sábado, 21 de octubre de 2017

LO QUE DIOS HA UNIDO, QUE NO LO SEPARE EL HOMBRE


La voluntad desenfrenada de diluir la indisolubilidad del matrimonio es algo grotesco.

Por: Lorenzo Berthochi | Fuente: Infocatolica.com
El cardenal alemán Paul Josef Cordes, presidente emérito del Consejo Pontificio Cor Unum, es uno de los once cardenales que han colaborado en el libro «Matrimonio e famiglia», que fue lanzado al mercado -a finales de septiembre de 2015- por la editorial «Cantagalli». La contribución del purpurado alemán tiene un título que recuerda a un discurso de Bendicto XVI de 2009 en la plenaria de la Congregación por el Clero, cuando exhortaba a los pastores «a la comunión con la ininterrumpida Tradición eclesial, sin censuras ni tentación de discontinuidad».

En su intervención el cardenal Cordes se ocupa en particular del tema que tanto ha movido el debate sinodal y que hace referencia al posible acceso de los divorciados vueltos a casar a la eucaristía. Un tema que, parafraseando el título, corre realmente el riesgo de generar «censura y discontinuidad» en el sínodo que está por comenzar.

De este tema se habló también el pasado 30 de septiembre en Roma, en la conferencia internacional «permanecer en la unidad de Cristo» co-organizada por «La Nuova Bussola Quotidiana».

Eminencia, a propósito de los divorciados vueltos a casar, la Iglesia alemana desde hace tiempo se esfuerza por resolver el problema. En el sínodo de las diócesis de la República Federal Alemana de 1972-1975 se buscaba la «escapatoria de la misericordia». ¿Qué puede enseñar la historia a la iglesia alemana hoy?

Como en aquel periodo yo era el referente de la sección pastoral en la secretaría de la Conferencia Episcopal Alemana, tengo bien presente lo que ha sucedido. La Plenaria del Sínodo durante las consultas sobre el tema «matrimonio y familia» había formulado un voto: preguntar a la Santa Sede la posibilidad del acceso de los divorciados vueltos a casar a los sacramentos.

Una comisión de obispos y profesores universitarios progresistas debían formular ese voto. Yo era secretario de la comisión. Hemos discutido varias veces el tema, pero no éramos capaces de producir un texto que fuese presentable: si las formulaciones del Nuevo Testamento y de los Concilios debían permanecer vinculantes para nosotros, no se habría encontrado ninguna «escapatoria de la misericordia».

Además, teníamos escrúpulos: ¿qué consecuencias habría provocado en los matrimonios en crisis una nueva disciplina pastoral, que habría permitido a los divorciados vueltos a casar el acceso a la Comunión? ¿No habría acabado por debilitar la voluntad de mantenerse fieles en los momentos de tensión conyugal?

LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS NO SON FUENTES DE FE

El obispo de Osnabruk, monseñor Franz-Josef Bode, en la plenaria de la Conferencia Episcopal Alemana en febrero de 2015 habló de la necesidad de «un cambio de paradigma». En la pastoral familiar, según Bode, se debería prestar atención a los así llamados «signos de los tiempos» ¿La vida y la historia como fuente de la fe?

La tentativa de armonizar la experiencia de vida del hombre con la fe, es motivada sin duda de una gran intuición pastoral. De todos modos el cuidado pastoral se pervierte en una ilusión ruinosa, si de «los signos de los tiempos» vienen deducidos contenidos de fe.

Durante la elaboración de la constitución La Iglesia y el mundo contemporáneo del Vaticano II (Gs) este aspecto ocupó a los padres conciliares, y el teólogo conciliar Joseph Ratzinger informa en modo detallado la negativa de una tal teoría teológica.

La discusión giraba alrededor de la importancia en términos de fe del fenómeno social y eclesial y se paraba sobre la expresión bíblica «signos de los tiempos»: ¿vemos u oímos en estos signos la indicación o la voz de Dios? ¿Podemos interpretarlos como verdad teológica?

Posteriormente en las discusiones vino rechazado categóricamente trazar estos «signos de los tiempos» en la vida de los hombres como «fuente de la fe» - como había estado inicialmente formulado en Gs nr 11. Más bien era necesario discernir tales signos.

De este modo los padres conciliares explicaban que los nuevos eventos y necesidades de los cristianos que se presentaban servían a los pastores de la Iglesia como impulso, y debían ser leídos a la luz de la fe, probados y era necesario responderlos a partir de la verdad de la Revelación.

Los padres han excluido a propósito el cortocircuito penoso, según el cual un fenómeno que desafía a la Iglesia se convertiría ya por sí mismo en una fuente de la fe (locus theologicus); esto ha sido explicado por ellos de un modo profundo. A este propósito se puede recordar que Joseph Ratzinger describe de modo detallado, cómo los padres conciliares han afrontado esta cuestión en el comentario al nr 11 de la constitución Gs, en el Lexikon für Theologie und Kirche (XIII, Freiburg 1968). Por otra parte la misma constitución del concilio sobre la «Divina Revelación» no deja ninguna duda sobre el hecho que la Iglesia católica debe su fe sólo a la Sagrada Escritura y a la enseñanza de la Iglesia (Cfr. H. de Lubac, Die göttliche Offenbarung, Einsiedeln 2001, 140 ss.).

La Palabra de Dios, interpretada por la enseñanza de la Iglesia católica, es por tanto la piedra, que da a la Iglesia el fundamento seguro (cfr. Lc 6,47 ss.). La así llamada ortopraxis o la «mística del pueblo» están siempre embebidas del «espíritu del mundo» (cfr. Rm 12,2) y oscurecen la verdad de la fe.»

Leyendo su contribución en el libro de los once cardenales impacta el título de un párrafo: «grosería». Perdóneme la pregunta ¿pero a quién y a qué se refiere?

El sentido exacto de la palabra italiana «grosería» [en italiano «scurrilità»] no me es familiar. En alemán llamamos «skurill» a lo que es extraño y grotesco.

La voluntad desenfrenada de diluir la indisolubilidad del matrimonio seduce también a profesores universitarios a proferir abstrusidades (conceptos absurdos) teológicas. Querría demostralo con dos citas. Las he encontrado en un volumen publicado por Herler- Verlag (G. Augutin/I. Proft (Hg.), Ehe und Familie. Wege zum Gelingen aus katholischer Perspektive, Freiburg 2014).

En una contribución el ordinario de una facultad católica está a favor de un segundo matrimonio después del divorcio, con motivo de la «sacramentalidad generativa, que quita el límite al sacramento del matrimonio. El primer matrimonio sacramental continúa existiendo, pero la ruptura activa no demuele el carácter indestructible de la promesa de fidelidad de Dios, pero mete en acción nuevamente su promesa...»(391).

¡Con esta especulación el «segundo matrimonio» viene interpretado como una específica fuente de gracia! Otro enseñante universitario utiliza un pasaje del Apóstol de los gentiles a los Corintios, para admitir la posibilidad de la recepción indigna del Cuerpo de Cristo.


Mientras Pablo empuja a examinarse a sí mismos amenazando de lo contrario con el castigo - «Porque quien come y bebe sin reconocer el Cuerpo del Señor come y bebe su propia condena. Es por esto que entre vosotros hay muchos enfermos y un buen número están muertos» (1 Cor. 11,29 ss). El profesor da la vuelta al sentido del apóstol, haciéndole decir que aconseja la Comunión indigna, porque esta «no lleva a la condena, sino a la salvación» (418). ¡Realmente una interpretación sorprendente!»

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