Surgió en Alemania
en el siglo XIII, y era muy querida para varios santos, entre ellos san Juan
Bosco.
Entre las devociones a Nuestra
Señora existe una muy especial: la de orar todos los días las tres Avemarías.
Pero ¿dónde nace esta devoción? Su origen data del siglo XIII y está ligado con
Santa Matilde de Hackeborn, monja alemana benedictina, a quien Nuestra Señora
le revela un modo de elevar una acción de gracias a la Santísima Trinidad por
los privilegios concedidos a la Virgen María.
Santa Matilde, quien nació en
1241 en una noble familia, pensando en su muerte, suplicó con gran fervor a la
Madre de Dios que la asistiera en los últimos instantes de su vida.
Ella escuchó que
Nuestra Señora le decía:
“Sí
que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías.
La primera, pidiendo que así como Dios Padre me encumbró a un trono de gloria
sin igual, haciéndome la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también
yo te asista en la tierra para fortificarte y apartar de ti toda potestad
enemiga. Por la segunda Avemaría me pedirás que así como el Hijo de Dios me
llenó de sabiduría, en tal extremo que tengo más conocimiento de la Santísima
Trinidad que todos los Santos, así te asista yo en el trance de la muerte para
llenar tu alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no
la oscurezcan las tinieblas del error e ignorancia. Por la tercera, pedirás que
así como el Espíritu Santo me ha llenado de las dulzuras de su amor, y me ha
hecho tan amable que después de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así yo
te asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de amor divino, que
toda pena y amargura de muerte se cambie para ti en delicias”.
Ésta no sería la única
revelación que tendría una santa en relación con la devoción de las tres
Avemarías. Otra religiosa contemporánea a Matilde, Santa Gertrudis, conocida
como “La Grande”, tuvo una hermosa visión
que confirmaría la otra revelación. Así ocurrió: eran las vísperas de la fiesta
de la Anunciación, y al cantar el Avemaría, Gertrudis vio de repente cómo
emergían del Corazón del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo como tres fuentes
de agua que penetraban en el Corazón de María Santísima.
Al instante escuchó una voz
que le dijo: “Después del Poder del Padre, la
Sabiduría del Hijo y la Ternura Misericordiosa del Espíritu Santo, nada se
compara al Poder, Sabiduría y Ternura Misericordiosa de María”.
A Santa Matilde la Virgen le
prometió que quien rece diariamente las tres Ave Marías, recibirá su auxilio
durante la vida y una especial asistencia al momento de su muerte,
presentándose la Virgen con un brillo y una belleza tal que con sólo verla
recibirá consuelo y las alegrías del cielo.
Además de estas dos santas,
otros santos fueron especiales difusores de esta devoción, como San Alfonso
María de Ligorio, quien aconsejaba con frecuencia esta bella práctica; o San
Juan Bosco, quien la recomendaba a los jóvenes. San Pío de Pietrelcina dijo
también que muchos se convertirían con solo practicar esta devoción.
Modo de rezar las
tres Avemarías:
María Madre Mía;
líbrame de caer en pecado mortal.
Por el poder que
te concedió el Padre Eterno.
Avemaría…
Avemaría…
Por la sabiduría
que te concedió el Hijo.
Avemaría…
Avemaría…
Por el Amor que
te concedió el Espíritu Santo.
Avemaría…
Avemaría…
Se finaliza con
un Gloria… y la jaculatoria “María, por tu Inmaculada Concepción, purifica mi
cuerpo y santifica mi alma” (La cual concede Indulgencia otorgada por San Pío
X).
Artículo
originalmente publicado por Gaudium Press
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