Consideraciones para
alcanzar la oración que sí funciona, 6ª Parte.
Por: Diana R. García B. | Fuente: elobservadorenlinea.com
Por: Diana R. García B. | Fuente: elobservadorenlinea.com
«Al orar no multipliquen las palabras como hacen los paganos,
que piensan que por mucho hablar serán atendidos. Ustedes no recen de ese
modo...» (Mt 6,
7-8)
En su libro Catolicismo y Cristianismo, el
telepredicador Jimmy Swaggart dice que el Rosario «fue
copiado de los hindúes y los mahometanos. Recitar oraciones repetitivamente es
una práctica pagana y está condenado explícitamente por Cristo». Éste y
muchos otros practicantes del protestantismo gustan de tomar la cita bíblica de
Mateo 6, 7 para criticar las fórmulas oracionales empleadas por la Iglesia,
pasando por alto que el Nuevo Testamento exalta la oración insistente:
- «Le suplica [Jairo a Jesús] con
insistencia, diciendo: "Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus
manos sobre ella, para que se salve y viva"» (Mc 5, 23).
- «Éstos [ancianos que pedían a Cristo la
curación del siervo del centurión], llegando donde Jesús, le suplicaban
insistentemente diciendo: "Merece que se lo concedas"» (Lc 7,
4).
- «Así pues, Pedro estaba custodiado en la
cárcel, mientras la Iglesia oraba insistentemente por él a Dios» (Hch
12,5).
- «Noche y día le pedimos [a Dios]
insistentemente poder ver vuestro rostro y completar lo que falta a
vuestra fe» (1 Tes 3, 10).
EL
PADRENUESTRO, SÍ O NO
Orar insistentemente por una cosa es repetir una
y otra vez lo mismo. Volver a las mismas palabras no tiene en sí nada de malo,
defectuoso o inútil. De hecho, el mismo Señor nos dejó la oración del
Padrenuestro para que la repitamos toda nuestra vida: «Vosotros,
pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos...» (Mt 6, 9ss).
Pero algunos hasta dicen que el Padrenuestro es
sólo una «oración modelo» para inspirarnos a hacer nuestra propia oración, sin
fórmulas escritas ni memorizaciones, y que sólo de este modo evitaremos caer en
el «pecado» de la vana repetición.
LA
ENSEÑANZA DE JESÚS
¿A qué se refiere Cristo al desaconsejarnos orar
multiplicando las palabras «como hacen los paganos,
que piensan que por mucho hablar serán atendidos» (Mt 6, 7)? Responde
Fernando Sales-Mayor en Apologética.org:
«Jesús... no condena las
oraciones repetitivas judías, de las cuales había muchas. Por ejemplo, el libro
de los Salmos es una colección de himnos y oraciones usadas repetidamente en
celebraciones judías en las cuales el mismo Jesús participaba. Uno de los
salmos, el 136, es en sí mismo una oración repetitiva, en forma de letanía. La
Pascua, celebrada por Jesús antes de su crucifixión, incluía oraciones fijas
que eran repetidas anualmente, entre ellas los salmos del 113 al 118. A
continuación de la Última Cena, Jesús fue al huerto de Getsemaní y oró la misma
oración tres veces seguidas (cfr. Mt 26, 39-44). Así pues, también Él recurrió
a la oración repetitiva.
«En Mt 6, 7-8 Jesús nos
previene contra las prácticas de oración de los paganos, quienes tenían una
visión mágica de la oración y cuyas oraciones repetitivas Él sí condenó... Pero
no condena la mera repetición sino la charlatanería de los paganos. ¿Qué tipo
de charlatanería practicaban los paganos? Miremos en 1 Reyes 18, 26-29, donde
los profetas paganos en el monte Carmelo trataban de invocar a Baal durante
todo el día, invocando repetidamente su nombre y llevando a cabo danzas
rituales: "Pero no se oyó ni una respuesta"...
«Las oraciones de los
profetas paganos eran vanas porque, después de pasar el día entero llamando
desesperadamente a Baal, éste nunca les respondía. No era un dios real, a
diferencia del Dios de Israel, que siempre responde a la oración sincera. El
argumento de Jesús en Mt 6, 7 es que no necesitamos -como hacían esos paganos-
pasarnos todo el día saltando sobre altares, cortándonos con cuchillos o
delirando para ser escuchados por nuestro Padre del Cielo. Él escucha nuestras
oraciones al margen de qué tipo de oración sea, larga o corta, compuesta o
improvisada, en grupo o individual, repetitiva o única; eso sí, siempre y
cuando sea sentida, entendida, y no "de corridillo", en cuyo caso es
vana, vacía, reducida a palabrería».
REPETICIONES
«ESPACIADAS»
Entonces, pues, al rezar no se falla por emplear
oraciones escritas o aprendidas de memoria. Tampoco si nuestro rezo emplea
palabras repetitivas; de hecho, la manera más fácil de hacer una oración
perseverante es repitiéndola. Y al argumento de algunos de que, si nuestra
oración es la misma, al menos debemos espaciarla en el tiempo para que no sea
repetitiva, responde Sales-Mayor: «Dios está por encima
del tiempo, le da igual que le pidamos lo mismo cada quince segundos que cada
mucho rato»; y añade que conviene hacer esa oración sin espaciarla pues
así «en un tiempo razonable presentamos nuestra
oración más veces, mientras que al rezar un Avemaría cada mucho rato,
difícilmente nos permitiría rezar el Rosario entero en un día, aparte de que
interrumpiría constantemente nuestras actividades. San Pablo dice que tenemos
que orar constantemente (cfr. 1Tes 5, 17); no dice "orar con moderación,
no sea que nos repitamos", lo cual es inevitable en la oración continua».
Por su parte, el padre Jordi Rivero, en
Corazones.org, dice que en Mateo 6 Jesús también nos advierte de la vanagloria
que obstaculiza la auténtica oración: «Siempre hay
la tentación en quien reza de creerse mejor que los demás por el hecho mismo de
rezar. En el tiempo de Jesús los fariseos desarrollaron una élite religiosa con
prácticas y rezos que eran inaccesibles al hombre común. Por eso se creían
superiores. Repetían palabras en la oración poniendo más importancia en sus
propios logros que en el don de Dios. Su pecado era la soberbia.
"Algunos... se han dado a vanas palabrerías; pretenden ser maestros de la
Ley, cuando no saben lo que dicen, ni lo que rotundamente afirman" (1
Tim 1,6-7).
«Podemos ver en este
contexto por qué Jesús critica a los "que se figuran que por su palabrería
van a ser escuchados". Se trata de palabras que no surgen del corazón, a
lo que hoy llamamos rezar "de la boca para afuera". Éstos ponen su confianza
en el poder de sus propias palabras más que en Dios».
¿ORACIÓN
O MAGIA?
En realidad hay muchos hoy que siguen poniendo
su confianza en las palabras, en lugar de ponerla en el Señor; caen, así, en la
práctica de la magia, puesto que la magia pretende utilizar recursos
(oraciones, ritos, etc.) que, se supone, guardan en sí mismos un poder tan
grande sobre Dios que Él no puede resistirse. Así, las famosas cartas en cadena
-ya también las hay por internet-, las populares imágenes en las redes sociales que invitan a publicarlas o a
contestar amén como fórmula para "garantizar" obtener el favor
requerido y las novenas "infalibles"
para obligar a Dios a conceder un favor -«pida
un deseo de negocios y dos imposibles», dice una de las cadenas más
famosas- son magia y, por tanto, pecado de superstición, porque pretenden
conseguir un resultado garantizado con sólo repetir mecánicamente una serie de
palabras, sin necesidad alguna de conversión.
Así, cualquier oración hecha en forma distraída
es una total pérdida de tiempo. Santa Teresa advierte que cualquier oración
vocal requiere «advertencia», es decir,
tener clara conciencia de lo que se está diciendo en el momento mismo en que se
dice, además de hacerlo con una actitud básica de amor a Dios. Reuniendo estas
condiciones cualquier oración repetitiva es tan meritoria como una oración
espontánea, y, por tanto, puede acercarnos a la vida en el Cielo, donde
esperamos, con los cuatro vivientes del Apocalipsis, repetir «sin descanso día
y noche: "Santo, Santo, Santo es el Señor Dios
del Universo, aquel que era, que es y que ha de venir"» (Ap 4, 8).
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