Conocer la historia de la Iglesia
es algo muy beneficioso. Supone conocer lo que Dios ha permitido y lo que no.
Cuándo Dios ha intervenido y cuando ha dejado hacer por un tiempo. Es la
historia de lo que Dios ha suscitado y de lo que Dios ha determinado que no siguiera
subsistiendo. Por supuesto que no conocemos la interpretación que tiene cada
uno de los hechos. Pero las Biblia nos ofrece las claves de interpretación.
En una cosa me quiero fijar: podemos repetir todos los errores del pasado. Todos. Hoy día ya no
caeríamos, por ejemplo, en el patronato regio por el oro, pero podría ser por
la política: es decir, por la política de satisfacer a grupos de presión
determinados, por el deseo (o la necesidad) de satisfacer a la mentalidad
imperante. Todos los errores del pasado pueden ser repetidos con otros trajes,
con otro maquillaje.
Podemos volver incluso a las pelucas episcopales. Odio las pelucas. Sólo
pensar en ellas me da picor. Mi aversión a las pelucas es sólo similar a la que
tengo por las puntillas y las capas.
P. FORTEA
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