Cuando todo lo que
conoces sobre la Iglesia se limita a lo que quieran decir los que controlan los
medios de comunicación lo lógico es vivir equivocado.
Por: Jorge Sáez Criado | Fuente: Catolicos Con Acción
Por: Jorge Sáez Criado | Fuente: Catolicos Con Acción
“Que tu vida no sea una vida estéril. Sé útil. Deja poso.
Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor. Borra, con tu vida de apóstol,
la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. Y
enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el
corazón”. San Josemaría Escrivá de Balaguer.
Ante la pregunta sobre quiénes forman la Iglesia es habitual que se empiece a hacer
recuento de cargos eclesiásticos: Sacerdotes, Obispos, Monjas, el Papa… Es una
forma de pensar típica de quien no tiene muy claras las ideas acerca de lo que
es la Iglesia, y debo reconocer que una buena parte de cristianos tienden a dar
la misma respuesta; yo mismo hubo un tiempo en el que la habría dado sin
pensármelo dos veces.
En cierto modo es normal. Cuando todo lo que conoces sobre la Iglesia
se limita a lo que quieran decir los que controlan los medios de comunicación
lo lógico es vivir equivocado. En el seno de la Iglesia está presente un
enorme gigante que, todavía hoy,
permanece dormido. Se va desperezando poco a poco, pero todavía le queda mucho
para estar plenamente despierto. Se trata de quienes conforman la mayoría de la
Iglesia, los laicos.
Durante demasiado tiempo, los laicos, nos hemos
dejado anestesiar, hemos ido reduciendo paulatinamente nuestro compromiso con
la Iglesia y con lo que supuestamente son nuestras creencias y nuestros
principios y hemos dejado que el tiempo transcurriera plácidamente mientras
olvidábamos… Y, de pronto, nos hemos encontrado con que ¡no conocemos lo que creemos! Mientras una ofensiva laicista
aprovecha nuestro sueño para imponer sus ideologías.
Ante este ataque el gigante empieza a despertar. Poco a poco han surgido multitud
de asociaciones y otras iniciativas en busca de una vivencia de la fe mucho más
coherente. Pero todavía queda mucho por hacer. No podemos esperar que esas
asociaciones sean las únicas que resuelvan el problema. Si falla la base, todo
el edificio caerá irremediablemente. Por tanto si los laicos no somos capaces
de vivir realmente nuestro cristianismo, la Iglesia se irá desmoronando.
No es casualidad que haya sido en los momentos y
lugares de mayor persecución y
necesidad cuando han aparecido los mejores ejemplos de cristianos
comprometidos. Sin embargo, es una pena que, cuando no se dan esas situaciones,
la modorra gobierne nuestras vidas. Olvidamos que Dios mismo nos ha elegido
para constituir su Iglesia y que, por tanto, tenemos un papel en ella; es más, me atrevería a decir que el
papel del laico es enormemente importante, fundamental. Se trata de una
responsabilidad vital en el mantenimiento de la Iglesia. Nosotros somos el primer frente de lucha en el
mundo ordinario, porque, no nos engañemos, la vida del cristiano es una lucha constante. Contra nuestro
propio egoísmo, contra las corrientes que buscan rebajar la dignidad humana,
contra la ignorancia, contra la tibieza… Contra el Mal, en definitiva.
No es ni debe ser una lucha cruenta, pero eso no
hace que no sea extenuante; hasta el punto de que solos no podríamos afrontarla
sin acabar sumiéndonos en la más absoluta desesperación. Necesitamos radicar nuestra vida, nuestra
actividad diaria, en Cristo.
Sólo así podremos avanzar en un mundo en el que da la sensación de que a cada
día que pasa resulta más complicado no ser un borrego más, que siga servilmente
la corriente que marcan las modas y los gobiernos.
A nosotros nos corresponde la lucha en nuestros
puestos de trabajo, en nuestras familias, en nuestro propio ambiente. Debemos
hacer oración cada una de nuestras actividades, y más aún si nos resultan
repetitivas y rutinarias. Debemos
luchar por entender nuestra fe
y por hacérsela entender a los demás.
Nosotros tenemos la responsabilidad de llevar la luz a aquellos que, dentro del
círculo en el que nos movamos en la vida, caminan a oscuras. Llegamos a todos los rincones de la sociedad,
y por ello podemos iluminarla en su totalidad. Pero para eso tenemos que
despertarnos, y se está tan bien dormido sin preocuparse de nada…
“También ustedes como
piedras vivas, edifíquense y pasen a ser un Templo espiritual, una comunidad
santa de sacerdotes que ofrecen sacrificios espirituales agradables a Dios, por
medio de Cristo Jesús” (1ª Pedro 2, 5).
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