Los santos nos sirven como modelos a imitar en la
vivencia de virtudes, son puntos de referencia.
¿Es importante rezar a los santos? ¿Debemos venerarlos? ¿Por qué son
santos?
Todos
fuimos creados por Dios para ser santos.
Dios quiere que todos se salven (1Tm
2,4), pero para salvarse es necesario renunciar al pecado y seguir a Cristo con
fe.
VENERACIÓN DE LOS
SANTOS
Los
primeros santos venerados fueron los discípulos de Jesús y los mártires (los
que murieron por Cristo). Más tarde también se incluyó a los confesores (se les
llama así porque con su vida “confesaron” su
fe), las vírgenes y otros cristianos que demostraron amor y fidelidad a Cristo
y a su Iglesia y vivieron con virtud heroica.
Con el
tiempo creció el número de los reconocidos como santos y se dieron abusos y
exageraciones, por lo que la Iglesia instituyó un proceso para estudiar
cuidadosamente la santidad. Este proceso, que culmina con la “canonización”, es guiado por el Espíritu Santo
según la promesa de Jesucristo a la Iglesia de guiarla siempre (Cf. Jn 14:26,
Mt 16:18). Podemos estar seguros que quien es canonizado es verdaderamente
santo.
La
Iglesia no puede contar la cantidad de santos en el cielo ya son innumerables y
por eso celebra la Fiesta de todos los Santos. Solo se consideran para
canonización unos pocos que han vivido la santidad en grado heroico. La
canonización es para el bien de nosotros en la tierra y en nada beneficia a los
santos que ya gozan de la visión beatífica (ven a Dios cara a cara). Los santos
en el cielo son nuestros hermanos mayores que nos ayudan con su ejemplo e
intercesión hasta llegar a reunirnos con ellos.
La
devoción a los santos es una expresión de la doctrina de la Comunión de los
Santos que enseña que la muerte no rompe los lazos que unen a los cristianos en
Cristo. Los Protestantes rechazaron la devoción a los santos por no comprender
la doctrina de la comunión de los santos. El Concilio de Trento (1545-63)
reafirmó la doctrina católica.
Los
santos interceden por nosotros. En virtud de que están en Cristo y gozan de sus
bienes espirituales, los santos pueden interceder por nosotros. La intercesión
nunca reemplaza la oración directa a Dios, quien puede conceder nuestros ruegos
sin la mediación de los santos. Pero, como Padre, se complace en que sus hijos
se ayuden y así participen de su amor. Dios ha querido constituirnos una gran
familia, cada miembro haciendo el bien a su prójimo. Los bienes proceden de
Dios pero los santos los comparten.
Los
santos son modelos. Debemos imitar la virtud heroica de los santos. Ellos nos
enseñan a interpretar el Evangelio evitando así acomodarlo a nuestra
mediocridad y a las desviaciones de la cultura. Por ejemplo, al ver cómo los
santos aman la Eucaristía, a la Virgen y a los pobres, podemos entender hasta dónde
puede llegar el amor en un corazón que se abre a la gracia. Al venerar a los
santos damos gloria a Dios de quien proceden todas las gracias.
Sin duda
hay quienes se desvían de una sana devoción y hasta existen personajes que son
venerados popularmente al margen de la Iglesia y no son sino falsos santos.
Estos errores no justifican que se descuide la auténtica devoción sino mas bien
resalta la importancia de la catequesis.
SANTOS PATRONOS
Un santo
puede ser declarado patrono de un país, diócesis o institución religiosa.
También hay santos patronos de diferentes gremios y causas. Además, todos
podemos elegir un santo patrono de nuestra devoción como modelo e intercesor.
La
santidad consiste en la participación más íntima en la vida de Dios. Todos
estamos llamados a la santidad: “vosotros, pues,
sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial”, (Mt 5,48).
Algunos cristianos han reflejado con mayor heroísmo y coherencia cómo se puede
vivir en perfecta sintonía con el Dios de la vida. No son superfluos los
santos, pues nos ayudan a ver en la práctica cómo es posible dejarse poseer por
el Espíritu Santo y vivir según las Bienaventuranzas.
Los
santos, además de interceder por nosotros y concedernos favores, nos sirven
como modelos a imitar en la vivencia de virtudes, como ejemplos de padres de
familia, de misioneros, de católicos comprometidos, etc. Ellos no nos sobran,
pero tampoco suplen a Dios. Son personas que han entregado su vida y que Dios
nos los pone como puntos de referencia.
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