La primera vez que el padre Sixto
luchó contra el diablo, fue hace 10 años. Una familia arequipeña le pidió
que curase a su hija, una escolar de colegio parroquial, quien luego de jugar
la ouija, empezó a comportarse extrañamente. El cura se persignó, cogió su
biblia y le colocó un crucifijo en la frente mientras esbozaba oraciones de
salvación. Tras dos años de lucha, el espíritu dejó el cuerpo de la
adolescente.
-Varios años después, la joven
regresó para que yo bautizara a su hija, esto fue lo más bonito –recuerda Sixto
Azabache Castro, sentado en su oficina de la iglesia Nuestra Señora del Pilar,
donde es párroco hace ocho años. Desde aquel momento su fama fue creciendo
entre los cristianos, quienes lo empezaron a señalar como: "El exorcista".
A veces, cuando camina por la
calle o celebra misa no falta quien intente tocar sus gruesas manos, para que
cure las dolencias que padecen. Como si fuese un “pastor
milagroso”. Es ahí que el cura los mira fijamente, aclarándoles que no
tiene poderes sobrehumanos, que simplemente es un intermediario de Dios, que a
través de él sana.
Cuando tenía seis años y ayudaba
los domingos como acólito en la iglesia de San Pedro Chanel de Sullana, Sixto
no sabía siquiera que iba a tener el don de ayudar a curar a las personas
afectadas por espíritus malignos. Aquellos tiempos de 1966, solamente se
dedicaba a apoyar al cura y a imaginarse ser como él algún día. Sus sueños
estuvieron a punto de esfumarse, cuando dejó el templo por servir a su patria.
Al salir de la dura vida militar, quiso tomar otros rumbos, hasta que una
correspondencia cambiaría su destino.
Lo invitaron a formar su vocación
en los “Religiosos Camilos”, una orden
religiosa denominada los “Ministros de los
enfermos”, que fue fundada por San Camilo de Lelis para crear una
compañía de hombres que cuiden a los enfermos como lo “hace
una madre con su único hijo enfermo”. Sin embargo, no le fue fácil que
su familia acepte su siguiente paso.
-Mi mamá estuvo de
acuerdo con que yo sea sacerdote, pero mi papá no –cuenta el párroco de tez canela, robusta figura y quien habla rápido
con acento norteño.
-¿Por qué?
-Porque
pensó que iba a ocurrirme lo mismo que a mi hermano: se salió del seminario y
se casó –responde Azabache sonriendo.
El hombre se recibió el 24 de
setiembre de 1988, en el convento de la Buena Muerte de Lima. Nombre que no le
suena tétrico. “Si lo piensas bien, la muerte debe
ser buena y no mala”, justifica. Desde aquel momento, fue perfilando su
don para curar a los enfermos con oraciones de sanidad espiritual. Dice ser un
elegido por Dios para que a través de él pueda curar a sus hijos.
DIABLO ES LA MUERTE
El exorcista curó a más de 100
personas que fueron infestadas y poseídas por espíritus demoníacos en Arequipa,
Trujillo y otras partes del país. Solo desde que este año empezó la moda del
Charlie Charlie, lleva 25 intervenidos. La mayoría son adolescentes y jóvenes
de 20 años que por curiosidad entran a este tipo de juegos “que son excusas de Satanás para apoderarse de ellos”.
Como experto en la materia, el
cura relata que existen dos formas de intrusión del maligno en sus víctimas. La
primera es por la infestación a través de los juegos en los que se invocan a
los espíritus, como los baños de florecimiento, y la ouija, que son prácticas
comunes.
Pero la más peligrosa es la
posesión, que se da a través de un ritual donde se concreta un pacto entre la
víctima y el demonio para gozar de algún beneficio. Este solamente se presentó
una vez en Arequipa, hace unos años.
Una joven había hecho un pacto de
sangre con Satanás. La sesión duró varios días, siendo agotador para el orador
de sanidades.
Empezó a manifestarse el mal en
el cuerpo de la muchacha, quien esbozaba insultos y frases en idiomas no
reconocidos. Se tornaba agresiva con cada palabra del cura, quien a pesar de la
incomodidad logró que el espíritu abandone el cuerpo del que se había
apoderado. “Sumamente difícil pero salió bien”, acota.
Pero no todos corren la misma suerte.
Hace siete años, un adolescente
se suicidó en su casa tras jugar la ouija por Internet. Sus padres habían
notado una conducta diferente en él, pero antes de solicitar ayuda al padre
Azabache, el menor –según el exorcista- fue inducido a autoeliminarse.
“Su madre se
deprimió y pensaba que si ella también se mataba iba a encontrarse con su hijo
en el cielo. Pero nosotros la calmamos y logramos hacerla entrar en razón”, explicó el párroco, quien afirma que para que no quede nada del maligno
en las casas que visita o su escritorio, realiza una limpieza de la zona.
Azabache Castro tiene 55 años y
es uno de los dos exorcistas que existen en Arequipa. El otro es el padre Julio
Carpignano, de la orden religiosa de los Franciscanos Capuchinos. En suma, son
pocos los “elegidos” para ser intermediarios
de Dios y curar a los crédulos parroquianos que acuden hacia ellos al creer
estar poseídos.
SIN MIEDO
Cuando era un chiquillo, el
párroco vio la película El Exorcista, una de las más épicas del rubro de
terror, que como era natural, también le causó miedo. Tenía en su memoria el
instante en que la niña de 12 años, Regan MacNeil, vomitaba y curvaba su cabeza
en un ángulo de 360 grados. Algo así creyó que sería al principio. Pero sus
miedos los fue perdiendo a raíz que salía victorioso en su enfrentamiento
contra el diablo.
Ahora dice no tener ni pesadillas
con los espíritus, porque siempre anda con el Señor. Sus oraciones e
intuiciones, lo hacen estar atento ante cualquier alerta de hechizo o mal que
quieran hacerle en venganza. Siempre salió librado, aunque una vez casi ni la
cuenta.
Ocurrió en la Plaza Mayor de
Arequipa cuando el padre Sixto intentaba cruzar la pista. De pronto, sintió un
empujón por la espalda que lo tiró al suelo. Los vehículos lo rozaron y de no
ser por su inmediata reacción, no habría salido con vida. El cura se levantó
con astucia, miró hacia atrás esbozando:
–¡Mi muerte será
cuando Dios quiera, no cuando tú quieras Satanás!
El exorcista no solamente es un
experto en religión, sino también no desaprovecha la oportunidad de recriminar
a las autoridades a cumplir con sus promesas, como cuando lo hizo en la
juramentación de la gobernadora regional, Yamila Osorio Delgado y al alcalde de
Arequipa, Alfredo Zegarra Tejada. También fue él quien celebró la misa para el
buen descanso del universitario Ciro Castillo Rojo, quien fuera encontrado
varios meses después de perdido en el valle del Colca.
El padre Sixto Azabache es uno de
los pocos que se enfrentó a los demonios de otros. En su día a día, aprendió a
lidiar con ellos. Irónicamente, mientras él lucha contra el maligno adentro de
la iglesia, en el exterior un cartel publicitario de un vaso con cerveza
agarrada por una mano de un ser diabólico, que cita “poderosa
tentación”, yace a pocos metros de la parroquia. Las tentaciones están
en todas partes.
Por: Lino Mamani A.
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