Es esa pausa que
necesitamos en el caminar de nuestras vidas para encontrarnos de una manera más
profunda y directa con Dios.
Por: Silvana Ramos | Fuente: Catholic-link.com
Por: Silvana Ramos | Fuente: Catholic-link.com
¿Cuán
tristes se habrán sentido aquellos discípulos que caminaban hacia Emaús?
Cristo había muerto. Su desánimo y desconcierto debió haber sido grande. Ellos
lo conocían, nadie les había contado sobre Él, habían sido amigos cercanos. No
solo habían perdido a su maestro, a su amigo, habían perdido su razón de ser.
Algunas mujeres decían que había resucitado, que no había nadie en el sepulcro
pero, para ellos eso era incomprensible, una locura.
Y así en plena oscuridad, es nuevamente el mismo
Jesús el que sale al encuentro, el que siempre da el primer paso. Y no aparece
diciendo: –«¡Hey amigos! ¿De qué están tristes? Soy
yo, ¡que no ven que no he muerto!»– Por el contrario, Jesús
delicadamente aparece como uno más, se hace el desentendido, les pregunta,
entiende su dolor, les habla nuevamente sobre todo lo que el maestro les
enseñó…acompaña su camino y cuando están preparados les muestra su rostro:
Cristo vive.
Pasa que en nuestro caminar por esta vida no
pocas veces nos encontramos como esos discípulos de Emaús. Caminamos tristes,
con un anhelo profundo en el corazón por la Verdad. Una verdad que tantas
veces se nos olvida. Es por eso que una pausa en el camino, dejar que Jesús
entre y predisponernos a escucharlo es algo que necesitamos.
Un
retiro espiritual es esa pausa que necesitamos en el caminar de nuestras vidas
para encontrarnos de una manera más profunda y directa con Dios. Esta
es una práctica común en la iglesia que no debemos dejar de lado. Si nunca has
ido a alguno o si de pronto crees que no lo necesitas, aquí te dejamos algunos puntos importantes de lo sucede
en un retiro espiritual. Anímate a ir a uno.
«Los hombres y las mujeres
de hoy necesitan encontrar a Dios y conocerlo “no de oídas”. (…) un buen curso
de Ejercicios Espirituales contribuye a renovar en quien participa la adhesión
incondicional a Cristo y ayuda a entender que la oración es el medio
insustituible de unión al Crucificado» (Papa
Francisco).
1. Es posible que al principio no entiendas y quieras salir
corriendo
Cuando un retiro empieza, los primeros momentos
suelen ser raros. Es como si de pronto el mundo se detuviera y entraras en algo
que no comprendes. Tal vez tengas la urgencia de salir o la incomodidad de
encontrarte con este nuevo espacio.
¿Para qué habré venido? ¿Para qué complicarme la vida? Ten paciencia,
ábrete a la acción de Dios y permite que sea El quien guíe tus pasos. No te
arrepentirás.
2. Te encontrarás con tu propia oscuridad y desierto
Hacer una pausa y entrar en un retiro
necesariamente lleva a que revisemos
nuestra vida. Cómo la hemos venido viviendo, cuáles son esos eventos que
nos han marcado. Es mirar también de frente a nuestro pecado, reconocer que
hemos hecho daño y nos hemos dañado. Mirar de frente ese dolor que tal vez en
un primer momento resulte difícil de reconocer y asimilar es absolutamente
necesario para poder reconciliar y experimentar el amor y la misericordia de
Dios.
3. Descubrirás que tienes mucho para estar agradecido
Así como experimentas esa oscuridad, también
empezarás a ver la obra de Dios en tu vida, a reconocer todo lo que Él siempre
te ha otorgado, su presencia en
momentos insospechados, la belleza de la gente que te rodea, tu familia,
tus amigos, tu comunidad, las mismas personas que acompañan tu retiro, todo te
hablará de Dios y empezarás a descubrir la riqueza en tu vida. Una riqueza que
ningún dinero podrá jamás comprar.
4. Experimentarás la Verdad y la Belleza de Dios
Los momentos de oración en un retiro son
intensos. Las visitas al Santísimo Sacramento, las pláticas, el compartir con
los demás. Dios se manifiesta de maneras inesperadas y en momentos
sorprendentes. Descubrirás que la
verdad existe, que no es un concepto relativo, la verdad es Dios mismo.
Ese Dios que cumple su promesa cuando dijo: «Y yo
estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo» (Mateo 28,20).
5. Verás como Dios te cuida de una manera personal
El trato personal lo inventó Dios. Sí, no fueron
las grandes corporaciones ni el servicio de atención al cliente. Fue Dios. El
fue el primero que ama con un amor infinito y a la vez “hecho
a medida”. Como padre bueno que es, conoce hasta el último detalle de
nuestro corazón, nuestros sueños, anhelos y todos los toma en consideración.
Muchas veces no entendemos por qué permite ciertas cosas, pero lo cierto es que
Él nos conoce incluso mejor que nosotros mismos. En un retiro experimentarás ese amor que te hace sentir su hijo favorito.
6. Serás testigo directo de su actuar en la vida de los demás
Así como experimentas ese amor y ese cuidado
hacia a ti. Si sales un poco de ti y miras a los demás verás cómo de esa misma
manera quiere a cada uno de los que está presente. Los que provienen de una
familia numerosa tal vez puedan entender esto mejor. El padre que llena de
detalles a cada uno de sus hijos, que da las respuestas que cada uno pregunta y
las da a la medida. Trata y educa de acuerdo a las necesidades especiales de
cada hijo. Mirar la acción de Dios en
otros es una experiencia por demás conmovedora. Una enseñanza de cómo tú debes
tratar a los demás.
7. Experimentarás Su sentido del humor
¿Alguna vez te has reído de las ocurrencias de
un niño? De la misma manera escucharás a Dios reírse de las tuyas, jugarte
bromas tiernas y reír hasta quedar sin aliento. El sentido del humor de Dios es inigualable. Es un sentido del humor
tierno, que busca que aprendas con cariño y diversión. Me recuerda a mi
madre riéndose cuando mis hermanos empezaban a hablar…
8. Encontrarás descanso
Entrar de retiro es salir a una vida nueva. Es
poder echarte a mirar el cielo y descubrir una grandeza que eras incapaz de ver
por estar siempre parado mirando hacia el piso. Encontrarás una parada, alguien que te dio posada para poder volver a
leer el mapa y cambiar de dirección si estabas perdido. Un lugar donde
recobrarás fuerzas para continuar.
9. Recordarás lo importante que es la vida de oración
Muchas veces pensamos que con ir a misa y rezar
brevemente por las noches o en algún espacio del día es suficiente. Cuando te
das una pausa y tienes un tiempo prolongado de encuentro con el Señor como
sucede en los retiros, tu vida de oración necesariamente se incrementa. Y
estando así en oración, en contemplación y adoración recordarás que la oración
es ese “idioma” para hablar con Dios, para conocerlo y sobre todo para escucharlo.
Recordarás que la oración es vital para un cristiano.
10. Descubrirás que los mejores amigos son los que te acercan
a Cristo
Es probable que a un retiro vayas acompañada de
amigos, o tal vez ahí mismo conozcas gente que te acompañará siempre, aunque no
veas mucho después. «No hay amor más grande que dar
la vida por los amigos» (Juan 15, 9-17), es una realidad tangible, en un
retiro abrirás tu corazón, compartirás con ellos y celebrarás con ellos todo el
amor recibido. Los amigos que hacemos
en el Señor son verdaderos regalos, amistades especiales con las que compartes
toda tu vida. Sé tú también para ellos ese “lugar-persona”
donde descansar, donde confiar y con quién compartir.
11. Renovarás esa necesidad por los sacramentos
En el camino de Emaús, Jesús sale al encuentro,
reconforta a sus discípulos tristes por su falta de fe, pero no solo eso, Jesús
termina esa conversación partiendo el pan, y es ahí donde los discípulos lo
reconocen. Los sacramentos de la
reconciliación y de la Eucaristía son esa fuerza ese renovarnos en Cristo,
recibir su perdón y alimentarnos de su Espíritu. A veces lo hacemos
mecánicamente, el silencio y el espacio que brinda un retiro espiritual permita
que puedas volver a saborear esa necesidad de Dios.
12. Saldrás con una ganas infinitas de gritarle al mundo que
Dios está vivo
Es imposible que después de todo lo vivido y
recibido en un momento de profundo contacto con Dios, no tengas ganas de salir
a gritarle al mundo que Dios está vivo. Así de la misma manera como lo hicieron
los discípulos de Emaús, ellos no se echaron a descansar, ¡el corazón les ardía!, y así,
salieron corriendo a contar a los demás que Cristo había resucitado.
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