hasta el trono de Dios. Por
último, el ayuno es el alimento de los Ángeles, y el que le practica, se puede
considerar como en el orden de aquellos bienaventurados espíritus. (S.
Atanasio, de Sanctiss. Deipara, sent. 5, Tric. T. 2, p. 172.)"
"Si el demonio os impele a practicar austeridades tan excesivas que
altere vuestra salud, y que vuestro cuerpo se inutilice, y sea incapaz de todos
los ejercicios, no sigáis su instigación, antes bien, moderad vuestros ayunos. (S. Atanasio, ibid., sent. 6, Tric. T. 2, p. 172 y
173.)"
"Ayunamos y nos abstenemos del vino y de la carne, no por horror,
como si fueran cosas malas, sino porque esperamos que en recompensa de privamos
aquí de un alimento agradable a los sentidos, gozaremos en el cielo de un
alimento divino, y que sembrando ahora con lágrimas, cogeremos algún día con
gozo abundante cosecha. (S.
Cirilo de Jerusalén, Cath. 4, sent. 5, Trie. T. 2, p. 336.)"
"No hay tierra, sea isla o continente, no hay ciudad o nación hasta
las extremidades más remotas del mundo, en donde el edicto general del ayuno no
se haya hecho público: los soldados, los caminantes, los marineros, los
mercaderes, todos le han oído y recibido con grande alegría. Nadie, pues, se
excluya del número de los que ayunan, pues en él debe comprenderse toda suerte
de condiciones y dignidades. (S.
Basilio, Orat. 2, sent. 12, Tric. T. 3, p. 192.)"
"No volváis ni a la derecha ni a la izquierda; así como es
peligroso pasar los límites de la templanza en el comer, también es fuera de
razón abatir demasiado el cuerpo con abstinencias excesivas, inutilizándole
para todo lo bueno por haberle enflaquecido demasiado. Estamos, pues, obligados
a cuidar de nuestros cuerpos, no sólo por el amor natural, sino para podernos
servir de ellos en los ejercicios de la filosofía cristiana. (S. Basilio, de Vera Virg., sent. 26, Tric. T. 3,
p. 195.)"
"No dice simplemente el Apóstol que no se ha de cuidar de su carne,
sino que añade, para satisfacer a sus deseos. Se debe, pues, reprimir con los ejercicios
de la continencia la propensión e inclinación de la carne a los deleites y los
vicios: pero al mismo tiempo se ha de procurar conservarla con las fuerzas que
se necesitan para adquirir las virtudes. (S.
Basilio, ¡bid., sent. 27, Tric. T. 3, p. 195.)"
"Estamos desterrados del Paraíso por no haber querido ayunar.
Ayunemos, para que se nos permita volver a él. (S.
Basilio, Homl. 1, de jejun., sent. 4, adic. Tric. T. 3, p. 380.)"
"El ayuno es el alimento de] alma y del espíritu, la vida de los
Angeles, la muerte del pecado, la extinción de las culpas, el remedio de la
salud, la raíz de la gracia, el fundamento de la castidad; por la escala del
ayuno había subido Elías antes de entrar en aquel carro de fuego que le
arrebató al cielo. (S.
Ambrosio, de Elía et jejun., c. 3, sent. 23, Tric. T. 4, p. 320.)"
"Castigo mi cuerpo, y le reduzco a servidumbre. Castigar el cuerpo,
es mortificarle con el ayuno, y no concederle sino lo necesario para vivir, de
modo, que no llegue a darle placer; y entonces se 1e reduce a servidumbre,
cuando no se le permite seguir su voluntad antes bien se le obliga a hacer la
del espíritu. (S.
Ambrosio, c. 7, sen 98, Trie. T. 4, p. 333.)"
"Para ayunar de modo que agradéis a Dios, es preciso ser benignos
con vuestros criados, cariñosos con los extraños, caritativos con los pobres,
levantaros temprano para ir a la Iglesia, dar gracias a Dios y pedirle perdón
de vuestras culpas, implorar su misericordia por 1 pecados pasados, y su
protección para evitarlos en adelante. (S.
Ambrosio, Serm. 33, sent. 147, Tric. T. 4, p. 344.)"
"En otros tiempos del año hay algunos ayunos por los cuales s
merece premio si se observa: mas en Cuaresma peca el que deja de ayunar. Los
otros ayunos son voluntarios; pero los de Cuaresma so de obligación: a los otros
nos convidan; pero a estos nos obligan: y no tanto son precepto de la Iglesia,
como del mismo Dios. (S.
Ambrosi Serm. 3, sent. 148, Tric. T. 4, p. 344.)"
"La ley de la abstinencia es de Dios nuestro Señor: la
prevaricación de esta ley es del demonio. Por comer nos vino la culpa, en 1a
comida conocemos nuestra flaqueza, la virtud de la fortaleza está e el ayuno. (S. Ambrosio, de Elía et jejun., c. 4, sent. XXI,
adic. Tric. 4, p. 400.)"
"Cuando se ayuna todos los días, se ha de evitar tomar el alimento
con exceso al fin del ayuno: porque es cosa inútil pasar dos o tres dí sin
comer, si se ha de desquitar con la gula de una sola comida largo tiempo que se
había dado al ayuno. (S. Jerónimo, Ad Eustoch ep. 22, sent. 18, Tric. T. 5, p. 24 l.)"
"¿Qué haré yo para que Dios reciba agradablemente mi ayuno. Parte
tu pan para dar al pobre. No os obliga la escritura a distribuir muchos panes,
para que no os excuséis con la pobreza. Habla de un solo pan, y aún no os pide
que le deis entero, sino que deis al pobre tanto como hubierais comido, si no
hubierais ayunado: para que vuestro ayuno no sirva al ahorro, sino al alimento
del alma. (S. Jerón lib. 6, in Isai., c. 58, sent. 60, Tric. T. 5, p. 248.)"
"En los días de ayuno debemos a ejemplo de Daniel abstenernos de
manjares delicados, y no comer carne, ni beber vino. (S. Jerónim in cap. 20, sent. 79, Tric. T. 5, p.
252.)"
"Debemos mortificamos no solo con el ayuno sino también en la
calidad de las viandas. (S.
Paulino, sent. 5, Tric. T. 5, p. 330.)"
"No os tengáis ya por Santos, por haber empezado a practicar el
ayuno y la abstinencia: porque estas virtudes son solamente medios para
ayudaros a conseguir la santidad, mas no son la perfección. (S. Paulino, sent. 26, Tric. T. 5, p. 333.)"
"La abstinencia y la mortificación del cuerpo son excelentes
virtudes, cuando al mismo tiempo nos abstenemos de los vicios y pecados. (S. Paulino, Ibid., ibid., ibid.)"
"No os contentéis con que ayune la boca: ayunen también los ojos,
los oídos, los pies, las manos y todo vuestro cuerpo. (S. Juan Crisóst., Homil. 3, sent. 8, Tric. T. 6,
p. 301.)"
"Si no tenéis la salud suficiente para ayunar, a lo menos os podéis
abstener de las delicias; y esta especie de abstinencia, apenas en nada es
inferior a la del ayuno. (S. Juan Crisóst., Homil. 58, cap. 17 in Matth., sent. 64, Tric. T. 6,
p. 312.)"
"No ayunamos por razón de la fiesta de la Pascua, sino por nuestros
pecados, y por la preparación que debemos llevar para recibir los sagrados
misterios: pues por otra parte, la solemnidad de la Pascua no es ocasión de
ayuno y mortificación, antes bien, lo es de alegría. (S. Juan
Crisóst., Serm. 3, adv. Jud., n. 4, sent. 222, Tric. T. 6, p. 344.)"
"Los ayunos vencen las concupiscencias, rechazan las tentaciones,
abaten la soberbia, mitigan la ira, y alimentan hasta su madurez todos los
afectos virtuosos de la buena voluntad; esto se entiende cuando los acompaña la
benevolencia de la caridad y el prudente ejercicio de las obras de misericordia.
(S. León, Papa, Serm. 15, c. 2,
sent. 10, Tric. T. 8, p. 384.)"
"No basta extenuar el cuerpo con la abstinencia, si no adquiere el
alma nuevas fuerzas. Cuando se procura afligir al hombre exterior, es preciso
confortar el interior. Cuando negamos a la carne el alimento corporal, se debe
alimentar el alma con delicias espirituales. (S. León,
Papa, Serm. 39, c. 5, sent. 32, Tric. T. 8, p. 389.)"
"A tan grandes misterios se debía tan incesante devoción y tan
continuada reverencia, que nos presentásemos a la vista de Dios, cual es razón
que nos halle en la fiesta de la Pascua: mas porque esta fortaleza es de pocos,
y por la fragilidad de la carne se relaja, la austeridad de la observancia
-pues, distraídos del cuidado principal con las varias ocupaciones de esta
vida, aun las almas más virtuosas contraen el polvo del mundo-, ha ordenado el
Señor con la más sabia conducta el ayuno de los cuarenta días para renovar la
pureza de los corazones, purificándonos de las culpas de los otros tiempos con
las obras de devoción y con los castos ayunos. (S.
León, Papa, Serm. 42, sent. 36, Tric. T. 8, p. 390.)"
"La perfección de nuestro ayuno no consiste en sola la abstinencia
del alimento, ni se priva al cuerpo de la comida con fruto, si el alma no se
retira de la iniquidad, y la lengua no se refrena en las murmuraciones.
Debemos, pues, moderar la libertad de comer, de tal modo que sujetemos a la
misma ley los otros deseos. Este tiempo, en que, purificados de las manchas de
todos los vicios, debemos aspirar a la perpetuidad de las virtudes, es tiempo
de mansedumbre, paciencia, paz y tranquilidad: es tiempo de perdonar las
ofensas, de despreciar las injurias, y de olvidarnos de los agravios recibidos.
(S. León, Papa, Serm. 42, sent.
37, Tric. T. 8, p. 391.)"
"Supuesto que tomamos esta mortificación para extinguir el
incentivo de los deseos carnales, ningún género de continencia debemos procurar
tanto como el vivir sobrios, sin alguna injusta voluntad, y permanecer ayunos
de toda acción que sea contraria a las buenas costumbres. Este ejercicio no
excluye a los enfermos, por más indispuestos que estén: porque también en el
cuerpo inútil y consumido se puede hallar la integridad del corazón, y siempre
se pueden colocar los fundamentos de la virtud, en donde tuvo su asiento la
iniquidad. La misma enfermedad de la carne es suficiente penitencia, y tal vez
excede a las mortificaciones voluntarias: pero es preciso que el alma cumpla su
deber, y ya que no se sustenta con los manjares del cuerpo, no se alimente con
alguna injusticia. (S. León, Papa, Serm. 44, c. 2, p. 168, sent. 38, Tric. T. 8, p.
391.)"
"Los que habéis de celebrar la Pascua del Señor, ejercitaos de tal
modo en santos ayunos, que concurráis a tan sagradas fiestas, libres del
tumulto de las pasiones. Arroje el amor a la humildad al espíritu de soberbia,
raíz de todos los pecados, y abátase con la mansedumbre la altivez: y los
corazones, exasperados con alguna ofensa, procuren, reconciliándose entre sí,
volver a la unión y la concordia. No volviendo a ninguno mal por mal, perdonándoos
unos a otros, así como Jesucristo nos perdonó. (S. León,
Papa, Serm. 44, sent. 39, Trie. T. 8, p.391.)"
"Hemos de ayunar de tal modo, que en vez de reservamos el precio de
lo que en otro tiempo costaría la comida, se lo demos a los pobres. (S. Cesáreo de Arlés, Serm. 46, sent. 9, Tric. T.
9, p. 45.)"
"Santificar el ayuno es manifestar con otras buenas obras que
nuestra abstinencia es digna de Dios. Se debe advertir a los que se abstienen,
que ofrecen a Dios una abstinencia agradable si dan a los pobres los alimentos
de que ellos mismos se privan. (S.
Gregorio el Grande, sent. XIV, adic. Tric. T. 9, p. 382 y 383.)"
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