El acontecimiento
celestial de este año sucede en un día y año significativos para el calendario
de la Iglesia.
Aunque el próximo eclipse
solar no sea ningún signo del “final de los
tiempos”, sí coincide con un día y año significativos en el
calendario litúrgico de la Iglesia.
El eclipse tendrá lugar el 21
de agosto. La fiesta principal de este día es san Pío X, un papa que escogió el
lema “renovar todas las cosas en Cristo”. Es
más conocido por disminuir la edad para la Santa Comunión y decir: “la Santa Comunión es el camino más breve y
seguro para alcanzar el Cielo”.
Otra celebración del 21 de
agosto en el calendario de la Iglesia es Nuestra Señora de Knock. Fue un 21 de
agosto de 1879 cuando la Virgen María se apareció a 15 personas en una pequeña
parroquia de Irlanda. Tres figuras se aparecieron, las de la Santísima Virgen,
san José y san Juan.
Además, un testigo
describió: “Encima del altar y reposando
sobre él había un cordero y a su alrededor vi estrellas doradas o pequeñas
luces brillantes, relucientes como chorros o esferas de vidrio, reflejando la
luz de algún cuerpo luminoso”. Además, “un granjero en la distancia, a una media milla de la
escena, salió a echar un vistazo a su tierra. Vio algo que captó su atención;
describió lo que vio como un enorme globo de luz dorada”.
Lo interesante es que Nuestra
Señora de Knock no pronunció palabra alguna, a diferencia de otras de sus
apariciones. Poco después, se registraron curaciones en el lugar de la
aparición y Nuestra Señora de Knock sigue reforzando la fe de los irlandeses y
de otros devotos de todo el mundo.
Por último, el eclipse solar
ocurre durante el año del centenario de Fátima. Las famosas apariciones de
María terminaron con un último “Milagro del Sol” que
sucedió el 13 de octubre de 1917. La gente describió lo que vio aquel día como
el sol “bailando” en el cielo; los presentes
fueron capaces de mirar al sol sin dañar sus ojos. Fue un milagro que
presenciaron miles de personas.
En la simbología cristiana, la
luna a menudo se considera un símbolo de la Virgen María, ya que refleja la luz
del sol como refleja la luz del Hijo de Dios. Al mismo tiempo, en Apocalipsis
es descrita como “revestida del sol, con la luna
bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza” (Apocalipsis
12,1).
Todos estos acontecimientos y
simbolismos pueden venirnos a la mente el 21 de agosto mientras disfrutamos del
eclipse (¡con las precauciones necesarias para proteger los ojos!), recordando
el papel de María en la Historia de la Salvación. En Ella encontramos refugio
durante los momentos de dificultad y Ella intercede por nosotros.
Es más, a principios de este
año el papa
Francisco destacó la ausencia de la presencia de María en las
narrativas del Evangelio entre la infancia de Cristo y la crucifixión; según
dijo el papa, “los escritores sagrados dan a
entender este lento eclipsarse de su presencia, su permanecer muda ante el
misterio de un Hijo que obedece al Padre. Pero María reaparece precisamente en el
momento crucial: cuando buena parte de los amigos se han disipado por motivo
del miedo. Las madres no traicionan”.
Esta reflexión del papa
Francisco aúna todo este simbolismo y nos anima a no perder la esperanza cuando
el mundo se confunda en las tinieblas. María estará ahí cuando la necesitemos y
nunca nos abandonará en nuestro sufrimiento en el “valle
de lágrimas”. Quizás parezca silenciosa, pero nos consolará en nuestra
pena y siempre orientará nuestras almas hacia la salida del Sol, llenándonos de
esperanza en que todos seremos renovados en Cristo.
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