Hace años tuve una larga (y
amable) discusión con un pastor evangélico sobre el versículo del salmo que
dice:
Hasta el gorrión ha
encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares,
Señor de los ejércitos. (Salmo
84, 3).
Yo sostenía que (era una
hipótesis de mi cosecha) que el altar de bronce del Templo no podía de ninguna
manera acoger todas las ofrendas que se hacían en las fechas señaladas de
peregrinación: fiesta de los tabernáculos y pascua. Así que era de la opinión de
que en el atrio había altares laterales.
Era una teoría. Pero el salmo
afirma claramente “altares”, cuando, en
realidad, sólo se menciona en la Biblia uno en el exterior, el altar de bronce;
y uno en el interior, el altar del incienso. El texto hebreo dice que es en los
altares, no cerca de los altares.
Tras varios años, nos hemos vuelto a encontrar y ha admitido esta
posibilidad. Lo cual me ha hecho muy feliz, porque es un hombre que, primero,
conoce la Biblia mucho mejor que yo; y, segundo, porque bien sé que jamás da su
brazo a torcer.
Es tan bueno como terco. Y debe ser muy bueno, porque es muy terco.
Es tan bueno como terco. Y debe ser muy bueno, porque es muy terco.
P. FORTEA
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