Después del teatro de la “victoria” de Maduro, el régimen organizó una
caravana de motocicletas por el centro para celebrarlo. La dictadura no logró
la presencia de más de cien siervos en esa demostración de apoyo.
Una minicaravana recorriendo el
centro de una capital desolada de calles desiertas: impresionante escena.
Mientras, en la televisión, una
fiesta donde bailaron y celebraron. En cualquier país del mundo, incluidas las
dictaduras, con 16 muertos ese día por la represión, o se hubiera decretado
luto nacional o el presidente hubiera recogido todas sus pertenencias para subirse
a un helicóptero.
Lo malo de un túnel largo es que
cuando uno está dentro, no se sabe cuánto queda hasta el final. Todo aparece
oscuro y, de pronto, sin que uno lo esperara: sale a luz. Todo estaba oscuro y,
repentinamente: ¡la oscuridad ha pasado!
Sé que el Mal parece demasiado
poderoso, sé que todo parece demasiado atado, que las cadenas de hierro parecen
inquebrantables. No importan las protestas que hagamos. No importa que nos
muramos de hambre. A ese tirano le es igual. A ese dictador le es indiferente
el clamor de toda una nación.
Sí, es así. Lo ha
dejado claro. Pero os repito las palabras de Dios que ya os dije, salmo 37:
No te inquietes por a causa de los malvados, no
envidies a los que hacen injusticia. Pues aridecen presto como el heno, como la
hierba tierna se marchitan. Ten confianza en Dios y obra el bien. (...)
Confía tu camino a Dios, que Él obrará. Hará brillar
como la luz tu justicia, y tu derecho igual que el mediodía. (...)
Pues serán extirpados los malvados, mas los que esperan
en Dios poseerán la tierra. Un poco más, y no hay impío, buscas su
lugar y ya no está. (...)
El impío maquina contra el justo, rechinan sus dientes
contra él; el Señor de él se ríe, porque ve llegar su día.
Tranquilos. Un poco más y
buscaréis su lugar y no lo encontraréis. Es una lucha titánica, lo sé. Pero ni
todas las músicas de sus fiestas ni todos los apretones de manos,
felicitándole, ni las palmadas en la espalda acallan la voz que le recuerda en
su interior, en voz muy baja: se te acaba el tiempo.
Hoy mi post no es sólo de
palabras. Hay una parte de lo que os quiero transmitir que sólo puedo hacerlo
con la música. Es la pista “Storm” de la
película Elizabeth, the Golden age.
Cuando la escuchéis, observad que
hay un susurro de voces bajito antes de la explosión. Siete segundos de voces
femeninas que, como ángeles, anuncian la inminencia de la Justicia Divina.
Después, tras el preámbulo, esa
justicia no actúa de un modo teatral, a gritos: es la justicia del Cielo, no la
humana. La música muestra como la Mano de Dios hace lo que tiene que hacer con
firmeza incontenible. La música muestra esa fuerza, ese carácter de lo
inevitable.
Y el Pueblo levantará sus ojos al Cielo y dirá: ¡ahora hemos visto
actuar al Señor de cielos y tierra!
P.FORTEA
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