VATICANO, 23 Jul. 17 / 05:22 am (ACI).- El Papa Francisco, durante
el rezo del Ángelus este domingo en la plaza de San Pedro en el Vaticano,
exhortó a los cristianos a no desanimarse en el ejercicio del discernimiento
entre el bien y el mal, y recordó que, en nuestra vida, ambas realidades conviven y que sólo
Dios podrá separarlas en el Juicio Final.
Para explicarlo, el Santo Padre se refirió a la parábola del trigo y la
cizaña de la lectura evangélica del día. “La
narración se desarrolla en un campo con dos protagonistas opuestos. Por una
parte, está el patrón del campo, una figura de Dios, que esparce la buena
semilla de trigo. De otro lado, tenemos el enemigo, que representa a Satanás, y
que esparce la mala hierba”.
“Con el paso del tiempo, en medio del trigo crece
también la cizaña y, ante esto, el patrón y sus siervos tienen diferentes
opiniones. Los siervos quieren intervenir arrancando la cizaña. Sin embargo, el
patrón, preocupado sobre todo por salvar el trigo, se opone diciendo: ‘No sea
que, al arrancar la cizaña, arranquéis también el trigo’”.
De esta manera, el Pontífice señaló que “Jesús
nos dice que en este mundo el bien y el mal están entrelazados, que es
imposible separarlos y extirpar todo el mal. Solo Dios puede hacer eso, y lo
hará en el juicio final”.
Por ello, animó a los cristianos a desempeñar un adecuado ejercicio de
la libertad, “en la cual se lleva a cabo el difícil
ejercicio del discernimiento”.
“Se trata –explicó–
de compaginar, con gran fe en Dios y en su
providencia, dos actitudes aparentemente contradictorias: la decisión y la
paciencia. La decisión es aquella que consiste en querer ser una buena semilla,
con todas sus propias fuerzas, y entonces alejarse del maligno y de sus
seducciones”.
Por su parte, “la paciencia significa
preferir una Iglesia
que sea fermento, que no tema mancharse las manos lavando el pan de sus hijos,
antes que una Iglesia de los ‘puros’ que pretenda decidir antes de tiempo quién
está en el Reino de Dios y quién no”.
En ese ejercicio de discernimiento, “el
Señor, que es la Sabiduría encarnada, hoy nos ayuda a comprender que el bien y
el mal no se pueden identificar con territorios definidos o determinados grupos
humanos”.
“Él nos dice que la línea que separa el bien y el
mal se encuentra en el corazón de cada persona. Somos todos pecadores.
Jesucristo, con su muerte en la cruz y su resurrección,
nos ha liberado de la esclavitud del pecado, y nos da la gracia de caminar en
una vida nueva, pero con el Bautismo nos ha dado también la Confesión porque
siempre tenemos necesidad de ser perdonados de nuestros pecados. Mirar siempre
el mal que está fuera de nosotros, significa no querer reconocer el pecado que
también está en mí”.
Por último, el Papa destacó la paciencia de Dios con los hombres: “¡Cuánta paciencia tiene Dios! También cada uno puede
decir esto: ¡Cuánta paciencia tiene Dios conmigo!”.
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