Una literatura y filmografía de teología ficción ha
ganado los mercados, al punto de haber creado un nuevo género.
Se trata
de una moda cultural, pero ella no parece responder a un mero capricho del
gusto popular: tiene un significado.
Posmodernidad:
¿posreligión? Eso es lo que pensaron los “teólogos
de la muerte de Dios”, pero se equivocaron. Desmintiendo a los profetas
del secularismo radical, un inédito sentido religioso parece atravesar los
comienzos del milenio. Pero ¿en qué consiste esta desconcertante realidad?
Es la new
age, una nueva espiritualidad difusa para un hombre vacío, que ha comenzado a
penetrar por todos los intersticios de nuestra cultura. Esta religiosidad
individualista refleja el sentido antiinstitucional que es propio del cambio de
época. La desconfianza respecto del poder explica que cualquier autoridad sea
sospechada de una intrínseca corrupción para perpetuar su dominio.
La estructura
jerárquica, incluso de las iglesias y confesiones religiosas, es anatematizada.
La mediación con lo sagrado que ella propone es interpretada como una
intermediación ilegítima, una traición de la pureza del mensaje original.
El deseo
de saber más responde a una actitud muy humana, que ha impulsado el progreso.
Pero este anhelo puede dar como resultado, si se encuentra exacerbado, una
imaginación desenfrenada.
En la
sociedad del conocimiento, son muchos los que sufren de una bulimia intelectual
que impide digerir el alimento. Constituye un lugar común la queja de los
profesores: muchos datos, poca reflexión, menos criterio. Si la apabullante
información que informa la trama de espionaje político de Frederick Forsyth le
confiere verosimilitud, ¿por qué no puede ser real también la de espionaje
religioso de Dan Brown?
De este
modo, en un clima de época que podríamos calificar de síndrome del gato
encerrado, florecen las teorías del complot. ¿A quién no le gusta descubrir que
en una verdad aceptada hay algo más que se mantiene oculto al común de la
gente? Habría una realidad importante que alguien, con fines inconfesables,
oculta para perpetuar su inicua dominación de las conciencias.
La
responsabilidad del mal no está en nosotros mismos, sino en alguien que nos
domina y que ha expropiado las claves de nuestra felicidad. El imperativo de
saber deviene justiciero, adquiere los rasgos de una reivindicación moral. La
película El complot, protagonizada por Mel Gibson, mostraba de modo ambivalente
una mentalidad paranoica más frecuente de lo que se cree, que irrumpía en una
conspiración oculta y real. El vago espiritualismo que renace hoy en la nueva
religiosidad se caracteriza por su contenido gnóstico. La gnosis es una
corriente precristiana que pretendió mimetizarse con la nueva fe religiosa en
la Iglesia primitiva. El principio fundamental del gnosticismo consiste no en
la fe, sino en una racionalización de la fe, en un conocimiento que salva.
Pero esta
autoliberación del hombre interior por un saber oculto no es inocua. Contenidos
gnósticos pueden rastrearse en una enorme variedad de corrientes culturales, no
solamente en los siglos medios, sino también en la modernidad. Su influjo ha
mostrado aun en nuestros días una increíble reviviscencia.
Las
ideologías, constituidas en terribles aparatos de masacrar cuerpos y espíritus,
exhiben la mácula gnóstica, como en décadas recientes se ha podido observar,
por ejemplo, en el marxismo y en el nazismo. Pero con el sutil telón de fondo
del boom literario de la teología ficción la gnosis encuentra un campo
privilegiado de influencia, acaso impensado escaso tiempo atrás.
En el
transcurso de unos pocos años esta sensibilidad de matriz gnóstica ha penetrado
en las clases medias y en estos momentos las nuevas creencias ya constituyen un
producto de supermercado. Esta es la realidad que se expresa en la miríada de
best-sellers que inundan las librerías de las grandes ciudades. La gnosis ha
pasado de las sectas albigenses a nuestro vecino del subte, que lee ensimismado
y acaso un tanto desconcertado, con la ilusión de acceder al conocimiento para
ser, también él, un iniciado que recibe de los escribas de la nueva gnosis la
falsa ilusión de su liberación interior.
Por Roberto Bosca
El autor es director del doctorado de Derecho en la Universidad Austral.
Publicado En LA NACION, Argentina
El autor es director del doctorado de Derecho en la Universidad Austral.
Publicado En LA NACION, Argentina
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