jueves, 21 de diciembre de 2017

CONSEJOS PRÁCTICOS PARA PERFECCIONAR TU HUMILDAD

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El mundo no valora ni entiende el poder de la humildad. Piensa que la autoestima se genera por la confianza en las capacidades de uno mismo. Pero nosotros entendemos que la humildad es la que genera la real autoestima. Porque fue lo que Jesús usó para salvarnos.
Todos los santos entendieron que la humildad es la manera de concretar una buena autoestima al depender de Dios antes que de uno mismo.
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Es el entendimiento de que todo viene de Dios y que Dios es todo.
Piensa acerca de la Madre Teresa. Esa pequeña monja tenía una alta autoestima. Incluso se atrevió a hablar contra el aborto en el Desayuno Nacional de Oración en 1993 ante sus anfitriones invitados el presidente Bill Clinton, y el vicepresidente Al Gore, y sus cónyuges, todos pro aborto. Eso es agallas. Eso es confianza en sí mismo. Y eso es humildad. La Madre Teresa llama a la humildad la madre de todas las virtudes.
Ella dijo: “Si eres humilde nada te toca, ni los elogios ni la vergüenza, porque sabes lo que eres. Si te llaman un santo que no te pongan en un pedestal”.
La humildad es una de las virtudes que requiere más vigilancia, porque es fácil tropezar y desarrollar orgullo; incluso de tu humildad.
EL PODER DE LA HUMILDAD
“Fue el orgullo lo que cambió ángeles en demonios; es la humildad la que hace a los hombres como los ángeles”, dijo San Agustín.
El diablo ha preferido dejar el Cielo por la eternidad en el infierno en lugar de humillarse ante su creador. Y la humildad habría protegido a Adán y Eva del pensamiento que podían desobedecer a Dios y llegar a ser como él.
Sin embargo, a través de nuestra humildad y por lo tanto por la obediencia a Dios, el diablo es derrotado.
San Juan Vianney, el Cura de Ars, que a menudo fue acosado por el diablo, relató una conversación con él.
El diablo le dijo: “Puedo hacer todo lo que haces, yo también puedo hacer tus penitencias, puedo imitar en todo. Hay una cosa, sin embargo, que no puedo hacer, no puedo imitarlo con humildad”.
Y respondió San Juan Vianney: “Es por eso que te derroto”.
La humildad parece ser una contradicción, y, sin embargo, Jesús fue manso y humilde de corazón (Mateo 11:29).
“Se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres” (Filipenses 2: 7)
El mundo no valora ni entiende el poder de la humildad pero nosotros sí, porque fue lo que Jesús usó para salvarnos.
“El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28)
EL CRISTIANISMO TRAJO LA HUMILDAD AL MUNDO MODERNO
El cristianismo trajo tres nuevas virtudes al antiguo mundo greco romano: la castidad, la humildad y el amor al prójimo.
Sin ellas, la vida en nuestro mundo occidental habría sido muy diferente. La humildad se encontraba en el mundo antes de la llegada del cristianismo. Pero no era una virtud. Se trataba simplemente de una actitud apropiada para un esclavo. Si tu fueras un esclavo (y la esclavitud estaba muy extendida en el mundo grecorromano), eras una persona humilde, porque estabas en la parte inferior de la escala social. Tu estado era humilde, y debías adoptar una actitud apropiada para tu situación. Si no tenías una actitud de humildad, eras una molestia para tus superiores sociales, o si eras motivo de risa.
El cristianismo se reconvirtió esta actitud análoga del esclavo, en una virtud.
Y no sólo una virtud de los esclavos, sino una virtud universal, una virtud apropiada para todas las personas, incluso los más exaltados socialmente. La gente común, pero también los aristócratas ricos e incluso emperadores se esperaba – por el cristianismo – que fueran humildes. Tú podías ser un gran hombre o una gran mujer en comparación con otros griegos y romanos, pero no eras nada en comparación con Dios. La brecha en dignidad entre Dios y los seres humanos era tan grande (de hecho era infinita) que las diferencias finitas en dignidad entre las clases más altas y más bajas contaban poco.
El cristiano no era nada más y nada menos, que el esclavo de Dios. Y los esclavos deben practicar la humildad.
La virtud de la humildad no ha desaparecido de la sociedad moderna tan completamente como la castidad, pero está en decadencia. La humildad como virtud no tiene mucho sentido, aparte de la creencia en Dios vivo. Y desde que nuestra creencia colectiva en Dios es cada vez más débil, lo es nuestra creencia en el valor de la humildad. Enseñamos a los niños a sentirse “orgullosos de sí mismos”, en la creencia de que los altos niveles de orgullo (o autoestima como normalmente prefieren llamarlo) conducirán a los logros. Tenemos desfiles de orgullo gay en casi todos los países del mundo. Y cada vez más pensamos en la humildad, no como una gran virtud, sino como un estado lamentable de la mente.
3 MITOS SOBRE LA HUMILDAD
La humildad por tanto es mal entendida en el mundo. Algunos piensan que es sinónimo de autodesprecio. El P. Jared Johnson, pastor asociado de la catedral del Espíritu Santo en Bismarck identificó tres mitos sobre la humildad.

Mito # 1: Las almas humildes carecen de confianza
Las personas más humildes son algunas de las más confiadas y en ocasiones algunas de las personas más orgullosas son las más inseguras. Las almas humildes saben que su vida depende de Dios y saben el valor de las cosas duraderas, que no pasan. Valoran al Señor por sobre todo lo demás

Mito # 2: La humildad no es atractiva
Por el contrario, la verdadera humildad es atractiva. Es la persona humilde la que escucha y se preocupa por los demás. Y es la actitud opuesta a centrarse en sí mismo.

Mito # 3: La gente humilde quiere ser reconocida como humilde
El P. Johnson explica que querer que lo elogien por ser humilde es falsa humildad. En realidad, la persona humilde lo es porque simplemente quiere hacerlo porque es lo correcto y no está buscando la alabanza.
Nuestro mayor desencuentro con Dios es cuando confiamos más en nosotros que en Él.
Al cultivar la virtud de la humildad, crecemos más confianza y nos permitimos crecer más cerca de Dios. Cuando miramos un crucifijo, vemos a un hombre que es humilde y que esa actitud no es acerca de sí mismo. Vemos a un hombre que está para los demás. De modo que debemos imitar la humildad para que podamos experimentar a Dios en su plenitud.
SEÑALES DE FALTA DE HUMILDAD POR SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ
La humildad es una virtud que todos debemos desarrollar para ponernos en mayor conformidad con Cristo a medida que buscamos moderar y restringir la mente, para que no tienda a cosas altas sin moderación, dice San Josemaría.
A continuación publicamos un extracto de las señales en las que San Josemaría Escrivá ve falta de humildad, y que  nos puede ayudar a identificar la falta de humildad en nosotros mismos.
Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad, dice San Josemaría:
  • Pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás.
  • Querer salirte siempre con la tuya.
  • Disputar sin razón o -cuando la tienes- insistir con tozudez y de mala manera.
  • Dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad.
  • Despreciar el punto de vista de los demás.
  • No mirar todos tus dones y cualidades como prestados.
  • No reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees.
  • Citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones.
  • Hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan.
  • Excusarte cuando se te reprende.
  • Encubrir al Director Espiritual algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene.
  • Oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti;.
  • Dolerte de que otros sean más estimados que tú.
  • Negarte a desempeñar oficios inferiores.
  • Buscar o desear singularizarte.
  • Insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional.
  • Avergonzarte porque careces de ciertos bienes…
MANERAS DE CONVERTIRTE EN HUMILDE PARA LA MADRE TERESA
A su vez la Madre Santa Teresa de Calcuta mientras que era la cabeza de las Misioneras de la Caridad, mantenía una lista de maneras de cultivar la humildad entre las hermanas a su cuidado.
  • Hablar lo menos posible sobre sí misma.
  • Mantenerte ocupada con sus propios asuntos y no los de los demás.
  • Evitar la curiosidad (lo que se refiere a querer saber cosas que no te deberían preocupar)
  • No interferir en los asuntos de los demás.
  • Aceptar las pequeñas irritaciones con buen humor.
  • No insistir en los defectos de los demás.
  • Aceptar censuras incluso si son inmerecidas.
  • Ceder a la voluntad de otros.
  • Aceptar insultos y lesiones.
  • Aceptar el desprecio, el olvido y se desatendida.
  • Ser cortés y delicada, incluso cuando estás siendo provocada por alguien.
  • No hay que buscar ser admirada y amada.
  • No protegerte detrás de tu propia dignidad.
  • Ceder, en las discusiones, incluso cuando tienes razón.
  • Elegir siempre la tarea más difícil.
Fuentes:

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