LAS IMPORTANTES RAZONES
Podemos
decir que se ha generalizado el hecho de asociar pornografía con ser
progresista o liberal, y el rechazo a la misma con conservadurismo moral. Que
esto sea así, lógicamente, no es casualidad sino que responde a una estrategia
con dos objetivos principalmente: uno de tipo ideológico que veremos a lo largo
de este artículo, y otro económico pues la industria pornográfica produce miles
de millones de beneficios al año, ocupando el tercer lugar después de la
industria de armamento y el narcotráfico. Interesa, por lo tanto, que la
pornografía esté bien vista y que se consuma, y tachar de mojigatos a sus
detractores.
El
contenido ideológico de la pornografía no viene a ser otro que convertir en
fuente de placer la horrible explotación del hombre por el hombre, del fuerte
sobre el débil, legitimando una forma jerárquica de entender la relación entre
las personas. Veamos porqué esto es así.
Una
existencia humillante para dar placer En la pornografía los cuerpos, la
sexualidad y así mismo las personas de los hombres y mujeres que aparecen sobre
uno u otro soporte (revistas, películas, cd-room…) se convierten en mercancía
disponible para la compra-venta, utilizable y desechable según los deseos del
que paga. En el caso de la mujer además hay que decir que la relación entre
sexos que aparece en la pornografía es profundamente misógino y violento contra
las mujeres. Si la publicidad nos ha venido acostumbrando al consumo de la
mujer como objeto, la pornografía nos muestra el aspecto de dominación sobre la
mujer, cuyo sentido de existir es dar placer.
La mujer
que se nos propone como ideal en la pornografía es la fácil, es decir la que
puede ser impunemente vejada sin derecho a reclamar nada. La propia palabra ya
lo dice pues pornografía deriva del griego “porné”:
descripción de las prostitutas y su oficio; ganado sexual, marrana. Aunque un
poco mal sonante esta palabra que estamos empleando describe claramente la
sexualidad que propone la pornografía: la fácil, la esclava sexual, y por lo
tanto el amo/a sexual. Como fáciles, las mujeres que nos muestra la pornografía
estarán dispuestas a realizar cualquier acto sexual que el hombre, a veces
incluso otra mujer, le pida, por muy humillante o violento que sea, y
expresarán “libremente” el deseo de ser
poseídas por su dueño.
LAS NORMALES SERÍAN
REPRIMIDAS Y AMARGAS
Los
pornógrafos están especialmente interesados en demostrar que la mujer en
cualquier momento, situación o estado, va a gozar con cualquiera de las
prácticas sexuales a las que se la quiera someter. Con la gestualidad tan
exagerada, que se hace hasta ridícula, los gemidos y gritos, el lenguaje empleado,
las tomas fotográficas…, lo que quiere quedar muy claro es que la mujer y el
hombre están disfrutando intensamente con una actividad sexual en la mayoría de
los casos más propia de animales que de personas, restringiendo además la
relación sexual plena a la imposición de la relación coital.
De esta
manera la mujer que en la vida real no accede a las prácticas sexuales con las
características anteriormente expuestas se tilda de estrecha y puritana, de
reprimida, amargada…, algo imperdonable para el objeto-bien de consumo que es
la mujer “liberada y moderna”.
PARECE QUE NO EXISTE EL
LÍMITE POR EVITAR EL ABURRIMIENTO
La
pornografía escenifica sin pudor alguno comportamientos sexuales que podemos
calificar sin tapujos como fascismo sexual. Establece una jerarquía implacable
y clarísima acerca del valor de las personas según su sexo, raza, edad,
condición económica,… Incluso la violencia y el sufrimiento físico es
representado como una pantomima: el dolor de los protagonistas no es tal sino
un vehículo hacia el placer; el sufrimiento no es sino un elemento de
excitación sexual. Para mantener la novedad y no caer en el aburrimiento por la
visión de las mismas prácticas sexuales los pornógrafos se esmeran en
introducir nuevos alicientes en forma de mayor violencia y extravagancias: se
introducen niños, animales…, como decía Alice Scwazer, directora de la revista
feminista alemana “Emma”: “Ya no les basta con
ponernos medias de red, escote y orejitas de conejo, ahora nos tienen que atar,
torturar y matar”. Parece que lo último en pornografía es el llamado
cine masacre, o kiddi porno, donde se filman violaciones con muertes reales,
torturas reales, descuartizamientos reales…, es el siguiente paso lógico a la
relación entre personas que se establece y potencia desde la pornografía más
convencional.
Llegamos
pues a la conclusión que ideológicamente lo que pretende la pornografía es
colonizar el cuerpo y la mente de mujeres y hombres de manera que asuman como
conductas normales aquellas de explotación, uso y abuso, entre personas en
contra del reconocimiento de la dignidad que toda persona humana tiene por el
mero hecho de serlo, en contra de poner, como diría el maestro Kant, a la
persona como fin y no como medio.
EL HONDO CALADO DE UN
PROBLEMA QUE CONVIENE PLANTEARSE
He leído
de alguna asociación feminista que condena la pornografía que la causa de ella
es la expresión de la sexualidad del hombre propia de una sociedad patriarcal.
Creo que afirmar esto es quedarse cojo en el análisis y echar los perros a presa
equivocada. La cuestión no es ya que se trate de hombres o mujeres pues en el
fondo el ser hombre o mujer no deja de ser adjetivo de algo que lo supera y que
es ser persona humana. La clave de la pornografía está en aquello que anida en
el corazón de toda persona y de lo que ya el propio Pascal nos advertía en
aquel debate sobre el amor propio, el amor de sí mismo, de moda entre los
pensadores de su época y que se extendería a buena parte del S. XVIII. Pascal
nos explicará que hay quienes aman sobre todo los placeres, como los epicúreos
(el amor al sentido); los que aman sobre todo el conocimiento, como los
academicistas, los aristotélicos o los cartesianos (el deseo de saber); y los
que aman sobre todo la sabiduría, o la maestría (el deseo de dominar). Pascal
refleja en esta idea tres tendencias que anidan en el corazón de todo hombre y
toda mujer que podríamos renunciar como el deseo de disfrutar y pasárselo lo
mejor posible; el deseo de poseer, ya sea conocimiento, dinero, …; y el deseo
de ser el primero, de estar por encima de cualquier otro. En estas tres
tendencias está la clave para entender no sólo el porqué de la pornografía sino
también del expolio violento a los países empobrecidos, o la violencia
doméstica, o las condiciones laborales precarias, o el asesinato del no nacido.
La
pregunta de M. Foucault de si la liberación sexual no era una nueva forma de
dominación-explotación de la población tiene una clara respuesta afirmativa en
el caso de la pornografía. Al imperialismo económico le interesa una cultura en
la que primen como valores sobre ningún otro el ser el primero, el pasarlo bien
a toda costa, y poseer cuanto más mejor, una cultura en la que la explotación
del hombre por el hombre se acepte sin cortapisas, una cultura en la que se respete
como sacrosanto el poder de los más poderosos sobre los más débiles. La
pornografía no hace sino alimentar este tipo de cultura. La duda planteada al
principio de asociar pornografía con progresismo o conservadurismo queda
resuelta a la luz de lo dicho. Aunque la progresía de este país la defienda en
no pocas ocasiones como una forma de libertad, la pornografía no puede ser más
conservadora, más vil, y más represora de la persona humana, sea esta hombre o
mujer, mujer o hombre, me da igual el orden.
La pornografía
huye de la utopía, es el camino fácil del que no se atreve a andar el camino
del amor (el amor sólo es amor si es fiel), es el rancho del rebaño de Epicuro.
Pero nosotros amamos la utopía por eso le decimos no sin cortapisas. ¿Somos
conservadores? No, somos revolucionarios.
Frank Pavesa
www.fluviuim.org
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