jueves, 11 de enero de 2018

BAUTISMO DEL SEÑOR



Esta fiesta, con la cual se cierra el tiempo litúrgico de Navidad, es como un desdoblamiento de la fiesta del Domingo pasado: se continúa con el mismo tema de las grandes manifestaciones (Epifanías) del Señor…
Hay una diferencia importante entre los dos bautismos:
el de Juan: con agua, exterior, signo de arrepentimiento para el perdón de los pecados.
el de JESÚS: con Espíritu Santo, renovación interior que nos hace “partícipes de la naturaleza divina”

“No soy digno ni siquiera de desatar la correa de su sandalia…” trabajo reservado al más inútil de los esclavos… Juan destaca la infinita distancia entre él y Jesús…
¿Por qué entonces Jesús se hace bautizar por Juan? [Es una escena tan impresionante, que podría resultar incomprensible, y hasta escandalosa]…

Pero admitámoslo, y descubramos nuevamente él “modo” que Dios emplea para salvarnos: hoy se pone en la fila de los pecadores, y aunque no lo necesitaba, se somete también a un bautismo de penitencia… Se ha hecho semejante a nosotros en todo, y por eso no se avergüenza de colocarse en la fila de aquellos que se preparaban para la llegada del Reino de Dios… así como tampoco se avergonzó de nosotros cuando tomó sobre sí todos nuestros pecados, y subió a la Cruz como si fuese un delincuente…

+ Pero el bautismo que recibió Jesús fue muy “especial”: ciertos hechos nos indican que con Él comienza un nuevo bautismo:
+ El cielo abierto (ya nunca más cerrado por los pecados, como hasta este momento) Es decir, comienza una nueva etapa de relación entre Dios y los hombres: el Cielo viene a nosotros, y nosotros vamos allá: viene con Cristo y el Espíritu Santo. Llega todo, porque Dios mismo viene, y Él será para nosotros y nos dará todo. Estamos frente al comienzo de una nueva humanidad, divinizada.

En la proposición que San Marcos hace en su Ev. el Padre no “presenta” a su Hijo (“Éste es mi Hijo amado”), sino que se dirige a Él (“Tú eres mi Hijo…”): Cristo nos representa a todos, que desde ese momento pasamos a ser hijos amados, complacencia del Padre… Cuando somos bautizados, esta vocación eterna se verifica efectivamente, verdaderamente: somos una nueva creación. Por lo tanto, nuestra dignidad, nuestra gloria, y nuestro compromiso pasa por VIVIR NUESTRO BAUTISMO…

“Éste es mi Hijo” (Evang.)… “Éste es el servidor sufriente” (Iª lect.)…
Sigamos a Cristo por la Cruz a la Luz.
Amen


catholic.net

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