Discurso ante las autoridades
peruanas
La «corrupción»
y la «degradación ambiental» han
marcado el discurso del Papa Francisco a las autoridades civiles y diplomáticas
peruanas que ha ofrecido en la tarde del viernes, 19 de enero de 2018, en el
Palacio de Gobierno, en Lima.
(Zenit) Introducido por el Presidente Pedro Pablo Kuczynski, el Papa
ha explicado a las autoridades políticas del país que «unidos para defender la
esperanza» implica mayor cultura de la transparencia entre entidades públicas,
sector privado y sociedad civil. «Nadie puede
resultar ajeno a este proceso; la
corrupción es evitable y exige el compromiso de todos», ha
asegurado.
Por otro lado, el Papa ha
expresado admiración y respeto por la biodiversidad y la riquísima pluralidad
cultural del país, el «entusiasmo y dinamismo de
los jóvenes» y el «rostro de santidad» de
la tierra peruana.
DEGRADACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE
Con numerosas referencias a la
Encíclica ‘Laudato Si´’ Francisco ha llamado
a las autoridades a que «unidos para defender la
esperanza» impulsen y desarrollen una ecología integral
como alternativa a «un modelo de desarrollo ya
caduco pero que sigue provocando degradación humana, social y ambiental».
En este sentido, Francisco ha denunciado al ataque a la naturaleza:
«La pérdida de selvas y bosques implica no sólo la
pérdida de especies, que incluso podrían significar en el futuro recursos
sumamente importantes, sino una pérdida de relaciones vitales que terminan
alterando todo el ecosistema».
«La degradación del medio ambiente,
lamentablemente, no se puede separar de la degradación moral de nuestras
comunidades. No podemos pensarlas como dos instancias distintas», han sido sus palabras.
DISCURSO COMPLETO
Señor Presidente, miembros del
Gobierno y del Cuerpo Diplomático, distinguidas autoridades, representantes de
la sociedad civil, señoras y señores, amigos todos:
Al llegar a esta histórica
casa doy gracias a Dios por la oportunidad que me ha concedido de pisar suelo
peruano. Quisiera que mis palabras fueran de saludo y gratitud para cada uno de
los hijos e hijas de este pueblo que supo mantener y enriquecer su sabiduría
ancestral a lo largo del tiempo y es, sin lugar a dudas, uno de sus principales
patrimonios que tienen.
Gracias señor Pedro Pablo
Kuczynski, Presidente de la Nación, por la invitación a visitar el país y por
las palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de todos.
Vengo a Perú bajo el lema «unidos por la esperanza». Permítanme decirles que
mirar esta tierra es de por sí un motivo de esperanza.
Parte de vuestro territorio
está compuesto por la Amazonia, que he visitado esta mañana y que constituye en
su globalidad el mayor bosque tropical y el sistema fluvial más extenso del
planeta. Este «pulmón» como se lo ha querido
llamar, es una de las zonas de gran biodiversidad en el mundo pues alberga las
más variadas especies.
Poseen ustedes una riquísima
pluralidad cultural cada vez más interactuante que constituye el alma de este
pueblo. Alma marcada por valores ancestrales como son la hospitalidad, el
aprecio por el otro, el respeto y gratitud con la madre tierra y la creatividad
para los nuevos emprendimientos como, asimismo, la responsabilidad comunitaria
por el desarrollo de todos que se conjuga en la solidaridad, mostrada tantas
veces ante las diversas catástrofes vividas.
En este contexto, quisiera
señalar a los jóvenes, ellos son el presente más vital que posee esta sociedad;
con su dinamismo y entusiasmo prometen e invitan a soñar un futuro esperanzador
que nace del encuentro entre la cumbre de la sabiduría ancestral y los ojos
nuevos que brinda la juventud.
Y me alegra también un hecho
histórico: saber que la esperanza en esta tierra tiene rostro de santidad. Perú
engendró santos que han abierto caminos de fe para todo el continente
americano; y por nombrar tan sólo a uno, como Martín de Porres, hijo de dos
culturas, mostró la fuerza y la riqueza que nace en las personas cuando se
concentran en el amor. Y podría continuar largamente esta lista material e
inmaterial de motivos para la esperanza. Perú es tierra de esperanza que invita
y desafía a la unidad de todo su pueblo. Este pueblo tiene la responsabilidad
de mantenerse unido precisamente para defender, entre otras cosas, todos estos
motivos de esperanza.
Sobre esta esperanza apunta
una sombra, se cierne una amenaza. «Nunca la
humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a
utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo». Esto
se manifiesta con claridad en la manera en la que estamos despojando a la
tierra de los recursos naturales sin los cuales no es posible ninguna forma de
vida. La pérdida de selvas y bosques implica no sólo la pérdida de especies,
que incluso podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes,
sino una pérdida de relaciones vitales que terminan alterando todo el
ecosistema.
En este contexto, «unidos para defender la esperanza» significa impulsar y
desarrollar una ecología integral como alternativa a «un modelo de desarrollo
ya caduco pero que sigue provocando degradación humana, social y ambiental». Y
esto exige escuchar, reconocer y respetar a las personas y a los pueblos
locales como interlocutores válidos. Ellos mantienen un vínculo directo con la
tierra, conocen sus tiempos y procesos y saben, por tanto, los efectos
catastróficos que, en nombre del desarrollo, están provocando muchos proyectos.
Entonces se altera todo el entramado vital que constituye la nación. La
degradación del medio ambiente, lamentablemente, no se puede separar de la
degradación moral de nuestras comunidades. No podemos pensarlas como dos
instancias distintas.
A modo de ejemplo, la minería
informal se ha vuelto un peligro que destruye la vida de personas; los bosques
y ríos son devastados con toda la riqueza que ellos poseen. Todo este proceso
de degradación conlleva y promueve organizaciones por fuera de las estructuras
legales que degradan a tantos hermanos nuestros sometiéndolos a la trata –nueva
forma de esclavitud–, al trabajo informal, a la delincuencia… y a otros males
que afectan gravemente su dignidad y, a la vez, la dignidad de esta nación.
Trabajar unidos para defender
la esperanza exige estar muy atentos a esa otra forma –muchas veces sutil– de
degradación ambiental que contamina progresivamente todo el entramado vital: la
corrupción. Cuánto mal le hace a nuestros pueblos latinoamericanos y a las
democracias de este bendito continente ese «virus» social,
un fenómeno que lo infecta todo, siendo los pobres y la madre tierra los más
perjudicados. Lo que se haga para luchar contra este flagelo social merece la
mayor de las ponderaciones y ayudas… y esta lucha nos compete a todos. «Unidos para defender la esperanza», implica mayor
cultura de la transparencia entre entidades públicas, sector privado y sociedad
civil. Nadie puede resultar ajeno a este proceso; la corrupción es evitable y
exige el compromiso de todos.
A quienes ocupan algún cargo
de responsabilidad, sea en el área que sea, los animo y exhorto a empeñarse en
este sentido para brindarle, a su pueblo y a su tierra, la seguridad que nace
de sentir que Perú es un espacio de esperanza y oportunidad… pero para todos y
no para unos pocos (aplausos); para que todo peruano, toda peruana pueda sentir
que este país es suyo, no de otro, en el que puede establecer relaciones de
fraternidad y equidad con su prójimo y ayudar al otro cuando lo necesita; una
tierra en la que pueda hacer realidad su propio futuro. Y así forjar un Perú
que tenga espacio para «todas las sangres», en
el que pueda realizarse «la promesa de la vida
peruana».
Quiero renovar junto a ustedes
el compromiso de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación,
en este empeño mancomunado de seguir trabajando para que Perú siga siendo una
tierra de esperanza.
Que santa Rosa de Lima
interceda por cada uno de ustedes y por esta bendita Nación.
Nuevamente gracias.
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a Chile y Perú
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