Recientemente me invitaron a un Foro sobre familia
en una Universidad Católica y aquello me dejó profundamente triste porque en
aras de la universalidad de ideas aquello se convirtió en un monologo sobre
cuestiones de género y tipos de familias que distaba mucho de la antropología
cristiana, que además, nunca se mencionó. Por eso, me cuestioné sobre las
causas de aquello que presencie y les ofrezco lo que encontré, esperando les
ayude a reflexionar sobre el modo de pensar y de actuar que tenemos muchos
católicos y de cómo nos hemos ido dejando influir por las ideologías. Pero, no
se desanimen, también presento, con gran esperanza, las soluciones al problema.
Definitivamente
estamos ante una crisis moral que todos los representantes de la vida pública,
en general, acusan, y además, reclaman: el regreso a una vida individual,
familiar, social y política en la que la convivencia esté regida por criterios
éticos que garanticen la paz y la armonía en los distintos ámbitos de la vida.
Se trata de una cuestión de “ecología humana”, puesto que
es imposible vivir una existencia digna de la persona en una sociedad en la que
al ciudadano se le empuja a envilecerse. Aristóteles afirmó: “Sin principios éticos, el
hombre es el peor de los animales”. (política
I, 1, 1253ª-b).
Ya en
1974, el Papa Pablo VI decía: “Nadie ignora que
la moral cristiana ha sido puesta en discusión, incluso en lo que afecta a sus
mismos principios. Sin embargo, la Revelación propone un estilo propio y
concreto de vida, que el Magisterio de la Iglesia interpreta auténticamente y
prolonga y aplica a los nuevos desarrollos de la vida. Pero, a veces, esto se
olvida fácilmente. Hoy, además, se discuten los mismos principios del orden
moral objetivo. De lo cual deriva que el hombre de hoy se siente desconcertado.
No se sabe dónde está el bien y dónde está el mal, ni en qué criterios puede
apoyarse para juzgar rectamente. Un cierto número de cristianos participa en
esta duda, por haber perdido la confianza tanto en un concepto de moral natural
como en las enseñanzas positivas de la Revelación y del Magisterio. Se ha
abandonado a una filosofía pragmática para aceptar los argumentos del
relativismo. Nos pensamos que una de las causas, y acaso la principal, de esta
degeneración de la mentalidad del hombre moderno se debe a la separación
radical, más bien que la distinción, de la doctrina y de la práctica moral, de
la religión, negando a ésta toda razón de ser y privando a la primera de sus
fundamentos ontológicos y de sus finalidades supremas” (Discurso a la Comisión Teológica Internacional
16.XII.1974, “AAS” 67-1975-40). Así
diagnosticaría lo sucedido en el mencionado foro.
Ciertamente
estamos ante un cambio de cultura que origina una sociedad nueva con profundas
repercusiones en la interpretación moral de la existencia individual y
colectiva. Es una crisis que procede ya del s. XVIII, cuando Kant se propuso
buscar un fundamento sólido al actuar ético de la persona, sin encontrarlo. Sus
seguidores no han sabido interpretar la “autonomía”
y se han sublevado contra el “deber”. Desde
entonces, se han sucedido intentos sin que se logre encontrar un fundamento
sólido a la ciencia ética. Y la dificultad se agrando cuando los autores –como
los expositores del foro- dejan de atender dos supuestos irrenunciables: la ley
natural y la referencia a Dios.
ASÍ SE PUEDEN RESUMIR
LAS CAUSAS DE LO PRESENCIADO:
a. El influjo de las
ideologías no cristianas: como el materialismo marxista, con su crítica a la
religión, que en el foro fue continua. Como el liberalismo capitalista,
que desvía el problema hacía lo económico, hacía lo material, desviando la
atención de los valores espirituales, de la salvación de las almas que están
bajo la responsabilidad de los educadores. Y ambas ideologías combinadas contribuyen
a disminuir notablemente el sentido del mal moral.
b. La influencia del
existencialismo filosófico y de la psicología del subconsciente: La filosofía
existencialista, es un sistema de pensamiento y de vivir que
despierta sospechas sobre Dios, descuida los valores morales y siembra
pesimismo sobre la existencia humana, que resta interés por una vida éticamente
honrada. Por otro lado, el psicologismo
freudiano arremete contra el bien
y el mal morales y trata de borrar los conceptos éticos con el intento de
liberar al hombre de los principios morales, que condenó como tabúes, de los
que hay que liberarse. Además, estos dos sistemas fueron precedidos por el
pensamiento de Nietzsche, que fustiga sin piedad a la moral cristiana e
incluso propone acabar con la moral. –Por eso, hay que tener mucho cuidado con
los programas de algunas carreras, porque muchas veces los jóvenes no están
suficientemente formados para hacerse cargo de algunos autores. Es necesario
primero darles una idea clara de las cosas y desde ahí partir para hacer el
análisis de los fenómenos históricos y de los autores que han participado de
ellos y de este modo poder descubrir sus errores y carencias en las filosofías
que ofrecen-.
c. El relativismo:
(Que fue patente en el foro).
Acepta sólo un único tipo de realidad, la física, lo que conduce a la crisis de
la metafísica. La relatividad de la verdad y del error depende de la “opinión” de cada uno, lo
que conduce a negar el conocimiento racional, alistándose un “pensamiento débil”, irreflexivo, fácil de
manipular; que fomenta el desprecio a la verdad y al pensamiento racional que
es la base de las ciencias. La relatividad del bien y del mal conduce al
relativismo de la ética y por lo tanto, nada es bueno y malo en sí mismo, sino
que depende de las circunstancias, de la finalidad o los efectos que se sigan.
–Esta es una posición inadmisible, sobre todo para un católico que sabe que
existe una verdad, que además, tiene la misión de predicar como apóstol que
es-.
En la
Exhortación apostólica “Ecclesia in Europa”, Juan Pablo II hacia una llamada a los sacerdotes
para que dedicaran su atención a los temas relacionados con la enseñanza y la
vida moral. –que yo extiendo a los sacerdotes de América, para que no lleguemos
a la situación Europea, que nos está alcanzando a gran velocidad- Con el fin de
alcanzar el objetivo de la nueva evangelización, el Papa pensaba que la
doctrina y la eticidad de la conducta juegan un papel decisivo: “Me dirijo a los sacerdotes y les recomendamos que
procuren estar al día en el campo de la teología moral, de modo que sepan
afrontar con competencia los problemas planteados recientemente a la moral
personal y social. Presten una especial atención, además a las condiciones
concretas de vida en que se encuentran los fieles y les ayuden pacientemente a
descubrir las exigencias de la ley moral cristiana, ayudándolos a vivir el
Sacramento de la Penitencia como un gozoso encuentro con la misericordia del
Padre celestial” (EE 77). –Desde este punto de vista, ciertamente,
las estadísticas nos son muy útiles para poder descubrir el estado de la
cuestión, pero nunca como una justificación para la aceptación irreflexiva de
esas situaciones disfuncionales o patológicas, sería como aceptar que el ideal
del organismo humano es la obesidad porque el 90% de la población
Norteamericana es obesa. Existe un ideal del ser matrimonial y familiar que es
el que mejor cumple con su finalidad procreadora y proyección perfectiva de sus
miembros, dentro de un ambiente de acogida incondicional y amorosa- .
Según
enseñaba Juan Pablo II, la crisis de la moral católica abarca todos los
ámbitos, por eso: “Hoy se hace necesario
reflexionar sobre el conjunto de la enseñanza moral de la Iglesia, con el fin
preciso de recordar algunas verdades
fundamentales de la doctrina católica, que en el contexto actual corren el
riesgo de ser deformadas o negadas. En efecto, ha venido a crearse una
nueva situación dentro de la misma comunidad cristiana, en la que se difunden
muchas dudas y objeciones de orden humano y psicológico, social y cultural,
religioso e incluso específicamente teológico, sobre las enseñanzas morales de
la Iglesia. Ya no se trata de contestaciones parciales y ocasionales, sino que,
partiendo de determinadas concepciones antropológicas y éticas, se pone en tela
de juicio, de modo global y sistemático, el patrimonio moral. En la base se
encuentra el influjo, más o menos velado, de corrientes de pensamiento que
terminan por erradicar la libertad humana de su relación esencial y
constitutiva con la verdad. Y así, se rechaza la doctrina tradicional sobre la
ley natural y sobre la universalidad y permanente validez de los preceptos; se
consideran simplemente inaceptables algunas enseñanzas morales de la Iglesia;
se opina que el mismo Magisterio no debe intervenir en cuestiones morales más
que para exhortar a las conciencias y promover los valores en los que cada uno
basará después autónomamente sus decisiones y opciones de vida”. (“Veritatis
Splendor” 4). Según Juan Pablo II están en crisis puntos fundamentales,
tanto para la ciencia ética, como para la teología moral: se dan diversas
concepciones del hombre y el constitutivo de la verdad; se niega la ley natural
y la universalidad de ciertos preceptos morales; no se acepta la enseñanza del
Magisterio y se niega que pueda enseñar con autoridad en cuestiones morales.
–Como se pudo constatar en el mencionado foro-.
Exhorto a
todos los que lean esto a re-conocer y a exponer de un modo comprensivo y
estimulante las cuestiones morales de nuestra época, de forma que, al tiempo
que presentan los problemas de la moral personal y social, orienten a los
jóvenes cristianos a la práctica de los principios del mensaje moral cristiano,
del que algunos se han alejado o están verdaderamente confundidos.
Lo que a
continuación expongo es patrimonio de la Iglesia, pero me atrevo a
recordárselos:
LOS CRITERIOS PARA
SUPERAR ESTA SITUACIÓN, SON LAS SIGUIENTES MEDIDAS QUE ES PRECISO TOMAR:
1. Recuperar y cuidar la
ortodoxia de la doctrina. Si la
crisis en buena medida ha sido provocada por los errores doctrinales, se hace
imprescindible conquistar de nuevo la verdad en torno al mensaje moral
predicado por Jesucristo. Una cosa son las posibles discusiones y posiciones
Teológicas diversas y otra muy distinta, la responsabilidad de predicar el
Magisterio de la Iglesia hasta ahora vigente y aprobado.
2. Es preciso exponer el
mensaje moral más cercano al Evangelio. La primera página de la moral cristiana, es la
misma vida histórica de Jesús de Nazaret. Es preciso acercarse a su vida y
descubrir las grandes actitudes morales que Él mismo asumió: cuál fue su
comportamiento frente a Dios y en relación al hombre; como actuó en relación al
dinero, al trabajo, a la amistad humana, a la injusticia, al dolor, etc. Sin
caer en una moral de actitudes, las disposiciones de Jesús frente a las
circunstancias de la existencia humana encuentran en los ejemplos de su vida el
canon de comportamiento cristiano. La segunda página de la Teología Moral es la
comprensión y exposición de la doctrina moral contenida en el mensaje de Jesús
y en la enseñanza de los demás libros del Nuevo Testamento, en los que los
Apóstoles aplican a la vida de los primeros cristianos la doctrina vivida y
enseñada por Jesucristo.
3. Explicar la moral
cristiana en el ámbito de las creencias. La moral es siempre un segundo momento que sigue a
la fe. Por ello, no cabe exponer la moral católica como algo “per se”, sino en íntima dependencia y relación
con las verdades que se creen. Para evitar el riesgo de reducir el cristianismo
a un programa moral o un programa político o social, y poder dar pleno sentido
a las exigencias éticas del evangelio y evitar el riesgo, que denunciaba Juan
Pablo II, de idear el cristianismo como mera fidelidad a las creencias, pero
sin conceder valor a la conducta (VS 4).
4. Superar el relativismo.
Es preciso tener a la vista y
saber integrar en la doctrina moral las intuiciones que han provocado los
diversos relativismos: conviene destacar la importancia de las “circunstancias” que concurren en el actuar moral,
los “fines” que la persona se propone en la
conducta y valorar las “consecuencias” que
se siguen, pero de forma que se muestre su verdadero alcance, pero evitando los
errores extremos del circunstancialismo ético y las corrientes
consecuencialistas, tanto de signo finalista como proporcionalista.
5. Recuperar el valor de la
ley natural. Es
importante que la ley natural se entienda como la “ley
del hombre” y no como una ley física o biológica. Dado que existe una
íntima relación entre antropología y ética, si se descubre la originalidad del
hombre, se dará un paso decisivo en el hallazgo de la doctrina que ha de
orientar su conducta ética de acuerdo con su dignidad originaria. –Noto en
ocasiones entre algunos católicos cierto pesimismo pero, como egresada de la Universidad
de Navarra, puedo decirles que la coherencia se puede lograr y que sólo de ese
modo lo jóvenes se entusiasman y desean participar de ese estilo de vida que
ennoblece y llena de sentido la vida personal, familiar, laboral y social, como
sucedió conmigo-.
6. La necesidad de un
testimonio coherente y comunitario de la fe cristiana éticamente vivida.
Dada la profundidad de la crisis
y al grado de inmoralidad en que viven amplios sectores de la sociedad, como
las estadísticas expuestas mostraron, se impone un testimonio de vida vivido
espontáneamente y comunitariamente, de forma que testifique la grandeza de la
moral cristiana y que atraiga por su coherencia y autenticidad. Ya no basta la
doctrina a una generación desengañada de las ideologías, es preciso el ejemplo
vivido gozosamente por grupos de creyentes que hagan vida lo que la Iglesia
propone como doctrina. En esta área es muchísimo lo que la Universidad puede
hacer como agente apostólico, al cuidar el contenido de sus materias para que
una tras otra recalquen la misma antropología cristiana, se logre la coherencia
entre lo que son y hacen las universidades católicas y se gradúen grupos de
profesionistas católicos bien formados y que vivan y amen su Iglesia y su fe,
con alegría y un profundo sentido de trascendencia a cada instante y que
impregnen de amor cuanto toquen, como lo hizo Jesucristo.
BlancaMijares
No hay comentarios:
Publicar un comentario