La pila bautismal
debe ser fija, sobre todo en el bautisterio, construida de materia apropiada y
con arte, apta incluso para el caso del bautismo por inmersión. Con el fin de
que resulte un signo más pleno, puede construirse de forma que el agua brote
como un verdadero manantial (SECRETARIADO NACIONAL DE LITURGIA, Ambientación y
arte en el lugar de la celebración, 1987, nº 20).
Se prevé
que la fuente bautismal esté en una capilla aparte, cerca de la entrada de la
iglesia. Si no es posible, en el presbiterio, pero no como algo normal y
habitual sino excepcional. Es preferible que tenga ocho lados, recuperando la
antigua tradición, sea situando la fuente bautismal en una capilla octogonal, o
enmarcando pila en un templete octogonal, o adoptando la forma octogonal la
misma pila. ¿Por qué el número 8? Tiene evidentes raíces bíblicas. El Señor
Resucitó en el Octavo Día, inaugurando un tiempo nuevo; si el tiempo
cronológico tiene 7 días, el Señor abre el tiempo de la vida nueva con un día
más, el Octavo, que supera el tiempo terreno.
La fuente bautismal debe
tener cierta amplitud para poder realizar el Bautismo por inmersión (bañando al
niño) y no solamente por infusión (derramando un poco de agua en la cabeza).
Pensemos que hasta el siglo XIII la forma normal fue siempre la inmersión, y
así lo reconoce incluso Santo Tomás de Aquino afirmando que esto es más
conveniente para significar los efectos del bautismo y que se permite en cierto
modo, aunque es insignificante, el bautizar derramando sólo un poco de agua en
la cabeza: “la ablución con agua se puede hacer no
sólo con la inmersión, sino también con la aspersión o la infusión. Por eso,
aunque sea más seguro el bautismo de inmersión, que es el más común, puede, sin
embargo, hacerse también el bautismo de aspersión o el de infusión” (III,
66,7): ¡esa es la tradición litúrgica, también romana!
Se podría muy bien
rematar la pila bautismal con una cubierta de madera con algún adorno para
cerrar la pila bautismal cuando no hubiese bautizos y, sobre todo, que la pila
quedase como sellada durante toda la Cuaresma, hasta ser descubierta para la
Vigilia pascual, y ser adornada también con flores.
Lo señalado
por el directorio “Ambientación y arte en el lugar
de la celebración” para el lugar del bautismo debe enseñarnos cuál es la
práctica de la Iglesia y ponerla por obra: “Tanto
si el bautisterio se halla separado del recinto de la iglesia, como si se trata
de una fuente o pila colocada en la misma iglesia, habrá de disponerse todo de
forma que ostensiblemente quede resaltada la vinculación que existe entre el
bautismo, la palabra de Dios y la Eucaristía, que constituye la coronación de
la iniciación cristiana. Esto se puede conseguir cuando se proyectan y disponen
los lugares de la celebración con sentido unitario y global, acercando material
y psicológicamente el bautisterio, el ambón y el altar” (n. 19).
Siguiendo
estos principios, hay que cuidar la dignidad de la pila bautismal situándola
cerca del presbiterio, pero no en él cuando no hay capilla bautismal; el
material empleado deberá seguir el estilo del templo, del altar y del
ambón: “En las iglesias parroquiales y en las
que habitualmente se celebra el bautismo y no pueden contar con bautisterio
propiamente dicho, debe colocarse la fuente bautismal en el lugar más adecuado,
próximo al ambón, pero no en el presbiterio. Restitúyanse a uso litúrgico las
pilas de piedra que por la nobleza de su material y valor artístico nunca
debieron arrinconarse” (n. 20).
Sólo
falta reseñar un detalle hermoso. El lugar de los óleos, sobre todo del Santo
Crisma, debe ser el baptisterio, conservados con honor y dignidad: “Donde sea costumbre, pueden también guardarse los santos
óleos y el crisma en un lugar destacado dentro del bautisterio”
(Directorio Ambientación y arte en el lugar de la celebración, n. 20); pero si
no hay capilla bautismal habrán de guardarse en la sacristía, lugar de las
cosas sagradas, en un armario propio y con una arqueta preciosa de madera
tallada expresamente diseñada para contener los vasos con óleo, poniendo en
práctica lo que el mismo Directorio marca: “Son
también objetos sagrados las crismeras o recipientes de los óleos y del Santo
Crisma. Dichos recipientes deben ser de materia apta para conservar el óleo,
estar limpios y contener suficiente cantidad de óleo para hacer verdaderas
unciones, evitándose que se derrame. Cuando no se usen han de guardarse en
lugar apropiado, por ejemplo, dentro del baptisterio” (n. 25).
Javier Sánchez Martínez
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