La voluntad
desenfrenada de diluir la indisolubilidad del matrimonio es algo grotesco.
Por: Lorenzo Berthochi | Fuente: Infocatolica.com
Por: Lorenzo Berthochi | Fuente: Infocatolica.com
El cardenal alemán Paul Josef Cordes, presidente
emérito del Consejo Pontificio Cor Unum, es uno de los once cardenales que han
colaborado en el libro «Matrimonio e famiglia»,
que fue lanzado al mercado -a finales de septiembre de 2015- por la editorial «Cantagalli». La contribución del purpurado alemán
tiene un título que recuerda a un discurso de Bendicto XVI de 2009 en la
plenaria de la Congregación por el Clero, cuando exhortaba a los pastores «a la comunión con la ininterrumpida Tradición eclesial,
sin censuras ni tentación de discontinuidad».
En su intervención el cardenal Cordes se ocupa
en particular del tema que tanto ha movido el debate sinodal y que hace
referencia al posible acceso de los divorciados vueltos a casar a la
eucaristía. Un tema que, parafraseando el título, corre realmente el riesgo de
generar «censura y discontinuidad» en el
sínodo que está por comenzar.
De
este tema se habló también el pasado 30 de septiembre en
Roma, en la conferencia internacional «permanecer en la unidad de Cristo»
co-organizada por «La Nuova Bussola Quotidiana».
Eminencia, a propósito de los divorciados vueltos a casar, la
Iglesia alemana desde hace tiempo se esfuerza por resolver el problema. En el
sínodo de las diócesis de la República Federal Alemana de 1972-1975 se buscaba
la «escapatoria de la misericordia». ¿Qué
puede enseñar la historia a la iglesia alemana hoy?
Como en aquel periodo yo era el referente de la
sección pastoral en la secretaría de la Conferencia Episcopal Alemana, tengo
bien presente lo que ha sucedido. La Plenaria del Sínodo durante las consultas
sobre el tema «matrimonio y familia» había
formulado un voto: preguntar a la Santa Sede la posibilidad del acceso de los
divorciados vueltos a casar a los sacramentos.
Una comisión de obispos y profesores
universitarios progresistas debían formular ese voto. Yo era secretario de la
comisión. Hemos discutido varias veces el tema, pero no éramos capaces de
producir un texto que fuese presentable: si las formulaciones del Nuevo
Testamento y de los Concilios debían permanecer vinculantes para nosotros, no
se habría encontrado ninguna «escapatoria de la
misericordia».
Además, teníamos escrúpulos: ¿qué consecuencias
habría provocado en los matrimonios en crisis una nueva disciplina pastoral,
que habría permitido a los divorciados vueltos a casar el acceso a la Comunión?
¿No habría acabado por debilitar la voluntad de mantenerse fieles en los
momentos de tensión conyugal?
LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS NO SON FUENTES DE FE
El obispo de Osnabruk, monseñor Franz-Josef Bode, en la
plenaria de la Conferencia Episcopal Alemana en febrero de 2015 habló de la
necesidad de «un cambio de paradigma». En la
pastoral familiar, según Bode, se debería prestar atención a los así llamados «signos de los tiempos» ¿La vida y la historia
como fuente de la fe?
La tentativa de armonizar la experiencia de vida
del hombre con la fe, es motivada sin duda de una gran intuición pastoral. De
todos modos el cuidado pastoral se pervierte en una ilusión ruinosa, si de «los signos de los tiempos» vienen deducidos
contenidos de fe.
Durante la elaboración de la constitución La Iglesia y el mundo contemporáneo del Vaticano II (Gs) este aspecto ocupó a los padres conciliares,
y el teólogo conciliar Joseph Ratzinger informa en modo detallado la negativa
de una tal teoría teológica.
La discusión giraba alrededor de la importancia
en términos de fe del fenómeno social y eclesial y se paraba sobre la expresión
bíblica «signos de los tiempos»: ¿vemos u
oímos en estos signos la indicación o la voz de Dios? ¿Podemos interpretarlos
como verdad teológica?
Posteriormente en las discusiones vino rechazado
categóricamente trazar estos «signos de los
tiempos» en la vida de los hombres como «fuente de la fe» - como había
estado inicialmente formulado en Gs nr 11. Más bien era necesario discernir
tales signos.
De este modo los padres conciliares explicaban
que los nuevos eventos y necesidades de los cristianos que se presentaban
servían a los pastores de la Iglesia como impulso, y debían ser leídos a la luz
de la fe, probados y era necesario
responderlos a partir de la verdad de la Revelación.
Los padres han excluido a propósito el
cortocircuito penoso, según el cual un fenómeno que desafía a la Iglesia se
convertiría ya por sí mismo en una fuente de la fe (locus theologicus); esto ha
sido explicado por ellos de un modo profundo. A este propósito se puede recordar que Joseph
Ratzinger describe de modo detallado, cómo los padres conciliares han afrontado
esta cuestión en el comentario al nr 11 de la constitución Gs, en el Lexikon für Theologie und Kirche (XIII, Freiburg 1968).
Por otra parte la misma constitución del concilio sobre la «Divina Revelación»
no deja ninguna duda sobre el hecho que la Iglesia católica debe su fe sólo a
la Sagrada Escritura y a la enseñanza de la Iglesia (Cfr. H. de Lubac, Die
göttliche Offenbarung, Einsiedeln 2001, 140 ss.).
La Palabra de Dios, interpretada por la
enseñanza de la Iglesia católica, es por tanto la piedra, que da a la Iglesia
el fundamento seguro (cfr. Lc 6,47 ss.). La así llamada ortopraxis o la «mística del pueblo» están siempre embebidas del «espíritu del mundo» (cfr. Rm 12,2) y oscurecen la verdad de la fe.»
Leyendo su contribución en el libro de los once cardenales
impacta el título de un párrafo: «grosería». Perdóneme
la pregunta ¿pero a quién y a qué se refiere?
El sentido exacto de la palabra italiana
«grosería» [en italiano «scurrilità»] no me
es familiar. En alemán llamamos «skurill» a
lo que es extraño y grotesco.
La voluntad desenfrenada de diluir la
indisolubilidad del matrimonio seduce también a profesores universitarios a
proferir abstrusidades (conceptos absurdos) teológicas. Querría demostralo con
dos citas. Las he encontrado en un volumen publicado por Herler- Verlag (G.
Augutin/I. Proft (Hg.), Ehe und Familie. Wege
zum Gelingen aus katholischer Perspektive, Freiburg 2014).
En una contribución el ordinario de una facultad
católica está a favor de un segundo matrimonio después del divorcio, con motivo
de la «sacramentalidad generativa, que quita el
límite al sacramento del matrimonio. El primer matrimonio sacramental continúa
existiendo, pero la ruptura activa no demuele el carácter indestructible de la
promesa de fidelidad de Dios, pero mete en acción nuevamente su promesa...»(391).
¡Con esta especulación el «segundo matrimonio» viene interpretado como una
específica fuente de gracia! Otro enseñante universitario utiliza un pasaje del
Apóstol de los gentiles a los Corintios, para admitir la posibilidad de la
recepción indigna del Cuerpo de Cristo.
Mientras Pablo empuja a examinarse a sí mismos
amenazando de lo contrario con el castigo - «Porque
quien come y bebe sin reconocer el Cuerpo del Señor come y bebe su propia
condena. Es por esto que entre vosotros hay muchos enfermos y un buen número
están muertos» (1 Cor. 11,29 ss). El profesor da la vuelta al sentido
del apóstol, haciéndole decir que aconseja la Comunión indigna, porque esta «no lleva a la condena, sino a la salvación» (418).
¡Realmente una interpretación sorprendente!»
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