Oraciones para cada
día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los
días previos a la festividad (25 de octubre al 2 de noviembre)
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Dios misericordioso, que nos disteis en el
Bienaventurado Martín un modelo perfecto de humildad, de mortificación y de
caridad; y sin mirar a su condición, sino a la fidelidad con que os servía, le
engrandecisteis hasta glorificarle en vuestro Reino, entre los coros de los
ángeles! Miradnos compasivo y hacednos sentir su intercesión poderosa.
Y tú, beatísimo Martín, que viviste sólo para Dios y para tus semejantes; tú, que tan solícito fuiste siempre en socorrer a los necesitados, atiende piadoso a los que, admirando tus virtudes y reconociendo tu poder, alabamos el Señor, que tanto te ensalzó. Haznos sentir los efectos de tu gran caridad, rogando por nosotros al Señor, que tan fielmente premió tus méritos con la eterna gloria. Amén.
Y tú, beatísimo Martín, que viviste sólo para Dios y para tus semejantes; tú, que tan solícito fuiste siempre en socorrer a los necesitados, atiende piadoso a los que, admirando tus virtudes y reconociendo tu poder, alabamos el Señor, que tanto te ensalzó. Haznos sentir los efectos de tu gran caridad, rogando por nosotros al Señor, que tan fielmente premió tus méritos con la eterna gloria. Amén.
Rezar a continuación la meditación y la oración
del día que corresponda:
DÍA
PRIMERO
ORIENTACIÓN
ORIENTACIÓN
Al instruirse el niño Martín en las primeras
nociones propias de su edad, comenzaba también a conocer a Dios que ya desde
entonces vino a ser la razón y divisa de su conducta. Púsose luego bajo la
enseñanza de un maestro que era barbero-cirujano, que en aquel tiempo no sólo
sabían el arte propio de la barbería, sino también el de curar las enfermedades
más Corrientes... Preveía Martín el bien que podía prestar a sus prójimos, y
así gustaba de tal oficio gozoso de poder ser un día útil a sus semejantes.
Donde se ve, cómo la Divina Providencia iba orientando a su Siervo,
preparándolo para los fines a que lo destinaba.
Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.
Oración
final
¡Oh feliz Martín, que, contento en tu condición
de hijo de una esclava, te dejabas guiar por la mano de Dios ya en tu niñez;
haz que nos resignemos en todo a los designios de la Providencia! A imitación
tuya aceptamos gustosos la voluntad del Señor y sus designios sobre nosotros.
Tú nos enseñas que si somos buenos con Él, Él será generoso con nosotros; he
aquí que queremos servirle fielmente. Ayúdanos tú, Martín bondadoso, y ruega
por nosotros a tu amado Jesús, Dios verdadero, que con el Padre y el Espíritu
Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA
SEGUNDO
FE EN DIOS
FE EN DIOS
Era tan firme la fe de fray Martín, que
suspiraba pidiendo a Dios la gracia de morir por defenderla. Por su parte
empleaba el tiempo que le quedaba libre, en enseñar la doctrina cristiana a los
indios y negros en Lima; luego se iba a Limatambo, distante media legua de la
ciudad, y a otras haciendas vecinas, donde enseñaba a los humildes trabajadores
y esclavos, consolándolos en sus trabajos y enfermedades, e inspirándolos amor
a la Cruz. Hubiera querido multiplicarse, para llevar a todas partes el
conocimiento de Dios. El Señor le concedió la gracia especialísima, de actuar
al parecer a la vez en dos lugares en cuya virtud, le vemos instruyendo y
consolando a los sufridos negros en el Africa y otros lugares apartados.
Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.
Oración
final
¡Oh glorioso fray Martín, que desde tus primeros
años aprendiste a andar por los caminos del Señor, firme siempre tu fe en Dios,
celoso por su gloria y salvación de las almas; haz que vivamos esa misma fe, como
hijos de Dios que somos! Ruega por nosotros, para que te imitemos en la
fidelidad, y alcánzanos las gracias particulares que sabes necesitamos, ya que
tanto puedes ante nuestro Rey Jesucristo, que vive y reina por los siglos de
los siglos. Amén.
DÍA
TERCERO
MORTIFICACIÓN
MORTIFICACIÓN
Fray Martín, no obstante el conservarse en la
gracia bautismal, se consideraba el peor de los nacidos, e indigno del hábito
que llevaba; y a imitación de su Santo Patriarca, oraba casi toda la noche, disciplinándose
hasta por tres veces de un modo cruel. No perdía ocasión de humillarse, gozando
cuando se veía despreciado o insultado. Cuando le honraban personas
distinguidas, corría a un lugar oculto, y se disciplinaba duramente; si no se
le proporcionaba lugar a propósito, se abofeteaba diciendo:
-Pobre infeliz ¿cuando mereciste?.., No seas
soberbio; bien conoces que eres un ruin, que naciste para esclavo de estos
señores, y que sólo por amor a Dios pueden sufrirte tantos religiosos santos.
Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.
Oración
final
¡Oh Dios misericordioso, que nos diste al
humilde fray Martín, como ejemplo de penitencia y mortificación; sednos
propicio y olvidad nuestras infidelidades! Y tú, purísimo Martín, que no sólo
sufrías resignado tus trabajos y enfermedades, sino que mortificabas duramente
tu inocente cuerpo; alcánzanos del Señor el espíritu de penitencia, con el
cual, al menos, suframos con alegría les mortificaciones de nuestros semejantes
y nuestros propios males, para que, purificados de nuestros pecados, seamos
aceptables a Dios y acreedoras a tu poderosa protección. Amén.
DÍA
CUARTO
EL TAUMATURGO
EL TAUMATURGO
Eran continuos los prodigios del bienaventurado
Martín socorriendo necesitados y curando enfermos. Algunos eran remediados al
invocarle estando ausente, y otros con sólo tocar su ropa. Entre éstos, sucedió
que visitando a don Mateo Pastor, que le ayudaba en el socorro de los pobres,
se hallaba su señora, doña Francisca Vélez, con un agudísimo dolor de costado
sin conseguir aliviarse con ninguna medicina. Al llegar el Siervo de Dios, tomó
el borde de su capa y lo acercó a la parte dolorida, sintiéndose enteramente
sana. Atónita exclamó:
- ¡ Ah! Gran Siervo de Dios es fray Martín pues
el solo contacto de su ropa me ha sanado.
Confundido fray Martín, le dijo:
-Dios sólo ha hecho esto, señora. Dé las gracias
a Dios, pues yo soy un miserable y el mayor pecador del mundo, Dios sea
bendito, que toma tan vil instrumento para consolarla a usted, y para que no
pierda su valor el hábito de mi padre Santo Domingo, aunque lo lleve tan gran
pecador como yo.
Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.
Oración
final
¡Oh glorioso San Martín; bendecimos al Señor por
el gran poder que se dignó otorgarte concediéndote dominio sobre la vida y la
muerte! Animados por la generosidad con que derramas los dones de Dios,
recurrimos a Ti con la mayor confianza. Pide para nosotros más fe, más amor a
Dios y les gracias que necesitamos. ¡Todo lo esperamos de tu intercesión! y por
los méritos de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
DÍA
QUINTO
PADRE DE LOS POBRES
PADRE DE LOS POBRES
Por la prontitud con que socorría fray Martín a
los necesitados, le llamaban Padre de los Pobres. En multitud de casos acudió
milagrosamente al que le llamaba, enfermo o necesitado. Entre otros, una pobre
a la que él solía socorrer, se vio necesitada, con urgencia, de cierta
cantidad. No pudiendo ir a encontrarse con el Siervo de Dios, clamó en estos
términos, repetidas veces.
-Hermano fray Martín, tu socorro me falta, y no puedo participarte la gran aflicción en que me hallo.
Al cabo de una hora se presenta el caritativo
bienhechor, precisamente con la cantidad que ella necesitaba, diciéndole que no
se afligiese pues Dios conocía las necesidades de los pobres y sabía
remediarlas.
Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.
Oración
final
Glorioso San Martín, siempre compasivo, padre de
los pobres y necesitados; míranos con piedad y ruega siempre por nosotros, que
te invocamos con fe absoluta en tu bondad y en tu poder. No nos olvides ante
este Dios, a quien siempre serviste y adoraste. Padre, Hijo y Espíritu Santo, a
quien nosotros también queremos servir y adorar ahora y por toda la Eternidad.
Amén.
DÍA
SEXTO
AMOR DE DIOS
AMOR DE DIOS
Todo cuanto fray Martín hacía en sus prácticas y
obligaciones y en relación con sus semejantes, era efecto de su amor a Dios.
Cuando oraba, pues, se hallaba como en su centro: con frecuencia perdía el uso
de los sentidos, quedando largo rato en éxtasis. Muchos testigos dieron
testimonio, de haberle visto repetidas veces elevado algunas varas sobre el
suelo, en su celda, en la Iglesia, y en la sala capitular conversando con la
imagen de Cristo Crucificado. Si a esto añadimos la sublimidad del momento en
que recibía a Jesús Sacramentado en que se sentía como en una gloria
anticipada, conversando íntimamente con su Dios, no nos extrañará el que,
aceptando Dios tan grande amor, hiciera tan poderoso a su fiel y amante Siervo.
Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.
Oración
final
¡Oh Dios mío, que tan generoso sois con quien os
ama con sinceridad de corazón; os amarnos, pero deseamos amaros más y más!
Haced que por intercesión de San Martín, aumente nuestro amor a Vos. Y tú,
Martín benditísimo, ruega por nosotros, alcánzanos el amor puro de Dios, que
nos hará dulce el vivir según su ley. Consíguenos también las demás gracias que
sabes necesitamos y esperáramos por tu intercesión poderosa y los méritos de
Nuestro Señor. Amén.
DÍA
SÉPTIMO
AL CIELO
AL CIELO
Reveló Dios al bienaventurado Martín el día y
hora de su muerte mostrándose él, desde entonces, más jovial y contento.
Cayó enfermo, y ya no pensó más que en su Dios,
sobre todo después de recibir el Santo Viático, sin engreírle las visitas que
llegaban a su penitente lecho de tablas. Autoridades, prelados, dignidades
eclesiásticas y hasta el mismo Virrey Don Luis Fernández de Bobadilla, iban a
dar sus últimos encargos para el Cielo a aquel humildísimo siervo fiel, que con
frecuencia estaba en éxtasis, arrobado en el amor de Dios, a quien siempre
había servido.
Se cantó el credo y al decir aquellas palabras
"se encarnó por el Espíritu Santo de la Virgen María y se hizo
hombre", acercó al pecho el Crucifijo que tenía en sus manos, y cerró
suavemente los ojos. Todos lloraban.. El Arzobispo exclamó: Aprendamos a morir.
Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.
Oración
final
¡Oh dichoso San Martín, que viste coronados tus
trabajos, tus mortificaciones, tu caridad y tu amor a Dios con una muerte
feliz!, ¡ten compasión de nosotros! Todos te lloran. Los necesitados y enfermos
creen perder un padre compasivo y el remedio de sus males, y dan rienda a su
dolor llorando tu muerte; pero luego ven que tú no los abandonas; te llaman y
tú sigues socorriéndolos y aliviando sus males. El estar más cerca del Señor,
glorioso San Martín ha aumentado tu poder. Oye, pues, también nuestras humildes
súplicas, pidiendo al Señor por nosotros para que atienda nuestros ruegos. Y
que nuestra muerte sea la de los justos por tu intercesión y los méritos de
Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
DÍA
OCTAVO
DESPUÉS DEL TRANSITO
DESPUÉS DEL TRANSITO
Después de la muerte de fray Martín, los
milagros se multiplican. El propio Notario del proceso, don Francisco Blanca,
se hallaba con una llega en un pie, con gran hinchazón en la pierna y grandes
dolores. Tenía que actuar al día siguiente. Invocó al Santo y al momento
quedóse dormido; al amanecer se halló perfectamente bien, sin hinchazón, y la
llaga seca y sana.
Entre otros prodigios, fueron muchos los casos
de señoras que, no pudiendo naturalmente dar a luz lo consiguieron con
felicidad al encomendarse al Siervo de Dios fray Martín. Así aconteció a una
esclava de doña Isabel Ortiz de Torres, a doña María Beltrán, otra señora de
Arequipa, desahuciada de los médicos, a la que aplicaron una carta de fray
Martín, y particularmente, a doña Graciana Farfán de los Godos, a quien libró
de una infección y muerte segura.
Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.
Oración
final
¡Oh bienaventurado Martín! Si, en la tierra
vivías sólo para Dios y para tus semejantes, hoy, que te hallas ya junto al
trono de la bondad y la misericordia, puedes disponer mejor de sus tesoros. Si
aquí conocías donde estaba la necesidad para remediarla, mejor la ves desde el
Cielo donde moras. Mira, pues, Martín bondadoso, a los que a ti acudimos con la
segura confianza de ser oídos. No defraudes las esperanzas de los que nos
gozamos en verte ensalzado en la tierra, como Dios te ensalzó llevándote a su
gloria.
DÍA
NOVENO
APOTEOSIS
APOTEOSIS
Examinada en Roma la portentosa vida del Siervo
de Dios fray Martín y a instancia del Rey Felipe IV y de todos los elementos
vitales de la ciudad de Lima, envió el Pontífice las cartas remisoriales,
nombrando jueces apostólicos para formar el proceso solemne. Se comunicó a la
ciudad tan fausta noticia en la Catedral, en solemne función, con asistencia
del Virrey, Arzobispo, demás autoridades civiles, militares y eclesiásticas e
inmensidad de público que no cabía en el gran templo; todos derraman copiosas
lágrimas de gozo, pues se acercaba el tiempo de ver beatificado y canonizado a
su querido fray Martín. Unos y otros referían sus virtudes y los milagros
obrados por Dios para confirmar el concepto de Santo en que todos le tenían.
Hecho el proceso, y firmado por más de ciento
sesenta testigos de hechos milagrosos, se cerró y selló ante el pueblo.
Emocionado el Arzobispo derramando abundantes lágrimas, dijo: Así honra Dios a
este hombre de color que supo servirle y amarle de corazón.
El 29 de octubre de 1837 fue beatificado por el
Papa Gregorio XVI.
La gloriosa canonización ha sido el digno remate de un laborioso trabajo intensificado en los últimos treinta años. S. S. Juan XXIII inscribió en el catálogo de los santos a fray Martín, el 6 de mayo de 1962.
Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.
Oración
Final
¡Oh Dios, que tan gloriosamente levantas a los
abatidos y humildes, y tan generosamente premias el sufrimiento y la caridad!
Miradnos postrados ante Vos y glorificad a vuestro humilde siervo San Martín,
atendiéndonos en nuestras súplicas. Y tú, hermano nuestro benditísimo, que ya
te ves glorificado ante el trono del Señor, ruégale por nosotros, tanto más
dignos de compasión cuanto más necesitados. Consíguenos las gracias que te
pedimos, y que un día logremos la gloria del cielo, donde vives bendiciendo a
Dios en compañía de los Angeles y Santos por toda la eternidad. Amén.
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