Algunos consejos de
las Sagradas Escrituras que te pueden ayudar para saber qué es lo que quiere
Dios de ti.
Por: María Alejandra Rivas | Fuente: Catholic-link.com
Por: María Alejandra Rivas | Fuente: Catholic-link.com
Ya sea que quieras cambiar de trabajo, si estás
pensando a qué universidades postular, si estás decidiendo si tener o no otro
hijo o tal vez te estés preguntando si ya es tiempo de volver de nuevo a
estudiar (entre otras cosas). El proceso de toma de decisiones puede ser
confuso y realmente agotador.
Pensando en hacer este proceso un poco más
llevadero, hemos tomado algunos
consejos de las Sagradas
Escrituras que te pueden ayudar a ponerte en presencia de Dios y que
pueden darte algunas luces para saber qué es lo que quiere Dios de
ti. Antes de empezar debes saber dos cosas: Dios
siempre quiere que seamos felices, porque nos ama. Él también sabe que solo eso
que nos lleva a crecer en santidad, será lo que a la vez nos conduce a ser
felices.
El
discernimiento sobre el plan de Dios usualmente lleva a decidir entre dos
alternativas buenas. Discernir entre dos cosas buenas siempre nos
llevará a escoger la mejor opción de las dos. A escoger lo óptimo.
Tener estas cosas en mente te ayudará a acortar
la lista de alternativas y enfocarte específicamente en las que son
buenas. Recuerda que no hay necesidad de apresurarse. Escoge un lugar
tranquilo para escuchar lo que Dios te dice a través de su palabra. El discernimiento lleva tiempo y sobre todo
tiempo escuchando, escuchando mucho. Ten paciencia y la
confianza de que Dios siempre quiere lo mejor para ti.
Invita al Espíritu Santo a que sea Él el que dirija tus
oraciones a través de los siguientes pasajes: Y
percibí la voz del Señor que decía "¿A quien
enviaré? ¿Y quién irá de parte nuestra?" Dije: "Heme aquí, envíame" (Isaías 6, 8)
¡Lanza
gritos de gozo, hija de Sión, lanza clamores, Israel, alégrate y exulta de todo
corazón, hija de Jerusalén! (Sofonías 3, 14-20)
… Ha retirado Yahveh las
sentencias contra ti, ha alejado a tu enemigo. ¡Yahveh, Rey de Israel, está en
medio de ti, no temerás ya ningún mal! Aquel día se dirá a Jerusalén: ¡No
tengas miedo, Sión, no desmayen tus manos! Yahveh tu Dios está en medio de ti, ¡un poderoso salvador! El
exulta de gozo por ti, te renueva por su amor; danza por ti con gritos de
júbilo, como en los días de fiesta. Yo quitaré de tu lado la desgracia, el
oprobio que pesa sobre ti. He aquí que yo haré exterminio de todos tus
opresores, en el tiempo aquel; y salvaré a la coja y recogeré a la descarriada,
y haré que tengan alabanza y renombre en todos los países donde fueron
confundidas. En aquel tiempo os haré venir, en aquel tiempo os congregaré.
Entonces os daré renombre y alabanza entre todos los pueblos de la tierra,
cuando yo vuelva a vuestros cautivos a vuestros propios ojos, dice Yahveh.
Antes
de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te
tenía consagrado, yo profeta de las naciones de instituí (Jeremías 1, 4-10)
… Yo dije: “¡Ah, Señor
Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho”. Y me dijo Yahveh:
No digas: «Soy un muchacho», pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo
que te mande dirás. No les tengas miedo, que contigo estoy yo para
salvarte – oráculo de Yahveh. Entonces alargó Yahveh su mano y tocó mi
boca. Y me dijo Yahveh: Mira que he
puesto mis palabras en tu boca. Desde hoy mismo te doy autoridad
sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, para peder y
derrocar, para reconstruir y plantar.
Boga
mar adentro y echad vuestras redes para pescar (Lucas 5, 4)
… Estaba Él a la orilla del
lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de
Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los
pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de
las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y,
sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de
hablar, dijo a Simón: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para
pescar”. Simón le respondió: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche
y no hemos pescado nada; pero, en tu
palabra, echaré las redes”. Y, haciéndolo así, pescaron gran
cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron
señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda.
Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al
verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: “Aléjate de mí,
Señor, que soy un hombre pecador”. Pues el asombro se había apoderado de
él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y
lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres.»Llevaron
a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.
Lo que
cayó en buena tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra
con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia (Lucas 8, 15)
Habiéndose congregado mucha
gente, y viniendo a Él de todas las ciudades, dijo en parábola: “Salió un
sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte cayó a lo largo del
camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre
piedra, y después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en
medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. Y otra
cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado”. Dicho esto, exclamó:
“El que tenga oídos para oír, que oiga”. Le preguntaban sus discípulos qué
significaba esta parábola, y Él dijo: “A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios;
a los demás sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no
entiendan. La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de
Dios. Los de a lo largo del camino, son los que han oído; después viene el
diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se
salven. Los de sobre piedra son los que, al oír la Palabra, la reciben con
alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de
la prueba desisten. Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído,
pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas
y los placeres de la vida, y no llegan a madurez. Lo que cayó en buena
tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno
y recto, y dan fruto con perseverancia.
"He ahí el Cordero de Dios" Los dos discípulos le oyeron hablar así y
siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: "¿Qué buscáis?" (Juan 1, 36-38)
Al día siguiente, Juan se
encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que
pasaba, dice: “He ahí el Cordero de Dios”. Los dos discípulos le oyeron
hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían
les dice: “¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: “Rabbí – que quiere decir,
Maestro – ¿dónde vives?” Les respondió: “Venid y lo veréis”. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se
quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.
Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaros
mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es
la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto (Romanos 12, 1-2)
Tened
también vosotros paciencia; fortaleced vuestro corazón porque la venida del
Señor está cerga (Santiago 5, 8)
Tened, pues, paciencia,
hermanos, hasta la Venida del Señor. Mirad: el labrador espera el fruto
precioso de la tierra aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias
tempranas y tardías. Tened también
vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la Venida del
Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser juzgados;
mirad que el Juez está ya a las puertas. Tomad, hermanos, como modelo de
sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor. Mirad
cómo proclamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Habéis oído la
paciencia de Job en el sufrimiento y sabéis el final que el Señor le dio;
porque el Señor es compasivo y misericordioso.
Estar
siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracais, pues esto es lo que
Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros. (I Tesalonisenses 5, 16-18)
No extingáis el Espíritu; no despreciéis las
profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno. Absteneos de todo genero de mal. Que El, el Dios de la
paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y
el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor
Jesucristo. Fiel es el que os llama y es Él quien lo hará.
Por
último te dejamos una oración para el discernimiento:
Dios amoroso y misericordioso, me has llevado a
desear tu voluntad, que a menudo parece va más allá de mi entendimiento. Sin
embargo, sé que tú, que me amas incondicionalmente, y continuarás poniendo en
mi corazón el deseo de seguir los pasos de tu Hijo Jesús, que me pide que sea
Sus manos y pies, sus ojos y su corazón, en medio de Tus hijas y tus hijos.
Quiero amar tanto como Jesús ama y servir en la forma que tú deseas para mí.
Concédeme el anhelo de estar siempre en Tu presencia para que Tu Espíritu pueda
hablarle a mi corazón. Que yo pueda responder con las manos abiertas y el
corazón abierto a Tu llamado, dondequiera que me quieras guiar. Concédeme el
valor de decir así como María “sí” a Ti en
todas las cosas, y que yo tenga el apasionado celo de Tu profeta Elías. En
gratitud, con Tu gracia, toda mi vida será vivida para la realización de Tu
reino en la tierra, por Tu honor y gloria. Amén.
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