La felicidad
completa, íntegra, solamente puede nacer en un espíritu serio y compenetrado de
su vocación de hijo de Dios.
Por: Santiago Vieto | Fuente: GaudiumPrress.org
Por: Santiago Vieto | Fuente: GaudiumPrress.org
En un artículo anterior llamado, Seriedad un paraíso interior, meditamos en la importancia
vivir conscientes y de acuerdo a la jerarquía de valores creada por Dios, dando
importancia a lo que realmente la tiene y luchando para no sucumbir ante
nuestras malas tendencias e inclinaciones, que nos hacen banalizar lo que es
sublime y eterno y dar importancia a lo insustancial y efímero.
Delante de este vasto panorama, si estamos
abiertos a la gracia de Dios, siempre veremos motivo para repetir un detenido
examen de conciencia, y como consecuencia para un propósito de cambio.
Muchas conclusiones podemos sacar cuando
penetramos en esa esfera de lo trascendental, en ese clima de seriedad,
intentando alcanzar o al menos rozar con nuestros frágiles dedos las verdades
eternas.
UNA
JOYA QUE NO TODOS ENCUENTRAN
Peregrinando en los vastos terrenos que nos
brinda la meditación cristiana, a diferencia de ciertas "escuelas orientales" que como que enemistados con la
creación cierran sus ojos y buscan en la nada su sustento, podemos encontrar
joyas realmente sorprendentes. Y quizás una de las más bellas y luminosas es la
sonrisa.
Cuando un hombre se deja tocar por la gracia de
Dios, seriamente se introduce en la atmósfera de la sagrado y penetra en sí
mismo, no para encontrarse y egolátricamente autocontemplarse, si no para
encontrarlo a Él, el Divino huésped del alma, y allí dentro, en lo más
profundo, siente el germinar de algo bello, auténtico, sublime y que florece en
una sonrisa.
Y es aquí que volvemos al tema de la seriedad y
vemos como la felicidad completa, íntegra, solamente puede nacer en un espíritu
serio y compenetrado de su vocación de hijo de Dios.
La variedad de sonrisas y de expresiones de
felicidad puede ser tan amplia como los colores y formas de las flores de un
jardín, pero si vienen de un hombre juicioso y sabio brillarán principalmente
por su autenticidad.
UN
JARDÍN DE FELICIDAD
En el jardín de la humanidad, pueden nacer
sonrisas como los girasoles que no borran sus colores porque saben aprovechar
cada minuto, cada segundo, la luz que nunca se apaga y siempre brilla para los
que a ella se quieran volver.
Como flores silvestres son los hombres que en la
convivencia están alegres, compartiendo y ayudándose mutuamente, y que
santamente juegan y como que bromean para hacer pasajeros los días de tormenta,
y a pesar de las peores condiciones nunca permiten que se borre su sonrisa.
Como tulipanes son las flores del intelecto que
en intensos colores expresan los frutos de un recto razonamiento que llena de
satisfacción.
De las más variadas formas y exóticas son las
orquídeas que parecen expresar la variedad del genio de los artistas que fieles
a la verdad pueden llenar de pulcritud y alegría nuestras vidas.
Como Edelweiss, la flor de las nieves son las
almas vírgenes que brillan tan alegre y esplendorosamente, porque se retiraron
del mundo para mecerse en las más altas cumbres y competir con las águilas.
Y así podríamos seguir hablando de flores...
¡pero como olvidar a la Reina!...
Para poseer la perfecta alegría y llegar a la
tierra a la más bella de las flores hay que pasar por un tallo lleno de
espinas, que nos hará sangrar, sufrir, y tanto como quizás no podríamos
imaginar.
FLOR
NACIDA DEL DOLOR
En un acto de amor incomprensible para nuestro
entendimiento, Dios se hizo hombre para compartir nuestros padecimientos, pero
principalmente abrirnos las puertas de la felicidad eterna y enseñarnos cómo la
podremos alcanzar en esta tierra y después de nuestra muerte. No hay ninguna
fórmula mágica, solamente tenemos que seguirlo a Él. ¿Pero qué significa esto?:
" Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" Mateo 16:24.
Y por lo tanto vemos que lo que parece simple en
realidad es una meta alcanzable sólo por verdaderos héroes, pues si realmente
queremos obtener la felicidad tenemos que negarnos a nosotros mismos, tomar
nuestra cruz y seguirlo hasta el holocausto, con amor y sin reservas, como Él
lo hizo.
Nuestro Señor pudo habernos redimido con una
sola gota de sangre que hubiese salido de su sacrosanto cuerpo, pero no, él quiso pasar por los más inimaginables tormentos, y con un
diluvio de sangre, hacer llorar y temblar la tierra estremecida ante tan incomparablemente
trágica escena, el Inocente, aquél que hizo solo bien, Dios encarnado, con su
cuerpo destrozado y ensangrentado colgando en una cruz entre dos criminales.
Pero una vez que la Luz Divina dispersó las
tinieblas triunfando magníficamente sobre la muerte y el pecado, de esa tierra
nutrida con la Sangre del Salvador surgió una flor, una rosa insuperable,
motivo de la alegría del mundo entero, la Santa Iglesia Católica.
Todo Dios lo hizo con infinita sabiduría, y es
por eso que creo que la Reina de la flores, la Rosa, tiene su tallo lleno de
espinas, quizás para recordarnos que las cosas más bellas, nacen del dolor, las
más altas vocaciones tendrán caminos llenos de espinas, y que solo de la roja
sangre y un completo holocausto nace la verdadera y suprema felicidad.
FLOR
NACIDA DEL HOLOCAUSTO
Pocos meses antes de morir el padre espiritual
de los Heraldos del Evangelio, el Dr. Plinio Correa de Oliveira, hablaba en una
conferencia sobre el papel del sufrimiento en la vida de los hombres, en cuanto
condición indispensable para la digna representación de la majestad y la
sacralidad. Y defendía que el dolor bien aceptado es por su vez, generador de
una alegría festiva, característica de las almas que se entregan a Dios sin
nada reservar para sí... El perfecto amor a la Cruz. Y decía:
"El verdadero dolor
tiene en sí la misteriosa fiesta del ofrecimiento llevado al efecto" 1. Y
haciendo alusión a las palabras del Divino Salvador en la cruz, comentaba en
seguida: "Es propio del holocausto haber sido
dado con tan buena voluntad que, en la hora del "Consummatum est"
(Todo está consumado), florece una sonrisa".
Poco tiempo después, cuando este varón
verdaderamente católico apostólico y romano cruzó los umbrales de la eternidad,
al contemplar su rostro en el ataúd, sus hijos espirituales pudieron comprobar,
que sus sabias enseñanzas no eran mera poesía... eran realidad. Y vieron
florecer una sonrisa que permanecerá en la eternidad.
Artículo publicado originalmente en es.gaudiumpress.org
Se autoriza su publicación desde que cite la fuente.
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