Se repite 365 veces,
Dios quiere de veras que estemos en paz.
Probablemente, muchos pensarán
que la frase más común en la Biblia tiene que ser algún tipo de prohibición, un
“no harás” esto o lo otro o quizás algo como
“ama a tu prójimo”.
Sin embargo, lo cierto es que
el consejo que más se repite durante todo el Antiguo y Nuevo Testamentos es “No temas”.
Quizás ya te resulten
familiares algunos versículos de la Escritura con esta amorosa exhortación. Por
ejemplo, cuando el ángel Gabriel se apareció a María anunciándole que sería la
Madre de Nuestro Salvador. O cuando José escuchó estas palabras al saber que
sería el padre terrenal de Jesús: “José, hijo de
David, no temas recibir a María,
tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu
Santo” (Mateo 1,20).
Puesto que Jesús estaba a
punto de nacer en Belén, otro ángel se apareció a los tres reyes (los magos)
con las mismas palabras de aliento.
Cuando Zacarías fue informado
de que su esposa concebiría a su avanzada edad, “quedó
desconcertado y tuvo miedo. Pero el Ángel le dijo: “No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu
esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan” (Lucas 1,12-13).
De hecho, hay muchísimos
versículos más, aparte de estos navideños, en los que la Biblia nos anima a no
tener miedo.
En la Transfiguración de
Jesús, los discípulos cayeron al suelo abrumados
por el miedo, pero “Jesús se acercó a ellos, y tocándolos, les dijo: ‘Levántense, no
tengan miedo’” (Mateo 17,6-7).
En total, se repite la frase “no temas”
o alguna variante ¡365 veces a lo largo de la Escritura!
Muchas de nuestras
preocupaciones diarias grandes y pequeñas giran en torno a algún tipo de miedo
por lo que pueda suceder. La ansiedad
consume mucha de nuestra energía: ¿Le irá todo bien en el viaje? ¿Tendrá
un accidente de coche? ¿Sabré perdonar alguna vez a mi hermano? ¿Estoy haciendo
lo que Dios quiere en esta situación? ¿Qué nos dirán los análisis médicos?
¿Empeorará su adicción? ¿Estoy acertando con esta decisión? ¿Veré de verdad a
mis seres queridos en el paraíso…? Las preguntas se arremolinan
interminablemente en nuestras cabezas y, para cada una, Dios nos recuerda
volvernos hacia Él en oración y con confianza.
En Apocalipsis 2,10, se nos
anima: “No
temas por lo que tendrás que padecer: mira que el demonio va a arrojar
en la cárcel a algunos de ustedes para que sean puestos a prueba, y tendrán que
sufrir durante diez días. Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la
vida”.
En Deuteronomio 31,6 se nos
exhorta a depositar nuestra confianza en Dios, en que no nos abandonará cuando
le ponemos primero a Él en nuestra vida: “¡Sean
fuertes y valientes! No tengan miedo ni
tiemblen ante ellas. Porque el Señor, tu Dios, te acompaña, y él no te
abandonará ni te dejará desamparado”.
En Salmos 27,1 recordamos que
ninguna decepción terrenal puede destruirnos: “El
Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién
temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré?”.
En Jeremías 1,8 leemos: “No temas
delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte”, dice el Señor.
En Mateo 10,28: “No teman
a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a
aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena”.
Lucas 12,7 nos dice: “Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos
pájaros”.
En Juan 6,20 leemos que cuando
los discípulos vieron a Jesús caminando hacia ellos sobre el agua, Él les dijo:
“Soy yo, no
teman”.
San Juan Pablo II empezó su
papado con un recordatorio crucial: “¡No teman!”. Este santo de
nuestros tiempos nos instaba constantemente a aceptar la paz que Cristo nos
ofrece y a confiar siempre en Su amor y su misericordia.
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