“Jesús debía estar con
esa pequeña en aquel árbol", dijo el doctor, “porque no tiene nada"
Annabel Beam tenía sólo cuatro
años cuando empezó a padecer lo que su madre Christy llamaba “problemas con la tripa” —dolorosos calambres
abdominales acompañados de una aguda hinchazón. Con cinco años, sus intestinos
quedaron completamente obstruidos y fue necesaria intervenirla de urgencia, la
primera de muchas cirugías. Los médicos eran incapaces de determinar por qué
los intestinos y estómago de Annabel no funcionaban como debieran. Aunque
seguía diez prescripciones médicas, no podía comer ni beber con normalidad y
necesitaba alimentación por sonda.
Pero entonces se cayó de un
árbol. Y por una relación causa-efecto que desafía toda explicación, Annabel se
curó.
Christy Beam conversó conmigo
por teléfono el mes pasado y me relató la historia de la rara enfermedad de su
hija, su peligroso accidente y su inexplicable sanación. “Estamos tan contentos”, explicaba Christy, “tan apabullados por el impacto que nuestra historia
pueda tener sobre el mundo, porque podría marcar una diferencia. Pero en
realidad no es nuestra historia; es la historia de Dios. ¡Es abrumadora la idea
de que Dios nos use para compartir su historia!”.
Esta historia increíble quedó
recogida por primera vez en un libro récord de ventas, Miracles from Heaven: A Little Girl and Her Amazing Story
of Healing. [Los milagros del cielo: una niña y su
increíble historia de curación]. El 16 de marzo, la historia de Annabel
quedará al descubierto en los cines de todo Estados Unidos, en una nueva
película protagonizada por Jennifer Garner (como Christy Beam) y Queen Latifah.
EN BUSCA DE UN DIAGNÓSTICO
Preocupada porque Annabel
continuaba deteriorándose y temerosa de que pudiera morir, Christy Beam se
negaba a aceptar los diagnósticos que recibía en los centros médicos cercanos a
su hogar en Texas. Los médicos locales sugerían de todo, desde alergias a
intolerancia a la lactosa; pero Christy estaba segura de que el problema de su
hija era algo más serio. Finalmente, la familia Beam se puso en manos de un gastroenterólogo
pediátrico, el doctor Samuel Nurko, reputado en todo el país, cuya
investigación en el pediátrico Boston Children’s Hospital se centraba en
trastornos de motilidad gastrointestinal.
En vista de que Christy no
conseguía obtener una cita a pesar de meses de llamadas telefónicas y de
cartas, decidió arriesgarse y tomó un avión hacia Boston con Annabel para
presentar personalmente su caso al médico. La persistencia cobró sus frutos y
el doctor Nurko pudo diagnosticar con precisión la condición de Annabel. La
niña sufría, no de uno, sino de dos dolorosos trastornos digestivos, incurables
y potencialmente mortales: pseudo-obstrucción intestinal crónica, una rara
condición que emula los síntomas de una obstrucción intestinal; y trastorno de
hipomotilidad antral, por la que unas débiles contracciones en la parte
estomacal del antro causan un retraso de la evacuación gástrica.
El doctor Nurko consiguió
inscribir a Annabel en un prometedor estudio; pero debido a que se le estaban
prescribiendo fármacos experimentales con efectos secundarios potencialmente
importantes, el doctor Nurko necesitaría ver a la pequeña cada seis semanas. A
pesar del esfuerzo financiero que tuvo que hacer la familia Beam, madre e hija
se convirtieron en frecuentes usuarias del avión, lo que permitió al doctor
Nurko mantener una cuidada observación de la condición de su joven paciente.
UN ACCIDENTE… Y UN MILAGRO
Cuando Annabel tenía ocho
años, de vuelta en casa después de otra hospitalización, se encontraba jugando
en el jardín de la casa familiar en Texas. Animada por su hermana mayo, subió
al enorme álamo que hay en el patio. Sin previo aviso, la rama en la que se
había encaramado crujió y calló. Annabel no tuvo tiempo de asirse; se precipitó
diez metros por la oquedad interior del álamo y aterrizó de cabeza en la
profundidad del árbol hueco, encajada en la base del nudoso tronco.
Estuvo inconsciente y atrapada
durante cinco horas y media hasta que el equipo de rescate consiguió por fin
sujetarla con un arnés y subir su cuerpo hasta ponerla a salvo.
Lo que sucedió a continuación
sigue siendo un misterio para la madre de Annabel. Christy Beam explicó que la
caída de Annabel dentro del árbol, que pudo haberla matado, la curó. Emergió
del tronco del árbol húmeda, magullada y sucia, pero bastante bien en todo lo
demás. De forma inexplicable, cuando Annabel se despertó en el hospital, ya no
sentía más dolor. Su abdomen hinchado había vuelto a su tamaño normal y era
capaz de ir al baño también con normalidad. Por primera vez, después de meses
de alimentación por incómodas sondas, podía comer la comida habitual. Los
médicos empezaron a retirarle sus medicaciones y, llegado el momento, se le dio
el alta de su gastroenterólogo pediátrico. “Jesús debió
estar con esa pequeña dentro del árbol”, dijo el médico, “¡porque está completamente sana!”.
LA VISIÓN DEL CIELO DE UNA NIÑA
En los días que siguieron a su
inesperada recuperación, Annabel compartió con sus padres lo que había sucedido
durante las horas atrapada en las profundidades del álamo. “Mamá, fui al cielo mientras estuve en ese árbol”, dijo
la niña. “Me senté en el regazo de Jesús. Me quería
quedar allí, pero me dijo que no podía”.
Tras insistirle para que diera
más detalles, sus padres supieron que Annabel había visto a su abuela “MeeMee”, que había fallecido algunos años antes. “Por eso supe que estaba en el cielo”, les dijo.
“Siempre pensé
que estar en el cielo sería como sentarse en las nubes; pero en realidad es
como estar suspendida por encima del universo. Siempre pensé que Dios tenía un
gran corazón, y lo tiene, su corazón es tan grande que deslumbra. Sus ojos
brillan como la gloria dorada reflejada por el sol”.
A medida que Christy citaba la
vívida descripción de su hija del paraíso, se maravilló porque una niña tan
pequeña pudiera hablar tan elocuentemente. “No le
habíamos enseñado a hablar así”, musitó Christy. “Siempre hemos ido a la iglesia, pero que una niña de nueve años hable
con esos términos… bueno, supe que algo dramático había sucedido”.
Durante el reciente preestreno
de Los milagros del cielo en Dallas,
Annabel amplió la descripción transmitida por su madre: “Todo resplandecía”, me dijo. “La
luz venía de todos los lugares, de las flores y de las plantas, incluso la
hierba desprendía luz cuando andabas sobre ella”.
UN MENSAJE DE ESPERANZA Y ALIENTO
Reflexionando sobre cómo su
vida y la vida de su familia habían cambiado a causa de los eventos
relacionados con la enfermedad de Annabel y su milagrosa curación, Christy Beam
afirmó, “No vivimos nuestras vidas de forma
diferente, porque nunca perdimos nuestra fe. Oh, fue duro y para mí supuso todo
un reto a veces. Me preguntaba, ‘Vale, Dios, ¿tienes un plan? ¿Cuál es tu
plan?’. Pero siempre sentíamos que Dios controlaba nuestras vidas, incluso la
enfermedad de Annabel. Ahora que está bien, puede mantenerse fuerte y poner un
signo de exclamación a nuestras creencias”.
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